El nombre de nuestras calles (9). Alicia Navarro
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en el Diario de Avisos el 11 de diciembre de 2022).
EL NOMBRE DE NUESTRAS CALLES (9)
Calle Alicia Navarro
Pequeña calle en el barrio de Ofra.
Alicia Navarro Cambronero (Santa Cruz de Tenerife 1915 – París 1995).
En abril de 1935, con 19 años de edad, sería elegida Miss Santa Cruz, Miss Tenerife y Miss Canarias en distintos certámenes celebrados en el Teatro Guimerá. Al mes siguiente, obtendría el título de Miss España en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
En el mes de julio representaría a España en la elección de Miss Europa, evento celebrado en la Riviera inglesa de Torquay, ante 30.000 personas. Como para la ocasión lucía un vestido de satén blanco con un hombro descubierto, cuando el afamado actor británico Ralph Lynn -presentador del acto- le puso la corona, no se pudo resistir a besar su hombro “desnudo”.
Al día siguiente viajaría de Torquay a Londres -368 km- en un vagón-suite que la compañía ferroviaria inglesa había puesto a su disposición. Al llegar al Buckingham Palace fue recibida por S.M. la Reina Mary y su esposo el Rey Jorge V, con quienes tomó el té de las cinco. Para esta ocasión, Alicia llevaba un hermoso vestido de seda negro, una elaborada mantilla española y la clásica peineta. La joven le regaló a la Reina una preciosa mantelería canaria, bordada por señoritas tinerfeñas.
Como premio, la organización del certamen la invitó a pasar una semana en París en el hotel Meurise, donde conoció al Rey Alfonso XIII, entonces en el exilio.
Su regreso a Tenerife fue apoteósico, pues al llegar al muelle fue recibida por las autoridades y una gran multitud que la aclamaba. Días más tarde sería homenajeada en el Teatro Guimerá.
A los 22 años se casó con el abogado cubano Manuel Felipe Camacho. En La Habana nacerían sus hijos Manuel y Alicia. Al tomar Fidel Castro el poder se marcharía a Miami, donde se divorciaría y tendría que ponerse a trabajar en un comercio.
Al regresar a Europa en 1966 se establecería en Paris, donde para poder subsistir tuvo que vender sus joyas, entre ellas el medallón de oro y esmalte que le había regalado el Cabildo de Tenerife y una colección de sellos que había heredado de su tío; curiosamente, se casaría con el anticuario que le compró los sellos, con quien pasaría varias temporadas en Tenerife, pues nunca se olvidó de la tierra que la vio nacer.
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