La música militar y la zarzuela

 
Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en nuestra página el 17 de mayo de 2020).
 
 
 
Cuando una banda militar  //  al aire da su alegre son,  //  siento en seguida palpitar  //  con regocijo el corazón. //  Es la corneta con el tambor  //  lo que al soldado le da valor
 
De la zarzuela “El trompeta minuto” de Arturo Saco del Valle
 
 
 
          La presencia de lo militar en el género musical de la zarzuela es algo sobradamente conocido. Miguel Zubeldía de la Asociación de  Amigos de los Museos Militares (sección de música) lo expresa, perfectamente, en un artículo publicado, hace ya muchos años (1989), en  la revista Militaria: "Lo lirico y lo castrense, decía, es una ambivalencia de siempre. El tema o el asunto militar forman parte de muchas zarzuelas españolas; bien en su fondo o en su forma  o como tema secundario, y su música está enraizada en el alma del pueblo."
 
          Ricardo Fernández de la Torre en su bello y magnífico libro Historia de la música militar de España, en el capítulo dedicado a las zarzuelas de inspiración militar  hace un repaso casi exhaustivo por todas las que responden a esta condición y las clasifica en cinco grandes grupos atendiendo a sus títulos.
 
- Personajes de la vida militar, que van desde los quintos a los mariscales, pasando por “El Cura del Regimiento” de Chapí: entre estas zarzuelas está “Colegialas y Soldados”, que supuso el arranque de una nueva época de este género musical. La obra se estrenó en el año 1849, con música de Rafael Hernando y Palomar.
 
- Personajes con nombre o remoquete, como El Sargento Bomba o el Trompeta Minuto.
 
- El Arma de Caballería que, siempre fue tema de gran inspiración para los autores de zarzuela. Algunas  son homenajes a unidades como “El 15 de Caballería” o “El 14 de Ligeros”, y otras están dedicadas a los húsares, especialmente por sus vistosos uniformes y su aureola romántica.
 
- Los toques de ordenanza o instrumentos con los que se interpretan, como El Toque de diana, El Tambor de granaderos, o la famosa Ven, Cirila, ven, cuyo tema principal está basado en el toque de llamada a oficiales.
 
- En el último grupo el autor reúne las obras que siendo de inspiración militar  no pueden inscribirse  en los anteriores,  entre estas se encuentra la que puede ser la última zarzuela de tema militar que se haya compuesto:”Baile en Capitanía”, música de Federico Moreno Torroba, basada en la bella obra teatral del mismo título, que sobre las guerras carlistas, escribió  Agustín de Foxá y que fue estrenada en Zaragoza el año 1960.  Desde la primera de ellas, en 1849,”Colegialas y soldados” hasta “Baile en Capitanía”,  Fernández de la Torre hace un recuento de unas doscientas zarzuelas con títulos  y autores, pero  asegura  que, sin temor a exagerar, se pueden añadir otras tantas.   
 
          Rafael Hernando, al que hemos conocido como autor de “Colegialas y Soldados” perteneció al grupo formado por los compositores Cristóbal Oudrid,  Barbieri, Gaztambide, Inzenga, el letrista Luis de Olona y el barítono Francisco de Salas, que fundaron La Sociedad Artística, con la finalidad de difundir la zarzuela por toda España, sacándola del marasmo en que había quedado, ante la competencia de la ópera, primero italiana y después francesa;  empresa que culminó con la creación de un teatro dedicado al género, que fue desde el 10 de Octubre de 1856, el Teatro de La Zarzuela de Madrid.
                                       
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                                                                Cristóbal Oudrid              
 
