La defensa de Canarias. Hombres para la gloria.

 
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Transcripción de una conferencia pronunciada en Radio Muelle en abril de 2021).  
           
 
 
 
LA DEFENSA DE CANARIAS.  HOMBRES PARA LA GLORIA
 
 
          No he tenido jamás la fortuna, ni creo que nadie la tenga, de encontrar a través de la historia una sola región geográfica, nación o pueblo en estado tribal que no tenga en su genética la vivencia  de una máxima exigida para su existencia, invadir, colonizar o ser invadido o colonizado. Una máxima que para el ser animal se expresa con más rotundidad “comer o ser comido”. Todos los demás avatares de la historia darán para héroes y villanos, pero la base de su existencias en las crónicas no tiene otro resultado.
 
          Y como no puede ser caso especial alguno, hemos gozado padecido y creado nuestra historia canaria con los mismo parámetros que cualquier otro pueblo de la tierra. Se mezclarán bellas leyendas, descendencias y procederes legendarios,  heroicas acciones, o  desarrollo de culturas con sincretismos que ocultan las otras. Nos escudaremos en agresiones y humillaciones pasadas para regenerar actuales desarrollos de cambios en la historia y acomodarlas a nuestras nuevos deseos… pero siempre estará sobre todo aquello, como  motivo único de la historia, la biológica máxima “comer o ser comido”.
 
          De ello que no haya pueblo sobre la tierra que no sea el producto de haber eliminado, colonizado y, hasta en algunos casos, comido a otro. Que lo pregunten a la historia deL Caribe precolombino o a Díaz de Solís, comido por los nativos en su viaje a los mares argentinos.
 
          Y de eso ya conocía muy bien toda la historia canaria en cuanto emprendió un camino, y hablamos del siglo XIV, en que en las  aguas de las islas ,  navegaban barcos sin que se definieran concretamente si sus razones eran como evangelizadores, comerciantes, esclavistas o capitanes enviados con más seriedad a conseguir la total pertenencia de estas islas a una corona .Y tanto intentó Portugal como consiguió Castilla.
 
          Y dado que la historia decantó a Castilla como dueña de estas tierras, y en ellas puso su cultura y sus gentes con el concurso no siempre pacifico de sus primeros y antiguos  habitantes, y la historia real bien supo diferenciar bandos de paces y bandos y bandos de guerra,  era el momento de dotarlas de defensas porque la apetencia de otras naciones como Portugal, Francia, Inglaterra y algunos piratas dedicados al puro comercio, no dejaban de poner sus zarpas sobre ellas.
 
          Y como ya de piratas hemos hablado en  más de una ocasión, hablemos de los que de ellos nos defendieron. Incluyendo en la categoría de piratas a cuantos con lustrosos cargos y apellidos no dejaron de serlo desde Pedro Le Clerc, Ali Arraez, Hawkins, Blake o Nelson.
 
          Colaborando desde nuestro humilde conocimiento con nuestros historiadores, cuando lo son, que estudian la verdadera y demostrable historia de Canarias y en apoyo de sus investigaciones,  bueno será relatar aunque de manera no extensa la obra de algunos  de los más relevantes, aunque en varias sesiones, de nuestros  defensores, cada uno a su manera, de nuestra vida o nuestra cultura.
 
          Hablemos pues de Don Rodrigo Manrique de Acuña, gobernador y juez de residencia, posteriormente a su primera misión, con establecimiento en la hermana isla de Gran Canaria desde 1549. Nada juzgo por ser cosa de Dios que su nacimiento no era con los pensamientos de hoy un caso ejemplar, puesto que era hijo del Cardenal Rodrigo Manrique y Castañeda . Hay que perdonar siempre los ardores de la juventud, puesto que a la fecha del nacimiento de su hijo era solo un joven canónigo enamorado de Doña Leonor de Acuña, hija Don Rodrigo de Avellaneda y de Doña María Hurtado de Mendoza. Pero a nuestra historia le ocupan sus hechos no sus discutibles genealogías.
 
          No era frecuente en estos años que las islas Canarias fueran un remanso de paz, puesto que una vez colocadas en el mapa de las navegaciones atlánticas eran ya un botín preciado para cuantos navegaban en sus aguas. Una vez puestas en el mapa de la civilización europea o africana, no serían jamás un remanso de paz con bellos epítetos como Afortunadas o tierra de Bienaventurados. Demasiado apetecibles, si no por sus riquezas si por su estratégica posición. Así fue y asi será a lo largos de los siglos pasados y venideros .Y en una de esas pocas fechas de relativa paz llegó nuestro Rodrigo Manrique a Gran Canaria, en medio de uno de esos descansos guerreros que acabaron apenas dos años después.
 
