Los hermanos Silva, piratas y santos
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Publicado en El Día / La Prensa el 2 de junio de 2018).
Me decía un buen amigo archivero de nuestro Archivo Diocesano en San Cristóbal de La Laguna: “la primera virtud del genealogista historiador o simple curioso del devenir de las familias debe estar centrada ante todo en la humildad.”
Y me contaba la anécdota de un ufano ciudadano lanzado a la búsqueda desenfrenada de los orígenes nobiliarios de su apellido Grimón. No vamos a dar aquí nuestra opinión sobre la nobleza del apellido porque aun andamos con la duda de si era noble o villano dado su feo trabajo de matar o esclavizar guanches por las agrestes peñas del sur de Tenerife. Pero para no salir del inicio del relato solo decir que el buen hombre tras arduos días de idas y venidas al Archivo Diocesano, consultas de rollos sabiamente digitalizados y alguna búsqueda en documentos eclesiásticos originales, acabó dando con sus orígenes en un esclavo y no precisamente muy blanco, comprado en el siglo XVII por esa familia flamenca, Grimón. Y el hombre no supo o no pudo digerir tanta “nobleza” que la había, puesto que el esclavo era un ser humano y cristianizado.
Y así a golpes de humildad vamos a intentar relatar algunos sucesos de nuestra historia que dejan a la luz señoríos y villanías por aquello de “Memento,homo,quia pulvis es, et in pulverem reverteris “
La inigualable profesora, desgraciadamente ya fallecida, Doña Manuela Marrero escribía su artículo “Algunos viajes atlánticos de los vecinos de Tenerife en el primer tercio del siglo XVI”, publicado en el II Coloquio de Historia canario-americano de 1977, dando una más que detallada prueba de los viajes de comercio y abastecimiento que hacían nuestras gentes para sacar los excedente e importar los productos necesarios a la subsistencia de las gentes de la Isla. Con no menos rigor, y en el mismo Coloquio ya señalado, la profesora Enriqueta Vila Vilar nos da una documentada relación sobre “Las Canarias como base de aprovisionamiento de navíos portugueses”.
Y aunque los estudios son profundos y documentadísimos ninguna de ellas, tanto doña Manuela Marrero como la Sra. Enriqueta Vila Vilar, mencionan nada sobre unos personajes de origen portugués, aunque residentes en Tenerife, que son el motivo de nuestro trabajo, que no es más que el dar una añadida visibilidad a lo ya publicado por don Alejandro Cioranescu o el Sr. Leopoldo de La Rosa Olivera y que entendemos un deber de justicia por aquello de que “el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”.
El reparto de tierras y aguas efectuado en alguna zona de la Isla de Tenerife por el primer Adelantado don Alonso Fernández de Lugo tiene a veces aspectos que no deben escapar al comentario. Baste para ello leer “El Repartimiento de Daute (Tenerife) 1498-1529)“ de don Agustín Guimerá Ravina en el III Coloquio de Historia Canario- Americana 1978 . Y con mayor amplitud de referencias documentales estudiar la obra de don Francisco Báez Hernández, doctor y licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna El Repartimiento de la Isla de Tenerife (1493-1569) publicado en 2016 por el Instituto de Estudios Canarios.
