La tesis doctoral de Amado Zurita Molina

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 17 de octubre de 1992)
 
 
  
          Entre penumbras, el candidato al honroso título de doctor, fue explicando sus razonamientos. En su diestra, una diminuta linterna; en la izquierda, el mando a distancia de las diapositivas. Había que tener los nervios muy templados para hacer frente, en aquella acogedora y cómoda Sala de Lecturas, no sólo a la tesis en cuestión, sino al siempre temido Tribunal, así como al público asistente, formado primordialmente, por familiares y amigos, y algún que otro interesado en el tema.
 
          Se suelen anunciar todo tipo de conferencias, charlas y coloquios, ¿Por qué, igualmente, no se les da publicidad a las tesis que se van a presentar? La experiencia, como en esta ocasión, resultó gratificante.
 
          Aunque el tema a exponer presentaba, aparentemente, una vertiente poco común para el profano en la materia, ya que se iban a verter conceptos relacionados con la pediatría, donde el gluten y las enfermedades celíacas jugaban un papel predominante, allí afloraron términos tan familiares, canarios y actuales, como el gofio, como Viera y Clavijo y como la piedra zanata… Y el conferenciante, para acentuar aún más su acrisolado insularismo, pues dijo millo antes que maíz. Y, entre otras cosas, nos volvió a recordar a todos la vital importancia que sigue teniendo la lactancia materna, aún sin parangón.
 
          El Tribunal, expectante y escrutador, tomaba, de vez en cuando, las notas pertinentes. La sesión, insistimos, resultó estimulante, ilustrativa y didáctica, aunque en algunas ocasiones surgieran, obviamente, vocablos altamente tecnificados, de difícil captación.
 
          Cuando el doctorando es, primero, un buen amigo y, luego, todo un experto en la materia, causar una especial emoción, se agita el ánimo, al comprobar su desenvoltura, su señorío, su exquisita educación y diplomacia con el jurado; su meticulosidad y orden. 
 
          En este mundo donde el materialismo parece devorar cualquier brote de intelectualidad, causa satisfacción descubrir que aún nos quedan personas que se preocupan de cultivar la mente en beneficio de una colectividad que, ahora representada por los citados asistentes, comprobada con no disimulado orgullo que tras las deliberaciones del Tribunal, que previamente había sometido al aspirante a toda clase de preguntas “para enriquecernos todos”; el Tribunal, decíamos, le colmaba ahora de felicitaciones y panegíricos, por lo novedoso del trabajo, por la magnífica exposición de la tesis, de valioso interés; con aportaciones inéditas en el ámbito español sobre esmaltes dentarios, fluoraciones de las aguas y costes económicos.
 
          Nos causa emoción, nos satisface comprobar, en fin, las notas encomiásticas de aquel Tribunal que enfatizó en la bibliografía consultada, en el procedimiento y el orden expuesto, en los objetivos alcanzados, donde la cooperación ha sido fundamental; en la entretenida presentación, donde el propio presidente del jurado, conociendo la carismática veteranía del ya galardonado con la máxima cota, concluyó: “Me va a permitir un símil. Usted se me asemeja a un Mercedes yendo a sesenta…”.
 
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