La primera circunnavegación rusa y su escala en la isla de Tenerife en 1803

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero (Publicado el 28 de abril de 2023).
 
  
 
          El 7 de agosto de 1803 partía del puerto de Kronstadt, en la isla báltica de Kotlin, la primera circunnavegación naval rusa al globo. Tenía como objetivo la exploración de nuevas rutas comerciales para Rusia y el establecimiento de nuevos y mejores contactos diplomáticos con otros países, especialmente China y Japón.
 
foto Nadezhda
 
Fragata Nadezhda
 
 
          La expedición se llevó a cabo en dos barcos, la fragata Nadezhda (de 35m de eslora y 8,5m de manga) y el bergantín Nevá (con 32,6m de eslora y 8,4m de manga), liderados por el Almirante de la Armada Adam Johann von Krusenstern (1770-1846) y el Oficial Yuri Lisianski (1773-1837), respectivamente. 
 
foto krusenstern lisianski
 
Adam Johann von Krusenstern y Yuri Lisianski
 
 
           Ambas naves compartieron recorrido, siempre hacia el oeste, durante 10 meses, hasta su llegada al archipiélago de Hawai, en donde cada buque tomó un derrotero. El Nevá puso rumbo al noreste, hacia el litoral de Alaska, mientras que la Nadezhda llegó a tocar las costas rusas orientales y Japón. Ambas naves se reencontraron en Macao y, desde allí, procedieron a tomar rumbo de vuelta a Kronstadt, atravesando el Índico y remontando el Atlántico de sur a norte. El 19 de agosto de 1806, tras tres años de navegación, culminaba así la primera vuelta al mundo llevada a cabo por una flota rusa. 
 
foto mapa expedicion
 
 
          Durante la expedición, Krusenstern y su equipo realizaron importantes observaciones científicas, incluyendo mediciones de la gravedad y la magnetización terrestre. También recolectaron muestras de plantas y animales y realizaron estudios etnográficos de las poblaciones locales. La expedición fue considerada un gran éxito tanto desde el punto de vista científico como diplomático, y ayudó a abrir nuevas rutas comerciales para Rusia en el Océano Pacífico.
 
          Además de los citados Krusenstern y Lisianski, integraban la tripulación, científicos de reconocido prestigio en su época. De entre ellos, cabe destacar a tres. Por un lado, el aristócrata, médico y naturalista Georg Heinrich von Langsdorff (1774-1852). Este alemán, residente en Rusia, dejó la expedición en la península de Kamchatka, para explorar islas del estrecho de Bering y Alaska, regresando por su cuenta después a San Petersburgo en 1808. Pudo traer consigo algunos herbarios e insectos. Años más tarde, lideró una expedición fluvial por el Amazonas, que lleva su nombre. El fruto de todo aquello podemos verlo hoy en día en diversas colecciones científicas, así como excepcionales descripciones de pueblos indígenas hoy extinguidos. Como curiosidad, un reciente estudio genético ha revelado que Langsdorff tiene hoy en día unos 1.500 descendientes en Brasil, entre ellos a Luma de Oliveira, quien fuera reina del carnaval de Río de Janeiro. 
 
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Georg Heinrich von Langsdorff
 
 
          Es destacable también la presencia del marino ruso Fabian Gottlieb von Bellingshausen (1778-1852), al que se considera como descubridor de la Antártida, continente al que rodeó en 1820. Por último, cabe citar al doctor, geólogo y naturalista alemán Wilhelm Gottlieb von Tilesius von Tilenau (1769-1857). Era, además del médico, el ilustrador de la expedición. Se le tiene como descubridor de varias especies marinas (mariscos y medusas).
 
foto tilesius
 
Wilhelm Gottlieb von Tilesius
 
 
          Las dos naves, como ya se ha dicho, partieron del Golfo de Finlandia el 7 de agosto de 1803. Tras hacer escala en Copenhague y el pequeño puerto inglés de Falmouth, el 20 de octubre arriban a Tenerife. De su estancia en la isla nos quedan las obras que escriben algunos de los miembros de la tripulación, las cuales describen con detalle ciertos episodios de su visita. 
 
          En primer lugar, la que publicó el propio Krusenstern años después de completar el viaje. Relató sus tres años de expedición en la obra (originalmente en alemán) “Viaje alrededor del mundo en los años 1803, 1804, 1805 y 1806 por orden de Su Majestad Imperial Alejandro I en los barcos Nadezhda y Neva”, compuesta por 4 tomos y un atlas con 104 mapas. 
 
foto libro krusenstern 
         
 
          En su primer volumen, este marino describe la llegada y partida a Santa Cruz y, lo que es más interesante, la vida de esta villa en 1803. Fueron apenas unos días, pero Krusenstern y sus hombres tomaron contacto con las gentes chicharreras del momento. Así lo describe:
 
                    1803, octubre
 
                    El 18 al mediodía estábamos a 30º 08’ 15” de latitud y a 15º 01’ de longitud. A las cinco los vigías divisaron las Islas Salvajes, al NNE, a una distancia aproximada de 22 millas. Al día siguiente por la mañana, a las cinco y media, la isla de Tenerife se presentó claramente a nuestra vista, y media hora más tarde, el pico surgiendo de las nubes que lo envolvían, apareció en toda su majestuosidad. Su cumbre, cubierta de nieve, reflejando la luz del sol, añadía aún más belleza. Las nubes ayudan a reducir la altura aparente del pico, que parecería mucho más alto si estuviera aislado.
 