Que se dote espléndidamente a los banqueros que le prestaron los dineros para la conquista, los Ponte, o los Viña (Vigna), a don Fernando del Hoyo, que salvó al Rey Católico en Barcelona de la puñalada del catalán Juan de Canyamars (o Cañamares), al conquistador converso, con armas y caballo, Juan Méndez, o al rey de paces don Diego de Adexe y hasta a los grancanarios participes en la conquista de Tenerife podemos entenderlo, pero ¿quién es y qué valor tiene para el Adelantado Don Alonso la figura del portugués Gonzalo Yanes (Gonzalo de Anes o Gonzalianes, que así también se le nombra) al que se data abundantemente tanto a él como a sus hijos, hermanos y sobrinos? Este Gonzalo Yanes (conservando la grafía portuguesa) recibió no menos de 100 fanegas de riego exactamente, 60 más de las que poseía en la zona el propio Adelantado y otras 422 fanegas de secano. Nos aclara esta cuestión el profesor Cioranescu en “La aventura canaria de los hermanos Silva” en el Anuario de Estudios Atlánticos año 1972 - Cabildo de Gran Canaria:
“El hecho es que el Adelantado tenía intereses en común con Gonzalo Yanes. Éste tenía a tributo la hacienda y el ingenio de Daute propiedad del Adelantado”
Y ya sabemos, por cuanto hemos podido estudiar sobre los negocios del primer Adelantado, Don Alonso, que en materia de hacer fortuna propia no era hombre de muchos miramientos y algún beneficio extra le reportaban las cuentas de Gonzalo Yanes cuando él se mostró tan generoso al datarlo y a toda su familia. Muchas ligerezas se permitía este Gonzalo, que llegó a usar su propio idioma natal, el portugués, en alguna data a su favor. Vaya ésta como ejemplo en Las Datas de Tenerife (Libros I a IV de datas originales de don Elías Serra Rafols- Fontes Rerum Canariarum 1978):
“Gonçalo Anes,vezinho desta ilha.en repartiçam e como a vizinho humas terras q.sam da parte Taquo des do barranco q.vem do Palmar abaxo das palmas como diz os almacegoes contra a parte de Teno aonde está ho oucham para la mar q.aveirá 100 f. las quales tas.sam de sequeiro… ,e mando al escripuano q. vo-las asenté en el Registro si dadas nao sam. Feto aos 10-II-1499 años.”
Añadir a la vida y milagros de este portugués que el lugar de almacenamiento de sus cosechas abundantes en granos eran los conocidos Silos de Gonzalo Yanes. Eliminamos su nombre de los almacenes y nos quedamos con el municipio de Los Silos. Pero lo que nos aboca a este trabajo son los más próximos ascendientes y los cercanos y lejanos descendientes de su familia.
Era Gonzalo Yanes (Anes o Gonzalianez) un portugués de padre, madre y lugar de nacimiento, puesto que hay muy buenas razones para verlo nacido en Portugal siendo sus padres un Joao Moreno Da Silva y María Gonzáles. Por mucho que alguna genealogía, hecha por encargo, ubique a su padre en Canarias a lomos de veloz corcel dotado de armas y blasonado escudo, el buen Gonzalo, conocedor de la verdad, jamás presumió de semejante paternidad y se dedicó al trabajo y mejora de sus donados terrenos. Ya había casado en Portugal con Teresa Borges. Algún texto de la época la nombra como Teresa Afonso.
De sus hermanos nos referimos a Leonor Yanes, que trajo a Tenerife el apellido Borges, ya que fue el que usaron sus hijos Juan y Alonso avecindados en Icod. Añadiría a su familia el apellido Évora de su segundo esposo, Juan de Évora, igualmente portugués y vecino de Icod. Una curiosidad de este apellido Borges es que, aun siendo antiguo en Portugal, el Armorial Lusitano obra del Doctor Afonso Eduardo Martins,(Lisboa 1961) lo da como originario de la ciudad francesa de Bourges y en la persona de un noble portugués, Rodrigo Anes, que colaboró con el rey francés Felipe Augusto en la toma de esta ciudad en el condado francés de Berry. Por curiosidades genealógicas, el mismo Armorial Lusitano, el gran compendio de apellidos portugueses, de la mayor solvencia, no da ni una sola pista sobre el origen del apellido Anes o Eanes. Apellido no desconocido en la ciudad portuguesa de Lagos en la cual nació el navegante Gil de Eanes el primero en superar el cabo Bojador en la entonces poco visitada costa africana, por el año 1434. Hemos visto este apellido como el de la madre del portugués don Sebastián Machado, establecido al final de la conquista de Tenerife en Tacoronte. Era ella doña Catalina de Anes (o Annes) que había casado en Guimaraes con Lope Machado.
Llegando a este punto, doy mi humilde opinión. Metidos en el campo genealógico tinerfeño, en los años de la conquista y poblamiento foráneo posterior, mejor abandonar la senda de Viana o Núñez de la Peña por solo hablar de las antiguas, que las modernas, algunas académicas, aún son mas fantásticas y lo más sensato estudiar y releer documentos notariales del momento, como lo han hecho el Sr. Cebrián Latasa, en su Diccionario de Conquistadores de Canarias, y los Sres. José Antonio González Marrero y Sergio Oliva López en Documentos para la Historia de Icod de Los Vinos 1589-1866 o Documentos para la Historia de Arico: la población entre 1640 -1900. Estos dos últimos publicados por ediciones Le Canarien en 2018.
