Don Pedro Maffiote Arocha, un personaje universal

 
Por Carlos Hernández Bento  (Publicado en el mejicano Diario de Colima el 17 de mayo de 2020).
 
 
 
          A lo largo y ancho del mundo y de la historia han surgido, de tanto en tanto, personalidades a las que Dios o Natura parecen haberlos dotado con capacidades para rayar alto en distintas disciplinas. El paradigma que todos tenemos en mente es el del italiano Leonardo Da Vinci, aunque además se mencione mucho, entre otros, a personajes del calibre del alemán Leibniz o del francés Pascal.
 
          Pero siendo estos los más grandes, no son sin duda los únicos. Tanto México, como España -y casi todos los países-, cuentan con personalidades de este estilo. Y cada región a su escala, también.
 
          Siempre resulta grato leer los logros de alguno de ellos, pues nos produce una mezcla de regocijo y asombro el despliegue que determinados seres humanos alcanzan a desarrollar en el estrecho marco de una sola vida.
 
          Así que hoy vamos a dedicarle unas líneas a un personaje de esa raza de gente tan especial y despierta. Uno de esos todoterrenos que producen admiración universal, lea quien lea su biografía y en el lugar del globo que se siente a hacerlo.
 
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          Pedro Maffiotte Arocha (Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, 1816 - Id., 1870) era un auténtico polímata. Tenía extraordinarias cualidades para las matemáticas, la arquitectura, la botánica, la geología, el periodismo o la pintura. Aunque su mayor contribución la hizo como urbanista e ingeniero. Su polifacética personalidad y obra jugaron, como casi no podía ser de otra manera, un importante papel en su archipiélago natal, y aún en el plano nacional e internacional.
 
          Desde la década de 1840 desempeñó múltiples tareas docentes, siendo catedrático de Perspectiva en Bellas Artes, profesor de Matemáticas en la Escuela de Náutica y, tras ser uno de los fundadores de la Real Academia Canaria de Bellas Artes en 1846, fue además profesor de Aritmética y Geometría en la Escuela de dicha Academia, convirtiéndose en el auténtico dinamizador de los estudios de arquitectura y urbanismo del Archipiélago.
 
          Nuestro hombre fue también -como ya hemos dicho-, pintor; aunque lamentablemente se conservan pocos de sus trabajos. Sin embargo, muchos de los mismos fueron referenciados en catálogos de la época, dando testimonio de su intensa actividad. Incluso una “Vista del puerto y población de Santa Cruz de Tenerife”, óleo de su autoría, se conserva en el Museo Naval de Madrid.
 
          Sus aportaciones a la mejora de las obras de ingeniería pública de las Islas fueron copiosas y determinantes. En 1846 fue enviado a Argel, para aprender las nuevas técnicas utilizadas para la construcción de una escollera con prismas artificiales fabricados a pie de obra. Procedimiento que aplicaría con éxito en los puertos internacionales canarios de Tenerife y Las Palmas.
 
          En la isla de Gran Canaria, donde residió entre 1851 y 1857, fue director de Caminos Vecinales y Vías Rurales; y desempeñó también tareas docentes, teniendo discípulos tan ilustres como don Fernando León y Castillo, relevante político de la escena española de la época, y don Benito Pérez Galdós, considerado por muchos como el mejor novelista en castellano después de Miguel de Cervantes. Estas ocupaciones no le impidieron hacer magnos trabajos como el de la presa de Pinto, la mayor obra hidráulica proyectada hasta entonces en Canarias.
 
          Otra faceta importante de su plural actividad intelectual fue la dedicación a las ciencias naturales, en particular a la geología y la botánica; sin duda estimulado por el ejemplo del naturalista francés Sabin Berthelot.
 
          Las Islas, campo de experimentación científica europea durante el siglo XIX, atrajeron a numerosos especialistas del Continente y él hizo de cicerone de muchos de ellos. Incluso premiaron su labor con gestos tales, como la denominación de bulliminus maffiotteanus a un caracol hallado en Gran Canaria.
 
          Relacionada con su faceta científica estuvo la periodística, ya que hizo numerosos artículos de divulgación en este campo para llegar al gran público, que dio a la luz en La Ilustración de Canarias.
 
          En 1858, ¡1858!, construyó un aparato volador impulsado por un cohete que experimentó con éxito. Por este logro, la NASA lo reconoció como pionero de la Aeronáutica en sus Essays on the History of Rocketry and Astronautics: Proceedings of the Third through the Sixth History Symposia of the International Academy of Astronautics, volume 1, NASA, Technical Reports Server (NTRS), 1977.
 
          El 14 de febrero de 1858 publicó un artículo -"Reflexiones sobre la navegación aérea"-, en la Revista de Obras Públicas de Madrid (Vol. IV, tomo I, pp. 89-90) en la que describía los resultados logrados que llamaron la atención de la NASA:
 
          “Habiendo observado que la curva descrita por el cohete en su ascensión, vuelve algunas veces la concavidad a la región en que sopla el viento, se me ocurrió averiguar la causa de este fenómeno, y examinar se era posible construir un aparato que regulase su movimiento, para hacerle describir en el espacio una línea dada.
 
          De mi estudio ha resultado la construcción de un disco o cometa, muy imperfecto a la verdad, formado de cañas y papel, de 90 centímetros de largo y 70 en su mayor ancho, con un pequeño timón, y una aleta reguladora en la cara superior. El cohete, formado  en un cañoncillo de hierro, está fijo en el centro en la cara inferior, en inclinado sobre su línea de simetría bajo un ángulo de 30º. El peso de todo el aparato es de 137 gramos […] La velocidad obtenida ha variado de 43 a 25 decímetros por segundo de tiempo. La carga del cohete ha sido de solo 4 gramos […].”
 
          Maffiotte tenía la intención de continuar escribiendo sobre el asunto, pero murió a los 44 años. Este artículo y otros escritos sobre lo mismo fueron publicados póstumamente en el periódico La Voz de Canarias (1).
 
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 Esquema de Pedro Maffiotte para sus estudios. [Fuente: MAFFIOTTE, P., Reflexiones…, op. cit., 1865, 13, tomo I (20): 252-254].
 
 
 
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Esquema de Pedro Maffiotte para sus estudios. [Fuente: MAFFIOTTE, P., Reflexiones…, op. cit., 1858, 6, tomo I (21): 258-259].
 
 
          Prueba del prestigio que alcanzó como científico, lo refleja el hecho de haber sido uno de los cinco españoles que asistieron al “Congreso Internacional de Arqueología y Antropología Prehistórica” de Dinamarca de 1868.
Ese mismo año fue nombrado arquitecto municipal de Santa Cruz de Tenerife, cargo que ejerció hasta su muerte dos años después, en 1870.
 
          Todo esto, y mucho más, le dio tiempo hacer a don Pedro Maffiotte en su corta vida. ¿No les parece realmente admirable?
 
 
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(1)  Sobre el mismo asunto: MAFFIOTTE, Pedro, “Reflexiones sobre la navegación aérea”, Revista de Obras Públicas, Madrid, 1858, 6, tomo I (14), pp. 169-171; Ibídem, 1858, 6, tomo I (21), pp. 258-259; Ibídem, 1860, 8, tomo I (23), pp. 276-278; Ibídem, 1865, 13, tomo I (20), pp. 252-254.
 
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