                    Entonces navegué por la punta NE de la isla, pero el viento del este era tan flojo que perdía la esperanza de poder fondear frente a Santa Cruz. (...) A las cinco en punto estábamos bastante cerca de la Punta de Nago, el extremo este de Tenerife. Como hay que entrar en la bahía de Santa Cruz con demasiada precaución, estuvimos durante la noche entre Tenerife y Canaria y no entramos en el puerto hasta las once de la mañana. Inmediatamente, subió a bordo el Capitán de puerto don Carlos Adán (1), Teniente de la marina española, y nos recomendó la parte oriental de la rada como el mejor lugar para fondear. Así que echamos el ancla allí a 56 brazas. El fondo no es tan rocoso como en otras partes de la rada, por lo que no hay tantas anclas abandonadas, que a menudo provocan la pérdida de otras.
 
                    La Néva, fondeada más al suroeste, perdió un ancla y dos cabos, mientras que los de la Nadezhda no sufrieron. Sin embargo, siempre se debe tener la precaución de unir barriles a los cables para mantenerlos a flote. Aconsejaría, por lo tanto, nuestro fondeadero a los demás, a pesar de su gran profundidad. Después de lanzar nuestra segunda ancla al noreste, a 24 brazas, teníamos la Punta de Nago al N 69º O, el punto suroeste de la isla al S 36º O, y la Iglesia de San Francisco, reconocible por su alta torre, al S 51º 30’ O. Sin embargo, si hubiera un vendaval del SO, estando fondeados en este lugar sería muy difícil salir. Además, las tormentas son bastante raras en estos lugares, incluso en invierno. Cuando se tienen buenos anclas y cables es mejor no moverse. Los españoles tienen la costumbre de fondear en cuatro anclas, dos al NE y dos al SO, son los únicos que lo hacen.
 
                    Tan pronto como fondeamos, envié a M. de Loewenslern a pedir permiso al Gobernador para tomar agua y hacer nuestra provisión de vino y fruta; accedió a nuestra petición con gran cortesía. Como no quería exponer la bandera rusa, ante el caso de una afrenta porque nuestros saludos no fueran respondidos, como ya había sucedido con buques de guerra ingleses, dejé de lado esta ceremonia.
 
                    A las 4 de la tarde, el Vicegobernador (Teniente de Rey), acompañado de un secretario, vino a bordo para felicitar al Sr. Embajador (que ya estaba en tierra) y a los oficiales, en su feliz llegada. Una hora más tarde, fui yo mismo, con M. Lisianskoi y algunos oficiales de mi navío, a visitar al gobernador, Marqués de la Casa Cagigal (2). Era un hombre muy amable, estaba dispuesto a ofrecer toda la ayuda que pudiéramos necesitar. Tuvo la amabilidad de preparar para nuestro astrónomo la casa del gran-inquisidor, donde hay un mirador. El Sr. Horner inmediatamente hizo transportar allí dos cronómetros, un sextante y un horizonte artificial. Pero al no ser sólida la torre, no pudo sacar mucho provecho, y sólo logró tomar con gran dificultad algunas alturas para determinar nuestra latitud; no pudo regular el ritmo de los cronómetros mediante observaciones sucesivas.
 
                    El mismo día de nuestra llegada a Santa Cruz, llegó un vapor de La Coruña trayendo al Gobernador la orden del Rey de recibirnos amablemente. Hizo que se le diera una copia, de modo que en caso de que desembarcáramos en una posesión española antes de que llegaran órdenes similares, pudiéramos estar seguros de ser bien recibidos.
 
                    El Gobernador se había ofrecido a proporcionarnos todo lo que necesitáramos, se lo agradecí, prefiriendo hablar con el Sr. Armstrong, comerciante para cuyo socio (Sr. Barri de La Orotava) tenía cartas. El Sr. Armstrong proporcionó a ambos barcos todo lo que necesitaban. Gracias a él, nuestra estancia se acortó. Su hospitalidad no merece menos nuestra gratitud. Alojó al embajador en su casa y nos dio a todos una excelente recepción. La compañía de Madame Armstrong y de algunas señoritas de Île de France nos resultó muy valiosa por lo agradable que allí encontrábamos y por el contraste que ofrecía con la tristeza que reinaba en otros lugares; porque en las casas españolas el baile, los juegos, la conversación, son placeres desconocidos. La singular idea que se tiene de Rusia y de los rusos en países lejanos contribuyó no poco a excitar la sorpresa de nuestros anfitriones, al ver que estos hiperbóreos no perdían nada poniéndose "en paralelo con los pueblos más espirituales del sur de Europa, y que ellos no les cedió ni en educación, ni en saber vivir.'
 
                    Pensaba quedarme en Santa Cruz sólo dos o tres días; pero nuestro agente me aseguró que necesitaba al menos cinco. M. de Resanoff se aprovechó de ello para ir con nuestros naturalistas a Laguna y Orotava para ver el jardín botánico (3) que el Marqués de Nava (4) ha establecido en este último lugar. Se cultivan allí varias plantas de los trópicos y de la América del Sur, para acostumbrarlas, a un clima más templado y soportar después el de España. Este hermoso establecimiento hace mucho honor al patriotismo del Marqués de Nava, quien le dedicó parte de su gran fortuna. Tuvo también al principio la aprobación del rey; pero parece que desde entonces ha sido descuidado. Nuestros naturalistas también querían ver, en las inmediaciones de La Orotava, un gran drago (Dracaena draco) cuyo tronco, de 10 pies de altura, 36 pies, y cerca de las raíces 45 pies de circunferencia (5).
 
