Los inicios de la navegación aerostática en Santa Cruz de Tenerife
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en El Día el 27 de septiembre de 2020)
El Gran Zeppelin sobre Santa Cruz de Tenerife (1932)
Los primeros experimentos aeronáuticos realizados en Europa por los tinerfeños Agustín de Bethencourt y Molina (Puerto de la Cruz 1758 - San Petersburgo 1824) y José de Viera y Clavijo (Realejo Alto 1731 - Las Palmas, 1813), revolucionarían el mundo de la ciencia a finales de siglo XVIII.
El ingeniero Agustín de Bethencourt y Molina lanzaría el primer globo aerostático a la atmósfera en Annonay (Francia), en noviembre de 1783, ante el Rey Carlos III y su Corte. El experimento correría a cargo de los hermanos Joseph y Etienne Montgolfier. Mientras que el eclesiástico y escritor José de Viera y Clavijo lo llevaría a cabo el 15 de diciembre de 1783, desde los jardines del palacio del marqués de Santa Cruz, en Madrid, lugar donde se encontraba como preceptor de su hijo.
Estas experiencias llegarían a Santa Cruz de Tenerife a finales del siglo XIX, formando parte de los programas circenses que recorrían las principales capitales españolas, celebrándose estos espectáculos en la plaza Weyler y en la Alameda de La Marina o del Muelle.
La primera tentativa de elevar un globo aerostático en Santa Cruz de Tenerife tendría lugar el 6 de marzo de 1820, con motivo de las fiestas organizadas por la instauración del Obispado en San Cristóbal de La Laguna, proeza realizada por un comandante de Artillería, ante la increíble mirada de miles de personas. En 1864, ante el interés despertado por el nuevo invento, Pedro Maffiote, catedrático de la Academia de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, publicó un interesante artículo en la revista Reflexiones.
En 1866, Antonio Infante de Lisboa, capitán de Infantería, realizó una exhibición aeronáutica de carácter acrobático con ejercicios de equilibrio en un trapecio colgado en la plaza de la Constitución (La Candelaria).
Sin embargo, el primer aerostero que se elevó en globo por encima de nuestra ciudad fue el canario Jaime Campany, conocido artísticamente cómo el capitán Guillaume, el 4 de noviembre de 1894. Formaba parte del Circo Totti, instalado en la plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife.
Doscientos espectadores sujetaban el globo, mientras se inflaba por medio de un horno levantado en el centro de la plaza. Cuando la imponente mole estaba suficiente abastecida de aire caliente, el intrépido aeronauta, vestido de marinero, se lanzaba al espacio en su globo sin barquilla, colgado de un simple trapecio.
El majestuoso globo del capitán Guillaume, de 24 metros de altura y 52 metros de circunferencia, cruzaba nuestro cielo, casi siempre hacia el Sur. Una vez se elevó mucho y fue a descender donde hoy está la Refinería, y otra hizo un aparatoso descenso y cayó sobre una casa, muy cerca del Teatro Guimerá. En una ocasión le acompañó nuestro paisano Paco Ledesma, experto acróbata que demostró su valor y serenidad en tan peligrosa aventura.
La muchedumbre solía correr tras el globo hasta verlo descender, atravesando huertas y vericuetos para llegar a tiempo de comprobar que el arrojado aeronauta había resultado ileso.
Dirigibles
Cuando en 1910 el conde alemán Ferdinat Von Zeppelin presentó el primer dirigible, capaz de comunicar Europa con América del Sur, no hacía mucho tiempo que los germanos se habían instalado en nuestra Isla, donde su Cónsul, J. Ahlers, era el propietario del Hotel Tahoro, de la compañía suministradora de gas a domicilio, del servicio del cable telegráfico, etc.
El Gran Zeppelin o Hindenburg, con capacidad para 16 pasajeros, comenzaría en 1924 a realizar dos vuelos semanales desde Alemania a Buenos Aires, mientras que la línea semanal Sevilla-Buenos Aires, con escala en Canarias, fue autorizada a la sociedad Colón Transaérea Española, por Real Decreto de 12 de enero de 1927.
Propaganda de la época
El primer vuelo comercial con pasajeros tendría lugar el 18 de mayo de 1930. Como en este primer viaje no estaba prevista la escala en Tenerife, la Dirección General de Comunicaciones ordenó que la correspondencia fuera lanzada en paracaídas sobre esta capital. Ese día, el Gran Zeppelin embarcó en Sevilla 92 cartas y 131 postales con destino al Archipiélago, pero se desaconsejó su lanzamiento debido a que su paso sobre Santa Cruz se realizaría a las 4,30 de la madrugada. El Gran Zeppelin nunca llegaría a realizar escalas en Santa Cruz de Tenerife, aunque si la sobrevoló en mayo, agosto y septiembre de 1932, en las dos últimas ocasiones por partida doble.
En 1935 volvería a pasar otro dirigibles sobre nuestra capital, en esta ocasión dejó caer un saco de correspondencia, atado a un paracaídas, sobre el solar que actualmente ocupa el colegio San Ildefonso, en la avenida La Salle.
Estos acontecimientos, escasos entonces, solían atraer la atención de la población, y muchas personas pasaban el día y parte de la noche en sus azoteas, esperando el paso de estas naves de vuelo majestuoso.
- - - - - - - - - - - - - - - -