Hay más que dudas sobre si fue hermano o cuñado de Gonzalo Yanes, Pedro Yanes, marido de María Borges, hermana de su esposa Teresa. Fue este Pedro generosamente datado por la amistad entre su pariente Gonzalo y el Adelantado Alonso. Fuera hermano o cuñado, lo que si sabemos es que por el matrimonio de sus hijos llegaremos a la génesis de los Acebedo. El marido de su hija Inés fue Gómes de Acebedo, natural de Lisboa. Igualmente casarán con los Méndez, conversos extremeños, por el matrimonio de la hija de Inés y Gómes Acebedo, Margarita, con Pedro, hijo del conquistador Juán Méndez. Este fue nuestro primer caso de violencia de género en Tenerife, ya que Pedro acabó matando a Margarita por adulterio. Ya habíamos tenido otro caso en Gran Canaria, pero no es la hora de hablar del origen del elegíaco canto de nuestro médico y poeta Antonio de Viana. Más adelante, uno de los hijos de Inés y Acebedo, Francisco de Acebedo, casará con la familia Roxas. En llegando a tanto hilo genealógico viene al punto hacer un respiro porque, sin que nos demos cuenta inicialmente, acaban apareciendo los papeles de la Santa Inquisición, que desvelan secretos que sacan, para algunos rancios abolengos, colores a la cara.
Tuvo Gonzalo de su matrimonio con Teresa Borges nada menos que ocho hijos que presentaremos de forma breve, porque su vidas dan para una tesis sobre cómo se han creado las fortunas en nuestras familias canarias. No siempre fortunas dinerarias, a veces también culturales y eclesiásticas, aunque en esto, parodiando a nuestros Reyes Católicos, debiéramos decir aquello de tanto monta, monta tanto, terrateniente como arcediano.
Su hija Inés casó con Gaspar Jorva, catalán de padre y madre nacidos en Barcelona. Veremos como este enlace acaba en marquesado pasados los años y en la mismísima Buenavista, con el añadido apellido Calderón a la familia. El título de Marqués de la Fuente de Las Palmas fue concedido a don Diego Sotelo Jorva Calderón y Franiel en 16 de octubre de 1679. En la actualidad, este título nobiliario existe entre nosotros vinculado a los herederos de aquel gran enamorado de nuestra ciudad que fue nuestro alcalde (1955-1958) don Heliodoro Rodríguez González.
Otro hijo de Gonzalo Yanes, llamado Bento Gonzales, fue pródigo en hijos naturales y legítimos. Algo tenían en común con la región catalana, ya que cuando Bento casó legalmente lo hizo con la viuda del catalán Juan Miguel Mas, del que ya había tenido un hijo, Gabriel Mas. Y tuvo éste una hija, Luisa Mas, cuya hija Jerónima casó con Juan del Hoyo Solórzano. Camino que recorrió parte de la herencia de Gonzalo Yanes hasta llegar al patrimonio de una de nuestras grandes familias, la de don Alonso del Hoyo Solórzano en el año 1724. Una de sus hijas naturales, Teresa Borges, casó con un mallorquín de apellido Saforteza que ya vivía en Garachico. Por último señalar que a la saga catalano-levantina de sus hijos se añadió Melchor González, que casó en Valencia.
Ya hemos hecho una sucinta presentación de los hijos que podremos llamar buena gente. Ahora vamos a dar paso a las tres ovejas negras de la familia. Y aquí es cuando aparece el apellido Silva que ya vimos en el padre de Gonzalo, pero que solo usó realmente el hijo conocido como Gaspar de Silva. Los otros dos del mismo deshonesto talante se llamaron Juan González y Bartolomé González.
Con el patrimonio heredado de su padre, y lo que aumentarían al fallecimiento de parientes directos o indirectos, estos hermanos que llamaremos Silva para no separar sus vidas, hubieran tenido un más que abundante buen pasar en tierras, casas, aguas y todo lo que la tierra de Tenerife les prometía como fruto de la dedicación que tantas familias, portuguesas como la suya, iban acumulando. Decir en alabanza a este colectivo que era de una ingente laboriosidad y cuyo número solo en la comarca de Daute alcanzaba la cifra de no menos de 22 familias en un total de 104. ("Repartimiento de Daute 1498-1529" de Agustín Guimerá Ravina-III Coloquio de Historia Canario-Americana 1978)
Gaspar Silva, al que llamaremos el mayor, aunque tenemos dudas sobre su progenitura, poseía entre otros bienes tierras en El Palmar. Por sus noticias debió de ser próximo a los asuntos de la mar, porque se le menciona en alguna expedición a la costa de Berberia. Casó con una dama natural de Sevilla de apellido Setien Saucedo, de cuyo matrimonio solo se conoce una hija, Francisca, que llevó el apellido Saucedo de su madre.
