Los artilleros laguneros en la Guerra de Marruecos (1921-1922)
A cargo de Emilio Abad Ripoll (Pronunciada el 3 de noviembre de 2023 en la Ermita de San Diego, San Cristóbal de La Laguna, Tenerife).
Buenas tardes - noches laguneras, en esta precisosa Ermita de San Diego.
Me han encomendado que les hable de la actuación de la Batería de Montaña de Tenerife en Marruecos en 1921-22 y, puesto a la obra, para ello voy a dividir mi actuación en dos partes claramente diferenciadas.
En la primera repasaremos las causas que motivaron que en aquellos tiempos hubiera que mandar a luchar al norte de África a centenares de muchachos canarios. Y en la segunda trataré de comentar esa actuación.
1.- ¿Por qué fue la Batería de Montaña de La Laguna a Marruecos?
Empecemos por los antecedentes. Cuando a finales del siglo XV, los musulmanes fueron expulsados de la Península, una gran Reina, Isabel I de Castilla, la Católica, y un gran ministro, el cardenal Cisneros, pensaron en saltar el Estrecho y crear en el Norte de África un espacio territorial controlado por España que impidiera la realización de otras invasiones, ataques piráticos, etc.. Pero casi simultáneamente descubrimos América y el impulso español se dirigió hacia el Oeste y no hacia el Sur. Y luego vendrían también los problemas en Europa.
Los siguientes reyes españoles abandonaron la idea de dominar un amplio espacio pero, conscientes de la necesidad de la protección, se fueron ocupando hasta 25 localidades norteafricanas. Normalmente nos acordamos tan sólo de Melilla y Ceuta pero también fueron nuestras, por ejemplo, Orán, Argel, Túnez o Trípoli.
Pasaron los años y los siglos, muchas plazas se fueron perdiendo o abandonando, pero en 1859 unos cabileños destrozaron un escudo de España situado a las puertas de Ceuta. Se produjo una inmediata reacción de la opinión pública española que pedía venganza a la afrenta. El propio Presidente del Gobierno, que era el TG don Leopoldo O’Donnell, por cierto tinerfeño, santacrucero, se puso al frente de unos 50.000 hombres y participó en una victoriosa campaña que trajo la consecuencia de que se delimitasen los terrenos que son territorio nacional en los alrededores de Melilla y Ceuta, cuyos habitantes pudieron, por fin, salir de los límites de sus murallas.
Por aquellas décadas de la segunda mitad del siglo XIX un viento colonizador empezaba a recorrer Europa, y algunas potencias europeas pusieron sus ojos en África para crear o ampliar sus imperios. Sin embargo, España se mantuvo al margen. ¿Por qué?
Tras la Restauración de la Monarquía borbónica, después del fiasco de la Primera República, a partir de 1874 empezó en nuestra Patria un sistema de gobernación que consistía en el turno de los dos partidos principales, el liberal y el conservador. En lo que ambos estaban de acuerdo, además de en sostener la Monarquía, era que bastante teníamos con las guerras carlistas y las de Cuba para involucrarnos en África, donde nada se nos había perdido.
Y en 1898 perdíamos Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, los últimos jirones de nuestro Imperio. Habíamos dejado de ser una gran potencia. El país se desmoralizó. Joaquín Costa escribía entonces que “Todo sueño de conquista… hay que abandonarlo. Reconozcamos que ya no estamos para eso.”
Pero iba a surgir un factor externo que nos llevará a involucrarnos en África: Francia e Inglaterra, tras muchos años disputándose grandes tajadas del continente africano, empezaban a ponerse de acuerdo y en 1902 y 1904 firmaban convenios. Para Francia sería todo el Norte de África y para Inglaterra todo el Este del continente, desde Egipto hasta el Cabo de Buena Esperanza. Pero Inglaterra no quería que al otro lado de Gibraltar hubiese una gran potencia que pudiera interferir en su control del Estrecho. Y Francia, con muchos intereses en el Mediterráneo, no quería que las dos orillas estuviesen controladas por Inglaterra. España era la solución ideal para ambos. Y en un artículo secreto le ofrecían a nuestro país la costa mediterránea de Marruecos, pero eso sí, sin que pudiésemos fortificar nii un metro cuadrado más de lo que ya lo estuviera.
En España se dudó en aceptar la oferta. Hacía muy poco de lo de Cuba y Filipinas y ya hemos dicho que los partidos políticos no estaban por la labor. Pero aquellas tierras que se nos ofrecían habían sido parte de la Hispania romana, y del Califato de Córdoba, o sea que existían lazos históricos… Y luego estaba el tema del prestigio internacional. El decir que no, era perder aún más peso en la escena europea. Finalmente, el gobierno aceptó.
