De la sal y el salario

 
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Comunicación en Radio Muelle, marzo de 2022)
 
 
          Desde la mas remota antigüedad hemos estado poniendo precio a cuanto humanizamos sea alimento, vivienda, fiestas o hasta el amor al prójimo. Tremenda reflexión cuando oyes decir “no vale nada, pero cuesta mucho”. Y en eso estábamos cuando nos encontramos en algún texto antiguo que ya se daba  valor al trabajo,  no como cuestión moral sino como pago al esfuerzo realizado. Para muestra los escribanos de Tenerife y los Acuerdos del Cabildo en el siglo XVI.  
 
          La antigüedad, de la que tanto debiéramos de aprender, encontró en la vieja Europa, tanto griega como romana por no expandir más el entorno geográfico, que algo había que dar a cambio de las actividades de los ciudadanos del país. Ciudadanos que podían ser civiles o parte de los ejércitos siempre en marcha.
 
          Y para no pagar de forma reiterada con monedas  acuñadas con bellas efigies de los gobernantes y dioses varios, que al fin al cabo había que usar nuevamente para pagar otros bienes, los romanos, inventores de casi todo en los siglos pasados, resolvieron el asunto entregando a cambio de los esfuerzos medidas de sal marina, o sacadas de la entraña de la tierra, que era un bien muy preciado, no solo por su escasa presencia sino porque  tenia propiedades para casi todo Desde conservador de alimentos, hasta curar heridas cutáneas. Y puesto que era sal lo que se daba para no dar mas vueltas decidieron que tal acción de dar sal se convirtiera en salario. Y, cambiando el objeto de sal a papel moneda o apunte bancario, en ello estamos.
 
          Y en materia de salario hubo que legislar en cuanto el pago dejó de ser un mero intercambio de bienes: “tu me cavas las papas y yo te pago una oveja”. Esto alguna vez se “mejoró” y llegué a oír a un serio agricultor al ser preguntado sobre el pago a sus trabajadores en el campo “les pago el Sello (esa era la cuota social) y les doy al final de cosecha un saco de papas” ... increíble pero cierto. La legislación laboral, por así llamarla, estaba en manos de los gremios en época de Alfonso X el Sabio, pero el trabajador de la época se cansó de los abusos y hubo que crear una auténtica legislación de trabajo libre. La cosa laboral era así hasta que los Reyes Isabel y Fernando empezaron a crear sueldos y profesiones.  
 
          Y como Castilla crecía, se descubría América y Canarias estaba integrada en la Corona en la que todos eran igualmente súbditos de ella, hubo que dar serias instrucciones: “se ordena el respeto a los naturales”. Y esa orden daba lo mismo si se aplicaba en Canarias ,América o Berbería. 
 
          Trabajo doy, pensó el Adelantado ¿pero quién lo hace si no hay artesanos, agricultores ni obreros de la construcción?  Y abrió la puerta a quien quisiera establecerse en la isla. Y para ello se sirvió de Andalucía, Extremadura, Gran Canaria o Portugal, que ya nos llevaba algunos años de ventaja en cuanto a desarrollo agrícola con el mundo del azúcar por bandera.
 
          Ya vimos en otra ocasión que los vagabundos no eran gente bien mirada:
 
                    “que qualquiera onbre que no tenga hazienda en que bevir y entender que trabaje o se ponga a soldada, en manera que non hande fecho vagamundo, y si se thomare holgando syn estar a soldada o syn justo ynpedimento, le den cientazotes”. Tres de febrero de 1498. (Acuerdos Cabildo de Tenerife). 
 
          La falta de moneda corriente, o la necesidad de que no pudiera salir de la isla, se convirtió en el pago en especies, y hasta esa fue la forma de pagar al médico, un tal maestre Francisco que cobraba 50 fanegas de trigo. Y estábamos en 1 de abril de 1504. 
 
          La agricultura como siempre era la oveja negra del trabajo .Veamos lo que cobraba un peón segador de trigo o cebada: 
 
                    “que todos los que oviesen de segar sus panes Ajornaladamente que non diesen a cada peón más de real y medio y de comer y que no le diesen vino; e que fueren obligados de trabajar todo el día de sol a sol; y que si osaren reclamar más incurriesen en pena de cientaçotes y seycientos marevedíes.”  Y ya estábamos en 1504. 
 
          Juan Delgado, natural de Fuerteventura, aunque no llegó a la conquista, tenía un gran conocimiento del ganado menor y por eso el cabildo dicta este  pago en 13 de enero de 1.500:
 
                   “Salario de ver el ganado sarnoso. Primeramente ordenaron y mandaron que Juan Delgado que es diputado para ver las cabras que tienen sarna que se le dé de salario L marevedíes cada día.” (habrá que considerar que esa L es el numero romano 50 mrs.).
 
