Madrid (1)

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 24 de marzo de 1977).
 
 
 
Amplísimas zonas peatonales en la mismísima Puerta del Sol. - ¿Dónde está la Cibeles? – Los indolentes guardianes del Prado.
 
 
          Salimos diciendo que nuestros escapes automovilísticos huelen “como en Madrid”. Y nada más lejos de la realidad. Tenemos ciertas libertades para achacar culpas ajenas con la mayor osadía basándonos en la rutina, como cuando a las primeras de cambio, le endilgamos a nuestra Refinería hasta los olores de las letrinas…
 
El butano ha destruido la polución
         
          ¿Cómo podríamos decirles a ustedes que Madrid no huele como hace un par de años; que ya no se intoxica uno en los núcleos más abigarrados ni se asfixia por las calles más céntricas? Es posible que parte de tan insólito como esperanzador objetivo se descubra nada más coger el primer taxi en Barajas e intentar colocar en el portaequipajes nuestras maletas. Sólo hay sitio para una de ellas. El resto lo ocupan dos hermosas bombonas de gas butano: 
 
           —Es la única manera que tenemos de circular por Madrid —nos dice el taxista-. Sería ruinoso trabajar con gasolina. Con estas bombonas –que nos cuestan alrededor de 480 pesetas- podemos recorrer cerca de los 500 kilómetros. Casi, casi, a peseta el kilómetro. Con la gasolina nos costaría el triple. En caso de emergencia; en caso de que en el sitio más inoportuno se nos acabase el butano, con esta simple palanca seguiríamos trabajando con la gasolina que llevamos en el tradicional deposito, para evitar tales casos.
 
          Y así, queridos paisanos, en Madrid, un taxi, entre otras cosas, cuesta más barato que en Tenerife.
 
          Y evita la polución. ¡Vaya sí la frena! Además, también coadyuva a ello la creación de amplísimas zonas peatonales en los centros más neurálgicos, léase, por ejemplo, aledaños de la Puerta del Sol, donde sólo es permitido el tráfico a taxis y bus, con carga y descarga de 9 a 11. 
 
Madrid sgue sin Cibeles
 
          Y Madrid sigue sin Cibeles. No hay manera humana de encontrar tan famosa fuente en souvenir. Ni la evocación heráldica del Oso y del Madroño ni una Puerta de Alcalá, cuando uno va a La Coruña y se atiborra de Torre de Hércules, botafumeiros, potes, zuecos y conchas de peregrinos… Unos dependientes le dirán que parece que los madrileños no tienen imaginación para estas cosas y otros pueden contestarle con ínfulas de capitalidad de que como allí la ciudad flotante es tan grande estas cosas no interesa al gremio turístico.
 
Los jubilados copistas del Prado
 
          ¿Cómo pasar por la capital y no visitar a Velázquez y sus betunes; a El Greco y sus figuras estilizadas y graves; a Murillo y sus estampitas benditas; y a un Goya –una especie de Julio Verne en eso del destape-, con las simultaneas contemplaciones de esos pacientes copistas rechonchos y jubilados, que con sus espátulas y pinceles le dan al lugar un aire paradisiaco de sosiego y tranquilidad, donde los guardianes parecen mucho más atentos a la hora de salida que a los visitantes más o menos estrafalarios?
 
 
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