Pero estábamos en esas cuando aparecía otra potencia europea, Alemania, que también quería su parte de la tarta. Defendían los alemanes, al menos “de boca para afuera” que no se podía hacer lo que se pretendía, porque Marruecos era un Estado independiente y había que respetar su integridad territorial. En 1906, en Algeciras, nueva conferencia de 13 países, en la que intervenía Marruecos y en la que se acordaba respetar su independencia y su integridad territorial.
El asesinato de unos franceses sirvió de pretexto a Francia para entrar con un ejército de 8.000 hombres en Marruecos. Nosotros, por no ser menos, ocupábamos Cabo de Agua, a unos 80 kilómetros de Melilla, en una operación que tenía como objetivo proteger la posible explotación de unas minas que se decía que eran muy ricas en hierro.
Pero en 1909 se produjo el ataque de unos rifeños a los obreros que tendían las vías del ferrocarril que uniría Melilla con esas minas. La guarnición de la ciudad reaccionó, pero fue insuficiente para sofocar la revuelta de las cábilas de la zona. Se movilizaron 50.000 hombres que fueron enviados urgentemente a Melilla y, pese a sufrir algún revés, como el del Barranco del Lobo, consiguieron una victoria total, ocupando todo el territorio hasta el río Kert.
El gobierno, en lugar de enviar a la zona de acción Unidades en activo de la Península movilizó a los reservistas, lo que dio lugar a graves disturbios populares en varias ciudades, especialmente Barcelona, en cuya Semana Trágica ardieron 60 iglesias y conventos y murieron más de 100 personas. Se produjo una gran campaña nacional e internacional contra el gobierno español. El rey destituyó al presidente Maura (el gran líder de los conservadores, que se retiró en consecuencia de la política). Empezaba a renquear el sistema de turno pacífico. Y, además, en 1910 aparecieron con fuerza los movimientos obreros socialista y anarquista, cuya finalidad última era el derribo de la Monarquía.
Mientras, Francia seguía a lo suyo y ocupaba más territorio marroquí. Alemania protestaba, pero finalmente se pusieron de acuerdo franceses y alemanes. Francia cedía a Alemania 200.000 km2 en el centro de África y los germanos se comprometían a dejar las manos libres a Francia en Marruecos.
En 1912, Francia y Marruecos, a espaldas de España, firmaban un acuerdo por el que los franceses se convertían en protectores de los marroquíes (una forma de colonización encubierta). Y en él se hacía constar que se tendrían en cuenta las posesiones territoriales españolas en la costa marroquí.
Por fin, ese mismo 1912, España y Francia firmaban un convenio que iba a ser el cimiento sobre el que se levantaría el edificio del Protectorado Español. La parte norte de nuestra zona comprendía unos 21.000 km2, mientras que la sur, Ifni, menos de 7.000. Esos 27.000 km2 totales eran casi al 100% secarrales. Por su parte, Francia se reservaba 550.000 km2, en buena medida de tierras fértiles.
Desde el punto de vista geopolítico se podía pensar que no era mala cosa poder controlar toda la orilla sur del Mediterráneo hasta llegar a Argelia… pero, recuerden, no podíamos fortificar ni 1 m2… entonces…
Como resultado, estaban satisfechos Inglaterra, Francia y Alemania, no muy contento Marruecos y desconcertada e insatisfecha España. Porque nuestra clase política ni conocía Marruecos, ni sabía qué era lo que teníamos que hacer allí: ¿Colonizar? ¿Civilizar? ¿Conquistar?
Se produjeron incidentes cerca de Melilla, al atacar los cabileños a oficiales y suboficiales que estaban levantando planos de la zona. Tras una corta y, como siempre, cruenta campaña, quedaba clara una cosa: Progresar hacia el oeste del Río Kert iba a costar mucho dinero, mucho trabajo… y mucha sangre.
Aquel mismo año, 1912, Canalejas, el líder de los liberales y presidente del gobierno, era asesinado. Sin Canalejas y sin Maura hacía ya aguas el sistema de turno de partidos, es decir el apoyo claro a la Monarquía.