                    Santa Cruz de Tenerife, sin ser un pueblo bien construido, no es feo; las casas son grandes y espaciosas; las calles estrechas pero bien pavimentadas. El gobernador, Marqués de Branciforte (6), ha hecho hacer cerca de la orilla, a expensas de los habitantes, una avenida de árboles o alameda, que sirve de paseo (7); y que tiene sólo cien brazas de largo. En una plaza pública llana, hay una columna de mármol (8) adornada con figuras emblemáticas bien talladas, dedicada a Nuestra Señora de la Candelaria. Frente a esta columna está el Fuerte de San Cristóbal, ante el cual el apasionado Nelson perdió el brazo derecho y el Capitán Bowen (9) se perdió en el infructuoso ataque que los ingleses intentaron en 1796 (10).
 
                    Santa Cruz es quizás la ciudad del mundo donde uno se encuentra con lo más repulsivo: en las calles solo hay mendigos en harapos, de ambos sexos y de todas las edades, que padecen enfermedades repugnantes; prostitutas, marineros borrachos y ladrones descarados, Son tan numerosos que uno se ve como una isla en el gran océano, Si no uno no toma precauciones, se le roba. Cuando una canoa llegaba a tierra desde nuestros navíos, siempre se cometía algún hurto, en presencia misma de todos nuestros marineros. Al final me vi obligado a no permitir que nadie subiera a bordo.
 
                    A pesar de lo avanzado de la temporada, todavía encontramos abundancia de uvas, duraznos, limones, naranjas, melones, cebollas y papas; pero todo era muy caro. El vino también ha subido de precio en unos años, se pagaba 90 piastras (11) por una barrica que antes sólo costaba 60. Es bueno y mejora mucho en una travesía larga, sin igualar, sin embargo, al de Madeira. El peor solo cuesta 15 piastras menos que el mejor, por lo que solo compré este para el uso de la tripulación. El brandy que se hace en Tenerife es malo; se consume solamente en Hispanoamérica; no lo querríamos en Europa. La carne de res era cara, costaba 8 peniques la libra (80 céntimos); una oveja de doce a quince libras valía 9 piastras, y una gallina una piastra. A estos precios hay que añadir una comisión del 20 por ciento. También estábamos obligados a dar una piastra por cada barril de agua.
 
                    La media de varias observaciones, hechas en la rada, nos dio para la latitud de nuestro fondeadero, 28º 27' 55" N. Longitud según el cronómetro n°128, 16º 12' 45" W. La longitud verdadera, como que fue determinada por Borda y Varila, es 16º 15’ 50".
 
                    El 26 de octubre a las 6 de la tarde recibimos el último cargamento de víveres; ya era de noche, y como aún no soplaba la brisa de tierra, pospuse mi partida para el día siguiente, tanto más de buena gana cuanto que supe que el Gobernador vendría a vernos, y en efecto, lo vimos llegar a las 9 horas, con un numeroso séquito de oficiales civiles y militares. Lo saludé a su partida con nueve cañonazos, que nos fueron devueltos por el fuerte (12). 
 
                    Partieron rumbo al sur. Durante las primeras horas de viaje, navegó junto a ellos un buque de Gibraltar y se encontraron con otro, español, que venía de Málaga, destino Río de la Plata. 
 
                    El capitán de éste quería poner en tierra a unos enfermos; pero el gobernador no se lo permitió: se vio obligado a continuar su viaje en el más miserable estado.
 
foto grabadoSC 
 
 
          A las seis de la mañana del 29 de octubre, comenta que aún pueden divisar el Teide (13) y unos días más tarde ya navegan por aguas cercanas a Cabo Verde. Continuaron su ruta hacia Sudamérica, haciendo su primera escala el 4 de diciembre de 1803, recalando en la Isla Santa Catarina, en la costa brasileña, al sur de Río de Janeiro. 
 
          Otra obra que nos relata esos días de octubre de 1803 durante la escala tinerfeña del viaje es la publicada por Langsdorff: Voyages and Travels in Various Parts of the World: During the Years 1803, 1804, 1805, 1806, and 1807.
 
foto libro langsdorff
 
 
          Escribe estas líneas en referencia a esos días en la isla:
 
                    El capitán Von Krusenstern prefirió dirigir su rumbo hacia Tenerife en lugar de Madeira; porque el desembarco en este último es mucho más caro que en el primero, así como toda clase de provisiones. Por lo tanto, nuestro rumbo se dirigía hacia las Islas Canarias. La costa inglesa pronto se perdió de vista y el gran océano Atlántico se extendía ante nosotros. Mucha gente tiene la idea de que un viaje por mar muy largo no puede ser más que un aburrimiento extremo. Como nada se ve día tras día sino el mar y el cielo, conciben que la mente de cada uno debe fatigarse con tal uniformidad eterna. Pero esto rara vez o nunca es el caso.
 
                    (...) Los que eran los últimos en levantarse, ya estaban listos para tomar el té o el café a las ocho de la mañana. Los temas comunes de conversación en el desayuno eran los sucesos de la noche; si el viento y el tiempo habían sido favorables o desfavorables; y cuánto había avanzado el barco en su curso. Después del desayuno, cada uno se dirigió a sus propios asuntos privados. En una biblioteca numerosa y bien surtida, particularmente de viajes y obras de geografía, que el capitán Krusenstern con gran cortesía dejó gratis a toda la compañía, no era difícil encontrar entretenimiento durante muchas horas del día. Así que la mañana se pasó leyendo, escribiendo, dibujando, tomando la altura del sol y calculando la distancia de la luna.
 
                    Las Islas Canarias, a las que esperábamos llegar en unos días, naturalmente ocupaban mucho nuestras mentes. (...) Cada uno había estudiado asiduamente su historia, los diferentes relatos dados de su descubrimiento, las descripciones de su situación, de sus productos y de los usos y costumbres de los habitantes.
 
