El Casino de Tenerife, sus bailes, el tranvía y "El Tren Fantasma"

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en la Revista del Casino de Tenerife, en su número de septiembre de 1997).
 
 
          ¿Recordamos que la electricidad es un bien que se produce en complejas instalaciones a merced de la transformación de una serie de energías primarias? ¿Recordamos que la electricidad se ha convertido en un bien tan necesario para la vida y para la actividad económica en todos los países que han alcanzado un mínimo grado de desarrollo, que nos resulta casi imposible imaginar un mundo que carezca de ella…?
 
          Este mismo año, concretamente el 7 de noviembre, se cumplirá un siglo de la implantación del fenómeno físico en Santa Cruz que, por ese entonces, era la capital de Canarias. Pero a pesar de tan digna titulación, no sería nuestra ciudad la pionera en traer la electricidad al Archipiélago, ya que cuatro años antes se había adelantando La Palma, utilizando una caída natural de agua del Barranco del Río, a tres kilómetros de la ciudad.
 
          Si Santa Cruz de la Palma había dado el golpe de gracia, un año más tarde lo dio La Orotava, segunda población de las Islas en establecer dicho servicio, usando, como su antecesora, sus abundantes caudales de agua para la producción de electricidad. A todas estas, Santa Cruz, capital de las Siete Islas, aún seguía en la inopia…
 
          Nuestro Casino interpretó un curioso episodio en la citada implantación de la luz eléctrica en Santa Cruz, donde empezó a alumbrar, de forma pública, y por obra y gracia del ingeniero Julio Cervera, a partir del día 7 de noviembre, domingo de 1897. Resaltaron las crónicas de aquel entonces que “para la capital de Canarias, y desde el memorable 6 de diciembre de 1883, en que se inauguró el cable telegráfico, que unió Cádiz con Tenerife, no hubo otro día de más alto entusiasmo ciudadano”.
 
          En el mes de julio de 1897, cuando la ciudad celebró el Centenario de la victoria del general Gutiérrez sobre Horacio Nelson, nuestro Casino fue escenario de dos bailes, en uno de los cuales se ensayó, solo se ensayó, el alumbrado eléctrico, que fue encendido durante tres días de festejos oficiales en uno de los balcones que daba al mar. Un testigo de la época dejó escrito que “El calor desprendido por estas luces fue demasiado, resultando muy agradable tener todas las ventanas abiertas, con un ambiente tan fresco como en invierno”. Y en septiembre del mismo año, el Casino, ahora así, inauguró la instalación eléctrica en el transcurso de un baile ofrecido a la tripulación del buque de guerra español Nautilus, siendo la primera entidad privada de Santa Cruz que estrenaba esta innovación tecnológica, “a base de 200 lámparas de 10 bujías”. La bujía era la unidad adoptada para medir la intensidad de la luz eléctrica.
 
          Igualmente, como curiosidad, cabe recordar que el 2 de febrero de 1898, “bajo la luz de las velas esteáricas, tuvo lugar el baile de mascaras en el Círculo de Amistad”. Los socios rogaron que se sustituyera dicho alumbrado por el de la luz eléctrica, “aunque la variación resulte un perjuicio de sastres y modistas, por el sinnúmero de trajes que se inutilizan con las citadas velas…”. Al fin de año de 1900 recogían las crónicas que “el baile de disfraz que el Círculo de Amistad dio estuvo brillantísimo; en primer lugar por la magnífica instalación eléctrica…”.
 
          En fin, desde un principio, y por aquellas épocas, el alcalde Pedro Schwartz y Matos acogió con calor la idea del ingeniero Julio Cervera para llevar la luz eléctrica a los hogares y calles santacruceras. El capital para iniciar dicha empresa era netamente isleño. Así se creó la Compañía Eléctrica e Industrial de Tenerife, la CEIT, antecesora de UNELCO, de la que su director técnico fue el propio Julio Cervera; Pedro María Pinto de la Rosa, su gerente, sin olvidar a Ballester y Martí, otra pieza clave en dicha industria.
 
          Cervera trabajó día y noche en aquel ambicioso proyecto que, como ya hemos indicado, se materializó el domingo, día 7 de noviembre de 1897, “un día de alto entusiasmo ciudadano”. Simultáneamente, Julio Cervera venía ocupándose de otros dos proyectos: el del ferrocarril de Tenerife, que nunca se llevó a cabo ya que se hizo un estudio que partiendo dicho medio de transporte desde la capital terminase en La Orotava, con una longitud de cuarenta y nueve kilómetros y coste probable de cuarenta y ocho mil pesetas por cada mil metros, esto es, un total de dos millones trescientas cincuenta y dos mil pesetas…
 
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