El genial caricaturista tinerfeño Paco Martínez y su frustrado proyecto del Salón Internacional del Humor

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Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en est página web el 18 de abril de 2024)
 
 
Paco Martínez
 
Paco Martínez
 
  
          Tuve la oportunidad y la satisfacción de gozar de su amistad y de su inagotable humor salpicado de sana picaresca, que cobraba caracteres sencillamente inolvidables cuando, por ejemplo, coincidía en la tertulia con Arístides Ferrer, su amigo de siempre.
 
          En mi hogar, colgado en un sitio preferente, hay un hálito de su insuperable quehacer artístico, que cuanto más miro, más me recreo, porque Paco Martínez, en la caricatura, más que maestro fue catedrático; y, además, reconocido mundialmente. En sus caricaturas, en sus “esqueletos del alma”, siempre estará presente la ironía sin daño, el trazo delgado, la radiografía del personaje, el acierto psicológico.
 
El autor de este artículo visto por Paco Martínez
 
El autor de este artículo visto por Paco Martínez
 
         
          Con él, con Paco Martínez, que nos dejó en el verano de 1990, nos dábamos cuenta del valor del diálogo, del bagaje que puede acarrearnos una tertulia, que ahora son conceptos que se van erradicando de nuestra efímera existencia por las prisas, por el dichoso materialismo y por nuestra sociedad de consumo. Hablar con él, dialogar con el que nos dejó hace más de tres décadas, era como abrir un viejo y entrañable baúl de donde surgían anécdotas, chistes, “golpes”, con una cadencia muy especial, inconfundible, donde jamás afloraba ni las amarguras ni los sinsabores, que eran vocablos que no prodigaba quien en vida deslumbró a los caricaturistas universales con una insólita Brigitte Bardot, cuyo dorado, sensual y revoltoso cabello el catedrático había sacado, como un prestidigitador, con la malla gualda de una botella de coñac Terry…
 
La galardonada caricatura de Briggite Bardot
 
La galardonada caricatura de Brigitte Bardot
 
         
          Con su corazón de gigante y alma de niño, Paco Martínez, rondallero, diseñador de carrozas y carteles, ya no tenía necesidad de tirar al barranco del Puente Zurita su pintoresco y descomunal sombrero y su vestido de retales, al tiempo que decía en el último día de Carnaval, ¡hasta otro año!
 
          Los tagananeros y sus vides no han dejado de lamentar su ausencia. Y en los numerosos hogares donde cuelgan sus caricaturas, se mirarán y remirarán éstas para solaz y recreo. Aquellos “esqueletos del alma” compuestos por plumas, madera, corcho, alambres, frutas tropicales, no han perdido su indeleble sello de lozanía y genialidad.
 
          Cuando nos dejó para siempre, seguro que fue inmediatamente a abrazar a Margarita, su guapísima esposa. Paco Martínez, con su lacito-corbata y su semblante entre irónico y serio, se fue de este cicatero mundo con el hondo remordimiento de no haber visto hecho realidad su gran sueño, el Salón Internacional del Humor, que anhelaba ver ubicado en su Tenerife natal, Isla donde, según los críticos más fiables, tenemos a los más catalogados caricaturistas del orbe.
 
          Por cierto, ¿siguen existiendo caricaturistas en Tenerife? ¿Desde cuándo no se celebra una exposición de estas características?
 
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