1898 y las Islas Canarias (y 3)
Por Alastair F. Robertson (Traducido del inglés por Emilio Abad y publicado en el Diario de Avisos el 10 de diciembre de 2023).
Se rumoreaba que los americanos habían decidido enviar una escuadra para atacar las Canarias y las costas peninsulares españolas, y establecer una base de operaciones. En junio se estaba preparando para el ataque y en julio se informó que había zarpado. Su misión consistía en hostigar las costas españolas y tomar Canarias con una fuerza de desembarco de 5.000 hombres. La verdad es que, tras la caída de Puerto Rico, el general Shafter había solicitado permiso para invadir Canarias y aumentar la entidad de la escuadra encargada de ello. Esta noticia causó temor en las islas. Las familias ricas se refugiaron en el interior y se siguió reforzando el sistema defensivo. Se vaticinó que las bases más interesantes para los Estados Unidos podrían ser Lanzarote y La Graciosa, por lo que se aumentaron sus guarniciones. Los estadounidenses también publicaron un relato propagandístico asegurando que Canarias estaba a un paso de una revolución.
Aparte de la guerra, también se decía que Francia se proponía comprar las Islas Canarias, que de todos modos estaban prácticamente hipotecadas por aquel país. El Ministerio de Asuntos Exteriores británico negó el rumor, pero, aun así, el gobierno de Londres estaba acumulando enormes reservas de municiones y vituallas en Gibraltar por si acaso se producía un acuerdo entre Francia y España. Esta supuesta propuesta francesa se basaba en la idea de que el gobierno español buscaba desesperadamente dinero para sufragar los gastos inherentes a la continuación de la guerra.
El rumor preocupó a la colonia británica y, dentro de ella, especialmente a quienes comerciaban con las Canarias, pues algunos pensaban que, al igual que había ocurrido con las Carolinas, España no tenía interés en conservarlas.
Y había otro país interesado en las Canarias; poco después, aquel mismo año, el rey Leopoldo de Bélgica ofreció comprar una de las islas para establecer en ella un sanatorio para los empleados europeos enfermos del Estado Libre del Congo. Como si fuese una venganza de los dioses guanches isleños, Leopoldo se lesionó el tobillo durante su visita al Archipiélago.
Leyendo las últimas noticias en una esquina de Sevilla
Se anunció una tregua el 13 de agosto
Cuando se conoció la tregua parecía reinar una atmósfera de alegría disimulada por la pérdida de Cuba: siempre había sido una sangría para la juventud canaria. Por otra parte, afortunadamente, no había mala voluntad hacia los ingleses, sólo una frustración generalizada por la interrupción de las comunicaciones y el comercio de exportación. Pero no había ninguna garantía de que la tregua se mantuviera; en noviembre las guarniciones de las fortificaciones de las Islas Canarias volvieron a ser rápidamente completadas y la Compañía Transatlántica Española, contratada por el gobierno y propietaria de barcos que habían estado bloqueados en puertos mexicanos y de un buque de de apoyo logístico que había sido bombardeado y quemado en el puerto de La Habana, recibió órdenes de mantenerse preparada por si se reanudaban las hostilidades.
Sin embargo, el 10 de diciembre el Tratado de París puso fin a la guerra. Poco después el vapor San Francisco zarpó hacia las Islas Canarias, llevando a bordo una Comisión Militar española, que fue nombrada para hacer ciertas averiguaciones e investigaciones sobre el estado del Archipiélago, y presentar luego un informe confidencial al Gobierno. Curiosamente, éste concedió una amnistía a los desertores con la condición de que, si se presentaban en un plazo determinado, tendrían que realizar el servicio militar en Canarias
Pero, ¿realmente los americanos hubieran atacado Canarias?
El gobierno español creyó que lo harían. La inversión en tropas, fortificaciones y armamento fue enorme. Las islas eran mucho más valiosas para la economía nacional que cualquiera de sus otras posesiones y estaban más cerca de casa. También eran importantes para el comercio con Europa.
Pero la amenaza estadounidense, real o no, fue suficiente para desviar vastos recursos españoles que podrían haberse utilizado más eficazmente en la defensa de Cuba y Filipinas, facilitando así en gran manera la victoria norteamericana.
En Francia, una autoridad en política internacional afirmó que:
“En algún momento se planteó la hipótesis de que buques de guerra estadounidenses bombardearan puertos españoles y establecieran bases en las Islas Canarias e incluso en las Islas Baleares. Eso habría sido inadmisible y Europa habría tenido que resistir por la fuerza”. (Cursiva y subrayado del autor).
En otras palabras, tal ataque podría haber provocado una guerra entre Europa y los Estados Unidos.
Un soldado español del 17º Batallón de Cazadores
En Tenerife, desde el pasado mes de julio, los voluntarios se habían estado concentrando y adiestrando para recibir a los yankis, y nunca faltó entre ellos el buen humor. Cuando un residente irlandés habló del tema de la invasión con un voluntario local en La Laguna, recibió esta contestación: “Bueno, que vengan. Los recibiremos como ya hicieron con los otros en Santa Cruz”
¿Y quiénes habían sido aquellos “otros”? Pues Nelson y los británicos hacía cien años.
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