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     Teatro de la Zarzuela          
 
 
          El 21 de diciembre de 1870, Cristóbal Oudrid  estrenó precisamente en ese teatro de La Zarzuela, del que  era cofundador, una zarzuela histórico - romanesca (según el programa) en tres actos titulada: “El molinero de Subiza”.  Sólo una semana después, a pocos metros del teatro, en la calle de El Turco (Marqués de Cubas), el general Prim sufría el atentado que le costó la vida, pero eso no enturbió su éxito, porque llegó a rebasar las trescientas representaciones. El primer acto de la obra se cerraba con el número "Procesión y plegaria". Plegaria cuyo primer verso era: “ Salve, estrella de los cielos”, pero en su gira por provincias, la zarzuela fue representada en El Ferrol y allí los guardiamarinas del buque escuela Asturias, la hicieron suya y ese primer verso  pasó a ser ”Salve, estrella de los mares“, para así convertirse en la “Salve Marinera”, que desde entonces se cantó en buques, escuelas y cuarteles de  la Marina española  con distintos arreglos y letras, hasta que en noviembre de 1942, el Jefe del Estado Mayor de la Armada, puso orden en el asunto y declaró reglamentarios el arreglo del entonces Director de la Banda de la Escuela Naval  Jesús Montalbán y la letra de Mariano Méndez Vigo. De esta manera la bella composición de Cristóbal Oudrid, fue la primera pieza de zarzuela que pasó a integrarse en el acervo musical de las Fuerzas Armadas de nuestro país. Pero no quedó restringida  al ámbito militar, porque no hay lugar en España relacionado con la mar, donde en el día de la Virgen del Carmen no resuene la “Salve Marinera”.
 
          Aunque incorporada a lo militar, la Salve Marinera no es propiamente música militar,  pero Cristóbal Oudrid, sí que había compuesto música de inspiración  militar para el teatro, fue como música incidental  para una obra  de Juan Lombía, “El Sitio de Zaragoza de 1808”, drama en tres actos y en verso , estrenada en 1848. La pieza teatral no ha pasado a la historia, pero la música sí, porque Oudrid hizo con ella una obra instrumental, que es  la que ha llegado hasta nosotros como la fantasía militar “El Sitio de Zaragoza”. Pronto esta composición alcanzó gran popularidad y es número casi obligado en cualquier concierto de música militar que se precie.
 
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                                                           Teatro Apolo
 
   
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                                                               Federico Chueca                                                                      Joaquín Valverde                         
 
 
          En la noche del día 20 de noviembre, de 1886, los espectadores que tuvieron la fortuna de asistir al estreno de la zarzuela Cádiz, en el teatro Apolo de Madrid, saltaron enardecidos de sus asientos, vitoreando a España, replicando al coro que cantaba:”¡Viva España! …. Qué vivan los valientes que vienen a ayudar…”. Era el número final del primer acto  que representaba el desfile, al son de una briosa marcha, de los libertadores de la ciudad de Cádiz  asediada por los franceses; esa bellísima y marcial marcha  despertó el patriotismo de los presentes que puestos en pie, se fundieron en un extraordinario ambiente de exaltación patriótica. Según el programa de la función este número se titulaba: Cádiz” (Pasodoble).
 
          “Cádiz” pasó rápidamente a formar parte del repertorio de todas las bandas de música militares, hasta llegar a nuestros días en los que sigue siendo una de las marchas más bellas y vibrantes. Pero no quedó ahí su popularidad, porque también pasó a los pianos de los cafés, muy abundantes en aquella época. La marcha llegó  a escucharse en Londres, gracias a  que el Príncipe de Gales, que luego reinaría con el nombre de Eduardo VII, tuvo ocasión de oírla y dio órdenes de que la banda de su regimiento la incorporara a su repertorio. El texto de la obra, que fue también muy elogiado, era original de Javier de Burgos, inspirado en uno de los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós. La música era de Federico Chueca y Joaquín Valverde. En 1896 los tres fueron condecorados  con  la Cruz al Mérito Militar.
 