Otro de los hermanos, Bartolomé, no aparece muy documentado, aunque no hay duda de que es el que figura en un protocolo del escribano Hernán Guerra con fecha 15 de julio de 1508.Y no es baladí el detalle de que usa en esta sola ocasión el apellido de su abuelo, Silva, aunque la historia lo presente siempre con el apellido González. Se lee en el mencionado protocolo:
“Inés Martin vende a Martin de Montoya una esclava negra de 10 u 11 años de edad por 10.000 mrs. de la mon. de Canaria, los cuales declara haber recibido.- ts.Bartolomé de Silva y Francisco Guerra, pajes del Sr. Adelantado.- Otorgada en casa del Sr. Adelantado. -Bartolomé de Silva”
El hermano que aparece más profusamente documentado es Juan González, y adjudicarle el papel de haber sido el hermano mayor puede deducirse de que se le reconoce como natural sucesor de su padre Gonzalo Yanes en las propiedades de Daute y patronatos eclesiásticos como la ermita de La Concepción. No era pobre su hacienda, puesto que ya Don Alonso, al igual que a otros hijos y parientes de su padre, había sido generosamente datado con no menos de 50 fanegas en el año de 1505. De su vida familiar sabemos que casó con una doncella, supuestamente del servicio de Don Pedro Fernández de Lugo, a la que se llama Isabel de Herrera sin que podamos hallar sucesión de este matrimonio. Debió ser hombre de no muchos escrúpulos en el mundo de los negocios marítimos, porque aparece tanto en compra venta de esclavos como en más que extraños asuntos en su expedición a las islas de Cabo Verde, por lo cual acabó demandado judicialmente por un banquero genovés de apellido Espíndola tras haberle despojado sin licencia ni contrato alguno de corambre o cueros de animales que se usaban para fabricar recipientes para guardar líquidos, desde el vino a los aceites. Fue este Juan González el indubitado usuario de al menos dos barcos, uno que lo era de su padre y un segundo, el Santa María de La Luz, de su propiedad total y que fue usado en sus viajes a las islas portuguesas de Cabo Verde.
Pero no parecía la tierra, la labranza ni el diario esfuerzo la misión terrenal de los Silva. Pudieron igualmente haberse dedicado, como tantos otros canarios, al comercio legal con productos de exportación o a la aventura americana dentro de las normas de la época. Ellos quisieron dar el gran salto al poder, a la riqueza y sabe Dios si hasta a la nobleza titulada.
Había pactado con la Corona de España la expedición y conquista de la zona conocida como río Marañón, en el entonces mítico Amazonas, don Diego de Ordaz allá por el año 1530. Como a todo conquistador de la época y con una probada experiencia en la conquista de México, donde ya había sido compañero de Hernán Cortés, sobraban el valor y el deseo de grandes hazañas, evangelizaciones y, a la par, riqueza. Pero casi siempre asomaba sobre el proyecto la sombra de la falta de recursos para gestionar la empresa. Ya había pasado por el mismo trance don Alonso Fernández de Lugo, que vendió cuanto tenía y se endeudó fuertemente para obtener los medios que le permitieron la conquista de Tenerife y La Palma. Y todo lo que a la América hispana iba o venía, rara vez se podía hacer sin visitar los puertos de Canarias, sobre todos el de Tenerife por su riqueza y población superior a todas las demás islas.
