Los "senderos turísticos" de Tenerife
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 29 de enero de 1995).
Ideados para que el viajero disfrute paseando y exhibir un recurso natural tan importante como son nuestros bosques, campos, caseríos y nuestra gente.
No camine usted sin mapa cuando decida visitar la isla de Tenerife. Su superficie es pequeña: apenas dos mil quinientos kilómetros cuadrados; pero tendríamos que analizar detenidamente cada metro de esta parcelan, para lograr extraer lo que es blasón, y escudo: nuestra nobleza, nuestra hospitalidad y nuestra lealtad.
Tenerife, la isla exuberante adormecida como una odalisca en los brazos del mar, que la acaricia y la violenta sin tregua, como nos dejó escrito Víctor Zurita, comienza a desperezarse en un ademán de optimismo y de incorporación. Como a toda doncella hermosa y bien dotada, le aguarda un porvenir lisonjero, un mañana henchido de promesas y colmado de halagüeñas perspectivas. Sus bellezas naturales han tenido reconocimiento ecuménico: los grandiosos panoramas volcánicos, los valles ubérrimos repletos de vegetación vigorosa que postraron a Humboldt; su cielo, en cuya pureza vibran amorosos efluvios de vitalidad y de sosegada alegría, ha impresionado, ha herido el corazón de la gente foránea, que se embelesa con esta soledad del mar, que por todas partes nos ciñe, haciendo de sedante, casi como un narcótico, que ya dijo Miguel de Unamuno.
Muchos deben saber que el mérito de los canarios consiste en trabajar. Y bien sabe Dios que si para todos el trabajo es un castigo bíblico, para los canarios es una refinada tortura porque muchas veces, a pesar de nuestro pregonado “aplatanamiento”, los agricultores tienen que empezar por acarrear la tierra para iniciar sus cultivos. En otro clima hace falta trabajar para vivir. Aquí basta una colchoneta para dormir, una playa para bañarse, un poco de pescado, una “pelota de gofio” y algunos tragos de nuestros vinos, para nutrirse. ¿Será posible que en pleno mes de enero tengan que ser tratados en la isla enfermos de insolación? Pues es así. Y si resisten a creerlo habrá que preguntárselo a esos nórdicos que han salido de los veinticinco grados bajo cero a los veinticinco grados sobre cero.
Escuchen, por favor, un consejo: ustedes han conocido o les gustaría conocer lo clásico de nuestro turismo palabra mágica; les gustaría conocer lo más nombrado, lo que siempre ha llamado la atención: Las Cañadas del Teide, el Drago de Icod, el Puerto de la Cruz, el Sur, el sol, las playas, el whisky, los bazares orientales, los carnavales, el folclore, las alfombras de flores de La Orotava, los cultivos de plátanos… es un abanico de posibilidades que le dejarán encandilado como extenuado ante tan goce visual. Es una vorágine deseada y necesaria. Han sido y serán los grandes atractivos de su pasado y futuro viaje. Pero cuando haya iniciado este maravilloso maratón, quédese en nuestras cunetas, apártese de la cinta asfáltica, que muchas veces intoxica, embrutece y ciega; descanse, observe y camine con un mapa. Nadie se lo reprochará porque ha venido a sacar el mejor partido de su merecido descanso.
Conozca, de esa manera, amable visitante, otras bellezas naturales, no tan famosas como las reseñadas, pero siempre hermosas: introdúzcase en nuestros “senderos turísticos”, ideados para ofrecer al viajero una necesidad tan vital como es disfrutar paseando y exhibir un recurso natural tan importante como son nuestros bosques, campos, caseríos y nuestras gente. Disfrute del aire puro, sin contaminar; de un suelo con toda capacidad productora; de una flora autóctona, donde bellos ejemplares de laurisilva y pino canario le hagan inolvidable este paseo. En definitiva, conocer, integrarse y encontrarse con el medio natural en todos sus aspectos, a través de una actividad tan agradable como es el caminar o moverse en distintos espacios, que científica y terapéuticamente ocupa lugar preferencial en los asiduos al ocio según fieles baremos en países pioneros en estas ramificaciones turísticas, donde se ha sopesado, entre otras cosas, la atracción paisajísticas, la comida, el ambiente (carácter del pueblo, actualidad del país, limpieza), atracciones en general y clima y relación con la salud.
¡El clima! Algunos de nosotros, por tradición o espíritu acomodaticio, desconocemos que si bien en Burgos hay dos estaciones, la de invierno y la del ferrocarril, aquí, en la provincia de Tenerife, únicamente rige la primavera, porque no hay otros trenes que los de juguete…
Para poder hacer senderismo (cuyo pionero en isla fue el veterano hotelero Enrique Talg), que suena casi a contacto con los espíritus del más allá, no hay más remedio que volver la vista atrás y mirar todo lo que uno acaba de pasar: esa naturaleza dura y pura. Botas, pantalón corto, sombrerete montañero y un poco de voluntad aparte de un pañuelo y agua para mitigar el sudor, son los ingredientes básicos para disfrutar de una forma diferente de conocer la isla, un atractivo medioambiental, una oferta complementaria de la monotemática de sol y piscina.
Por los senderos turísticos tinerfeños se descubren panorámicas y rincones insólitos. Y esta vía se convierte en anatema para ese turismo de “safari automovilístico” que con sus vehículos destrozan la vegetación y los caminos, sin el menor cuidado por la naturaleza, llevando la destrucción por decenas de kilómetros por su capacidad de maniobra. Por lo tanto, practicando el senderismo se cuida y descubre esa fuerza cósmica de una forma serena, al ritmo del hombre y no del coche.
El sendero turístico es una oferta de primera calidad, que se aparta por completo del ocio vertical, que algunas veces posee tanta hermosura como agresividad. Es una manera de descansar poniéndose en contacto con las costumbres isleñas y disfrutando de los innumerables encantos paisajísticos y de los elementos arquitectónicos esporádicos, como los caseríos y viviendas antiguas.
Insistimos: no camine usted sin mapa cuando decida visitar la isla de Tenerife. Y, sobre todo, provéase de los varios folletos que el Cabildo ha editado sobre estos senderos, clasificados de tres formas: estratégicos, comarcales y locales, donde expertos ecologistas se han encargado de diseñar una tela de araña que envuelve a todos los paisajes naturales de la isla, rotulando a muchos de estos senderos con nombres emblemáticos, con nombres que, en diferentes facetas, amaron y siguen embelesados con estos montes, zonas rurales y parajes: Viera y Clavijo, Francisco Bonnín, Leoncio Rodríguez, Almadi, Sventenius, Wildpret…
Senderos turísticos, sí; en ellos, como en ningún otro sitio, podrán conocer, entre otros detalles, a nuestros ilustres “magos” y socarrones, corteses, sufridos y tolerantes, jamás agresivos, con su “cachorra” de copa alta, redonda, o dos hoyos por los lados, donde se fijan los dedos al cogerla para el saludo. “Magos” de “manta peluda”, zurrón y cachimba, que al mediodía les dirán desde el portal de su casita: “¡Pase, descanse, cristiano, y mándese un vasito vino!"; y si es al atardecer, “¿Quiere un buchito café?”. Interrogantes con cariño y sin preposiciones, que pueden ser preludio o epílogo de una mesa con gofio amasado, queso de cabra, “viejas” y papas arrugadas, vino de Tacoronte e higos picos, donde el anfitrión, incluso con un timple, puede ponerle sinfonía a la sobremesa con esta isa:
De pena me moriría, // mucho habría que sufrir, // si lejos de mis Canarias // me obligaran a vivir.
- - - - - - - - - - - - - - - - -