Añoranzas del tranvía
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en el Diario de Avisos el 14 de noviembre de 1998).
Stockwood es mucho más que una nostálgica colección de objetos y encantadores jardines en medio de una amplísima zona verde donde, inevitablemente, surge este tradicional césped que por aquel entonces, con las inesperadas lluvias de julio, estaba de un color indescriptible.
El museo de Stockwood está ubicado en la localidad de Luton, de donde tantísimos aviones entran en Tenerife y salen para ídem. Este museo está impregnado de un especial sello rural, que deja fiel constancia de todo aquello que ahora resulta obsoleto por el inexorable paso del tiempo y la irrupción de una agresiva y avanzada tecnología; cuando, con no disimulado escalofrío, escrutábamos aquellos pesadísimos arados que antes eran la pesadilla de toros, vacas y caballos; cuando observábamos aquel interminable desfile de aperos de labranza que hoy los analizábamos como piezas de otro mundo, pues viendo y viendo, en este tipo de museo tan pequeño como ameno y tan tranquilo como bien distribuido, pues nos seguimos dando cuenta que todavía hay personas que, afortunadamente, siguen teniendo sensibilidad para que no se pierdan estas piezas y estos detalles que comportan la historia de nuestros días.
Allí, en reposo, se nos muestran aquellos utensilios que antaño trajeron muchas fatigas y muchos sudores. Allí también se huele a madera, a carpintería. Y nos reencontramos con la garlopa y el serrucho.
Pero nosotros, simples visitantes, estamos que Stockwood que se universaliza con su sección de vehículos tirados por caballos (horse-drawn), gracias a la entusiasta iniciativa de George Mossman que, a principios de este siglo, y tras dejar sus estudios comenzó a trabajar en una carnicería, usando precisamente este medio de transporte para atender a los clientes. y así como a otros les da por reunir sellos, monedas o rabitos de boina, a Mossman le entró la vena por adquirir, poco a poco, de aquí y de acullá, esta clase de vehículos. Y hoy, su colección, es única. Y cuando usted vea una película donde un carruaje -del tipo que sea- vaya tirado por caballos, no olvide que, sin lugar a dudas, tal medio de transporte ha salido provisionalmente, de este museo, que recoge, incluso, piezas desde el siglo XVIII.
Una lección de sensibilidad. Toda una página de la historia de este transporte. Y aquí, en Tenerife, sin poder ver ni un solo tranvía de los que, desde principio de siglo, hasta hace poco, nos llevaban desde Santa Cruz hasta Tacoronte.
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