En el mes de mayo de 1530 recibe el gobernador de Canarias, que lo era en el momento don Pedro Fernández de Lugo, segundo Adelantado de Tenerife y La Palma, una carta con el siguiente texto de petición de auxilio:
“al capitán Diego de Ordás a quien avemos encomendado la gobernación, descubrimiento e población de la provincia del Río Marañón”
La nota pretendía que se facilitaran a Don Diego de Ordaz cien hombres y caballos. Mal momento para una petición de auxilio en cuanto pasaba grandes apuros el propio Gobernador. Y una nueva carta o cedula en el mes de julio del mismo año 1530, añadía:
“nuestro gobernador e otras Justiçias de las Yslas de Canaria para que se les permita sacar mantenimientos de las islas… para que pueda sacar harina y mantenimientos”
La llegada de Ordaz a Tenerife no se efectuó hasta el mes de octubre del año 1530, y ya en esta fecha la economía del futuro conquistador del río Marañón era más que precaria. Y es cuando aparecen en escena los hermanos Silva, hijos de nuestro Gonzalo Yanes, ofreciendo navíos, mantenimientos y gentes para llevar en la expedición. A don Diego de Ordaz le pareció buena la idea, aun teniendo el inconveniente de que la partida de los Silva no sería inmediata ya que la preparación del ofrecimiento era para ser cumplida en algún tiempo y no precisamente corto. Así quedaron de encontrase en el mismo río Marañón, dando don Diego todas las claves de sus derrotas y puntos de encuentro. Partió pues don Diego de Ordaz, con los pocos recursos que pudo obtener en Tenerife, el 13 de diciembre del año 1530 a la espera de recibir el apoyo ofrecido por los hermanos Silva. Se lee en Oro y Hambre en Guayana siglo XVI obra de Miguel Angel Perera.-Universidad Central de Venezuela Caracas año 2000 :
“Sin el aporte a venir de los Silva logró aumentar su flota en una carabela y 100 hombres”
Aquí ya necesitaremos conocer la obra de Fray Pedro de Aguado Historia de Venezuela, escrita y documentada en el año de 1581 y publicada en la propia Venezuela en 1913 por la Academia Nacional de la Historia-Caracas. En ella se hace la salvedad de que el texto es copia del original que existe en la Real Academia de la Historia de Madrid. Porque son sus manifestaciones las que nos darán la clave de la posterior conducta de los hermanos Silva. Transcribo todo el texto por su interés y por el hecho de ser el mismo que aparece y transcribe igualmente el profesor Alejandro Cioranescu en su ya mencionada obra La aventura de los Silva contenida en Anuario de Estudios Atlánticos año 1972.
“Estos Silva, jente de mediana hacienda y linaje y juveniles en la edad y aun en el juicio, a los cuales fácilmente ataxo a si Alonso de Herrera para que, deshaciéndose del patrimonio y bienes que allí tenían, los gastasen en armar un nabio o los que pudiesen y con ellos metiesen soldados y jente que hallasen para yr con el Comendador Hordás en demanda de aquella rrica por fama e yncierta noticia de Marañón y con esto no solo adquirirían títulos de capitanes y personas principales y preheminentes, mas ternían tanta mano en el negocio del gobierno de la gente y tierra que se descubriese y poblase como el propio gobernador”
Y una vez ubicados los personajes, hagamos un breve resumen de su vergonzosa “conquista” y participación en la expedición de don Diego de Ordaz.
Con toda probabilidad no salieron de Tenerife los Silva hasta el mes de enero o febrero del año 1531, apenas dos meses tras la partida de Ordaz. Pero no salieron de una manera que era la común a cuantos emprendieron una acción conquistadora en tierras americanas. No se partía a una expedición de descubrimiento o evangelización robando un barco portugués que llegaba a Tenerife para descargar bienes para ser vendidos en la isla. No contento con esta acción de auténtico pirata, Gaspar de Silva tomó como de su propiedad a la sobrina del capitán del barco robado y acompañado por sus otros dos hermanos en el viejo barco que ya poseía, seguramente el Virgen de La Luz y el barco robado, embarcó en ellos a no menos de 200 personas y partió hacia el encuentro de Don Diego de Ordaz arrasando en su viaje cuanto pudo en ganados víveres y dineros en las Islas de Cabo Verde. Desde allí prosiguieron su viaje hasta el punto de encuentro que, aunque no fue el convenido, sí que fue el lugar en que los recibió Don Diego de Ordaz.