En 1914 empezaba la 1ª Guerra Mundial. Pese a que la población española se dividió entre germanófilos y aliadófilos, España mantuvo la neutralidad y no entró en el conflicto, lo que resultó, a corto plazo, muy beneficioso para la industria, la minería, el comercio exterior y las empresas. Pero no se hicieron planes para medio plazo, y al acabar la guerra en 1918 se producirá una fuerte subida de los precios, inflación, aumento del paro, etc.
En 1917 estallaron 3 grandes crisis; una militar, otra de los diputados y la tercera una gran huelga general. La situación se fue agravando y en el 19 se produjo una sangrienta revolución social. Al asesinato de empresarios por parte de sicarios a pago de los sindicatos obreros, iban a responder los empresarios con asesinatos cometidos por otros sicarios a su cargo. Baste decir que en cada uno de los años 1919 y 1920, tan solo en Cataluña murieron asesinadas más de 300 personas, y que en 1921 el número de atentados llegó a los 500.
Y ya hemos llegado al año que nos importa para el tema de hoy: 1921. Otra vez un presidente del gobierno, ahora el conservador Dato moría asesinado. En Marruecos se iban produciendo lentos avances militares de infiltración en el interior del Protectorado desde Melilla y Ceuta, con algunos choques de pequeña importancia, pero con un goteo incesante de muertos. A partir de la primavera se intensificaba la actuación militar en la zona de Melilla y ya en julio empezaron a aparecer en la prensa noticias preocupantes, que luego serían alarmantes y finalmente trágicas. Se había producido lo que se conocerá como el Desastre de Annual, el colapso de la Comandancia General de Melilla, con unos 8.000 militares muertos, entre ellos el propio Comandante General, el General Silvestre.
De inmediato se empezaron a mandar refuerzos a Marruecos, y esa fue la causa de que nuestra Batería de La Laguna, al igual que la de Gran Canaria, completados sus efectivos con artilleros de las Baterías de Costa, marchasen a África.
Cuando hubo decisión política se ganó aquella larga guerra y España empezó la acción civilizadora en la zona de Marruecos concertada en 1912; zona que conoció, entre 1927 y 1956, cuando Marruecos consiguió su independencia plena, los más fructíferos años de su Historia, Pero esa es otra historia, aunque al establecimiento de sus cimientos cooperase la heroica actuación de nuestra Batería lagunera, de la que voy a hablar ya, en la segunda parte de mi charla que les dije al principio.
2.- La actuación de la Batería de Montaña de La Laguna
Lo primero que debo decir en este apartado es que a partir de aquí me baso en casi todas las proyecciones y en parte del texto en este magnífico libro, La Campaña del Rif y Canarias, editado hace aproximadamente un año para conmemorar el centenario del regreso de la Batería de Montaña de Tenerife.
Desde 1904 las Unidades de Artillería en Tenerife se integraban en el organismo llamado Tropas de Artillería de la Comandancia de Tenerife y en 1921 estaban constituidas por el Grupo de Montaña, con una Batería en Armas, acuartelada en La Laguna, y las 7 Baterías de Costa (El Bufadero, Anexa a Paso Alto, Almeyda, Anexa a Almeyda, San Carlos, María Cristina (Barranco Hondo) y Alfonso XIII (Barranco del Hierro) del frente marítimo de Santa Cruz.
Quiero hacer un inciso. Así como la Batería de Montaña viajó a Marruecos con su material, lógicamente no podían hacerlo con los voluminosos cañones costeros los artilleros de las Baterías de Costa. Aquellos hombres ejercerían funciones propias de la Artillería, como el fundamental Servicio de Municionamiento, pero también prestarían otros servicios como los de seguridad de campamentos, escolta de convoyes, aspectos logísticos, etc.
Pues bien. La Batería de Gran Canaria embarcó la primera en la motonave Capitán Segarra, que puso rumbo a Tenerife para recoger a la de La Laguna. Y ésta, fue despedida no tan sólo por familiares y amigos de los expedicionarios, y grandes gentíos, tanto aquí como en Santa Cruz, sino que lo fue también por la imagen del Santísimo Cristo que fue sacada de su templo y al que se encomendaron fervientemente aquellos artilleros que iban a la guerra.
Cada uno de ellos recibió una estampa del Cristo que, estoy seguro, guardaron cerca de su corazón no solo en los días africanos, sino también el resto de sus vidas. Y precisamente en Su día, el 14 de septiembre, el día en que la Iglesia y La Laguna y Tenerife celebran la festividad del Santo Cristo, el Capitán Segarra levaba anclas en el puerto santacrucero y ponía proa hacia Marruecos.
