Don Domingo Vicente Marrero, Alcalde Real de la Plaza y Puerto de Santa Cruz de Tenerife

 
Por Luis Cola Benítez  (2016)
 
 
 
 023 Personalizado
 
Preparando el acto de capitulación de las tropas inglesas (Composición de don Victor Ezquerro)
 
 
          Uno de los defensores de Tenerife en 1797 frente a los ingleses, y uno de los más destacados por las responsabilidades que en él concurrían, dado el importante cargo que ocupaba, fue, sin duda, el capitán de granaderos provinciales del Regimiento de La Palma don Domingo Vicente Marrero Ferrera, alcalde real de la Plaza y Puerto de Santa Cruz.
 
          Nació don Domingo Vicente Marrero Ferrera en Santa Cruz de Tenerife el 6 de febrero de 1741 (Nota 1), siendo bautizado el 12 del mismo mes en la parroquia de la Concepción. Fueron sus padres don José Casimiro Marrero, de Santa Cruz, y doña Teresa Tristán Ferrera, de La Laguna, y su padrino el capitán de mar don Antonio Morales de Alcalá, natural del Puerto de la Cruz. Ya había muerto su madre cuando casó con doña Ignacia Romualda de Acosta, natural y  vecina de Santa Cruz, el 16 de julio de 1769 (2).
 
          Domingo Vicente Marrero era nieto del famoso capitán Pascual Ferrera, a quien se debe el nombre de la calle de Ferrer -actual San Vicente Ferrer-, propietario de extensos terrenos en el  barrio del Toscal, más arriba de las casas de Clemente del Campo, que había comprado a la parroquia de Los Remedios de La Laguna. Dichos terrenos, conocidos como huertas de Ferrer, lindaban por el Naciente con una calle que iba por encima de la cerca del convento de San Francisco, que correspondería con la actual calle del Norte o de Valentín Sanz; por el Poniente con los canales del agua; y a ambos lados con sitios de la Cofradía y Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna. Toda esta propiedad fue heredada por su hijo el clérigo presbítero Antonio Josef Ferrera, quien a su vez lo dejó en su testamento a su sobrino Domingo Vicente (3).
 
          Con motivo de las guerras en las que la monarquía española se vio envuelta en este siglo, las Islas solicitaban a la Corte, sin demasiada fortuna, que se aumentaran las fuerzas para su defensa, ya que sólo se contaba con las Milicias provinciales de Infantería, cuya tropa estaba integrada por gentes del país que no era militares profesionales. En Tenerife, las citadas Milicias las formaron cinco regimientos, que después de la reforma introducida por el inspector don Nicolás Macía Dávalos en 1779, quedaron configuradas de la siguiente manera (4):
 
               La Laguna ....................... Coronel: Marqués de Villanueva del Prado
               La Orotava ...................... Coronel: Conde del Valle de Salazar
               Güímar ............................ Coronel: Don Diego Antonio de Mesa y Ponte
               Garachico ........................ Coronel: Marqués de Villafuerte
               Abona .............................. Coronel: Don Antonio Francisco Benítez de Lugo
 
          En cuanto a las Milicias de Artillería, Santa Cruz contaba con tres compañías, con una La Orotava, con otra Garachico y media compañía para cada uno de los puestos de Candelaria y San Andrés.
 
          La ausencia de datos sobre la estancia de Marrero en la isla de La Palma es casi total. Sólo sabemos que el 9 de febrero de 1782, el diputado del común de Puntagorda Juan Rodríguez, representó al concejo de La Palma solicitando que se dieran a censo a aquellos vecinos los terrenos situados en los montes de Garafía que habían sido repartidos por Domingo Vicente Marrero para el plantío de papas (5).
 
          En mayo.1790 el teniente de Milicias de Artillería Domingo Marrero presenta denuncia para separar al artillero Andrés González de la hacienda que le cultiva a medias en Salamanca (6).
 
