Cinco hombres que lo hicieron posible
Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en El Día el 5 de septiembre de 2021).
En el 140 aniversario del Palacio de la Capitanía General de Santa Cruz de Tenerife
Palacio de la Capitanía General.( E. D.)
Toda institución que se precie busca que el inmueble que la alberga tenga la mayor presencia y empaque posible acorde con su importancia y prestigio. Sin embargo, la Capitanía General de Canarias no tuvo en casi tres siglos de existencia, desde que Felipe II la creara en 1589 nombrando capitán general a Luis de la Cueva y Benavides, un edificio propio, siempre fue de alquiler, ni por descontado que tuviera las condiciones mínimas que sirvieran para representar a esta institución, que ha sido, posiblemente, la que mayor influencia ha tenido en el devenir histórico de nuestro Archipiélago. No fue hasta el año 1881, gracias a la iniciativa y tesón del que fue capitán general de Canarias Valeriano Weyler Nicolau, que no tuviera un edificio digno de su peso histórico. Ese edificio, del que estamos celebrando los 140 años, es una muestra de arquitectura parlante, porque su fachada habla, por si sola, de la grandeza de la institución que alberga.
Los personajes directamente implicados en la construcción del Palacio de Capitanía General se cuentan con los dedos de una mano, y nunca mejor dicho, porque son cinco. Su impulsor y creador, el ya citado general Weyler; el ingeniero que lo proyectó y dirigió su construcción, Tomás Clavijo y del Castillo Olivares; el maestro mayor de obras Domingo Sicilia González; el contratista Rafael Clavijo de Armas y el pintor y escultor tinerfeño Gumersindo Robayna Lazo.
Valeriano Weyler
Valeriano Weyler fue destinado a la Capitanía General de Canarias el 14 de febrero de 1878 y sobre ese destino comentaba: «No siendo muy apetecido, lo aceptaba, dispuesto a desempeñarlo con el mayor entusiasmo». Y así lo hizo. Puso todo su entusiasmo y, en muy poco tiempo, solo unos meses más tarde, en enero del siguiente año, la indiferencia con que había sido recibido se convirtió en una desbordante admiración hacia su persona. El motivo fundamental era que el 5 de ese mes se había recibido la autorización para construir el nuevo edificio de Capitanía. Al día siguiente, enterada la población de la buena noticia, se celebró una gran manifestación espontánea que se dirigió al Palacio de Carta aclamando al general. En una pequeña población de menos de 18.000 habitantes, que era entonces Santa Cruz, un edificio de esa categoría era algo impensable y además traía consigo muchos puestos de trabajo.
Podría seguir hablando del general Weyler, pero próximamente alguien que le conoce muy bien , su biznieto del mismo nombre, Valeriano Weyler, publicará en este mismo periódico un artículo sobre su bisabuelo, que con toda seguridad será mucho mejor y completo de lo que yo pudiera contar.
En el gran patio central del Palacio de Capitanía General, sobre el arco dintel de la puerta de su lado oeste, figura una placa conmemorativa cuya leyenda transcrita fielmente con sus abreviaturas, dice: "Por iniciativa del Exmo Sor Tent Gral D Valeriano Weyler Cap Gral del Distrito y con dirección del Cmte de Ing D Tomás Clavijo se construyó este edificio sin costo del Estado. Se principió en 1º de Mayo de 1879. Se terminó en 31 Dbre de 1880". No se acostumbra a que en una placa conmemorativa de la construcción de un edificio público figure el nombre del arquitecto o ingeniero que proyectó y dirigió la obra. Ya se sabe que El Escorial lo hizo Felipe II y La Puerta de Alcalá, Carlos III. Mucho tuvo que apreciar Weyler el trabajo del ingeniero militar Tomás Clavijo para que esto ocurriera.
Tomás Clavijo y del Castillo Olivares
Tomás Clavijo y del Castillo Olivares tenía 40 años cuando se inauguró el edificio que había proyectado y construido. Nació en Lanzarote y era hijo de un capitán de fragata, José Clavijo y Pló, y nieto de otro marino de guerra, Salvador Clavijo Miranda, de Teguise, al que hago referencia porque es el origen de una gran saga. Tuvo 8 hijos varones, 4 ingenieros militares, dos ingenieros de caminos. Uno de ellos, Francisco, fue el primer jefe de Obras Públicas de Canarias, un abogado, que fue gobernador de la provincia, y el marino que ya conocemos que era el más joven. Solo he podido confirmar que tuvo al menos una hija. Eran los Clavijo y Pló. Un hermano de Tomás y un primo, hijo de su tía, también fueron ingenieros militares. Todos ellos menos Tomás Clavijo y Pló, que murió heroicamente de capitán en acto de servicio, alcanzaron el generalato.
