El nombre de nuestras calles (42) . Bravo Murillo

 
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en el Diario de Avisos el 16 de abril de 2023).
 
 
EL  NOMBRE  DE  NUESTRAS  CALLES  (42)
 
Avenida Bravo Murillo
 
(Antes calle de la Caleta)
 
 
Desde la plaza de España a la calle José Manuel Guimerá
 
 
Juan Bravo Murillo 
 
Juan Bravo Murillo (Badajoz, 1803- Madrid, 1873). 
 
          A los 12 años recibió una beca para ingresar en el Seminario de Sevilla, estudiando la carrera de Filosofía en la Universidad de dicha ciudad, mientras que la de Derecho la cursaría en la Universidad de Salamanca. En la ciudad hispalense ejercería simultáneamente la abogacía y la cátedra de Filosofía. 
 
          En 1834 fue nombrado Fiscal de la Audiencia de Cáceres y de Oviedo, renunciando dos años más tarde para instalarse en Madrid, donde abriría su bufete de abogado y llegaría a alcanzar gran fama profesional. En esta etapa de su vida también destacó como periodista, fundando varios periódicos de ideología moderada y el Boletín de Jurisprudencia y Legislación.
 
Vida política
 
          En 1836 pasó a formar parte del gabinete del ministro de Gracia y Justicia, Manuel Barrio Ayuso, que había sido su profesor en Salamanca. A partir de este momento sería Diputado del Partido Moderado por Sevilla (1837), por Ávila (1840) y por Badajoz (1843-1858). 
 
          En 1840 se instaló en París, al haber sido desterrado de España durante la regencia del general Espartero, en la minoría de edad de Isabel II. Regresaría en 1844, cuando el general Narváez asumió la Presidencia del Gobierno, siendo nombrado Ministro de Gracia y Justicia (1847), de Comercio, Instrucción y Obras Públicas (1848), de Hacienda (1850), y Presidente del Consejo de Ministros, desde 1851 a 1852.
 
          En estos 10 años logró saldar la deuda pública, restableció relaciones con la Santa Sede, creó las Oposiciones como método objetivo de selección para ingresar en la función pública, y estableció el régimen de Puertos Francos en el Archipiélago Canario (1852), un conjunto de medidas económicas que impulsarían la economía isleña y constituirían un importante incentivo fiscal para el comercio.
 
          Sin embargo, en el plano político adoptó posturas reaccionarias al proponer en 1852 una reforma constitucional de carácter autoritario, que recortaba las libertades y vaciaba de contenido el régimen representativo, por lo que perdería la confianza de la reina Isabel II y dejaría un cúmulo de descontentos que estallaron contra sus sucesores en la Revolución progresista de 1854.
 
          En 1858, al volver al poder los moderados, aceptó la presidencia del Congreso de los Diputados, retirándose de la política con la Revolución de 1868. 
 
          Bravo Murillo sería reconocido como un político honesto e inteligente.
 
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