          Por fin, en 1793, año en el que se inicia la guerra con la República Francesa, por R. O. de 24 de junio se creó el Batallón de Infantería de Canarias, cuyo primer coronel fue don Antonio Claraco y Sanz. El año siguiente, a sugerencia del regente de la Real Audiencia don Tomás Ruiz Gómez de Bustamante -sugerencia que fue inmediatamente aceptada por el ministro de la Guerra-, se pensó que Canarias debía colaborar a la campaña con el envío de tropas. Como consecuencia, la R. O. de 29 de marzo de 1794 instruía al comandante general de Canarias don Antonio Gutiérrez para que formase un cuerpo expedicionario para enviarlo al Rosellón, entresacando de los regimientos de Milicias “gente soltera y robusta”, para formar tres compañías (7), con un total de 700 hombres bajo el mando del coronel don Antonio de la Rocha.
 
          El 25 de mayo de 1794 se embarcaron en Santa Cruz de La Palma con destino a Tenerife, en dos bergantines fletados al efecto, las dos compañías de granaderos y cazadores del Regimiento de milicias de la isla, con el objeto de unirse a las tropas de los demás Regimientos de la provincia que debían de incorporarse al Ejército del Rosellón (8). Como capitán de la compañía de Cazadores figura “José Marrero”, que debe corresponder a nuestro Domingo Vicente Marrero, puesto que José Marrero, su hijo, era entonces subteniente.
 
          En junio siguiente embarcaron para Cádiz estas tropas, uno de cuyos capitanes era, como apuntamos, don Domingo Vicente Marrero (9). En la misma expedición marchaba su hijo, el jovencísimo subteniente de Artillería don José Ignacio Marrero Acosta, de sobresaliente comportamiento tanto en esta guerra, en la acción de Pontós -pocos kilómetros al Sur de Figueras-, como en 1797 frente a la escuadra de Nelson, sirviendo la batería del fuerte de San Miguel (10).
 
          Si las tropas para el Rosellón no embarcaron hasta junio de 1794, ya en abril Marrero había dejado otras obligaciones que le ligaban al ayuntamiento de su pueblo, pues en acuerdo municipal de 7 de dicho mes (11), siendo alcalde real Francisco Duggi, se dice que desde el tiempo del marqués de Branciforte se ha nombrado un diputado para acompañar al regidor a las visitas de Sanidad, y “qe havdo sesado Dn Domº Marrero en su empleo de tal pr el qe servia dhas. Visitas, sin qe se haya hecho nuevo nombramiento...”, hay que proceder a efectuarlo. También, en 1794, hay constancia de una provisión del fiscal de la Real Audiencia en contestación a una consulta sobre los precios del aceite formulada por el alcalde de Santa Cruz, Francisco Duggi, y el diputado del común Domingo Marrero (12).
 
          De regreso el cuerpo expedicionario en 1796, que llegó a Tenerife al mando de don Juan Guinther, Marrero concurre el 18 de diciembre a la Junta celebrada en la iglesia del Pilar (13), siendo alcalde real Antonio Eusebio Quevedo, para el preceptivo nombramiento de los veinticuatro vocales que debían elegir los nuevos cargos municipales. Resultó elegido alcalde (14) y juró el cargo y tomó posesión el 1 de enero de 1797. El día siguiente promulga un auto de buen gobierno (15).
 
          Uno de sus principales cometidos como alcalde real consistía en presidir la Junta de Abastos, formada, además, por los diputados don Juan Bautista Casalón, don José Mª de Villa, don Antonio Power, don Carlos Grandy y el síndico personero interino Licenciado don José de Zárate y Penichet. La actividad y celo desplegados por esta Junta con motivo del ataque inglés, es un hecho perfectamente acreditado. Pero, con anterioridad a julio del 97, hubo otros asuntos que también reclamaron la atención del alcalde.
 
          El 13 de enero pide al “Corregidor y Capitán a Guerra de esta Ysla saber qué cuota de grano corresponde a Santa Cruz de la partida llegada de Mogador.” (16). Vuelve a insistir el día 16 por la extrema necesidad “para proveer a vecinos, milicias, marinos y más de 500 pobres de otras islas que están en las calles.” (17). El 18 suplica lo mismo al Comandante general, que le contesta el 20 concediendo licencia para traer grano de Marruecos (18). El cónsul francés Clerget pide el día 19 al comandante general, 100 fs. de trigo para la tripulación de la urca averiada Bella Angélica, petición que traslada Gutiérrez el día 20 al alcalde Marrero, como presidente que era de la Junta de Abastos, la cual accede a los pedido el día 23 (19). También, al no obtener contestación del Cabildo a una petición de trigo hecha por el ayuntamiento desde 1786, se dirige en 1797 a la Audiencia y consigue la entrega de 50 fanegadas (20), mientras que recibe diversas peticiones de auxilio en granos: el 6 de febrero del Puerto de la Orotava; el 16 del Realejo de Abajo; el 2 de marzo de Gáldar (21).
 