Y aquí otro inciso. Quizás para alguien pueda resultar curioso el conocer que la tradición de encomendarse a la protección divina cuando se marcha de misión al exterior (les recuerdo que ahora mismo España tiene más de 3.000 hombres y mujeres de nuestras FAS en 17 misiones fuera del territorio nacional) sigue vigente en la actualidad a pesar de los profundos cambios ocurridos en nuestra sociedad en el último siglo. Nuestros artilleros de Tenerife siguen acudiendo a despedirse de su Cristo lagunero; nuestros infantes visitan a la morenita en su Basílica de Candelaria; y los gran canarios suben a hacer lo propio a Teror. Y excuso decirles que lo mismo sucede a la largo y a lo ancho de toda la geografía hispana,
Y volvamos a lo nuestro. La Batería de Gran Canaria iba mandada por el capitán Esteban López Escolar, mientras que la lagunera lo era por el capitán Salvador Iglesias Domínguez, y creo que es hora de que hablemos unos minutos de este oficial. Había nacido en El Barco de Valdeorras (provincia de Orense). Es curioso que hubiese sido párroco de Villamartín de Valdeorras un famoso sacerdote gomero, don Antonio José Ruiz de Padrón, quien nos representó en las Cortes de Cádiz y que fallecería en aquellas tierras gallegas.
Salvador Iglesias era el cuarto de los 6 hijos que tuvo un matrimonio de clase media alta de la zona. Ingresó en la Academia de Artillería, en Segovia, en 1899, y en 1905, ya como primer teniente ocupó en Ferrol su primer destino; pero apenas 8 meses después pasaba a la Comandancia de Artillería de Tenerife, y se encuadraba en la Batería de Montaña de La Laguna. Cuatro años más tarde (ya en 1910) nuevo destino en Galicia, ahora el Tercer Regimiento de Artillería de Montaña de La Coruña, para unirse, a petición propia, con el 2º Grupo de esa Unidad al Ejército de Operaciones de Melilla en 1911.
Interviene en varias operaciones el año 1912, aquel en que les cité que se llegó hasta el río Kert, y se le conceden, por “su valiente y acertado comportamiento” dos Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo. Y tras 7 meses de campaña pasa destinado a la Comandancia de Artillería de Tenerife. Aquí asciende a capitán y contrae matrimonio con Manuela de Ascanio y Montemayor.
Cuando acababa 1917 se hizo cargo de la Batería de Montaña de La Laguna y, con las vicisitudes propias de un destino de un oficial en guarnición (cursos, servicios, comisiones…), pasaron los años hasta llegar al 1921 que nos ocupa.
Tras su destacada actuación en África, de la que luego irán saliendo retazos, vuelta a Tenerife, Ascenso a comandante y destino en el Regimiento de Artillería de Tenerife, recién creado en el 24…. Y para resumir esta breve semblanza de su vida militar, solo diré que pasaron más años y culminó su carrera con el empleo de General de Brigada de Artillería.
Pero no quedó ahí en su servicio a España y a Canarias, En plena 2ª Guerra Mundial, cuando era más que presumible un bloqueo aliado a Canarias, entre 1941 y 1945 asumió el cargo de Secretario del Mando Económico, aquel ente que tanto hizo por el Archipiélago y al que tanto debieron Canarias y los canarios.
Y tampoco quiero olvidar que como ingeniero industrial, título que ostentaban los oficiales de Artillería de la época, y siendo capitán, firmó varios proyectos civiles de importancia para La Laguna. Ni que también se integró de lleno en la sociedad civil, llegando a ser Presidente del Casino de La Laguna y a formar parte de la RSEAPT desde marzo de 1920. Ocupó en su Junta de Gobierno varios cargos, y cuando falleció en 1967 era su Vicedirector.
La Batería se componía, según el estadillo de embarque, de 4 oficiales, 1 suboficial, 6 sargentos, 8 cabos, 3 artilleros de primera y 145 artilleros de segunda, además de 5 obreros civiles contratados. En total 172 hombres. Y los indispensables 13 caballos y 42 mulos para el movimiento y el transporte de material y víveres. Luego experimentó aumentos de personal con agregados de las Baterías de Costa. En resumen, el total de hombres de las unidades tinerfeñas que viajaron a Marruecos aquel 1921 fue de 358.
En esta foto podemos ver al capitán Iglesias y sus tres oficiales.
Al llegar a este punto hay que señalar que no fueron únicamente artilleros los que marcharon desde Canarias a Marruecos en esta guerra. También lo hicieron, en 1924, dos Batallones de Infantería, lo que elevaría el total de la participación canaria a unos 2.500 hombres.