          Como otros muchos compositores de zarzuela, Chueca escribió también música de aplicación a la vida militar, pasodobles, que luego pasaban a ser marchas de desfile. En 1908, el Círculo de Bellas Artes de Madrid le encargó un pasodoble para conmemorar el primer centenario de la Guerra de la Independencia. Este pasodoble se llama “El 2 de Mayo” y sigue vigente en el repertorio de  nuestra  bandas  militares; tristemente ésta fue su última composición porque murió al poco tiempo de haberla estrenado.
 
          El 10 de diciembre de 1898, después de una guerra injusta, y quijotesca por nuestra parte , se firma entre España y Estados Unidos, el llamado Acuerdo de París, era la certificación escrita de la total desaparición del que fuera el gran imperio español. La rendición en Cuba había tenido lugar meses antes, en julio. El impacto sobre la sociedad española fue terrible, y el que hasta entonces había sido considerado como el canto  patriótico por excelencia, el pasodoble de Chueca, “Cádiz”, que casi llegó a convertirse en himno nacional, pasó a ser maldito, al ser motejado por el mismo pueblo que antes lo enalteció, como la  expresión escarnecedora de un españolismo chauvinista, de un patrioterismo barato, al que acusaban de haber sido el animador de la loca insensatez que llevó a España a entablar una lucha tan desigual. El paso del tiempo llevó las cosas a su sitio y hoy "Cádiz" sigue siendo una gran marcha militar. 
 
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                                     Manuel  Fernández Caballero
 
         
          Sólo 11 días antes de la firma del acuerdo, se estrenaba en el teatro de la Zarzuela, “Gigantes y cabezudos”, con música de Fernández Caballero y texto de Miguel Echegaray. El entusiasmo del público superó todo lo imaginable; un público deprimido por la humillante derrota,  agradecía todo aquello que le levantase el ánimo, y nada mejor, para conseguirlo,  que la bravura y la reciedumbre aragonesas. La obra es una apoteosis de la jota, que aparece ya desde el inicio. Pero el desastre está demasiado cerca y la nostalgia es inevitable; por eso emocionó tanto, un número, el celebérrimo “Coro de repatriados”, que cantan los derrotados de Cuba. Según un crítico de la época: “ Una marcha lenta, triste, impregnada de cansancio y amargura, donde asoma la jota, con acentos de nostalgia". Los  repatriados que cantaban salían del patio de butacas disfrazados de soldados y el público llegó a creer que eran verdaderos, lo que aumentó el entusiasmo.
 
          Tanto “El Sitio de Zaragoza” como “Cádiz” son obras dedicadas a ensalzar las virtudes patrias ante la invasión francesa; a partir de ahora nos encontraremos con músicas y letras destinadas a exaltar esos mismos valores patrios y elevar la moral de pueblo y el Ejército, pero ante las llamadas Guerras de África, que comenzaron con  la de 1859-1860, gobernando Isabel II y terminaron en 1927, reinando  Alfonso XIII, durante la dictadura de Primo de Rivera.
 
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                                                Gerónimo Giménez 
 
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          Desde ese año de 1860,  había paz  en Marruecos, pero el conflicto seguía latente, por eso los temas referentes a esa primera guerra, eran muy bien acogidos por el público. El 28 de julio de 1893, Fiacro Yrayroz, libretista y Gerónimo Giménez, (con g los dos, nombre y apellido, como él quería) músico, estrenan en el Teatro Príncipe de Madrid (Hoy Español) una zarzuela, “Los Voluntarios” cuyo argumento es el paso de una unidad de voluntarios catalanes  por  un pueblo aragonés de camino para su lugar de embarque hacia la guerra.  “Se escuchan las cornetas, ya pronto llegarán los bravos catalanes que van a pelear” así decía la letra del pasodoble, número central de la obra. Esa unidad tan especial de catalanes se ganó a pulso su entrada por la puerta grande en la Historia, con mayúscula, de España. Uniformados con el traje popular del Principado, cubiertos con la vistosa barretina y encabezados por su valeroso jefe el comandante Sugrañés, participaron en la batalla de Tetuán, al mando del general Prim, que sólo unos días antes había solicitado al general O´Donnell, que sus paisanos quedaran a sus órdenes. La batalla fue dura, 60 catalanes quedaron en el campo de batalla  entre ellos su comandante. El día 6 de febrero de 1860, los Voluntarios Catalanes izaron la bandera española en la alcazaba de Tetuán. Se cuenta que habiéndose apenado el general Prim por las muchas bajas que el batallón tuvo, al desfilar los voluntarios ante el caudillo catalán después del combate le gritaron: "Encare 'n quedem pera un' altre vegada". "Todavía quedamos algunos para otra vez". Es un hecho de armas, que algunos pretenden ocultar, o mejor, borrar de la historia. 
 