          El general Gutiérrez le ordena que ponga en vigor las prevenciones del 11 de julio de 1793, cuando se estaba en guerra con Francia, ante la posibilidad de ataques enemigos (22). A raíz del robo de la fragata de la Compañía de Filipinas Príncipe Fernando, consumado por los ingleses en la noche del 17 al 18 de abril, en la que la sacaron por sorpresa de nuestra bahía al amparo de la oscuridad, se hizo evidente la necesidad de cubrir puestos para una mejor defensa. El general pidió al alcalde que le enviara 70 reemplazos para la Artillería, los que pudo reunir -dice Marrero- “después de imponderable trabajo por la escasez de paisanos aptos para este fin”, petición que queda recogida, con fecha 23 de abril, cuando Gutiérrez solicita lista de los hombres del vecindario que no estén alistados en la Artillería para agregarlos a este ramo (23).
 
          De acuerdo con las instrucciones de Gutiérrez, el 1 de mayo, en la casa de la calle del Norte en la que vivía, se redacta el Plan de Rondas (24), de vigilancia y auxilio a los vecinos, encaminado a “sofocar posibles incendios, reprimir saqueos y desórdenes, etc., en caso de invasión o guerra” (25), con la asistencia de los diputados “José Mª. de Villa, Miguel Bosq, Antº. Power y Juan B. Casalón, el síndico personero José Víctor Domínguez, y el Lic. Josef de Zárate como asesor de la Junta.” (26). El día 11 el corregidor Joseph de Castilla aprueba el Plan de Rondas (27). El 5 del mismo mes el comandante general pide existencias de pipas vacías, maderas, tablazón, lana, etc. (28). 
 
          También, cuando ya era inminente un ataque del enemigo, se ocupó del traslado a La Laguna de los papeles y plata de las oficinas reales y de las iglesias, para lo que tuvo que recabar el servicio de los borriqueros de Artillería con sus acémilas. Poco después, a requerimiento del general Gutiérrez, reunió a la gente de mar para instruirla en el uso de los cañones violentos, según el plan propuesto por el capitán de puerto don Carlos Adán (29). 
 
          Pero fue a partir del día 22 de julio, en cuanto se tocó la alarma por el primer desembarco de los ingleses por El Bufadero, cuando la actividad de Marrero alcanzó las más altas cotas. Entre sus primeras providencias, organizó con todo detalle un servicio de asistencia médica y religiosa para los combatientes, señalando los lugares a los que debían acudir sangradores y sacerdotes para estar disponibles en caso de necesidad, de todo lo cual daba debida cuenta al general Gutiérrez. Al mismo tiempo, recabó cuantos alimentos estaban a mano para el almacén de provisiones, situado en un salón bajo de la casa de Blas del Campo, en la esquina de la plaza de la Pila con la calle de las Tiendas -actual plaza de la Candelaria con Cruz Verde-, comunicando al comandante general que, con la ayuda del Cabildo, se hacía cargo del abastecimiento de las tropas y paisanos movilizados, así como de cuantos fueran llegando a Santa Cruz para participar en la defensa (30).
 
          El día 22, cuando las tropas españolas habían ocupado frente a las inglesas la altura de Paso Alto bajo un sol de justicia, un grupo de mujeres “aguadoras” se ofreció voluntariamente para subir hasta la cima cántaros con agua, para refresco de los defensores, carga que transportaron a la cabeza. Hay que pensar en el tremendo esfuerzo que este duro trabajo debió representar, con un calor agobiante, por una mala vereda de máxima pendiente, por la que apenas podía transitar un hombre libre de carga. Estas valerosas mujeres, una vez cumplida esta voluntaria misión, volvieron a presentarse al alcalde para repetir su hazaña, esta vez con canastos de fruta, pan, etc.(31).
 
