Sin lentejuelas

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 19 de septiembre de 1975).
 
 
          Treinta y tres años hace que nos alejamos del litoral palmero, que oyó nuestro primer grito. Anoche, en el Círculo de Bellas Artes, tan céntrico como insuficiente, sentí, como nunca, orgullo. Orgullo de palmero, tras presenciar la antológica actuación de tres paisanos, sin lentejuelas ni oropeles; sin letras capitulares ni ciclópeos anuncios de neón; austerísimo en el atuendo pero con una capacidad musical de cejas para arriba que lograron escalofríos en superficies pilosas y nudos en unas gargantas que jamás pudieron contener el borbotón de ¡hurra! y ¡bravo! que anoche estallaron en que aquella sala abarrotadísima de un público predominante juvenil, que inundando butacas, piso y escenario, quedaba absorto, embelesado y pensativo ante aquella perfecta conjunción de voces, cuerda y percusión, en composiciones “para pensar”, donde surcos, labriegos e injusticias, eran cortados con frenético aplausos de un público que, en ocasiones, llegó al paroxismo.
 
          Orgullo de palmero, sí, con este conjunto que nos ha hecho olvidar tanta discoteca loca y tanto ruido insufrible. “Taburiente Folk”, que nos dijo a todos “estaban emocionados y realmente sorprendidos de tal acogida”, ya que aquí, en Tenerife, “se les estaba haciendo difícil la entrada”. “Taburiente Folk”, decíamos, recalcó “que vernos allí era bonito”
 
          Y nosotros, repetimos, inolvidable impacto de dulzura, cadencia y facultades, trilogía que anoche, en nuestro tan céntrico como insuficiente Círculo de Bellas Artes, hizo vibrar de emoción a todos los que, a duras penas, pudimos penetrar en dicho recinto, mientras afuera gritos de ¡¡queremos entrar!! tuvieron que resignarse con apiñamiento en escaleras aledañas.
 
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