¡Ay, Carmela!

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 9 de abril de 1994).
 
 
          Somos uno de los muchísimos espectadores que hace algunos días, en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna tuvimos la oportunidad, y el gran acierto, de acudir al homenaje póstumo de José Luis Sánchez, que le ofrecía la compañía de teatro del Círculo de Amistad XII de Enero, de esta capital, poniendo en escena el montaje ¡Ay, Carmela!, que bajo la dirección de Ángel Cánovas tenía como intérpretes principales, y únicos, a Delia Vivó, esposa del citado director, y Juanjo Parrilla. 
 
          Tras unas sentidas palabras de José Luis García Pérez, vicerrector de Alumnado de la Universidad lagunera, área que organizaba tal acto, y Eloy Díaz de la Barreda, un personaje de acrisolada prosapia teatral, pasamos una velada realmente gratificante, primero, con la espontaneidad, lozanía y gracia de Delia Vivó y, luego, con el aplomo y la profesionalidad de Juanjo Parrilla. Ambos nos ofrecieron, entre otras cosas, un derroche de naturalidad interpretativa.
 
          Aquella Carmela y aquel Paulino, con sus “Variedades a lo fino”, con su humildad y jocosidad, con su ternura y patetismo, nos hicieron vibrar en muchos pasajes de la obra. 
 
Encrucijada en escena
 
          La representación caló muy hondo en aquel atiborrado patio de butacas donde la mayoría era una juventud que, desde el principio, se vio prendida por esta visión sobre la guerra civil española, del que su autor, J. Sanchís Sinisterra, intentó, y lo consiguió, ofrecernos una obra acerca de los peligros y poderes del teatro, de un teatro ínfimo, marginal, en medio de la más violenta conflagración de nuestra historia contemporánea, en esa encrucijada de la realidad y el deseo, ese laberinto que concentra y dispersa voces, ecos, presencias, ausencias, sombras, luces, cuerpos, espectros…
 
          Ya quisieran muchos encopetados profesionales de este arte escénico brindar la repentización, la frescura y la memoria del citado dúo, que jamás, a través de las dos horas del desarrollo de esta obra, dieron paso al balbuceo, aunque fuese una representación que se nos antoja muy difícil, de constantes preguntas y respuestas, tan cortas como explicativas donde, insistimos, la arrolladora simpatía de Delia Vivó -muy bien maquillada y vestida- no sólo bordó su papel sino que, incluso, la adornó con una timbrada y sorpresiva voz de tonadillera. 
 
Sobresaliente montaje
 
          Todas esas cualidades arrancaron aún más aplausos de aquella masa primordialmente universitaria, que gozó, al igual que el resto de los espectadores, de una velada tan enriquecedora como reconfortante donde, obviamente, no hay que olvidar la sobresaliente dirección y montaje de Ángel Cánovas, aquel inolvidable sargento de Guarapo.
 
          Como simple espectador, vaya nuestro postrero aplauso no solo a los ya mencionados sino a ese coro de Brigadas Internacionales que nos hicieron volver no sabemos si a la tristeza o a la nostalgia, y al equipo técnico que hizo posible este ¡Ay, Carmela! Que también, en la pantalla, habían plasmado con enorme acierto Andrés Pajares y Carmen Maura. 
 
 
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