          El día 23, reembarcados los ingleses después del fracaso de su primer intento, fue una jornada de tensa calma, en la que no cesaron los preparativos y las previsiones necesarias, puesto que se tenía la certeza de que los ingleses no se darían por vencidos sin efectuar un nuevo intento de tomar Tenerife. En dicho día Marrero acusa recibo al Cabildo del suministro de 500 libras de pan, y aprovecha el retorno de las caballerías que habían realizado el transporte para subir a La Laguna 13 barriles de harina (32). También, por el gran número de personas que van llegando a la plaza,  aprovecha la ocasión para comunicar al alcalde mayor don Vicente Ortiz de Rivera que “mientras continúen las actuales circunstancias serán muy al caso los socorros que esa ciudad pueda suministrarnos.” Tampoco olvida a las fuerzas destacadas hacia las cumbres de Afur con intención de impedir un posible avance del enemigo hacia el interior, y añade: “También será muy del caso que desde hoy se socorra al teniente coronel D. Juan Creagh en la altura en que se halla con su tropa.”
 
          El día 24 recibe 1.500 libras más de pan y hace que se internen, para ponerlos a buen recaudo, 1.000 barriles de harina que se encontraban almacenadas en el puerto, producto de una presa portuguesa efectuada por corsarios franceses.
 
          El alcalde Marrero no intervino directamente en la lucha, pues no era su misión hacerlo, encontrándose durante toda aquella noche en la plaza de la Pila y sus alrededores, próximo siempre al castillo de San Cristóbal, en disposición de poder atender cualquier requerimiento del comandante general. Además de ocuparse, como hemos visto,  del suministro a los combatientes como presidente de la Junta de Abastos, era también jefe y responsable de las rondas de vigilancia, las cuales, como él mismo expresa, no portaban armas (33). Por dicho motivo, cuando en la madrugada del 25 los ingleses que habían logrado desembarcar por la Caleta y por la desembocadura del barranquillo del Aceite llegan a la plaza de la Pila, se ve obligado a retirarse hacia la calle de San José. Allí se encuentra a los milicianos de la guardia de la casa del general Gutiérrez -esquina a la de San Francisco, donde luego estaría situado el Hotel Camacho-, que habían abandonado su puesto, y a un oficial de cazadores que le transmite la falsa noticia de que S.E. ha muerto. No obstante ello, al irse encontrando con componentes de las rondas, que desconocedores de la marcha de los acontecimientos se dirigían a la plaza para recibir nuevas instrucciones, Marrero los organiza para tratar de taponar las calles que salían del pueblo y evitar así la huida de los milicianos, que ante los rumores propalados se veían desorientados y sin sus mandos (34).
 
          El alcalde Marrero, en sus Noticias de lo acaecido en este Puerto y Plaza de Santa Cruz durante la Guerra con el Rey de la Gran Bretaña y sus Aliados (35), nos cuenta que, cuando se supo la noticia de la capitulación de los ingleses, el pueblo prorrumpió en “vivas y ajijides”, y tanto paisanos como soldados lanzaron sus sombreros al aire en señal de incontenible júbilo.
 
          Su extensa relación es interesantísima por muchos conceptos. De la misma se desprende que su autor era hombre sin gran formación, pero sin trabas en la lengua que le impidieran exponer con claridad y de forma directa sus pensamientos. Él mismo nos aclara qué es lo que pretendía con su relación: que no se adornaran con plumas ajenas los poderosos y que no se tratara de ignorar ni menospreciar el heroísmo de los más humildes, de las gentes del pueblo. Y, todo ello, alejado de cualquier pretensión literaria, pues, reconociendo sus limitaciones, se define a sí mismo como “un hombre que sólo ha adquirido la ciencia precisa para distinguirse de los ignaros, y saber la obligación del cristiano y la de un fiel vasallo que ama a su Rey y Patria.” (36).
 