          Como, en su día, ocurriera con "Cádiz", ese pasodoble central despertó el entusiasmo entre los espectadores y pronto, y con el mismo título de la zarzuela, “Los Voluntarios”, se integró en las bandas militares y quizás sea la marcha que, desde entonces, más se ha interpretado  en los desfiles militares españoles.
 
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                  Francisco Alonso                                                                             
 
 
           
           En  Marruecos después de los unos combates en mayo y junio de 1916, prosiguen las operaciones de policía, pero desde entonces no se desarrollan actuaciones militares importantes. Sin embargo continúa, como era natural, una  amplia  presencia del Ejército español en el territorio, por eso, un pasodoble que apareció en los últimos meses del año 1919,decía: “Allá por la tierra mora, allá por tierra africana, un soldadito español de esta manera cantaba”. Eran los primeros versos del ”Pasodoble de la Bandera” número musical de la revista, una modalidad ligera de la zarzuela, pieza lírica la llama Fernández de la Torre, “Las Corsarias” con texto de Enrique Paradas y Joaquín Romero y música de Francisco Alonso, que se había estrenado  el día 31 de octubre. Esa noche del estreno en el teatro Martín de Madrid, se repitió el mismo fenómeno que con “Cádiz” o “Los Voluntarios”, y se produjo otra vez la fuerza arrebatadora que encendió el entusiasmo del público, entusiasmo que vuelve a suceder cada vez que cualquiera de nuestras bandas militares, casi 100 años después, interpreta “Banderita”, que es el nombre con el que se conoce la marcha del maestro Alonso. Esta denominación se debe a que la canción hace referencia  a  la bandera que cada soldado llevaba en su mochila, que era de pequeñas dimensiones y  con ella se cubría a los  que morían en combate, de ahí el diminutivo  y la letra:  “El día que yo me muera si estoy lejos de mi Patria sólo quiero que me cubran con la Bandera de España”.
 
          El pasodoble se extendió como la pólvora por todo Madrid y el propio Alfonso XIII aseguraba que la cantaba cuando se afeitaba.
 
          Las cosas se complicaron en Marruecos; llegamos al año trágico, 1921; el 22 de julio, ocurre el desastre de Annual, y no mucho tiempo después, el 9 de agosto, la masacre de Monte Arruit. España atónita en principio, reacciona rápidamente, los voluntarios afluyen a las unidades, se llevan a cabo colectas espontáneas en todo el país y en este escenario, el pasodoble “Banderita” alcanzó su verdadero valor convirtiéndose en un himno de adhesión al Ejército. Fue la marcha que las músicas militares  interpretaban siempre en las multitudinarias despedidas a las tropas que partían para  Marruecos, despedidas llenas de fervor patriótico, que los vibrantes compases de  la marcha ayudaban en gran manera a sostener.
 
