Madrid (2)

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 25 de marzo de 1977).
 
 
Los japoneses, africanos y sudamericanos de El Rastro. –El bello y frágil Palacio de Cristal – Desde el nudo de Las Arrecogidas hasta el desmadre de Pajares.
 
 
          ¿Por qué privarnos de la vueltecita por El Rastro, que como decía Ramón Gómez de la Serna “es ese sitio ameno y dramático, irresistible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que aglomeran los trastos viejos e inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres o por sus riquezas, lo son por estos trastornos filiales”?...
 
          ¡Si despertara Gómez de la Serna! ¿Qué han sido de aquellos trastos filiales?  ¡El Rastro!, desde el calé que se encapricha en encajarle en la muñeca un reloj de supuesto cuarzo hasta el japones que vende exóticas pipas, paseando por la dulce y cadenciosa argentinita que expende calzado infantil, hasta el africano que se desgañita en un pregón para dar salida a variopintas reproducciones pictóricas…
 
En el Palacio Real. Festival de lámparas y relojes
 
          Hay que comprobar, una vez más, que el Palacio Real sigue ganando amplísimamente por puntos al mismísimo Versalles, excepto jardines. Sólo hay que subir por la noble escalera principal y paparse –tras todo un impresionante festival de lámparas y relojes- en el fastuoso Salón Gasparini, de exquisita e inolvidable bóveda. 
 
La arrebatadora luz del Palacio de Cristal
 
          Doce grados. Con un cielo gris tiene ribetes tan bucólicos como románticos, un paseíto por El Retiro, donde se observa en días festivos que la falda escocesa es la prenda femenina de moda. Correrías infantiles y desahogo para los padres en un pulmón que ahora respira con cierta dificultad por falta de flora y clorofila. En pleno eje el Palacio de Cristal, de corazón palatino, singularmente armónico; bello y de aspecto frágil; de columnas jónicas, balaustrada y cornisa protuberante, obra maestra de otro Velázquez, don Ricardo, orgullo de la Arquitectura española, padre de este “recinto de arrebatadora luz”…
 
A Canarias por "Salidas internacionales"
 
           Quedan muchas cosas antes de coger el ultimo taxi madrileño: Las arrecogidas del beaterio... y Equus; la zaragatería y faralaes del Corral de la Morería, donde Lucero Tena sigue convirtiendo sus carismáticas castañuelas en instrumento de concierto; el simpático impacto de un Museo de Cera, que con ciertos matices puede mirar de soslayo al de Madame Tussaud y al Grevin; la chispa, sin censura televisiva, de un Pajares en el picarón Biombo Chino. Imposible el decaimiento o aburrimiento en este Madrid con merluzas a 50 pesetas y pantagruélicas parrilladas de marisco de tres mil y pico; con espectáculos de todo tipo desde los veinte duros o entrada libre. Imposible arrinconarse en la parcela de la desgana.
 
          Disgusta, sí, que al coger el último coche madrileño le indique uno al taxista que salimos para Canarias y nos coloque en Barajas enfrente de las Salidas Internacionales…
 
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