Los "senderos turísticos" de Tenerife

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en Diario de Burgos el 9 de octubre de 1980).
 
 
         No camine Vd. sin mapa cuando se decida visitar la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Su superficie es pequeña: apenas tres mil quinientos kilómetros cuadrados; pero tendríamos que analizar detenidamente cada metro de esta parcela para lograr extraer lo que es blasón y escudo: nuestra nobleza, nuestra hospitalidad y nuestra lealtad.
 
          Tenerife, la isla exuberante adormecida, como una odalisca en los brazos del mar, que la acaricia y la violenta sin tregua, como nos dejó escrito el irrepetible periodista canario Víctor Zurita, comienza a desperezarse en un ademán de optimismo y de incorporación. Como a toda doncella hermosa y bien dotada, le aguarda un porvenir lisonjero, un mañana henchido de promesas y colmado de halagüeñas perspectivas. Sus bellezas naturales han tenido reconocimiento ecuménico; los grandiosos panoramas volcánicos, los valle ubérrimos repletos de vegetación vigorosa que postraron a Humboldt; su cielo, en cuya pureza vibran como amorosos efluvios de vitalidad y de sosegada alegría, han impresionado, han herido el corazón de las gentes foráneas, que se embelesan con esa soledad del mar que por todas partes nos ciñe, haciendo de sedante, casi como un narcótico, que ya dijo Miguel de Unamuno.
 
          Vds., amigos peninsulares, insulares mediterráneos y pobladores de nuestras plazas de soberanía en demarcaciones africanas, deben saber que el mérito de los canarios no consiste en trabajar mucho o poco, sino simplemente en trabajar. Y bien sabe Dios que si para todos el trabajo es un castigo bíblico, para los canarios es una refinada tortura, porque muchas veces, a pesar de nuestro pregonado “aplatanamiento”, los agricultores tienen que empezar por acarrear la tierra para iniciar sus cultivos. En otro clima hace falta trabajar para vivir, Aquí basta una colchoneta para dormir, una playa para bañarse, un poco de pescado, una pelota de gofio y algunos tragos de nuestros vinos, para nutrirse. ¿Será posible que en pleno mes de Enero tengan que ser tratados en las islas enfermos de insolación? Pues es así. Y si se resisten a creerlo habrá que preguntárselo a esos nórdicos que han salido de los 25 grados bajo cero a los 25 sobre cero.
 
          Vds., amigos de entrañable trilogía geográfica, escuchen, por favor, un consejo:
 
          Vds. han conocido o les gustaría conocer lo clásico, lo más nombrado, lo que siempre ha llamado la atención: Las Cañadas del Teide, el Drago, el Puerto de la Cruz, el Sur, el sol, las playas, el whisky, los bazares orientales, los carnavales, el folklore, las alfombras de flores, los cultivos del plátano, la Caldera de Taburiente, el bosque del Cedro, el silbo gomero… es un abanico de posibilidades que le dejarán tan encandilado como extenuado ante tanto goce visual. Es una vorágine deseada y necesaria. Han sido y serán las grandes atracciones de su pasado y futuro viaje. Pero cuando haya iniciado este maravilloso maratón, quédese en nuestras cunetas, apártese de la cinta asfáltica, que muchas veces intoxica, embrutece y ciega; descanse, observe y camine con mapa. Nadie se lo reprochará porque ha venido a sacar el mejor partido de su merecido descanso.
 
          Conozca, amable visitante, otras bellezas naturales, no tan famosas como las reseñadas pero siempre hermosas: introdúzcase en nuestros “senderos turísticos”, ideados recientemente para ofrecer al viajero una necesidad tan vital como es disfrutar paseando y exhibir un recurso natural tan importante, como son nuestros bosques, nuestros campos, nuestros caseríos y nuestras gentes. Disfrute de un aire puro sin contaminar, de un suelo con toda capacidad productiva, de una flora autóctona, donde bellos ejemplares de laurisilva y pino canario le hagan inolvidable este paseo. En definitiva, conocer, integrarse y encontrarse con el medio natural en todos sus aspectos, a través de una actividad tan agradable como es el caminar o moverse en distintos espacios, que científica y terapéuticamente ocupa lugar preferencial en los asiduos del ocio según fieles baremos en países pioneros en estas ramificaciones turísticas, donde se ha sopesado, entre otras cosas, la atracción paisajística, la comida, el ambiente (carácter del pueblo, actualidad del país, limpieza) atracciones generales y clima y relación con la salud. ¡El clima! Algunos de nosotros, por tradición o espíritu acomodaticio, desconocemos que si en Burgos hay dos estaciones, la de invierno y la del ferrocarril, aquí, en la provincia de Tenerife, únicamente rige la primavera, porque no hay más trenes que los de juguete…
 
          Senderos turísticos, sí; en ellos, como en ningún otro sitio, podrán reconocer, entre otros detalles, a nuestros ilustres “magos”, socarrones, corteses, sufridos y tolerantes, jamás agresivos, con su “cachorra” de copa alta, redonda, o dos hoyos por los lados, donde se fijan los dedos al cogerla para el saludo; “magos” de “manta peluda”, zurrón y “cachimba” que al mediodía les dirán desde el portal de su casita: “¡Pase, descanse, cristiano y mándese un vasito vino!”; y si es al atardecer, “¿Quieren un buchito café?” Interrogantes con cariño y sin preposiciones, que pueden ser preludio o epílogo de una mesa con gofio amasado, queso de cabra, “viejas” y papas arrugadas, vino de Tacoronte e higos picos, donde el anfitrión, incluso con un timple, puede ponerle sinfonía a la sobremesa con esta Isa:
 
De pena me moriría
mucho habría que sufrir
si lejos de mis Canarias
me obligaran a vivir.
 
 
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