          Las operaciones continúan sin tregua en Marruecos, el enemigo se muestra especialmente activo, en marzo de 1924 se hace necesario llevar refuerzos desde España, con las que poder vencer la pertinaz resistencia de los rifeños. En la segunda parte del año, cuando aún “Banderita” no había perdido popularidad, se oye por toda la capital española, un nuevo y emotivo pasodoble que decía:” Bejarana no me llores porque me voy a la guerra”. Era  la voz de un quinto que había sido reclutado para ir a defender el honor patrio en los campos africanos. “Pasodoble de los quintos” se titulaba y su autor musical  era también, Francisco Alonso, que volvía a aportar a la música militar española otra gran composición, que los músicos mayores  no tardaron en incorporar a sus repertorios. El número pertenecía a la zarzuela, “La bejarana” con texto de Luis Fernández Ardavín, la música la compartía Alonso, con Emilio Serrano, aunque el pasodoble era solamente suyo; el estreno tuvo lugar el 31 de mayo de este año de 1924, en el teatro Apolo, que de nuevo vivió una noche de entusiasmo y fervor patriótico, cuando se interpretó esta nueva pieza de Alonso.
 
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                      Jacinto Guerrero
 
         
         
          Unos años más tarde en 1928, se puso de moda en Madrid otro pasodoble, que era un encendido  elogio al  soldado español, y en un verso de su letra se decía: “La victoria fue tuya”. En efecto, había llegado la victoria y con ella, o por ella, la paz  en las tierras africanas. La Orden General  del Alto Comisario en Marruecos, general Sanjurjo, así lo confirmaba el día 10 de julio de 1927. Habían transcurrido 18 largos años en los que España había vertido su sangre y sus energías morales, decía Sanjurjo, “para mantener el legado de altivez que nos dejaron nuestros antepasados, conquistadores de un mundo”.
 
          El pasodoble que tenía por título ”Soldadito Español”, lo compuso Jacinto Guerrero en los últimos días de la campaña de África y al poco tiempo lo incorporó a la revista “La Orgía Dorada” que se estrenó en el teatro Martín,  con libro de Muñoz Seca, Pérez Fernández y Borrás, y la colaboración musical de Belloc. Fue otro gran éxito pero aquí no se trataba de enardecer, aunque también lo hacía, sino de homenajear al Ejército a través de su figura más humilde, pero más importante: El soldado, el soldadito español.
 
          Antes de esta revista, “La Orgía Dorada”, Jacinto Guerrero, había estrenado, en el Apolo, una zarzuela, con  texto de Enrique Reoyo y Juan Luca de Tena, fue el 3  de diciembre de 1926, cuyo  título era: “El huésped del sevillano”. La guerra en Marruecos, estaba en vías de pronta solución, pero  el entusiasmo por los temas militares permanecía vivo; por eso el número “Fiel espada triunfadora” o “Canto a la espada”, piedra de toque, desde entonces, para los cantantes españoles, que  basado en una melodía muy rítmica, resulta una verdadera y briosa marcha militar, provocó que, en  su estreno, se cantara tres veces entre estruendosas ovaciones. Efectivamente, ”La Canción de la espada”, como tal marcha, se ha interpretado muchas veces por las músicas militares.
 
          Las obras de las que vamos a tratar a continuación, no tienen ese carácter patriótico, pero sí  que se inspiran en temas militares, y, normalmente, tienen un carácter amable y festivo.
 
          Siguiendo un criterio más o menos cronológico, nos encontramos con un  estreno en el teatro Felipe de Madrid en junio de 1890, resultado  de una curiosa apuesta de componer una zarzuela sobre un título elegido al azar; a Federico Chueca le tocó “El chaleco blanco”, y con letra de Ramos Carrión compuso una delicioso episodio cómico-lírico; en él se hace coincidir a orillas de un rio a unas lavanderas con una banda de cornetas que ensayaba por allí y un bollero que vendía su mercancía, lo que da lugar al famoso coro de las lavanderas, al pregón del bollero y a un garboso pasacalles militar que con los marciales sones de trompetas dice : "Qué alegría da, qué bonito es, ver formar, ver salir, a la tropa del cuartel."
 