            Cuando se propalan por el pueblo las condiciones de capitulación que se habían concedido al enemigo, muchos mostraron su extrañeza y algunos hasta su repulsa, pues en un primer momento no entendían que no se hubiera tratado de sacar un mayor partido a tan señalada victoria. A este respecto, Marrero deja bien clara su opinión, cuando dice que “nuestros isleños no han tenido la mínima culpa, pues para nuestra fortuna ningún hijo de Santa Cruz ni de Tenerife tuvo parte en la capitulación que con tanta razón vituperáis.” (37). No obstante que en su relación destaca el valor de los hijos de Tenerife, no por ello deja de alabar a los que no siendo isleños cumplieron fielmente con su deber, igual que dedica agrias censuras a los que no lo hicieron, fuese cual fuese su naturaleza. Únicamente tiene palabras de comprensiva disculpa para los milicianos, hombres del campo sin instrucción, mal armados, algunos sólo con palos, que nunca se habían visto en una acción semejante, por lo que muchos emprendieron la huída en lo más duro de la lucha, al verse abandonados por sus mandos, que no supieron dar ejemplo de entrega y coraje (38).
 
          Con la capitulación del enemigo no cesó el trabajo del alcalde Marrero. El general Gutiérrez, una vez finalizada la lucha y pasados los primeros momentos, cursó una larga lista de petición de informes a cuantos jefes de unidades y responsables habían participado en la defensa. Hay constancia de detallados partes dirigidos al comandante general, entre los que no podían faltar los del alcalde real, como son la relación de paisanos muertos y heridos y la relación de viudas de paisanos, ambas firmadas con fecha 31 de julio (39).
 
          Dos días antes, el sábado 29, el alcalde había convocado una reunión en la iglesia del Pilar, en la que se aclamó como patronos tutelares de la plaza a la Santa Cruz y al Apóstol Santiago (40). Una semana más tarde, el 5 de agosto, en el propio domicilio del alcalde se celebró otra junta en la que el síndico personero interino don José de Zárate  presentó, a sugerencia del general Gutiérrez, la iniciativa para solicitar a S.M. Carlos IV la concesión del título de Villa. El expediente abierto con este motivo se culminó el 13 de septiembre, elevando la petición a la Corte. En el mismo día se solicitó también la real aprobación de lo acordado sobre el copatronazgo en la reunión de la iglesia del Pilar el día 29 (41). Tardó en llegar la carta de privilegio, que firmó el rey el 28 de agosto de 1803.
 
          Como es natural, una vez informado cabalmente S.M. de los sucesos de julio, cursó su felicitación a autoridades y pueblo por medio del ministro de la Guerra don Juan Manuel Álvarez. La dirigida al alcalde Domingo Vicente Marrero, fechada en San Lorenzo de El Escorial el 8 de octubre de 1797, la recibió el interesado a través del general Gutiérrez (42). Es típico ejemplo del desconocimiento de la administración central sobre los asuntos canarios el hecho de que la felicitación fuera dirigida al “Alcalde Real de la Ciudad de La Laguna”. El 1 de diciembre Marrero agradecía al comandante general la felicitación recibida por su mediación, al mismo tiempo que “la memoria que V.E. se dignó hacer de mi persona.” (43).
 
          En 1798 Marrero cesó como alcalde y fue sustituido por su amigo don José de Zárate y Penichet, que sin duda había sido uno de sus más valiosos colaboradores. La valía intelectual y profesional del que había sido síndico personero interino y de ausencias, ya que el titular, don José María de Villa, permaneció agregado a la plana mayor del general Gutiérrez durante la acción frente a los ingleses, llevan a pensar que tanto en la redacción del plan de rondas, como en las actas de las reuniones y los escritos elevados a S.M., su participación tuvo que ser muy importante.
 
          Pero antes de abandonar la alcaldía, aún tenemos noticia de otra actuación de Marrero. El gobernador militar y segundo cabo, mariscal de campo don José Perlasca -que sustituiría a Gutiérrez, fallecido en 1799, como comandante general-, ideó un proyecto para abovedar los barranquillos de Guaite y del Aceite, para lo que recabó la colaboración del alcalde (44). A pesar de los esfuerzos de ambos, por falta de medios sólo pudo hacerse la obra en la parte baja del barranquillo del Aceite, naciendo sobre el mismo una nueva calle para Santa Cruz, la de la Luz o del Barranquillo (45), actual de Imeldo Serís. La mejora no duró más de una docena de años, pues en 1810 se hizo necesario rehacer la bóveda. También se buscaban medios para abovedar los barranquillos de Santo Domingo y de San Francisco (46).
 