          El rey de Francia, uno de tantos reyes europeos que se llenaban la boca de cristianismo pero pactaban con turcos y argelinos musulmanes con tal de herir al reino de España, mandaba sus barcos a atacar Lanzarote en 1551. Pero la paciencia se acaba y la saña del atacante despierta las conciencias, y eso hizo Don Rodrigo Manrique. Si tanto gustaba al pirata de turno saborear sus victorias en la mar, devolverle el ataque en sus mismas aguas fue la gran idea de nuestro defensor .Con pocos recursos y mucho valor organizar una armada de apenas cuatro barcos y la buena voluntad de cuantos gran canarios vieron en ello una solución. El pago a los prestadores del servicio no era fácil, pero quedaba la esperanza de cobrarlos con lo que se pudiera sacar al enemigo una vez vencido. 
 
          Sin ánimo de relatar una por una las vivencias de aquella minúscula Invencible, dejar constancia del suceso marítimo acaecido en 19 de abril de 1552 contra una escuadra de piratas franceses gobernados por lo mas granado de la piratería al servicio del “cristianísimo” rey de Francia. Que para nada contaban  con el duro hueso a roer, Don Rodrigo Manrique, que contaba además con la bendición del Altísimo ya que empezó su particular Lepanto el Viernes Santo 15 de abril de 1552. La gran sorpresa de los experimentados gabachos ante tanta osadía por quienes creían pobres pescadores y comerciantes. El combate fue cruento, y los héroes de todo calibre puesto que en la batalla murió Don Jerónimo Batista el general de la arriesgada flota. 
 
           Bien valió la pena el esfuerzo y el sufrimiento, presenciado desde la misma costa de Las Palmas por sus vecinos, porque la derrota fue de tal calibre que los franceses acabaron entregando hasta el último velamen y carga de sus barcos a la arriesgada flota canaria y acabaron llevados en un vergonzante remolque hasta el Puerto de La Luz.  Entre el sustancioso botín, amen de dar matarile a una buena tanda de capitanes piratas, liberar a esclavos cristianos que los súbditos del cristianísimo rey francés pretendían vender en África.
 
          Don Rodrigo Manrique haciendo gala de que se puede ser bueno y no tonto pronto se dio cuenta de que los prisioneros franceses, algunos de gran calidad como marinos, preparaban no ya su fuga, sino hacer cuanto destrozo les fuera posible en su huida. Y mejor que muera un hombre que no todo un pueblo, máxima bíblica de rabiosa actualidad. Tomó al más ilustre aunque hoy se pretenda desconocer su nombre  y que presumía de piloto de Indias y conocer la ruta a Las Molucas, y sin mucha publicidad lo ejecutó para dar ejemplo a los presuntos fugados. Tan certeramente llevó a cabo la ejecución que años más tarde el envidioso de turno, y nada menos que Mateo Cairasco, padre de nuestro primer poeta canario, Bartolomé Cairasco de Figueroa, reveló su nombre al poner en duda el proceder de Don Rodrigo por favorecer la fuga de un tal Tomas Sober, que era el pirata ejecutado. Una carta escrita por Don Rodrigo Manrique lleva en su texto una merecida autovaloración del autor de esta hazaña, que ya no sería la última para desgracia de los piratas franceses. Le decía a Don Felipe II, aún príncipe, “los franceses me tienen tanto miedo que ya pasan de largo.” Con menos méritos escuchamos a través de la historia de todos los tiempos más  grandiosas alabanzas.
 
          Hubo, como militar que era, cumplir las órdenes del Rey y dejar Canarias para otro destino, pero tan pronto como dejó los mares de Canarias aparecieron en su costas los más feroces hugonotes al mando de Le Clerc y Sores. Toda Canarias pidió al rey que enviara nuevamente a Don Rodrigo Manrique y volvió en marzo de 1554. Ya traía mayores responsabilidades como gobernador. Y una página gloriosa y no repetida escrita en la historia de nuestras islas, con palabras de nuestro maestro don Antonio Rumeu de Armas.
 
          A don Rodrigo Manrique de Acuña debe Canarias uno de los hechos más destacados de su gloriosa historia: Haber contado por breve espacio de tiempo con una flotilla de guerra propia, sin ayuda ni colaboración de la metrópoli, y haber derrotado en singular combate a los navíos y estandartes de Francia.
 
          Y aun estamos en Bruselas mendigando la cuota de nuestra pesca….
 
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