La batuta, esa varita mágica

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en La Tarde el 13 de septiembre de 1969).
 
 
 
          Tras un programa donde el recordado doctor Marañón nos hablaba de su Toledo, con sus cigarrales, con sus estilizadas figuras del Greco, con sus campos regados con el sudor, vimos recientemente por televisión un espacio que siempre habíamos perseguido.  A los que no podemos presumir de melómanos, la pequeña pantalla nos ofrece grandes conciertos sinfónicos, ciclópeos alardes instrumentales, donde un sinnúmero de sonidos produce ritmo, cadencia, melodía. Para el neófito en la cuestión esto representa como leer El origen de las especies de Darwin, sin antes haber repasado los primeros tomos de la gramática. 
 
          Necesitábamos una “radiografía” de aquellos sones, una especie de prólogo que explicase el nacimiento de aquellas notas musicales. Y eso fue, ni más ni menos, el programa mencionado: un conciso pero enjundioso análisis instrumental, donde, como por encanto, cobraron vida propia una serie de espejeantes y relucientes piezas, auténticas protagonistas de una orquesta sinfónica, que nos fue descubriendo su esqueleto, formado por madera, metal, cuerda y percusión…
 
          La flauta; el flautín; el oboe, pastoril, melancólico, idílico; el clarinete, con sonido de gran calidad, el fagot, voluminoso maderamen, de sonido grave; el violín, la voz más aguda de la familia de la cuerda; la viola, violín con lupa, de cuerdas más fuertes; el violonchelo, de espléndida calidad sonora; el contrabajo, bronco sonido, pesada voz; el arpa, con 47 cuerdas y 7 pedales.
 
          Mundo del metal: las trompas, las más heroicas; las trompetas, las más conocidas; los trombones, los más vibrantes del grupo; las tubas, grandes y poderosas, atracción infantil de los desfiles, halterófilo quien toque sus teclas…
 
          Mundo de la percusión habitado por golpeadores: timbales, de sufridos parches; bombo, que responde a mazazos; platillos, fieles acompañantes; pandereta, rustica, cascabelera, apergaminada; triangulo, suspendido, metálico, herido por otro metal; xilófono, de raíz griega; castañuelas, concavidades con orejas, rémoras del pulgar; gong, batintín chinesco, vocablo que imita su sonido; látigo, azote rítmico…  
 
          Una varita mágica, batuta, delicada y corta, se encarga de hipnotizar a este mundo de madera, metal, cuerda y percusión, produciendo el compás. 
 
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