Las caricaturas de Elena Galarza

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 5 de agosto de 2009).
 
 
 
          Hace ahora casi dos décadas que se nos fue para siempre Paco Martínez, el padre de la caricatura tinerfeña, el felpudo de las artes como él la definió con aquella fina y aguada ironía que le caracterizó. Tenerife siempre ha sido cuna de excelentes caricaturistas: Policarpo Niebla, Pepe Morales Clavijo, Harry Beuster, Mesita, Josele, Don Miguel, Manolo Casanova… Y Juan Galarza Cabrera, del que tenemos colgada en nuestro hogar una de sus grandes obras de arte, Sombrita, al que representa, con guantes de boxeo, atril y batuta, como director de orquesta. También, en nuestras paredes tenemos un hálito del insuperable carisma artístico de Paco Martínez, que, cuanto más miramos, más nos recreamos, porque, en este singular campo de la caricatura, más que maestro fue catedrático y, además, reconocido mundialmente. En sus trabajos, en sus esqueletos del alma, como los definió el irrepetible Paco Pimentel, siempre está presente la ironía sin daño, el trazo delgado, la radiografía del personaje, el acierto psicológico, como ya habían plasmado aquellos otros dos primeras espadas, léase Vázquez de Sola y, de forma muy especial, Luis Lasa, del que por cierto Juan Galarza posee un Cristóbal Colón que siempre ha guardado como oro en paño. 
 
          Quien suscribe también ha tenido una especial predilección por el binomio formado por el ya citado Galarza Cabrera y Harry Beuster, que, con sus respectivos quehaceres, han predicado en los últimos años con sus ejemplos, aunque ambos estén actualmente gozando de unas prolongadas vacaciones… Y les tenemos admiración porque junto a Paco Martínez, que por cierto fue administrativo en El Día y fundador de la Agrupación Vanguardistas Hispana de Caricaturas Personales, fueron precursores del concepto renovador de la caricatura que aparecía, casi de forma generalizada, paralizada en su evolución durante medio siglo. Nadie como el mencionado trío abrió tantas puertas para poder avanzar en un arte que parecía condenado a no salir del retrato ridículo y extravagante.
 
          Siempre Paco Martínez, que, en vida, deslumbró a los caricaturistas universales con una insólita Brigitte Bardot, cuya dorada, sensual y revoltosa cabellera, el catedrático había sacado, como si de un avezado prestidigitador se tratara, de las redecillas gualdas de una botella de Terry…
 
          Y todo este amplísimo prólogo, que ustedes nos tienen que disculpar, ha venido a colación tras tener la oportunidad de hojear, leer y escrutar la revista Azul y Blanco, anuario del ascenso 2009, que recientemente, y con evidente éxito, distribuyó El Día, a raíz de la encomiable cota alcanzada por el Club Deportivo Tenerife. Y es que aparte del contrastado rigor y calidad investigadora e histórica de Juan Galarza junior; de la mesurada y cuidada prosa de Ventura González, que nos ofrece unos enjundiosos análisis de todos y cada uno de los que consiguieron la citada cima; y de la reconocida y competente laboriosidad de Luis Padilla, entre otras importantes firmas, bajo la experta dirección de José Miguel Galarza; aparte de todo esto, decíamos, nos hemos visto gratamente sorprendidos por las espléndidas caricaturas de otro miembro de la familia Galarza, Elena, que interpreta fielmente aquel refrán que dice "de tal palo, tal astilla". De ella podrían decir los eruditos en la materia que utiliza preferentemente la geometría para humanizarla; para llegar a avanzadas abstracciones, incorporando en sus peculiares obras conquistas de la pintura moderna. Y podrían añadir que ha creado con ello un amplio campo de posibilidades para que cualquier caricaturista pueda adentrarse en el camino de lo que antaño comenzó a conocerse fuera de nuestras limitadas fronteras como Nueva Escuela.
 
          Las caricaturas de la joven artista -las de Miguel Concepción, Santiago Llorente y Nino se nos antojan auténticamente antológicas- provocan una sonrisa amable y captan lo que está en el fondo del rostro, sirviéndose de éste, pero son unas ambiciones más trascendentales y con una gran profundidad psicológica. Los trabajos de la hija del ya consagrado -por varias facetas artísticas- Juan Galarza Cabrera no son, afortunadamente, los retratos grotescos a los que nos referíamos antes; ni son las exageraciones de los rasgos físicos para convertir al sujeto en un engendro, de cabeza grande y cuerpo diminuto. Estas caricaturas, en fin, nos han venido a recordar que tras el óbito de Paco Martínez, lacito-corbata y semblante entre irónico y serio, éste sólo tuvo el remordimiento de haberse ido de este belicoso mundo sin haber hecho realidad uno de sus sueños: el Salón Internacional del Humor, que anhelaba ver ubicado en su Tenerife natal, isla donde, según los críticos más fiables, entre ellos Eliseo Izquierdo, atesoramos a los más catalogados caricaturistas del orbe. Elena, con estos trabajos impactantes, distintos y con un sello muy sui generis, ha venido a fortalecer la opinión de los entendidos en esta manifestación que el ínclito Paco Martínez denominó, insistimos, felpudo de las artes, para luego añadir, por la labor higiénica que resta al espíritu.
 
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