          Medio año más tarde el compositor Fernández Caballero estrena en el inevitable Apolo con letra de Carlos Arniches y Celso Lucio, una zarzuela de ambiente totalmente militar, la acción se desarrolla en un campamento militar cercano a un pueblo y el título tampoco puede ser más militar: ”El Cabo primero.  Aunque, sin duda, su éxito principal radica en la bella romanza, “Yo quiero a un hombre”, también los números de soldados y sargentos  como ”Era una cantinera de primera”, el  “Coro de rancheros”"¡De frente!", tuvieron una muy buena acogida por el público.  
 
          En el siguiente siglo, en 1904, nuestro ya conocido Gerónimo Giménez en colaboración con Amadeo Vives estrena en el teatro de la Zarzuela,”El húsar de la guardia”, zarzuela con ribetes de opereta. En uno de sus números cómicos se cantaba: “Al coronel de un regimiento orden le dieron de marchar. Y al regresar el coronel le coronaron de laurel”. Esta canción que se conoce como  “Al coronel de un regimiento”, fue un número de los de más éxito.
 
 
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                          José Serrano
 
 
          En marzo de 1909, se estrena en el Apolo, un cuento militar, así lo definen sus autores, Carlos Arniches y Félix Quintana, al que le pone música José Serrano; no hay duda, por tanto, de que es una obra de inspiración militar. Se trata de un cuento en prosa, con escenas musicales, por lo tanto es una zarzuela al uso en su época. La acción se desarrolla durante la primera guerra carlista y  aparte de la protagonista  femenina, tres soldados son los principales personajes de la obra; a uno de ellos, el recluta Tajuña, se le conoce  por su apodo: “La alegría del batallón” y ese es precisamente el título de la zarzuela. De esta obra es la famosa canción guajira, “Al mismo rey del moro”, que canta precisamente el recluta, por eso también  se le llama  “La canción del recluta”.   
 
          Seguimos avanzando en el siglo, y en Valencia primero, en noviembre de 1916, y  casi dos años más tarde en Madrid, se estrena una zarzuela que al decir de los entendidos es una de las más bellas  que se han escrito; sus números permanecen en la memoria de los aficionados al género e, incluso, en la de otros que no lo son tanto,”Mujer primorosa clavellina”, “Marinela, Marinela”, “Canta el trovador” y la que ahora, por su tema, nos interesa, el apoteósico, según los comentaristas, “Soldado de Napoles". Esta pieza con brioso canto de tenor y coro se hizo inmediatamente muy popular, tanto que algún gracioso, llamó a la terrible  epidemia de gripe que entonces  padecía España, ”Soldado de Napoles”, porque estaba en todos los pechos y en todas las gargantas; la ocurrencia hizo fortuna y se extendió como la pólvora.  La zarzuela se titulaba,”La canción del olvido”. Y aquí volvemos a encontrarnos con José Serrano que fue el inspirado compositor de la música, colaborando con dos letristas de categoría, Federico Romero y Guillermo Fernández –Shaw.
 
          En la noche del 5 de agosto de 1917, José Serrano, el genial músico, se encontraba  en la plaza de toros de Valencia, donde  no cabía un alma;  una banda municipal, tres bandas de guerra de la guarnición, una rondalla, un coro de 1.000 soldados, en total, nada menos que 2.000 intérpretes, estaban pendientes de su batuta para estrenar una canción de la que era autor de la música. Fue una explosión de fervor patriótico, se vitoreó al Rey, a España y al Ejército y se ovacionó  repetidamente a los autores de la letra y música. Hasta tres veces se tuvo que repetir la hermosa  página literario-músical. Era la “Canción del soldado”, una de las obras, sin duda, más importantes de  nuestra música militar.
 