En el citado libro La campaña del Rif y Canarias, el coronel Castillo Culsán hace un detallado análisis estadístico “para conocer el perfil del individuo de tropa que formaba parte de la Batería” con los siguientes resultados:
- Reemplazos 1919, 1920 y 1921, lo que significaba que sus edades estaban comprendidas entre los 23 y los 21 años. Eran mayoritarios los de los primeros reemplazos, lo que confería a los artilleros expedicionarios un plus de veteranía, factor fundamental en su nivel de adiestramiento.
- Lugar de nacimiento:
a) Por islas. Eran mayoritarios los tinerfeños, seguidos muy de lejos por los grancanarios. Y aparecían también 4 peninsulares.
b) Por localidades de Tenerife, era La Laguna el lugar de nacimiento de más artilleros de la Batería, seguida de Santa Cruz Se observa también un mayor número de expedicionarios de localidades del Norte.
- Profesiones: el 78 % estaba ocupado en labores agrícolas y con la excepción de 3 estudiantes y 1 ingeniero, el resto se dedicaba a profesiones artesanales.
Y en pantalla tienen ahora una foto de un grupo de aquellos artilleros.
Concluye el coronel Castillo su estudio de la manera siguiente: “El perfil arquetípico del artillero de la Batería de Montaña de Tenerife podría describirse como varón, de entre 22 y 23 años, sin estudios y en una situación laboral activa relacionada con las funciones agrícolas. En cuanto a su naturaleza, el perfil más repetido lo podemos considerar: canario, tinerfeño y lagunero”.
Y por lo que respecta al material específicamente artillero, la Batería estaba dotada con 4 cañones 70/16 de la francesa casa Schneider, pero fabricados con licencia en nuestras fábricas de Sevilla y Trubia. Para su transporte se descomponía en 5 cargas (cañón, cureña, cuna, eje y ruedas y escudos). Cuando estaba en batería, es decir, asentado y preparado para hacer fuego, pesaba 512 kilogramos. Y este cañón recibió un curioso mote en tiempos de nuestra guerra civil: “la Nicanora”
Podía lanzar un proyectil de un peso aproximado de 5 kilos hasta 5.000 metros de distancia, aunque su alcance eficaz era mucho menor, pues estaba diseñado para ser un cañón de acompañamiento para la Infantería, y, por tanto, batir objetivos a distancias mucho más cortas. De hecho, cuando una vez en Marruecos la Batería hizo un ejercicio de tiro real para que el Comandante General de Larache comprobase su estado de instrucción, batió objetivos situados entre 1.200 y 1.500 metros. Hay que destacar que, en ese cometido de apoyo inmediato a los infantes, podía disparar proyectiles de metralla, eficacísimos contra enemigo al descubierto.
Pero no hay mejor forma de conocer la actuación de la Batería lagunera en tierras africanas que a través de la lectura de este pequeño librito. La Batería de Montaña de Tenerife en África que lleva el subtítulo de “Cartas de un artillero”.
Su autor se identifica tan solo con las iniciales de su nombre y apellidos, R de A y L, pero sabemos que se trataba de don Ramón de Ascanio León-Huerta, precisamente suegro del capitán Iglesias, un caballero icodense, “una persona de responsabilidad y honorabilidad por todos reconocida, dotada de un sano y recto juicio y de una de las inteligencias más preclaras de Canarias” , según dejó escrito don José González en un libro editado en 1926 en que se recogían las biografías de personalidades canarias de la época.
Bien, pues ese señor, don Ramón de Ascanio, tuvo la feliz idea de de escribir un libro que reúne las supuestas cartas que un imaginario artillero, Ricardo, remitía desde África a un amigo lagunero, también imaginario y llamado Alberto. Según escribe don Andrés de Souza en este libro que tengo en las manos, don Ramón se basó en 3 fuentes principales: las cartas que el capitán Iglesias enviaba a su esposa, los relatos que el propio capitán contó a su suegro a la vuelta de la guerra y los testimonios de artilleros que sirvieron en la batería aquellos meses de 1921 y 1922.
El libro del señor Ascanio se editó en 1923 y se reeditó en 2002. Y en el de La Campaña del Rif… se incluye también fotografiado en su totalidad. No sé como andará el tema de su adquisición en librerías, pero como ambos se encuentran en las principales bibliotecas públicas laguneras, como la Municipal o la de la RSEAPT, quien esté interesado puede fácilmente leerlos.