          En 1798 Marrero mantenía un pleito con el Cabildo. En carta desde Canaria de fecha 18 de octubre a don Juan Calderín y Abreu, don Pedro Domingo Báez comunica al Cabildo que ha recaído sentencia (47).
 
          En los libros de actas municipales (48), la última que figura firmada por el alcalde Marrero es la de fecha 22 de noviembre de 1797; la siguiente, que es del 12 de enero de 1798, ya aparece firmada por su sucesor en la alcaldía José de Zárate. En la sesión del 15 de febrero se lee un oficio de S.E. el comandante general, por el que se traslada al ayuntamiento la comunicación de Gaspar de Jovellanos, dando cuenta de la R. O. firmada en San Lorenzo el 27 de noviembre anterior, por la que se concede a Santa Cruz los privilegios de Villa exenta, títulos y escudo. Es curioso que el acta correspondiente a esta fecha, 15 de febrero, se encabeza, por primera vez: En la Muy Leal, Noble é Invicta Villa Puerta y Plaza de Santa Cruz de Santiago de esta isla de Tenerife... Pero, en el siguiente asiento del libro, de fecha 14 de enero de 1799, sólo se hace constar, como se hacía anteriormente: En el Puerto y Plaza de Santa Cruz de Tenerife... Hasta el acta del 17 de diciembre de 1803 no vuelve a decirse: En la Muy Leal Noble é Invicta Villa Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago...
 
          En 1802 figura como alcalde del agua, nombrado por el comandante general Perlasca por ausencia del alcalde de aguas titular José de Monteverde y entre sus competencias están también el cuidado y aseo de la Alameda y su alumbrado (49). Se ocupa de la composición de la Pila de la plaza, que se había averiado, con piedra cedida por la fábrica de la iglesia de la Concepción de La Laguna, labrada en la cantera de Pedro Álvarez, y pernos de metal fabricados por un “latonero”, todo lo cual costó, incluido transporte y colocación con un aparejo, 1.365 rs. vn y 5 mrs (50).
 
          El 5 de diciembre de 1803, en la sesión constitutiva del nuevo ayuntamiento, sale elegido diputado de Sanidad y Fortificación, empleo que no llegó a desempeñar, puesto que en la siguiente sesión municipal (51), bajo la presidencia de José María de Villa, se hace constar: “se vió el oficio que ha pasado Dn. Domingo Vicente Marrero, renunciando al empleo de Diputado de Sanidad que se le há conferido por las razones que en dicho oficio se contienen pr lo qe se le há por escusado y se nombró con todos los botos a Dn. Domingo Molowny pa dho. empleo de Diputado de Sanidad y fortificación.”
 
          Tuvo el alcalde dos hijos de su matrimonio: Domingo Ignacio Marrero, que sería clérigo de menores, que falleció en 1808, y el ya citado José Ignacio Marrero, oficial de las Milicias de Artillería (52). Don Domingo Vicente Marrero murió en su domicilio de la calle del Norte el 2 de septiembre de 1807, a la edad de 66 años, después de otorgar testamento cerrado al estilo militar ante el escribano don Enrique José Rodríguez (53), testamento que, lamentablemente, hasta hoy no ha sido posible localizar.  
 