                    Se hicieron comparaciones entre los relatos de diferentes viajeros. Se estudió el modo anterior y actual de su gobierno, con las posibilidades de guerra que les había sobrevenido; particularmente el fallido ataque hecho a la isla principal por el inglés, cuando el valiente Nelson perdió su brazo derecho. Todas estas cosas proporcionaron materia abundante para una conversación amena e instructiva, para la emulación científica, e incluso dieron ocasión para salidas de ingenio y alegría. Si nos acalorábamos un poco en la conversación, nos reparábamos en la cubierta para caminar de un lado a otro y refrescarnos respirando el aire fresco.
 
                    Delfines flotando sobre la superficie del agua, los tiburones siguiendo al barco, numerosos tipos de pájaros acuáticos desconocidos para nosotros, las ballenas, un pobre pájaro de tierra empujado desde la orilla por la fuerza de los vientos, y que buscó asilo en el barco, un barco desconocido visto en el horizonte y la expectativa de acercarse a la tierra; todos estos y otros temas mil ocuparon nuestra atención, animando y variando tanto la escena, que casi me inclino a pensar que un viaje por mar no es menos divertido que un viaje por tierra; con la salvedad de que no se hagan paradas en los pueblos y aldeas por donde discurre el camino. (...)
 
                    Luego nos ocupamos de nuestros diarios y la velada concluyó con una animada conversación mientras bebíamos ponche. Varios de nuestro grupo eran aficionados a la música, y una parte de la noche, cuando el tiempo estaba en calma, se dedicaba a hacer pequeños conciertos.
 
                    El tiempo era tan favorable, que cada día nos acercábamos a un clima mejor; y por fin, el diecinueve de octubre, la cumbre nevada del famoso Pico de Tenerife se presentó por primera vez a nuestra vista. Al día siguiente fondeamos frente a Santa Cruz, en la parte oriental del camino, con treinta y seis brazas de agua, en latitud 28° 27' 33" norte, y en longitud 16° 15' 50" oeste de Greenwich.
 
                    Santa Cruz, en el lado nororiental de la isla de Tenerife, presenta una bahía medianamente buena; que, sin embargo, no está bien resguardado hacia el este y noreste. El pueblo, que consta de unas cien casas, se encuentra a poca distancia de la bahía. Las casas son en general de uno a dos pisos de altura, algunas tienen balcones, la mayoría tienen celosía en las ventanas, como en España y Portugal. Las calles son regulares, limpias y bien pavimentadas con lava, y tienen aceras en cada lado. No es menos agradable que sorprendente ver una ciudad tan regularmente construida y tan bonita bajo un cielo tan remoto. La disposición interna de las casas, el vestido, los usos y costumbres de los habitantes son tan parecidos a los españoles, que cualquiera fácilmente podría creerse en la madre patria. Las calles están en todo momento llenas de una gran concurrencia de gente, más mujeres que hombres, particularmente por la noche, con un grupo desdichado y desvergonzado de mujeres y una chusma de hombres que tienen mucho más la apariencia de bandidos que de habitantes de un país civilizado. Además de estos, hay una manada de mendigos con ropas andrajosas, semidesnudos, que importunan y molestan sobremanera a los extraños.
 
                    Este lugar debe su floreciente condición actual a ser tan frecuentado por barcos en su curso a diferentes partes del globo. Muy cerca de la playa hay buen fondeadero a quince, veinte y treinta brazas de agua. Los barcos pueden incluso estar bien provistos de provisiones, si llegan aquí un mes antes que nosotros. Uvas, melocotones, peras, naranjas, limones, manzanas, plátanos, castañas, higos, melones, patatas, cebollas y una gran variedad de hortalizas culinarias se producen en abundancia en toda la isla, cuyos excedentes se traen a Santa Cruz para su venta a forasteros en el puerto. El maíz se cultiva en cierta cantidad en Tenerife, pero en mucha mayor cantidad en las islas vecinas. La sal es muy escasa. Incluso me aseguraron que este artículo es traído aquí desde Portugal.
 
                    El vino, uno de los principales objetos de comercio en las Islas Canarias, es muy bueno y a no más de la mitad del precio del hecho en Madeira. El vino de Tenerife se vende en Inglaterra, Francia, Holanda y Madeira. Un buen comerciante de vinos me dijo que la superioridad de este último se debía principalmente a la adición de una pequeña cantidad de aguardiente francés, un artículo que no se consigue fácilmente en Tenerife. Esto, dijo, constituía la diferencia más esencial entre los vinos.
 
                    No hay aquí posadas regulares, pero por eso mismo la mayor hospitalidad reina en las casas particulares. De esto recibimos las pruebas más complacientes, en particular del Sr. Armstrong, un comerciante inglés. La clase baja de la gente es extremadamente pobre. Muchos de ellos ni siquiera han horneado pan. Sólo muelen el maíz hasta convertirlo en harina frotándolo entre dos piedras, y luego lo mezclan en sus manos con agua o leche, y así se lo comen. A veces su comida es simplemente maíz tostado. El mercado de pescado estaba abundantemente abastecido, pero durante mi corta estancia no observé gran variedad de especies. La caballa y las sardinas se traían diariamente al mercado en grandes cantidades. La mielga (14) se la comían los pobres. Las colas de ambos fueron cortadas, probablemente porque aquí, como en Europa, la creencia popular es que las espinas en la cola son venenosas. Una especie resultó ser la raya águila. Del otro no hablaré con igual decisión, tenía una cabeza muy puntiaguda. (...) Los peces se capturan comúnmente con pesca con caña. En lugar de cordel se usa catgut, que se trae aquí desde Cádiz. Para pescar caballas, salen por la tarde seis u ocho personas en un pequeño bote, en el cual, tan pronto como oscurece, se hace un gran fuego de brea en ambos lados. El anzuelo no se adentra en el agua y se captura un pez casi en todo momento. Los pescadores suelen quedarse fuera toda la noche, y es muy bonito ver tantos fuegos sobre el agua.
 