Y de paso ello me permite ahorrarles una larga perorata esta tarde contando la campaña de nuestros artilleros en la zona de Yebala, que puedo resumir a grandes rasgos diciendo que se trató de eliminar la amenaza que suponía el Raisuni mediante una doble operación desde Ceuta y desde Larache que consiguió asfixiar el movimiento rebelde actuando como una pinza.
Pero sí quiero destacar un par de puntos. El primero se refiere a la admiración y el cariño de los artilleros hacia su capitán, fundamentados en el continuo ejemplo que ofrecía y, especialmente, por su comportamiento en los momentos más difíciles de la campaña. Y, como no, en el empeño que puso el capitán Iglesias volcando su preparación técnica y el magnífico estado de instrucción de sus hombres en el apoyo inmediato, cercano, a sus hermanos de Infantería.
Y no se puede olvidar que tras 398 días fuera de Tenerife, de ellos 285 en zona de operaciones, con participación en 17 acciones de guerra (algunas durísimas, como la que nos relata el coronel Iglesias de Ussel en este libro), y otras de intensa actuación (hubo una operación en que la batería efectuó 845 disparos de cañón, es decir, una media de 211 por pieza), una vez finalizadas las operaciones los componentes de la Batería regresaron a Tenerife sin haber sufrido ni una sola baja en combate. Y lo chocante es que las Baterías que formaron Grupo con la nuestra, sí las tuvieron, y a veces abundantes.
Como cuenta el imaginario Ricardo en una de sus cartas:
“Estuvimos en aquel sitio todo el día, aguantando un chaparrón de plomo como nunca habíamos experimentado. ¡Qué manera de silbar las balas y con qué frecuencia! ¡Cómo levantaban cascotes del suelo! ¡Cuántas veces sentimos ¡chas! ¡chas! En los escudos o en las ruedas de las piezas! Pero nosotros ¡siempre incólumes!. En cambio la Batería de Barcelona, junto a nosotros mismos, tuvo varias bajas. ¿No es esto admirable? ¿No denuncia una providencia superior que velaba por nuestra Batería?”
Y en otra carta insiste:
“¿Qué ángel tutelar ha tenido la Batería de Tenerife? ¿Qué explicación admite el hecho, claro, terminante, a la vista, de que después de haber asistido a 17 combates, muchas veces en primera línea, no haya tenido una sola baja?..."
Y añade párrafos después:
“Fuerza es rendirse a la evidencia. No hay más remedio que admitir la intervención directa de un poder superior, ¡la providencia especial de Dios!”
Finaliza la misma carta diciendo:
“No niegues tú, amigo mío, al Santo Cristo el honor que se le debe; publica esta carta y sepa el mundo que hay aún corazones agradecidos.”
La obra termina con otra acción de gracias. Relata que el 19 de octubre de 1922 la Batería ha desembarcado en Santa Cruz, que ha sido homenajeada en la capital y que llega por fin a La Laguna. La multitud casi no los deja avanzar hasta que…
“Así hemos llegado a la plaza de San Francisco. El Santo Cristo está ya en ella, esperándonos. ¡Qué momento cuando nuestros ojos se fijan en los suyos moribundos… Nuestras rodillas se doblan y le adoramos, le bendecimos… ¡Y desde dentro de lo más íntimo del corazón le damos rendidas gracias!”
En la plaza del Cristo aquellas artilleros de hace un siglo prometieron, en su nombre y el de todos los que llegaríamos después, que jamás el Santo Cristo saldría a la calle sin ir acompañado por sus artilleros, por aquellos que tanto le debían. Una promesa-juramento que se renovó hace poco más de año y medio, el 27 de marzo de 2022, con un solemne acto en el Santuario
Y así sigue siendo desde aquella tarde de octubre de 1922. Aquel agradecimiento, sin duda generalizado, que recoge Ricardo en sus cartas, se plasmó luego en la intensa relación existente que ha llegado al hermanamiento, entre la Real Esclavitud y el RACA 93, heredero y depositario de las tradiciones artilleras de la Isla.
Y se hace visible cada 14 de septiembre, cuando la impresionante imagen del Santo Cristo sale de su Santuario y pasea por las calles laguneras escoltado por una escuadra de batidores y seguido por una Batería de artilleros.
Otros artilleros distintos de aquellos hombres de 1921 que marcharon a la guerra de Marruecos, pero que, como los de hace ya más de un siglo, tienen su corazón repleto de amor hacia su Cristo y hacia su Patria.
Muchas gracias por su atención.
- - - - - - - - - - - - - - -