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NOTAS
 
1.- PARROQUIA DE LA CONCEPCIÓN: Bautizos, Lº 5º, fº 387 v.
2.- Ibídem: Matrimonios, Lº 6º, fº 169. BIBLIOTECA MPAL. SANTA CRUZ: Fondo Documental Antiguo, caja 53; Inventario General de Manuscritos, núm. 257, 4. Notas mecanografiadas por A. Vizcaya Cárpenter.
3.- AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Fondo Antiguo, 4/12, expediente y escrituras de 20 de junio de 1781 a 15 de octubre de 1782 (Datos facilitados por Daniel García Pulido).
4.- D. DARIAS PADRÓN: El Museo Canario, núm. XIV, 1953.
5.- VV. AA.: Catálogo de documentos del Concejo de La Palma (1501-1812). Fontes Rerum Canariarum, XXXIX, 1999, Vol. II, pág. 498, núm. 2046.
6.- AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: 7/18.
7.- D. DARIAS PADRÓN: El Museo Canario, núm. XIV, 1953.
8.- J.B. LORENZO: Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, 1975.  Núm. 182, pág. 487. 
9.- F. M. DE LEÓN: Historia de Canarias, 1966.
10.- P. ONTORIA, L. COLA y D. GARCÍA: Fuentes Documentales del 25 de julio de 1797, 1997; L.COLA y D. GARCÍA: La historia del 25 de Julio de 1797, a la luz de las Fuentes Documentales, 1999.
11.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Fondo Antiguo, legº 12, expte 484.
12.- Ibidem. 
13.- Ibidem: Legº 12, expte  560. 
14.- Ibidem: Acta del juramento.
15.- Ibidem: Fondo Antiguo, legº 13, expte 562.
16.- Ibidem: Legº 13, expte 567.
17.- Ibidem: Legº 13, expte 568.
18.- Ibidem: Legº 13, expte 570.
19.- bidem: Legº 13, expte 572.
20.- L. COLA: Santa Cruz, bandera amarilla. Epidemias y calamidades (1494-1910), 1996, pág. 284.
21.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Fondo Antiguo, legº 13, exptes 575, 577 y 578.
22.- Ibidem: Legº 13, expte 574.
23.- Ibidem: Legº 13, expte 587.
24.- Fuentes Documentales..., 22, 128.
25.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Libro de Actas de 1795 a 1803, fº. 3 vtº. ; F. LANUZA: Documento XLIX.
26.- Ibidem: Fº 31 vtº y sgtes.
27.- Ibidem: Fondo.Antiguo, legº 13, expte 594.
28.- Ibidem: Legº 13, expte 589.
29.- Fuentes Documentales:  Relación de D. V. Marrero.
30.- Fuentes Documentales.
31.- Ibídem.
32.- F. LANUZA: Documento CXXVII.
33.- Fuentes Documentales.
34.- Ibídem.
35.- Ibídem.
36.- Ibídem.
37.- Ibídem.
38.- Ibídem.
39.- F. LANUZA: Documentos CLXIII y CLXIV.
40.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ:  Expediente sobre la aclamación de Patronos Tutelares de esta Plaza á la Sta. Cruz y a el Apóstol Sn. Tiago. Año 1797, Fondo Antiguo, legº 13, expte 609; A. CIORANESCU, .III, 10; IV, 366, 365.
41.- Ibidem: Expediente sobre impetrar la Rl. Gracia del titulo de Villa para este Puerto y Plaza de Sta. Cruz. Año de 1797. Incluye Plan de Rondas del 1 de mayo y copias de privilegios y méritos de la plaza y de la Representación al Rey de fecha 13 de septiembre, Fondo Antiguo, legº. 13, expte, 613; A.CIORANESCU, IV, Apéndice I.
42.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Fondo Antiguo, legº 13, expte 627.
43.- F. LANUZA: Documentos CLXXXII y CLXXXVII.
44.- A. RUMEU, III, 392; A. CIORANESCU, I, 136.
45.- L. COLA: Barrancos de Añazo.
46.- J. D. DUGOUR: Apuntes para la Historia de Santa Cruz de Tenerife, Segunda edición, 1875, pág. 173.
47.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO LA LAGUNA: C-V (Cartas diversas, 3), nº 90.
48.- ARCHIVO AYUNTAMIENTO SANTA CRUZ: Libro de Actas de 1795 a 1803. 
49.- Ibidem: 14-12.
50.- Ibidem: 14/13, expediente que abarca desde 20 de octubre a 28 de noviembre de 1802.
51.- bidem: Acta de la sesión de 7 de diciembre de 1803.
52.- ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL: Protocolos del escribano Enrique José Rodríguez
53.- ARCHIVO IGLESIA DEL PILAR (Hoy San Francisco): Defunciones, Lº 2º, fº 7 r. y 7 v. BIBLIOTECA MPAL. SANTA CRUZ: Notas de A. Vizcaya citadas.
 
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