                    Santa Cruz posee dos conventos de monjes. Hay varias plazas y un paseo público, pero, salvo los domingos, es muy poco frecuentado. En la plaza del mercado hay un monumento de mármol blanco, que fue hecho en Italia, y erigido aquí a expensas de un caballero del país, para honrar a la Virgen María di Candellario. (...)
 
                    La ciudad y la isla están protegidas por fortificaciones, que están guarnecidas por un regimiento de soldados. La isla se compone principalmente de montañas y rocas casi inaccesibles. Marcas evidentes de antiguos volcanes se encuentran en diferentes partes. Lava de varios tipos se encuentra en todas partes. Con él se construyen todas las casas y fortificaciones, y también se utiliza para pavimentar las calles.
 
                    En una excursión a lo largo de la costa del mar hasta el extremo norte de la isla, después de una buena hora, llegué a un pequeño pueblo llamado San Andrés. (...) En los cerros más alejados había varias lavas porosas y una especie de tierra arcillosa mezclada con polvo de hierro. Aquí y allá vi bloques basálticos en masas toscas, unos más pequeños, otros más grandes; en otros lugares, una especie de piedras arcillosas, algunas de las cuales estaban mezcladas con estratos de espátula calcáre, otras estaban recubiertas de ella. Aproximadamente a media hora de distancia de San Andrés, el estrato más bajo de la colina consiste en trapecio real combinado con lava. En un valle profundo en las cercanías de este lugar observé un granito de grano fino mezclado con chorlo. Hay grutas o cuevas subterráneas, que se supone que fueron las viviendas de los antiguos habitantes de la isla, los guanches. Se encuentran en los declives empinados de las colinas en varias partes de la isla. En muchas de estas cuevas hay huesos humanos y, a veces, el esqueleto humano completo con la piel seca, como si fuera cuero. Una de estas momias naturales se puede ver en el Museo Nacional de París, y tuvimos la suerte de conseguir una para el museo de San Petersburgo.
 
                    Sobre los guanches, los aborígenes de la isla, no pudimos obtener ninguna información precisa ni satisfactoria. Nos aseguraron que aquí y allá existen familias que nunca han mezclado su raza con la sangre española, pero que pueden ser consideradas como descendientes genuinos de los guanches. En verdad vimos algunos hombres que tenían una apariencia muy repulsiva; más como salvajes que como gente perteneciente a un país civilizado. La barba sucia de color marrón amarillento, la pobreza y la escasez de ropa, los hábitos y modos de vida toscos, todo concurría para causar una impresión muy desagradable en nosotros como europeos; y en verdad hubiéramos preferido mucho más tomar la mayor parte de ellos por guanches que por españoles civilizados.
 
                    El clima es tan templado que incluso en invierno es necesaria muy poca ropa. Vimos muchos niños jugando en las calles completamente desnudos; y muchachos de hasta doce o catorce años, igualmente desprovistos de ropa, se veían trabajando en la orilla del mar. La altura habitual del termómetro durante nuestra estancia era de dieciocho a veintidós grados Reaumur (15). En el país hay muchos molinos de viento; pero el hombre pobre, como se ha visto arriba, muele su grano frotándolo entre dos piedras: una de ellas es liviana y porosa, la otra gruesa y de lava dura.
 
                    Santa Cruz no está desprovista de relaciones sociales. Nuestro grupo encontró una sociedad muy agradable todas las noches en la casa del Sr. Armstrong. A propuesta de este hombre hospitalario, varios de nosotros nos embarcamos en una excursión por la parte noroeste de la isla, hasta el Puerto de La Orotava. La distancia de este lugar a Santa Cruz es como cuatro millas y media alemanas. Según la costumbre del país, esta clase de excursiones se hacen en asnos, mulas o caballos muy pequeños; y la distancia que he dicho no se puede recorrer en menos de ocho o nueve horas. El embajador, Von Resanoff, el mayor Von Friderici, el doctor Laband, el consejero Tilesius y yo preferimos los caballos; y estando bien montados, partimos temprano en la mañana del veintiuno. El camino discurría por La Laguna, La Matanza, La Victoria y Santa Úrsula. Después de una hora llegamos a La Laguna. El camino es accidentado y se extiende sobre un suelo abundante en lava; el aspecto del país no es del todo desagradable. La Laguna es el principal pueblo de la isla. Está en un distrito muy fértil y en la vecindad se cultiva mucho maíz. El pueblo mismo es irregular, ni hermoso ni limpio, y mucho peor pavimentado que Santa Cruz. Contiene dos conventos de monjes y dos de monjas. Visitamos el monasterio de los dominicos, en el cual encontramos algunos monjes, que nos recibieron muy cortésmente, pero su conversación delató la más grosera ignorancia, de modo que no pudimos obtener ninguna información respecto a su institución; incluso estaban totalmente desinformados sobre el origen y la historia de su monasterio. Su biblioteca constaba solo de unos pocos libros de la iglesia y algunas vidas de santos distinguidos. Procuramos también visitar un convento de monjas, pero una hermana anciana nos despidió de la puerta de manera muy cortés y con una especie de sonrisa misteriosa. Nos pareció, sin embargo, que esta buena dama nos habría dado una recepción más favorable hacia la noche. Fatigados por el calor del sol y el esfuerzo del viaje, buscamos en vano una posada, y nos vimos obligados a pedir hospitalidad a un ciudadano que nos era completamente desconocido. Nos recibió muy cortésmente y conseguimos algunas frutas, huevos y vino, de los cuales hicimos una comida agradable, y luego proseguimos nuestro camino.
 
