Presentación del poemario "La voz deseada", de Chema Muñoz
A cargo de Emilio Abad Ripoll (CDM Paso Alto, 10 de mayo de 20249
PRESENTACIÓN DEL POEMARIO
LA VOZ DESEADA
de Chema Muñoz
Muy buenas tardes
Bien, estamos ya inmersos en una tarde que debe ser de gozo y de alegría, porque no sé cuantos de ustedes habrán alguna vez publicado un libro, pero si lo han hecho, coincidirán conmigo que es lo más parecido a tener un hijo. En un principio uno, o una, se siente feliz por haber concebido algo, un ser humano o una idea fecunda; luego vienen los largos meses de embarazo en que aquel embrión o aquella idea “van tomando cuerpo”; y por fin el parto, esfuerzos y dolores, en un caso por la limitaciones de la naturaleza humana y en otro por los problemas con editores, impresores, etc.; pero cuando ya está aquí la criatura y uno tiene el bebé en brazos o el libro en las manos, ambos “oliendo a nuevo”, todo lo pasado se olvida para vivir unos momentos de absoluta felicidad.
Y siguiendo con el símil, en el caso del bebé necesitaremos un padrino, y en del libro un presentador en sociedad. Chema me ha elegido a mí, craso error, pues ambos tenemos más de uno y más de dos amigos que hubieran sido mucho mejores padrinos, Peor para él, aunque de todas maneras tengo que repetirle mi agradecimiento por su confianza en un servidor. Por otra parte, me beneficia, y mucho, que mi intervención no va a ser la única, pues tenemos ante nosotros un extenso y más que prometedor programa de cultura y entretenimiento.
No es el primer libro de un amigo que presento, y por ello, una vez más, me encuentro ante una disyuntiva importante. Como ya he dicho en algunas de esas otras ocasiones, en tal circunstancia no puedo evitar que me vengan a la mente unos versos de la tragicomedia La venganza de don Mendo, de don Pedro Muñoz Seca.
Esos versos, en concreto diez, a los que me refiero constituyen la parte principal de la explicación que don Mendo, un galán castellano bastante simplón, ofrece a su amada doña Magdalena para justificar que llegó tarde a la cita que tenía con la dama porque, como casi siempre nos suele pasar a los hombres en esos casos, “lo liaron” unos amigos para tomarse unos vasos de un “malvado Cariñena” y jugar a las siete y media. A Magdalena, ni mucho menos tan inocente como cree Mendo, le resulta extraña esa hora para ponerse a jugar, pero él, condescendiente, le aclara que se trata del nombre que recibe un juego de cartas.
Más de uno de ustedes se estará preguntando cuál será la relación del juego de las siete y media con lo que nos ha reunido aquí esta tarde; pues bien, paso a aclararlo de una forma sencilla, cambiando únicamente unas pocas palabras en los citados diez versos. Así, yo considero que esto de la presentación del libro de un amigo, y como he dicho en la presentación de algún otro…
“… es un encargo muy vil // que no hay que preparar a ciegas // pues presentas cien veces, mil // y de las mil ves, febril // que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor // pues indica que mal tasas // y eres del autor, deudor // Más, ¡ay de ti si te pasas! // ¡Si te pasas es peor!”
Y es absolutamente verdad. Si con mis palabras no soy capaz de dejar bien claro lo que Chema Muñoz y su última obra se merecen, es decir si me quedo “corto”, “si no llego”, tendría que pedirle perdón por mi ineptitud y quedaría de él deudor… Pero si, pese a que yo crea de corazón que digo lo que ambos -libro y autor- se merecen, alguien piensa que me estoy excediendo en el elogio y que mis palabras vienen dictadas tan sólo por nuestra amistad, es decir que “me estoy pasando”… el resultado sería mucho peor. Espero y deseo saber plantarme en el momento oportuno.
Parece preceptivo en estos casos, bien lo saben ustedes, empezar por la vida y hechos del autor. Y, como lo he vivido en primera persona, les aseguro que el objeto de la disección (si no es un ególatra, claro) pasa un mal rato mientras escucha a su vecino de mesa contar lo guapo, lo alto, lo rubio y los ojos azules tan hermosos que tiene el autor, y la importancia o valía de su libro, pocos peldaños por debajo de la Biblia o del Quijote.
Por eso, para ahorrar tiempo y evitarle a él un mal rato, sólo haré constar, aunque seguramente lo sepan todos, que Chema es manchego, nacido en Ciudad Real cuando empezaba la segunda parte del siglo XX. Es, por tanto, uno de otros muchos peninsulares que un buen día apareció por las islas, se enamoró de ellas y se quedó aquí, contribuyendo en contrapartida a ensanchar el campo de la cultura canaria. Y en el libro escribe que siendo manchego quería ver el mar y -él mismo nos lo dice en el poemario- hoy muchas cosas le retienen entre Gigantes y La Orotava… y sueña y ama en canario.
Todos conocen que es cantautor, músico y poeta y que pertenece a numerosas asociaciones culturales. Y si entran en Internet pueden oir sus canciones, saber de su producción literaria, etc.
He dicho, más o menos, cuando nació, por lo que lleva a sus espaldas ya muchas felicitaciones de cumpleaños. Y, en consecuencia, ha vivido, sufrido y gozado tantas circunstancias; deseado, obtenido y perdido tantas cosas, que, por fuerza, sus poemas y sus canciones tienen que estar sustentados en muy diversas experiencias, como lo demuestra la simple lectura del título del libro, o mejor dicho de las tres partes que lo conforman (La voz que siempre quise, La voz que fuera un día; La voz que fue un suspiro).