Cursados sus estudios en la Academia de Ingenieros, Tomás salió teniente del Real Cuerpo en julio de 1866. En noviembre de 1868 era ya capitán y participó brillante y activamente en la guerra carlista, desempeñó destinos tanto técnicos como tácticos. En 1874 volvió a Canarias, en 1877 ascendió a comandante y estaba destinado en la Comandancia de Obras cuando Weyler llegó a las Islas y no tardó mucho en conocer el carácter imperativo que tenía el general. El 31 de agosto, viernes, Weyler ordena al general subinspector de Ingenieros la redacción de un proyecto para la construcción del Palacio de Capitanía General. Al martes siguiente 4 de septiembre tenía sobre la mesa el proyecto, firmado por el comandante Tomás Clavijo con el Vº Bº del coronel Vidal Abarca. Mayor rapidez imposible. Curiosamente, nada más acabar la obra, pidió destino a Ultramar y el 18 de noviembre de ese año de 1881 llegaba a La Habana. En 1891 ascendió a coronel. En 1902 ascendió a general de brigada y ya en situación de reserva fija su residencia en Santa Cruz,en la calle de La Marina 63. En el año 1896, Tomás Clavijo era el presidente del Casino de Santa Cruz, todavía no era de Tenerife, y en agosto de ese año presidió una gran recepción de homenaje y despedida al capitán y oficiales de la compañía expedicionaria que partía para Cuba. El acto fue una explosión de fervor patriótico y los vivas al añorado Weyler no dejaron de repetirse. Tomás Clavijo envió un telegrama a su antiguo jefe informándole de la celebración. La contestación fue todo lo más efusiva que de él podía esperarse: "Habana 31. Presidente Casino. Agradezco profundamente manifestaciones esos habitantes, saludándoles afectuosamente. Weyler ". Murió em 1813, dejando orden explícita de que no se le rindieran honores militares.
El apoyo fundamental en la labor de proyecto y dirección de obra del nuevo palacio lo tuvo Clavijo en Domingo Sicilia González, maestro mayor de obras equivalente en su función a los actuales aparejadores o arquitectos técnicos. Era natural de Las Palmas. Allí trabajó en la Comandancia de Ingenieros como celador hasta que en 1850 el ingeniero de la obra del cuartel de San Carlos le reclama para trabajar para ser su ayudante. En los exámenes para maestro mayor eventual, que consistieron precisamente en delinear el proyecto del cuartel, obtuvo la calificación de sobresaliente y el 1 de junio de ese año le fue otorgado el nombramiento. En 1854 obtuvo el grado de maestro mayor de 1ª clase de obras de Fortificación y Edificios Militares. En su actividad civil está considerado como uno de los principales alarifes canarios del siglo XIX. Obra suya es la Casa Martell de la calle del Castillo. Se jubiló como maestro mayor en septiembre de 1880, poco antes de terminar la obra del Palacio de Capitanía General. No he podido encontrar imágenes suyas.
Rafael Clavijo y Armas
Otro personaje fundamental en la construcción del edificio es el contratista, Rafael Clavijo y Armas, que era natural de Lanzarote y a pesar de la coincidencia de apellido y lugar de nacimiento con el ingeniero no era de la misma familia, lo que me aseguró de viva voz su nieto Rafael Clavijo García, que fuera presidente del Cabildo entre los años 1974 a 1979. Residió varios años en Cuba donde al parecer conoció al entonces coronel Weyler, que quizás por eso depositó toda su confianza en él para adjudicarle la ejecución de la obra dentro de los cortos plazos que exigía. Fue uno de los tres licitadores que se presentaron a la subasta que se celebró en marzo de 1879. Pero pronto acordaron entre ellos que la obra la realizara Rafael Clavijo, que había hecho una pequeña baja de 425 ptas. Pronto intervino Weyler que consiguió, quizás por la amistad que antes decíamos, que hiciera una baja importante y la obra se adjudicó por la cantidad de 134.690 pesetas, con una baja de 23.525 pesetas. Baja,comentaba el contratista que hacía por tratarse de un asunto patriótico, y en su deseo de corresponder de algún modo a los loables esfuerzos del general en obsequio de los intereses públicos.
Gumersindo Robayna Lazo
En una exposición que se celebró en el que es ahora Teatro Guimerá, en julio de 1880, Weyler tuvo ocasión de conocer a un pintor tinerfeño que presentaba nada menos que 50 cuadros, Gumersindo Robayna Lazo, con muchos años de experiencia artística a sus espaldas. Tenía 51, había estado para su formación por Cuba, Francia y especialmente Madrid, donde colaboró con Eugenio Lucas Padilla en la pintura de los techos del Teatro Real y realizó muchas copias de cuadros del Museo del Prado. Esa circunstancia de haber trabajado en el Teatro Real pudiera ser la que movió al general a contratarle para la decoración del Salón del Trono,una joya dentro del palacio, pero no solo eso, como también era escultor le encargó el frontón que corona el edificio, en cuyo tímpano destaca el escudo de la nación con trofeos militares. Famosos son sus cuadros sobre acontecimientos históricos de las Islas: la conquista de Tenerife, la batalla de Acentejo y la primera misa. La imagen de Rafael Clavijo que ilustra este artículo es también obra suya.
El Palacio de Capitanía General debe su belleza y distinción a estos cinco hombres.
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