                    A poca distancia de la Laguna llegamos a un hermoso y extenso valle, bien sembrado de maíz. El suelo, que consistía en lava descompuesta, parecía fértil en sumo grado, aunque a la vista, el terreno era aburrido y uniforme, ya que apenas se veía un arbusto o arbusto. Algunos cactus, higueras y algunas moreras eran las únicas cosas que variaban en el paisaje. Durante una hora y media o dos horas, cambiamos este terreno fértil por uno pedregoso y montañoso. Este es un distrito donde las vides florecen más particularmente; y cuanto más nos acercábamos a La Matanza, La Victoria la mayor abundancia de cerros cubiertos de vid que encontramos. Llegamos a Santa Úrsula, un pueblo bastante grande, cuando ya caía la tarde. Todo el pueblo y todo el vecindario, estaban reunidos para celebrar la fiesta de Santa Úrsula (16). A causa de esto se pusieron muchas casetas, en las cuales se vendían refrigerios y cierto número de trinos. Aquí y allá había grupos de bailarines, tanto hombres como mujeres, que acompañaban sus movimientos con la guitarra y un canto rudo. La danza consistía en una especie de movimiento muy lento, de modo que los danzantes apenas se movían de sus lugares, ya lo sumo hacían a veces media cadena. La gran concurrencia de gente reunida en la oscuridad de la noche tenía más la apariencia de una feria que de un festival de iglesia. Aún nos quedaban tres horas de camino para llegar a Puerto de La Orotava, por lo que volvimos a ponernos en marcha tan pronto como nuestra curiosidad estuvo satisfecha.
 
                    El camino desde Santa Úrsula era pedregoso y fastidioso. Nuestra atención estaba absorta en el alto pico, que parecía estar justo delante de nosotros, aunque todavía estaba a una distancia de cinco millas alemanas. La mayor parte de nuestra compañía no optó por fiarse de los pasos inseguros de sus caballos en la oscuridad. Desmontaron, pues, y descendieron a pie la loma, teniendo siempre a la vista la ciudad de La Orotava, ya que había clara luna. Después de mucho dar vueltas y vueltas, por fin llegamos a ella a las nueve en punto, muy fatigados por el esfuerzo. Fuimos a la casa de un amigo del Sr. Armstrong, el Sr. Barry, quien, habiendo sido informado previamente de nuestra visita prevista, nos recibió con la mayor cortesía y hospitalidad.
 
                    El Puerto de La Orotava es un pequeño pueblo que, de haber sido originalmente un conjunto de casetas de pescadores, ha ido en constante crecimiento, y ahora se ha convertido en la morada de algunos de los comerciantes más ricos de la isla. Las calles son en general anchas, medianamente limpias y bien pavimentadas. El puerto no es en modo alguno tan bueno, ni tan seguro, como el de Santa Cruz. Hay muchas rocas cerca de la orilla y un oleaje muy fuerte. La situación del pueblo es buena, y el campo que lo rodea es hermoso. Como el pueblo se encuentra en el lado norte del pico, el calor abrasador del sol lo molesta menos. En este distrito se cultiva la mayor cantidad de vinos de la isla; de modo que los barcos vienen aquí a menudo para recoger su carga. Pero están obligados a fondear a una distancia considerable de la costa, y si el viento es algo fuerte, a permanecer completamente mar adentro.
 
                    El objeto más interesante de la ciudad es un hermoso jardín botánico. Este fue establecido en 1795 por el Marqués de Nava, un hombre muy rico, que vivía en Laguna. Como amigo del conocimiento y la ciencia, presentó ante la Corte Española un plan para cultivar aquí plantas de todas partes del mundo. En particular, deseaba hacer el experimento de transportar a este lugar muchas plantas valiosas y útiles que crecían en la zona tórrida, con la esperanza de que, si se acostumbraban poco a poco a un clima más frío, al final podrían prosperar en los suelos fríos de Europa. El plan fue discutido y el gobierno decidió apoyar la empresa. El propio Marqués no omitió nada que estuviera en su poder para promoverlo e incluso adelantó grandes sumas al gobierno para este propósito. Ahora ha trabajado durante muchos años para obtener los objetos muy apetecibles que se proponía, pero, ¡ay!, en vano. Es de temer que una empresa que tanto honor hubiera hecho tanto al patriarca como al particular, pronto se derrumbe por completo. Se encuentra casi al final de sus propios medios y el gobierno no parece dispuesto a concentrarse más en el asunto. Esto es tanto más de lamentar, cuanto que ya son más de tres mil plantas raras recolectadas de México, Perú, Chile y el Cabo de Buena Esperanza, que, bajo el cuidado de un jardinero muy científico, enviado desde Inglaterra, están en el estado más floreciente. Este jardinero también se ha esforzado en cultivar algunas de las plantas silvestres, autóctonas de las Islas Canarias.
 
                    La dracoena draco, o árbol de sangre de dragón, es originario de Canarias, pero los habitantes, aunque muy conscientes de su utilidad, se preocupan poco por obtener las ventajas que se pueden obtener de ella. A casi una hora de distancia del Puerto de La Orotava se encuentra una villa del mismo nombre, perteneciente a Don Pedro Franchy. Cerca, junto a la casa, se encuentra un árbol de sangre de dragón, cuya circunferencia es de cuarenta y dos pies ingleses. El tiempo no nos permitió visitar esta extraordinaria curiosidad natural.
 