La justicia divina o terrena encuentra siempre modos de enmendar los errores o los horrores de esta humanidad y lo hizo en las personas de algunos soldados de los que habían acompañado a los Silva desde Tenerife que, tan pronto llegaron al lugar del recibimiento, relataron a Don Diego las proezas, robos, estupros y acciones diabólicas de los “conquistadores”. No hubo necesidad de esperar a un regreso para ponerlos en mano de la justicia en la patria de origen. Eran tiempos de resolver sobre el terreno y dar cumplida resolución a los crímenes cometidos para que no sirvieran de ejemplo o tentación a otros en futuras misiones descubridoras. Allí mismo fueron ejecutados Juan González y su hermano Bartolomé, cuyas cabezas rodaron por la tierra que tan alevosamente ansiaron poseer. Su hermano Gaspar, algo retrasado en el viaje, llegó en algunas fechas posteriores ante la presencia de Ordaz que, ya conociendo las acciones relatadas por los propios marineros, dio el mismo fin cruento a este avispado aventurero. Dice Fray Pedro Simón en Noticias historiales de Venezuela, en obra que escribió este fraile en torno al año 1610/12 y publicada en Cuenca, España en 1627, cuando habla de la muerte de Gaspar:
“Y así luego lo degollaron en la nave por estar sustanciada su causa, y lo llevaron a enterrar a una isleta que cerca de allí hacia el río, llamada en lengua de indios Perataure, después de los españoles, isla de Gaspar de Silva.”
Acabó así la aventura de unos hermanos a los que la codicia apartó del buen hacer que con todos los errores humanos habían hecho sus padres y el resto de su familia. Su triste aventura aportó a las maravillosas tierras de la América hispana naciente los primeros emigrantes canarios, aunque forzados finalmente. Triste sería este fin sin la caridad y comprensión que debe acompañar a todo el devenir humano. Porque donde reina el mal también pueden actuar otros más sanos poderes.
Y por ello damos un respiro al apellido Silva en nuestras islas en solo dos personajes que siendo hermanos siguieron caminos bien diversos, pero aunados en Canarias.
Don Diego de Silva y Meneses, esposo de Doña María de Ayala, hija de Diego García de Herrera y de Inés Peraza. Fueron sus padres don Rui Gomes da Silva y doña Isabel de Meneses. De aquellos tiempos en que aún las islas estaban por adjudicar definitivamente, no era lógico que nos visitaran y mucho menos se asentaran entre nosotros linajes con siglos de prosapia, asientos a la vera de los reyes y mantel siempre bien servido. Fue una de las raras excepciones don Diego de Silva y Meneses, I Conde de Portalegre, Mayordomo Mayor de la Casa del Rey Don Manuel de Portugal. Creo que todos en Gran Canaria saben, cuando viajan al norte de la isla, el porqué hay un lugar llamado La Cuesta de Silva. No le fue muy bien allí al aguerrido caballero en una de sus muchas acciones bélicas y solo la caballerosidad de los aborígenes grancanarios salvó su vida. Dicen las crónicas que bajó la cuesta bien sujeto por el noble brazo del guanarteme de Gáldar ¿Egonaiga? (Instituciones políticas indígenas de Gran Canaria- Anuario Estudios Atlánticos -Juan Alvarez Delgado 1981).
Y en ese lugar de recogimiento para deleite de los sentidos mas religiosos, de antiguas reminiscencias conventuales y silencios que es el lugar de Garachico, nuestro pueblo volcánico y marinero, hay un convento que, reconstruido desde sus ruinas allá por el siglo XVIII, está habitado por las monjas de una antigua orden, favorecida y más que auspiciada por la reina Isabel I de Castilla, esposa del rey Fernando de Aragón. Y fue de esa orden, la de Inmaculada Concepción, fundadora Beatriz de Silva y Meneses. Qué curioso destino, aquel aguerrido caballero portugués que fue salvado por los grancanarios de una segura muerte, va a dar a la Iglesia una hermana. Era la Santa, Beatriz de Silva y Meneses, su hermana entera, pues eran sus padres los mismos para ambos. ¿Quiso Dios que las ruindades de los hermanos Silva, nuestros piratas, pudieran ser atenuadas desde su altar por una santa, portuguesa como ellos mismos, que llevó su mismo apellido en las tierras que eran de sus padres, en la comarca de Daute?
Hemos intentado y seguiremos en el empeño de dar a nuestros trabajos solo las necesarias pinceladas para despertar el interés por nuestra verdadera y documentada historia canaria, sin entrar por ello en brumosos episodios de difícil demostración que alientan no pocas leyendas, que poco sirven para aclarar nuestra preciosa realidad histórica en todos los tiempos o, lo que es aún más triste, alimentan situaciones cainitas de buenos y malos que para nada ayudan a nuestra humana convivencia.
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