Aquella guía, búlgara y minifaldera

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 18 de octubre de 1973).
 
 
           El chófer se llamaba Angelito, muy servicial y segurísimo, aunque con la extraordinaria pavimentación y asfaltado de calles, autopistas y carretas grancanarias (¡ni un bache, señores concejales tinerfeños!) conducir se nos antojaba como hobby por aquellas rutas de envidiable limpieza.
 
         Ella, con caminar de “alpispa”, atendía por Maribel, búlgara y minifaldera, cuyo principal orgullo estribaba en que le dijesen si era catalana “porque en sólo cinco meses había aprendido el español en Palma de Mallorca”.
 
          Tras los cristales del autopullman el viajero comprobó la explosión de verdor del norte grancanario, no amazacotado, sí disperso, salpicado por doquier, hasta con cierta simetría y encanto, orlado con aquellos espejitos de las charcas y estanques. A través del micrófono, la voz políglota de la mencionada guía. Oigámosla cuando pasábamos por Santa Brígida:
 
          —A la derecha pueden ustedes ver un árbol llamado drago, único en las Islas Canarias…
 
          El autopullman serpenteaba por sitios tan tortuosos como pintorescos. Y cuando nos aproximábamos a La Atalaya: 
 
          —Aquí, la gente , por tradición, vive en cuevas. No son pobres, al contrario, tienen televisión y hasta lavadoras. Y algunos, coches a la puerta…
 
          Tras aquellas “explicaciones” seguimos admirando los enhiestos surtidores esmeraldas de las palmeras. Visitamos la “Casa-museo de Cho Zacarías” (¡no dejen de visitarlo! Algún día ampliaremos detalles sobre esta estupenda pieza etnológica). Y de nuevo, la voz: 
 
          —La entrada a Cho Zacarías cuesta 10 pesetas; hay vino de dieciséis grados, queso del país y Coca Cola…
 
          Una escapadita a otro museo singular, el de la familia Manrique de Lara, donde se evocan briosos corceles y lacayos entorchados, balcones de leyenda y patios perfumados. Y allí, en Teror, las “explicaciones”:
 
          —Aquí está la famosa Virgen del Pino. Teror es como Lourdes y Fátima. El trono de la Virgen es todo de plata. La media luna que tiene a sus pies, de oro macizo. Su tesoro en joyas, ropajes y donaciones está valorado en cerca de sesenta millones de pesetas
 
          Al siguiente día en un periódico de la isla -esta isla es también un “Continente en miniatura”, nos recalcaba la mencionada guía en aquel flamante vehículo repleto de ingleses, franceses y españoles -leímos un artículo que nos entusiasmó, quizá porque era calco de lo que habíamos meditado en Teror: “He visto a la Virgen -decía entre otras cosas el comentario- sin sus ropajes, sin sus vestidos “cargantes” expuestos para multitudes y turismo. Y, sin aquellas indumentarias, me pareció más cercana, más de carne y hueso. No; la Virgen no debe ser tan bella ni tan ostentosamente atractiva…”
 
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