¿Le devolvemos "su Plaza" a Julio Cervera?
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 3 de mayo de 1991)
Una llamada al Ayuntamiento de Santa Cruz
Con la reciente publicación “1892-1992. Un siglo de luz”, editada por Unelco, nos ha venido de nuevo al recuerdo la escasa memoria de algunos gobernantes tinerfeños hacia el ingeniero Julio Cervera y Baviera que fue, ni más ni menos, el pionero y realizador de que la luz eléctrica fuese toda una realidad en Santa Cruz de Tenerife, donde empezó a alumbrar pública y privadamente a partir del 7 de noviembre de 1897. Resaltaron las crónicas de aquel entonces “que para la capital de Canarias, y desde el memorable 6 de diciembre de 1883, en que se inauguró el cable telegráfico, no hubo otro día de más alto entusiasmo ciudadano”.
Se ha afirmado, y con justificados razonamientos que “la historia de la electricidad –como fenómeno físico y como hecho económico– es y será parte sustancial de la historia de la Humanidad, desde que su uso irrumpió y se generalizó en todo el mundo".
Si un hecho, si un invento, si una aportación de la Ciencia, ha supuesto y determinado una verdadera mutación de los comportamientos de los individuos, de las colectividades y del Planeta como un todo, es el hecho eléctrico.
Cualquier otra mutación, cualquier cambio radical o copernicano, de los muchos que se producen en la Historia Contemporánea, acaba teniendo en la electricidad, en cualquiera de sus múltiples aplicaciones o derivaciones, si no la “última ratio”, sí la condición “sine que non”.
No puede negarse esa realidad; no es concebible una vida civilizada, progreso humano, avance científico, conquista mecánica, crecimiento económico o industrial, confort, comunicaciones, informática, salto tecnológico, bioingeniería, etcétera, si la aportación básica y la contribución ineludible de la electricidad.
La historia de la electricidad es, pues, inseparable, está ya indisolublemente unida a la historia de la Humanidad en el futuro previsible.
Por toda esta serie de razonamientos científicos, el pueblo tinerfeño, algunos de sus gobernantes, insistimos, han tenido, decíamos, muy poca memoria porque entre otras cosas en la Guía Oficial de Santa Cruz de Tenerife, editada por el Ayuntamiento de Santa Cruz en 1983, así como en la vigente Guía Código Postal, editada por el Ministerio de Transporte, Turismo y Comunicaciones, no figura plaza alguna con el nombre del emprendedor técnico Julio Cervera y Baviera. Y esa plaza existió. Exactamente, a partir de 1895 cuando el Ayuntamiento de Santa Cruz, bajo la presidencia del alcalde Pedro Schwartz y Matos, celebró una sesión ordinaria en la que en virtud de la proposición de los señores Izquierdo Azcárate y Trujillo Hidalgo, “se acordó poner el nombre del comandante de Ingenieros don Julio Cervera a la plaza llamada de la Carnicería, como testimonio de agradecimiento por sus trabajos como director técnico de la compañía instaladora del alumbrado eléctrico”.
Las nuevas generaciones no conocen la antigua ubicación de aquella plaza. Y no la conocen, obviamente, porque, de momento, ha desaparecido. Para nosotros estaba y debería estar en el tramo comprendido entre el actual solar del antiguo edificio de Unelco, trasera del Museo Oceanográfico y Avenida Bravo Murillo. En efecto, allí estaba, allí está –mientras no se demuestre lo contrario– y debería estar para que nuestro pueblo siguiera prodigando el testimonio de agradecimiento que materializó en su día Pedro Schwartz y Matos, cuya plaza si permanece enhiesta para todos los tinerfeños.
¿Surgirá algún día desde las nuevas urbanizaciones de la citada zona la desaparecida plaza Julio Cervera? En instancia dirigida a nuestro alcalde y querido amigo, Manuel Hermoso Rojas, vamos muy pronto a recordarle lo que en su tiempo constituyó la figura de Julio Cervera y Baviera, figura y hechos que los lectores también tienen derecho a conocer, y que vamos a sintetizar de la siguiente manera:
Julio Cervera y Baviera nació en Segorbe (Castellón de la Plana) en 1854. A los veinte año ingresa en la Academia de Caballería, obteniendo el oficialato con el número uno de su promoción. Espíritu inquieto de explorador, hace su primer viaje a Marruecos, interesándose por el Sáhara. Pasa a la Academia Especial de Ingenieros, donde se encontró a sí mismo. Era lo suyo. En 1882 sale con el grado de teniente y dos años después viaja de nuevo a Marruecos, donde permanece durante cuatro meses.
A mediados de 1894 se produce el relevo del capitán general de Canarias, don Francisco Girón y Aragón, marqués de Ahumada, por el teniente general don Manuel Macías Casado, que arriba a Santa Cruz de Tenerife el 6 de septiembre del citado año, viniendo como ayudante de campo el capitán de Ingenieros, con rango de comandante, don Julio Cervera y Baviera.
Desde un principio, el alcalde Pedro Schwartz acogió con calor la idea del comandante Cervera para implantar la luz en los hogares y calles santacruceras.
El capital para llevar a cabo dicha empresa era netamente isleño. Así se creó la “Compañía Eléctrica e Industrial de Tenerife”, de la que su director técnico fue el propio Julio Cervera; Pedro María Pinto, su gerente, sin olvidar a Ballester y Martí, otra pieza clave en dicha industria.
Cervera trabajó día y noche en aquel ambicioso proyecto que, como hemos dicho, se materializó el 7 de noviembre de 1897, “un día de alto entusiasmo ciudadano”. Simultáneamente venía ocupándose en otros dos proyectos; el del tranvía eléctrico Santa Cruz-La Orotava (que se quedaría siempre en Tacoronte) y del ferrocarril de Tenerife, que nunca se llevó a cabo ya que se hizo un estudio que partiendo dicho medio de transporte desde la capital terminaría en La Orotava, con una longitud de cuarenta y nueve kilómetros y coste probable de cuarenta y ocho mil pesetas por cada mil metros, esto es, un total de dos millones trescientas cincuenta y dos mil pesetas.
¿Le devolvemos su plaza a Julio Cervera, fallecido a los 73 años, en Valencia? Por su iniciativa y espíritu emprendedor, aquí, en Tenerife, se encendieron, entre otros artilugios, aquellas bombillas de las que años después nuestro recordado poeta Pedro García Cabrera, escribió:
Seno de Cristal
para los espasmos redondos del aire…
Carne de una estrella que se desangró…
Sistema de nervios en zig-zag
En el alma de un agua sin voz…
Casita cerrada
donde por la noche
se refugian fragmentos de sol.
Tu luz
ha leído mis libros.
Y en mis pensamientos,
cuando sobre el mudo tapete bordado
tiro el corazón.
Casita cerrada,
seno de cristal,
carne de una estrella que se desangró…
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