           No era este Juan cualquier persona puesto que figura entre los fundadores de Taganana
 
           Algún listo ya quería cobrar por adelantado. 25 de noviembre de 1502:
 
                  “E luego el dicho Oerónimo de Valdés dixo que non quería servyr sy no se lo pagan; y que pagándole su trabajo que está presto de lo hazer.”
 
          Y no eran palabras vanas, pues el tal Jerónimo era sobrino de Don Alonso Fernández de Lugo. Por cierto, este Jerónimo fue uno de los fundadores y primeros miembros del Cabildo de Tenerife. Su nombre, como casi todo ignorado, figura en la placa que en su día  se colocó en la Ermita de San Miguel en la actual Plaza del Adelantado lagunera.
 
          Otras maneras de pagar el salario pero mas dulce, y hablamos del 8 de enero de 1507:
 
                “Quel a~úcar valga por moneda amonedada. Los dichos señores del Cabildo mandaron e fizieron ley en que se contiene e dize asy: Otrosy quel a<;úcar que pase en esta ysla por moneda amonedada, a trezientos mrs. el arrova, seyendo bueno lealdado, en pago de qualquier cosa que sea, asy a los vezinos como a los mercaderes e forasteros, so pena de seyscientos mrs. a quien no lo quisiere e que le apremien que no reciba otra paga salvo el dicho a<;úcar.”
 
          Claro que ser maestro en el mundo del azúcar era tanto como ser ingeniero con tres master, de verdad no de paquete  sorpresa, y cobraba un buen salario como hizo Alonso Luis, portugués como un fado, en 22 de abril de 1506. 
 
                    “1506, abril 22 Leg. 177, fol. 143 vto. Diego Sardina, vecino, contrata a Alonso Luís, portugués estante en la isla, maestro de hacer azúcar, para que trabaje durante dos zafras en el ingenio que construye en Taganana, para que tiemple el azúcar de una cocha, refine las mieles, refine las espumas de calderas y todas las rapaduras. Recibirá de salario 5 ducados de oro por cada mes, dándole además comida y bebida, y dos mozos para tacheros y uno para banquero. También, por todas las mieles que refine llevará una arroba de azúcar de cada once, mientras que de las espumas de tachas y calderas le corresponderán de cada cinco arrobas una.”
 
          Este Diego Sardina que casi pasa de refilón en Tenerife daría mas de un topónimo en Gran Canaria. Hablaremos de él antes de agotar este pequeño trabajo. 
 
          Y para no aburrir al personal solo mencionar otro pago, y para no variar con la presencia de portugueses.
 
                     “1506, julio 9 Leg. 1, fol. 194 vto. Luis Yanes, portugués estante en la isla de Tenerife, entra a soldada con Francisco Bernal y con Gonzalianes, vecinos de la isla, para servirles en su oficio de herrero por un tiempo de ocho meses, hasta primeros de agosto del año siguiente y por un salario mensual de 900 maravedís de la moneda de Canarias, pagados al finalizar cada mes” 
 
          Un poquito de historia de este Diego Sardina...Sardinha en portugués: 
 
          Este personaje estuvo establecido en Gran Canaria donde aun se conservan lugares con su apellido en Galdar, Santa Lucia de Tirajana o Valsequillo. Diego se estableció igualmente en Tenerife sobre el año 1507. Aquí tuvo tierras y hasta un ingenio azucarero en Taganana. Del origen de este apellido se encontrarán, según gustos e intenciones, algunas variantes, pero la única demostrable es sin lugar a dudas la que nos da el Armorial Lusitano publicado en 1961.  En 1209 vivía Pedro Sardinha, padre de Pedro Pires Sardinha, prior del Monasterio  de San Vicente en Lisboa. Familia que vivió en Neiva y Riba Fría. Fue en el Alentejo donde la familia tuvo mayor difusión. (Página 494 del mencionado Armorial). 
 
          Su presencia como testigo en el testamento de Anton Azate, guanche, en abril de 1506, escriturado ante Sebastián de Páez (Testamentos de guanches 1505-1515, de Tabares de Nava y Santana Rodríguez)  ha dado algún argumento para su identificación como  descendiente de naturales de las islas. En el mismo testamento figuran Alonso Luis, portugués, y Juan Marquez, de origen de Angra do Heroismo, en Azores, como vecinos. El testador figura como guanche. Un Luis Sardina figura como testigo en un codicilo posterior (2 de julio de 1514)  ante el escribano Anton Vallejo, citado como vecino y estante en la isla: ¿Este Luis era hermano o hijo de Diego?
 
           El Diego Sardina, le llamaremos el mayor, figura en no menos de 11 acuerdos ante el escribano Sebastian Páez  en un solo año (1505-1506), lo que da idea de su importancia. Siempre se le cita como vecino y estante. En cuanto al citado Juan Marquez siempre será dudoso saber de quien se trata sin leer atentamente el documento, pues lo mismo es un estante que el escribano Juan Marquez. 
 
          Esta permanente duda de quién es quién y de donde vino hace mas interesante el tema de LA CANARIEDAD que tanto nos anima a estudiar nuestra verdadera historia.
 
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