                    El veintitrés regresamos a Santa Cruz. Mientras tanto, el capitán Von Krusentern había hecho provisiones de agua, madera, vino y otras provisiones para el barco; y supimos por los oficiales que mientras nos divertíamos en La Orotava, él había dado un baile a bordo del Nadeschda. Una vez descansada y refrescada nuestra tripulación, todos estábamos listos para partir el día veintiséis.
 
                    Sin embargo, no debo abandonar la isla sin decir una palabra o dos sobre el Pico, tan universalmente celebrado. Este fue considerado anteriormente como uno de los más altos de entre las montañas de nuestro globo. Su altura, según los mejores cálculos geométricos, la estima Borda (17) en 1905 toesas (18); otros sólo dan 1901. Pero como hemos conocido mejor el nuevo mundo, y se asegura que la altura del Chimborazo es de 5557 toesas, la de Cayambe-Urku sea 3030, Antisana 2993, Cotopaxi 2952, y que un gran número de otros se elevan muy por encima del pico de Tenerife, este último ha perdido mucho de su antigua fama.
 
                    Por mucho que algunos de nuestra compañía quisieran subir a esta montaña, el corto e indefinido plazo de nuestra estancia prohibió la satisfacción de nuestros deseos. Además, los habitantes nos aseguraron que en una época tan avanzada del año difícilmente podríamos superar las dificultades que acompañan a la empresa, y nos veríamos obligados, si la comprometíamos, a volver atrás.
 
                    (...) El veintisiete de octubre, por la tarde, levamos anclas, y entre el estruendo de los cañones, partimos hacia el Brasil. La atmósfera era incómodamente clara, de modo que el día veintinueve, a las seis de la mañana, todavía podíamos ver el Pico, aunque estaba a una distancia de más de cien millas marinas. Teníamos ahora ante nosotros un viaje de dos meses y medio. Aunque para muchos esto hubiera parecido una perspectiva fastidiosa, pensábamos en ello con gran placer.
 
          Otra narración de esos días en la isla la obtenemos del mencionado Tilesius, quien lo detalla en una carta fechada el 25 de octubre de 1803, precisamente durante su estancia en la isla:
 
                    Acabo de regresar de un recorrido por el fondo del pico. En esta estación del año es imposible llegar a la cumbre, porque la mitad está cubierta de nieve y hielo. Sin embargo, he sido bien recompensado por la fatiga que experimenté en mi laboriosa excursión. He hecho los descubrimientos más asombrosos. En particular, he encontrado un animal que hasta ahora ha sido considerado como una planta, porque sólo lo conocíamos en su estado seco.
 
                     (...) Durante los últimos tres días he estado subiendo y bajando montañas. La orilla del mar en Orotrava me ha proporcionado varios objetos interesantes, así como la de Sauzal y Santa Cruz. El mayor número de especies nuevas las encontré entre los erizos de mar, las estrellas de mar, los pólipos y otros moluscos.
 
                    El suelo de la isla es enteramente volcánico. Hay aquí una gran variedad de lava. El marqués de Casa Cagigal, gobernador de la isla, que reside en Santa Cruz, nos recibió con mucha bondad y hospitalidad, y nos dio cartas de recomendación para Orotrava. Nos mostró sus dos jardines en Santa Cruz, donde encontramos muchas plantas raras, algunas de las cuales nuestro embajador, M. Resanof Samercyen pidió para Su Majestad Imperial. El gran jardín botánico, sin embargo, formado por el marqués de la Nava, que reside en Laguna, en esta isla, superó nuestra expectativa; se trazó en el año 1795, cerca de la localidad de Orotava. El marqués mandó llamar a un jardinero experimentado de Inglaterra, llamado Cornelius Macmanus (19). Este hombre inteligente nos entretuvo toda una mañana mostrándonos pruebas de su laboriosidad; es un buen botánico y ha estudiado a Linneo: realiza frecuentes excursiones al interior del país y ya ha descubierto varias especies africanas nuevas. He escrito un catálogo de ellos. Con respecto a la historia del país, he recopilado algunos materiales excelentes al respecto: he delineado un monumento antiguo y copiado una inscripción que se relaciona con la Historia de Tenerife.
 
                    Los viejos guanches, los antiguos habitantes de Canarias, cuyas momias aún se encuentran cosidas en pieles de oveja, en agujeros de las rocas del monte Altobasso (20), Sauzal y San Andrés, y también en Gran Canaria, están en su traje original, cada uno con un fémur en la mano, y la cabeza coronada de flores; están vestidos con sus pieles de animales cada uno al lado de su monumento. En lo alto del monumento se alza la de Santa María de Candellera. También he delineado varios objetos pintorescos y notables, como paisajes, vestidos, pueblos y producciones de la isla, y he construido mapas que estarán terminados a mi regreso. La mayor parte de las rarezas. Yo mismo me recogí, y las producciones del pico me las dio el capitán de un navío americano, que hizo un viaje a la cumbre del pico en el mes de agosto. Zarpamos de Falmouth el 5 de octubre y llegamos aquí hace unos días. En cuatro días como máximo partiremos a Río de Janeiro en Brasil desde donde le escribiré nuevamente.
 
 
foto grabado tilesius
 
 
          Un aspecto a destacar de esta expedición y su escala tinerfeña es que tomaron de la isla como “souvenir” una momia guanche que conservaron durante todo el viaje, llegando finalmente a Rusia al final de su viaje. El citado Lisianski en su obra A Voyage Round the World: In the Years 1803, 4, 5, & 6 habla de él de esta manera:
 
                    (...) un cuerpo humano completo, a modo de momia, y dos piernas secas, en perfecto estado de conservación, de las que parecería, o que los antiguos habitantes de la isla conocían el arte de embalsamar, o que la parte de la montaña donde enterraron a sus muertos debe poseer propiedades capaces de preservar las sustancias animales de la descomposición.
 
