El Puerto de Tenerife, notable documental de los hermanos Ríos.

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en Jornada Deportiva el 26 de diciembre de 1986).
 
 
          A los hermanos Ríos no se les quedó nada en el tintero. Es más, nos descubrieron que nuestras riberas capitalinas, nuestro puerto tinerfeño, es algo más que bullicio comercial, cuadernas más o menos veteranas o ruidos estridentes. A medida que avanzaba su película-reportaje o su documental denominado precisamente El puerto de Tenerife recordamos aquellas palabras de Francisco Aguilar y paz: “Canarias está bañada por una luz fuerte y cruel; una luz sin sombras disimuladoras, que descubre toda clase de defectos y vicios…”. El defecto de nuestro puerto, tras la visión de la citada cinta, está precisamente en que no le hemos sabido aprovechar en su justa medida. Y es una lástima porque el reportaje de los hermanos Ríos nos ha demostrado la atinada portada que hace unos años inventó El Día con aquello de “El puerto es lo primero”
 
          Por tierra, por mar y por aire, adelantándose a esa estupenda y relajante serie televisiva A vista de pájaro, el testimonio de los hermanos Ríos nos muestra desde una subasta de pescado hasta la limpieza submarina de cascos, pasando por la diversión de un Carnaval y la seguridad de una vigilancia nocturna, todo ello como sincopadas muestras contenidas en una increíble multitud de planos cortos, de sorprendente variedad y selección, sustentados por un extraordinario montaje cinematográfico donde el notable texto queda apagado por la grandiosidad de la imagen, que “se come” todo intento literario y narrativo.
 
          Cuando la cámara vuela, El puerto de Tenerife se nos antoja cautivador, sugerente, con una capital de trazo modélico donde nuestros muelles remansan ese mar bravío que en las dársenas convierten sus espumas en espejos de un cromatismo indescriptible. 
 
          Si el documental se realizó con vistas de “vender nuestro puerto” cara al extranjero, con fines propagandísticos, se ha laborado no solo este objetivo sino que se ha creado, incluso, un vínculo turístico, porque el puerto no se acaba con la parada sino con la fonda. El film de los hermanos Ríos nos ha venido a recordar que nuestro puerto puede, como otros, llenarse de importantísimos buques; que está preparado para toda clase de pruebas, por muy difíciles y comprometidas que resulten y que fue, es y será un litoral lleno de historia, actividad, ajetreo y trabajo. Un puerto que todos soñamos sin conflictos ni huelgas. Nadie como el inseparable tándem Ríos para dejar constancia de lo nuestro, de lo que nos enorgullece y de lo que hay que mostrar. Son como esas abejas que van recogiendo todo lo bueno que tienen las flores olvidándose y dándole un diplomático quiebro a sus espinas; y que para adornar su labor nos ofrecen insólitos atardeceres, como cuadros impresionistas, y tratados con gran sensibilidad artística, donde se contrasta el romántico velamen con la ciclópea hélice.
 
          En la sala de proyecciones del Colegio de Arquitectos tinerfeño, con una pantalla provisional, que restó luz, El puerto de Tenerife constituyó un orgullo y una gran satisfacción para los que asistimos a la sesión. Orgullo al poder comprobar, una vez más, que aquí, en la isla, tenemos profesionales de la imagen que pueden reflejar, como nadie, nuestros encantos y nuestros defectos sin necesidad de importar improvisaciones. Y una gran satisfacción al descubrírseles a los encorsetados en ideas fijas que nuestro puerto es algo más o menos comercial, cascos más o menos veteranos o simple ruido de estridentes y pesadas cadenas.
 
          Quedó atrás el nostálgico y embrionario Super 8, donde los Ríos nacieran para el cine en los albores de la década de los 70 con Talpa. ¿Quién puede olvidar aquellas multitudinarias sesiones en el Circulo de Bellas Artes santacrucero y en la Casa de Colón grancanaria, con la saga de los Roberto Rodríguez, Ormazabal, etc.? Cuando irrumpieron fueron censurados por esos inevitables “revientaglorias” que luego enmudecieron cuando quisieron llevar a la práctica sus opacos ideales.
 
          Los hermanos Ríos, que realmente no es un dúo sino un trío, siguieron en la brecha. Y tras un periodo de publicidad, spots televisivos y documentales turísticos con lógicas frases de amabilidad, siguen soñando con su “largo profesional” que se llamará Guarapo y que, de momento, tiene un presupuesto de noventa millones de pesetas. Adelante.                                
 
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