Paroxismo y delirio en el Teatro Guimerá
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en La Tarde el 10 de octubre de 1973)
Actuación de la Orquesta de Instrumentos Populares de la Radio Televisión soviética
¿Paroxismo, delirio? Señores, ¿que han percibido nuestros ojos y recogido nuestros oídos? El pasado domingo, en el Teatro Guimerá, la gente contuvo respiración y ánimo durante la acción de unos instrumentos populares tañidos por prodigiosas fibras y vomitó las expresiones más superlativas y entusiastas apoyadas por un maratón de aplausos que casi resquebrajan los añejos cimientos del reducidísimo recinto, limitación que coarta el interés cultural de un pueblo, no indiferente a estas manifestaciones pero si sentenciado a conformarse con opiniones y alabanzas.
No somos asiduos a conciertos pero nos cabe el orgullo de que lo visto y no ha tenido -¿y será posible la superación?- parangón en lo que a música popular se refiere, atendiendo versiones del mayor crédito.
No; no hace falta entender de músico para recrearse, vibrar de emoción y explayarse luego en el sincero reconocimiento cuando uno recoge unos sonidos que le llega a lo más profundo del corazón; cuando uno queda cautivado no sabemos si ante la inmaculada belleza de una mezzo-soprano que, sin un gesto, apenas sin mover los labios, nos inunda con un torrente de carismática voz; cuando observamos como un fabuloso bajo “ahoga” a medio centenar de instrumentos con el tronar de su diálogo y un tenor que nos pone la carne de gallina…
¡La de pasodobles toreros que hemos oído en nuestra vida! Pero el escuchado en el Guimerá, único, simpar, imborrable, incitándonos a creer que incorporaría a cualquier lidiador mortalmente corneado.
¡Que “acelerones” en aquel ritmo para luego apaciguarlos con el “ralentí” de bucólica melodía de flauta tan encantada como la de Hamelín y finalizar con sensacional “corte”!
¿Pero se puede concebir mayor perfección, tan justísima sincronización, tal delicadeza y brío golpeando simples cascabeles, triángulos, castañuelas, platillos, panderetas, carracas, balalaikas, etc. etc.?
¿De dónde salían, amigos, aquellos sonidos tan trepidantes como celestiales?
¿Podría alguien asesorarme y decirme cuándo y dónde se ha podido oír retazos tan prodigiosos como el “vuelo del abejorro”, “la canción del olvido” o “Clavelito”?
Era sugeridor observar las “colas” que serpenteaban por el Guimerá. Como nota curiosa hemos de resaltar que nos causó tanta admiración como congoja la presencia de una señora que para no perderse el espectáculo llevó una silla plegable y mientras esperaba la apertura de taquilla se entretenía haciendo “crochet”. Admiración por aquel espíritu de sacrificio –¿a qué hora se había levantado aquella señora si eran las ocho y media y aparecía tan fresa y lozana?-. Congoja al comprobar las limitaciones de nuestro único coliseo que, repetimos, limita el interés cultural de una masa, no indiferente a estas manifestaciones, sí sentenciada a conformarse con opiniones y alabanzas que, en este caso, jamás podrán reflejar lo visto y oído en directo.
Bello gesto el de aquel joven que al final de la mencionada explosión musical penetró en el escenario para entregarle al Director un timplillo canario, correspondiendo tan genial batuta con un muñequito cosaco, fundiéndose ambos en emocionado y prolongado abrazo.
Si el acceso violento de una pasión es el paroxismo y tener perturbada la razón es sinónimo de delirio, eso, delirio, es lo que nos envolvió la noche del domingo en el Guimerá, que si en esta ocasión no “se vino literalmente abajo” es improcedente que le cuelguen lo de “estado ruinoso”…
Justificado pues este delirio, los componentes de la inolvidable Orquesta de Instrumentos Populares Rusos de R.T.V Soviética, deben comprender nuestro tan modesto como inmarchitable criterio cuando lean los que escribimos en aquel libro ubicado en el vestíbulo del Teatro donde se pedía por favor una opinión escrita, ya que pusimos textualmente lo siguiente: SI ASÍ SUENAN ESTOS SIMPLES INSTRUMENTOS POPULARES, ¿CÓMO SONARÁ LA SINFÓNICA ANUNCIADA?
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