Y por eso, su obra está repleta de lo que los militares llamamos “lecciones aprendidas” y sus poemas se relacionan con la Historia que olvidamos; con la belleza de la Naturaleza que nos rodea y su deterioro; con el egoísmo individual y colectivo que conduce a la violencia y al enfrentamiento social; con la casi desaparición de lo que antes significaba la familia; con las agresiones a los derechos humanos tan frecuentes en tantas partes del mundo…
Palpita en este libro, desde el primer verso de la primera estrofa del primer poema de la primera parte (La voz que siempre quise) un deseo fundamental en Chema: el de dejar poso, el de dejar huella de su paso por la Vida, y escribe “No quiero evaporarme sin gritar a los vientos / que somos de los mares y de olas de antaño…”.
En “La voz deseada”, al igual que en otra obra suya que tuvo la deferencia de regalarme hace una docena de años, “Se me llena de magua la nostalgia”, Chema, con toda valentía, sin pudor, desnuda su alma y nos enseña lo más íntimo de su ser; parece relatarnos cómo, sentado a la orilla del camino de su vida, ve pasar ante sus ojos sus años de niño, el amor de su madre, las ilusiones, los paisajes, las gentes, las circunstancias, las costumbres… No sé si el autor, o su prologuista, doña Elsa López, (por cierto, excelente prólogo el suyo, como no podía ser menos cuando está escrito por la ganadora, el año 2022, del Premio Canarias de las Letras) estarán de acuerdo conmigo, pero me parece que quizás este libro, como el anterior que he citado, está también lleno de NOSTALGIA.
Y es que, por ejemplo, en “La voz que siempre quise” nos cuenta que una vez, cuando niño, despertó en la voz de don Paco, su viejo profesor. Y, añorando, se mete de lleno en la Historia y nos dice que la voz que quiere es la de los gritos de Cervantes en Lepanto, o la del Empecinado, la de Agustina, la de Viriato, las de nuestros jinetes del Alcántara en busca de la muerte rápida cerca de Melilla, o la nuestros soldaditos vestidos con el uniforme de rayadillo, viviendo una muerte lenta en Baler… es decir, la voz que desafía a la muerte. Y añora la voz que dice que “somos todos a una”.
Su añoranza, su nostalgia, se desata en “La voz que fuera un día”, y recuerda voces que no volverán, como las entrañablemente familiares de “Vengan a merendar” . Y destaca las voces que arrancaban desde dentro, las que mandaban y las que enternecían… y las que un día fueron canción. Pero insiste en que las voces que él quiere son las que siguen despertando silencios.
Y, por fin, en la tercera parte “La voz es un suspiro”, es cuando nos desvela que “su voz siempre será un suspiro”, Y recuerda que todo se vuelve suspiro: el miedo, los problemas, el amor, la muerte y la vida. Pero un suspiro que volverá a renacer.
Por eso grita, … se grita a sí mismo y a quienes, poetas como él, sienten el ansia de libertad:”¡DESPIERTA!”, pues le parece que en los tiempos actuales solo quedan ya, en la protesta, El poeta y su palabra, en definitiva LA VOZ.
Y Chema nos dice que esa VOZ es la que sale del fondo del alma… como la suya, unas veces dulce, romántica, esperanzada, otras dura, despiadada, casi cruel; una veces añorando, otras soñando… pero nunca en silencio.
Esa VOZ es la que nos dice Chema que siempre quiso, la que escucha al amanecer, la de un adolescente inventada en la esperanza, la que es el ejemplo, la dirección y el camino a escoger…
Esa VOZ es la que nos dice Chema que fuera un día canción, la que nos dio la vida, la de los nuestros, la de la verdad, la del honor entre manos y abrazos, las del día en que murieron los odios…
Esa VOZ es la que nos dice Chema que fue un suspiro, que se pierde, se disipa al amanecer, un frío en el calor y un calor en el frío…
Esa VOZ, esas voces son las de Chema, guardadas en estas páginas.
Voy a terminar. Sinceramente he de confesar que no soy de poetas posmodernistas, pues me enseñaron desde pequeño lo de las rimas asonantes y consonantes. Y en este libro prácticamente no se encuentran aquellas rimas. Y, sin embargo, en el poemario de Chema, en sus 90 poemas aquí recogidos, hay rima, Hay mucha rima, hay mucha concordancia entre lo que aparece escrito en sus páginas con el corazón, el alma y el cerebro de un hombre inquieto, que quiere hacer llegar a los demás sus deseos y sus recuerdos.
A mí me ha gustado el libro, aunque más de una vez me detuviese a releer, a rumiar lo último leído ¿Y saben por qué? Pues porque te hace pensar. Un célebre filósofo alemán dijo en el siglo XVIII aquello de “Sapere aude”, es decir “Atrévete a saber”, frase que debía estar grabada en el dintel de la puerta de entrada de todos los colegios y universidades. Pero el “saber” implica “pensar”. Y lo repito, este libro de las Voces, me ha hecho pensar… y en consecuencia saber un poquito más de lo que sabía antes de Chema me lo regalara.
Por ello, gracias.
- - - - - - - - - -