La Gesta tinerfeña del 25 de julio celebra su 226 aniversario

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en el Diario de Avisos el 25 de julio de 2023).
 
 
Tal día como hoy, en 1797, Santa Cruz de Tenerife logró el hito más importante en la historia de la ciudad: la victoria sobre Nelson y la Armada inglesa
 
 
          En la primavera de 1797, dos fragatas inglesas abordaron una fragata española y una corbeta francesa en la rada de Santa Cruz y, aprovechando la oscuridad, las sacaron de la bahía sin apenas resistencia. Esta acción hizo pensar al contralmirante Nelson que sería fácil adueñarse del Puerto y Plaza de Santa Cruz, proponiéndole al almirante Jervis un ambicioso plan para impedir que España continuara utilizando los puertos canarios en sus escalas con América y África. El 15 de julio, los ingleses abandonarían el bloqueo al puerto de Cádiz y ponían rumbo a Tenerife.
 
          El 21 de julio, de madrugada, el vigía de la atalaya de Igueste divisó en el horizonte una flota británica, formada por cuatro navíos de línea, tres fragatas, un cúter y una bombarda, comunicándolo al Castillo de San Cristóbal por medio de hogueras. En total venían 2.000 infantes de marina y sus barcos portaban 393 cañones.
 
           Una vez tocado “a rebato”, el General Gutiérrez, Comandante General de Canarias, reunió a su Plana Mayor y puso en marcha el plan previsto; es decir, que las mujeres, ancianos y niños subieran a La Laguna en busca de refugio, a la vez que se desalojaban las oficinas públicas de Tesorería, Tabacos, Correos, y almacenes comerciales.
 
           A Santa Cruz llegaron 1.000 hombres de los Regimientos de las Milicias Canarias de Abona, Güímar, La Laguna, La Orotava y Garachico, que se unirían a los 600 soldados del Batallón de Infantería de Canarias, a los 387 artilleros que defendían los castillos y baterías con sus 89 cañones, los 60 hombres de las Banderas de Cuba y La Habana, los 110 marineros de la corbeta francesa La Mutine, los pilotos y marineros de los mercantes surtos en la bahía, y los paisanos voluntarios.
 
          El 22 de julio, al amanecer, 23 lanchas repletas de ingleses intentaron desembarcar en la playa de Valleseco, pero el asalto fue abortado gracias a que los divisó una campesina de San Andrés que se dirigía a la recova a vender sus productos y alertó a los soldados del castillo de Paso Alto.
 
           A las diez de la mañana, tres fragatas inglesas se acercaron a la playa del Bufadero, desembarcando 1.200 hombres que se apoderan de la Mesa del Ramonal. Rápidamente, un destacamento mandado por el marqués de la Fuente de las Palmas ocupó la Altura de Paso Alto, situándose frente al enemigo.
 
          Al atardecer, 300 hombres del batallón de Infantería, más 50 Rozadores de La Laguna (paisanos voluntarios que usaban rozaderas como armas), impidieron que las tropas inglesas avanzaran por aquellos parajes. También se incorporarían 500 milicianos, capitaneados por el alcalde de Taganana, Andrés Perdomo Álvarez. Durante la noche, las fuerzas inglesas, aprovechando la oscuridad, iniciaron el descenso hacia la playa, regresando a sus buques, dejando dos soldados muertos por el camino.
 
Las vísperas del combate
 
           El 23 de julio, a las tres de la tarde, la escuadra enemiga se hace a la mar y toma rumbo Sureste, perdiéndose de vista a la altura de Barranco Hondo. Pese a la aparente retirada, durante la noche, a sugerencia del teniente Francisco Grandi Giraud, emplazaron un cañón -El Tigre- en una nueva tronera abierta en el baluarte de Santo Domingo, con el fin de cubrir la playa de la Alameda que se encontraba desguarnecida. El día 24, a las seis de la mañana, apareció de nuevo la escuadra británica frente a Santa Cruz, fondeando frente a Valleseco.
 
         A las nueve se le unió un nuevo navío de 50 cañones, con el que la fuerza atacante ya sumaba nueve unidades. Nelson reuniría en el Theseus -nave capitana- a sus oficiales para estudiar la estrategia que llevarían a cabo para tomar Santa Cruz. Tal era su fe en la victoria que incluso decide tomar parte en el ataque, poniéndose al frente de la fuerza de desembarco.
 
           A las siete de la tarde, una fragata y una obusera se acercaron a la costa y comenzaron a cañonear el castillo de Paso Alto, lanzando un total de 43 bombas que no llegaron a causar daños apreciables. A esta acción, el fuerte respondió con el fuego de sus piezas.
 
          El 25 de julio, de madrugada, las lanchas de desembarco británicas se dividieron en varios grupos. El que se dirigió hacia el muelle y el Castillo San Cristóbal se fraccionó en dos. Uno de ellos, al mando del capitán Troubridge, logró llegar a las escaleras del muelle e inutilizó los siete cañones existentes en su batería.
 