          Quizás esta momia proceda de una cavidad cercana a San Andrés, al ver lo que detalla el mencionado texto de Tilesius:
 
                    También he visto momias encontradas en cavernas cerca de San Andrés, y que deben haber pertenecido a los antiguos habitantes del país. 
 
          Este cuerpo momificado llegó a estar en los almacenes del Museo Pedro el Grande de Antropología y Etnografía de la Academia de Ciencias Rusa, lugar donde recaló en 1808. Actualmente se conserva en el Museo Hermitage de San Petesburgo.
 
foto momia sanandres
 
 
 
          Se trata de una de las decenas y podríamos decir que centenas de momias aborígenes que aún siguen fuera las islas, tanto en colecciones privadas como en museos y universidades de varios continentes: Madrid, París, Cambridge, Montreal o Gotinga.
 
          Por último, cabe mencionar que en honor al marino ruso que lideró esta expedición y gracias al cual podemos conocer la vida del Santa Cruz de comienzos del XIX, se bautizó con el nombre de Krusensten al buque escuela ruso, que actualmente surca los océanos del planeta. Se trata de un buque construido en 1926 en los astilleros de Bremerhave (Alemania), denominado en ese momento como Padua. En 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, fue concedido a la URSS como botín de guerra, pasando a formar parte desde entonces de la flota soviética y ahora rusa. Años más tarde tomaría el nombre del marino expedicionario y pasó a ser utilizado como buque escuela. 
 
          Este velero ha recalado varias veces en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, hecho que, estoy seguro, enorgullecería al desaparecido marino. 
 
 
Buque Escuela Ruso
   • Eslora 114,5m
   • Manga 14,5 m
   • Calado 6,3 m
   • Desplazamiento 4.698 Tn
   • IMO 6822979
   • Bandera RUSA 
   • Tipo Bribarca de 4 mástiles con propulsión Diésel con 2 motores
   • Velocidad 17,3 nudos
   • Tripulación 257 personas
 
foto buqueescuela
 
 
          Así mismo, dedicado a este marino fue bautizado con su nombre un cráter lunar, de 47 Km de diámetro, ubicado en la cara visible de nuestro satélite, y una isla situada en el Estrecho de Bering. 
 
          Sirva este artículo para recordar el paso de esta expedición marina, que, como otras muchas durante los siglos pasados, comenzando por la de Magallanes-Elcano, tomaron el puerto santacrucero como escala de sus viajes. Aquí tomaban víveres y agua, ponían en práctica sus mediciones científicas y náuticas y, lo que nos ha llegado hasta la actualidad, relataban sus vivencias en la isla en interesantes publicaciones. Qué mejor que para retrotraerse a una época que con los relatos personales de aquellos que la vivieron. 
 
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NOTAS
 
(1) Carlos Francisco de Adan y Brussoni, nacido en Santa Cruz de Tenerife el 19 de julio de 1762, ejerció como capitán de la Marina de Santa Cruz de Tenerife desde 1792, falleciendo el 28 noviembre de 1819. Era una persona de estrecha confianza del General Gutiérrez, tal es así que fue el único español en ver personalmente al ya herido Horatio Nelson en la mañana del 26 de julio de 1797, a bordo del Theseus, cuando le presentaba a este las condiciones de la capitulación inglesa.
 
(2) Fernando Cagigal de la Vega y Mac Swing, IV cuarto marqués de Casa Cagigal (1756-1824), fue Capitán General de Canarias entre 1803 y 1808.
 
(3)  Jardín de Aclimatación de La Orotava, también llamado Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, y normalmente como El Botánico. Fue inaugurado en 1792.
 
(4) Tomás de Nava Grimón y Porlier, V Marqués de Villanueva del Prado (1734-1779).
 
(5) Se trataba del Drago de La Orotava, situado en los Jardines de Franchy, del que habla también Humboldt en su visita a la isla. En 1819 un gran temporal le arranca una de las grandes ramas y, finalmente, en 1867 es derribado por otra gran tempestad.
 
(6) Miguel de la Grúa Talamanca de Carini y Branciforte, I Marqués de Branciforte (1755-1812).
 
(7) Actual Alameda del Duque de Santa Elena, construida en 1787.
 
(8) Triunfo de la Candelaria, que actualmente se conserva en la Plaza homónima.
 
(9) Marino inglés que fallece en la Gesta. Amigo personal de Nelson, meses antes de ese julio de 1797, en la madrugada del 18 de abril, comandó las fragatas y Dido que lograron apresar el  buque espeñol Principe Fernando en la rada santacrucera.
 
(10 )Por error, confunde el año, escribiendo 1796 en vez de 1797.
 
(11) Palabra francesa con la que se expresaba la unidad monetaria.
 
(12) Suponemos que el de San Cristóbal.
 
(13) Este y los otros relatos los denominan "el pico de Tenerife".
 
(14) Especie de tuburón.
 
(15) El grado Réaumur es una unidad de temperatura en desuso. Nombrada en honor de René Antoine Ferchault de Réaumur que la propuso como unidad en 1731.1º Reaumur corresponde a 1,25º Celsius.
 
(16) Festividad que se celebra cada 21 de octubre.
 
(17) Jean-Charles de Borda (1733-1799).
 
(18) Antigua medida francesa de longitud, equivalente a 1,946 m.
 
(19) Nada más comenzar la construcción del Jardín se contrató a este jardinero a través del cónsul de Inglaterra en Tenerife. Trabajaba en los jardines reales de Kew, en Londres. Permaneció trabajando en el jardín de 1795 a 1805.
 
(20) Lugar del que desconocemos a cuál se refiere.
 
 
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