          Luego intentaron alcanzar el Castillo pero, al ser rechazados, dieron un rodeo y se ocultaron en la parte alta de la plaza de la Pila (La Candelaria) donde, a las cuatro de la mañana, al ser descubiertos por los soldados del Batallón de Canarias, huyeron y se refugiaron en el convento de Santo Domingo, solar que hoy ocupa el Centro de Arte la Recova y el Teatro Guimerá.
 
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            Sin embargo, el segundo grupo de lanchas, en las que venía el contralmirante Nelson, no lo pudo lograr debido al fuerte oleaje, yendo a varar sus quillas a la playa de la Alameda, de manera que cuando Nelson se disponía saltar a tierra y desenvainaba su espada para animar a sus hombres sería alcanzado por el fuego de metralla del cañón Tigre. Nelson sería llevado a su nave capitana, donde le fue amputado el brazo derecho, a la altura del hombro.
 
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          El cúter Fox, que escoltaba a las citadas lanchas, fue alcanzado por debajo de la línea de flotación y, en medio de un pavoroso incendio, se hundió en la bahía con sus 300 marineros, la pólvora y material de asalto.
 
           Otro grupo de lanchas, mandadas por Samuel Hood, lograron desembarcar por la playa de la Carnicería y subieron por el barranco Santos hasta protegerse también en el convento dominico.
 
           Al amanecer, desde el campanario del convento los ingleses comenzaron a enviar señales a sus barcos en petición de ayuda, al tiempo que conminaban al general Gutiérrez a que le entregara la plaza, bajo la amenaza de incendiar la población, a lo que Gutiérrez hizo oídos sordos.
 
Condiciones de la capitulación
 
           Entretanto, el teniente Grandi había vuelto a poner en servicio la batería del muelle, de manera que cuando los 15 botes repletos de marinos ingleses se dirigían hacia el citado muelle con la intención de ayudar a los compañeros que se encontraban en el Convento, los cañones abrieron fuego contra ellos hundiéndole varias lanchas.
 
           A las siete de la mañana, cuando el desánimo cundió en las tropas inglesas, solicitaron parlamentar; para ello, el comandante Samuel Hood fue conducido con los ojos vendados al castillo de San Cristóbal, donde aún se atrevió a exigirle al general Gutiérrez que se rindiera, pero, desistió y accedió a capitular, ante la firme contestación recibida: “Aún le quedan a la plaza hombres y pólvora para su defensa”.
 
           Inmediatamente, Carlos Adán, Capitán de Mar, se dirigió al buque insignia británico donde informaría a Nelson de las condiciones de la Capitulación, a las que el Contralmirante prestó su conformidad y rubricó con su mano izquierda; es decir, “que las tropas pertenecientes a S.M. Británica fuesen embarcadas con sus armas y que se devolviesen los prisioneros. En consideración de lo cual, la Escuadra Británica se obligaba a no atacar a Santa Cruz, ni a ninguna de las Islas Canarias”.
 
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          A las nueve de la mañana del 25 de julio, en la plaza de la Candelaria, a los vencidos británicos se les repartió pan, frutas y vino, y se les trasladó a sus buques en las barcas de los pescadores chicharreros o en sus propios botes que habían quedado intactos. Al día siguiente se reembarcarían los heridos que habían sido atendidos en los dos hospitales de Santa Cruz.
 
             Nelson, impresionado por tan bondadoso acto de hidalguía del pueblo tinerfeño le dirigió al General Gutiérrez una carta -firmada con su mano izquierda- en la que expresaba su agradecimiento por tales deferencias, a la vez que se convertía en el mensajero de su propia derrota.
 
           En agradecimiento, le obsequiaba con unos anteojos de visión nocturna, un queso y una barrica de cerveza inglesa, a lo que Gutiérrez correspondió con otra misiva y le regalaba dos limetones (garrafones) de vino del país.
 
Privilegios para la ciudad de Santa Cruz
 
           Los santacruceros no podían suponer lo que aquella victoria significaría para el futuro de su modesta Lugar pues, cuatro días más tarde, el alcalde Real reunió en la iglesia del Pilar a las autoridades y vecinos del Lugar y Puerto, acordando designar compatronos a la Santa Cruz y al Apóstol Santiago, en cuyo día se había consumado el triunfo sobre los ingleses. 
 
           El general Gutiérrez haría llegar a la Corte lo acontecido y, seis años más tarde, el 28 de agosto de 1803, el Rey Carlos IV otorgaba a Santa Cruz el privilegio de Villazgo, añadía el calificativo de Noble, y concedía un escudo de armas propio; desde entonces, este Lugar pasaría a llamarse: Muy Leal, Noble e Invicta Villa, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.
 
           Diecinueve años más tarde, el 27 de enero de 1822, cuando Fernando VII promulgaba el Real Decreto por el que se establecía la división del territorio español en 49 provincias; la capital de las Islas Canarias sería Santa Cruz de Tenerife. 
 
           En esta capital comenzarían a establecerse las distintas entidades políticas y administrativas, entre otras, el Juzgado de Indias, la Junta de Fomento, el Servicio de Correos, la Junta de Sanidad…
 
           El 23 de septiembre de 1927, el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja decretaría la división de las Islas Canarias en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas.
 
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Ilustrtaciones: Víctor Ezquerro
 
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