          De antiguo venía el encargo de  esta canción, hay  que remontarse a 1910, cuando, en Valencia, se le pidió a Serrano que compusiera una canción de estas características de homenaje y exaltación del Ejército para estrenarla en la Exposición de Valencia, al mismo tiempo que tenía el compromiso de componer un himno para la misma.  El himno salió adelante y es una extraordinaria obra que andando el tiempo se ha convertido en el “Himno de la Comunidad Valenciana”. “Para ofrendar nuestras glorias España…" La canción patriótica tuvo que esperar, y encima por poco no llega a la cita del día de su estreno, porque cuando faltaban sólo unos días todavía no tenía letra; al límite ,Serrano convenció a Sinesio Delgado, autor dramático, poeta y periodista que tenía fama de sacar de apuros a sus amigos en trances como este. En una sola tarde quedó escrita la letra de la “Canción del Soldado”
 
 
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                                             Federico Moreno Torroba
 
         
           Buscando números de inspiración militar damos un salto en el tiempo, hasta 1932.En el mes de Marzo, se estrena una obra con música de Federico Moreno Torroba, y letra de nuestros ya conocidos Federico Romero y Guillermo Fernández- Shaw, la archiconocida y tantas veces representada “Luisa Fernanda”. Dentro de números tan famosos como la mazurca de “Las  sombrillas”, “Caballero del alto plumero” o la romanza  “En una dehesa de la Extremadura”, casi un himno en esa tierra, aparece la que nos interesa por  su cercanía a lo militar, la ”Habanera del Saboyano” que en principio no tuvo buenas críticas, porque al parecer desentonaba con esas piezas tan importantes  que  antes decíamos, sin embargo, pronto se ganó el aplauso del público, y es uno de los números más populares de esta zarzuela. 
 
          Mención aparte merecen los músicos militares que fueron autores de zarzuela, dejamos como ejemplo a algunos de ellos, quizás los más  conocidos, pero serían muchos más los que cabrían aquí. 
 
 
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                                                          Ruperto Chapí
 
         
           Uno de los grandes entre ellos es, sin duda,  Ruperto Chapí que fue Músico Mayor de Artillería, y reconocía que le debía mucho al Ejército. Una  de esas zarzuelas que Ricardo Fernández de la Torre  clasificaba por los toques de ordenanza o por los instrumentos con que se interpretan, es “El tambor de granaderos” y aquí no se trata de un compositor que  compone y luego su obra se adapta para que sea música militar, no, escribe  directamente música militar,  que se incluye en una zarzuela.  La “Obertura del tambor de granaderos”, es una maravilla de construcción y es, como "El sitio de Zaragoza", otra pieza imprescindible en los conciertos militares. Sin olvidar el encantador pasodoble marcha de la jura de bandera. Ruperto Chapí, estrenó esta bella zarzuela, una de las mejores de entre la suyas, que fueron muchas y muy buenas, La Revoltosa, La bruja…. en el teatro  Eslava de Madrid el 16 de noviembre de 1894.
 
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  Fernando Díaz Giles
 
 
         El 7 de diciembre de 1909 un coro formado por 50 cadetes de la Academia de Infantería, entonces en el Alcázar de Toledo, entonaba por primera vez un himno patriótico que se titulaba "Auras de gloria". La música era de uno de aquellos cadetes, que a la vez era su director, Fernando Díaz Giles. El autor de la letra fue un compañero suyo de promoción, Ricardo Fernández de Arellano. Esa promoción era la XIV del Arma y en ella estaban integrados muchos que tres décadas después alcanzarían gran relevancia en la vida pública española: Francisco Franco Bahamonde, Juan Yagüe Blanco, Camilo Alonso Vega, Emilio Esteban Infantes, José Asensio Torrado etc..Fernando Díaz Giles también fue relevante pero por otros motivos bien distintos, porque en 1923 siendo capitán abandona su carrera militar para dedicarse íntegramente a la música y, aparte de ser un gran pianista, se hizo famoso como compositor de zarzuelas. ¿Quién no recuerda   aquello de "Soy de Aragón, la tierra noble" o de "El dueño de la venta, tráiganos vino"? Pues son temas de dos de sus obras más conocidas: "El cantar del arriero" y "El divo". Fue un militar músico, no un músico militar.
 
          La XIV promoción  llevaba ya dos años en la Academia cuando se incorporó el coronel José Villalba Riquelme como director de la misma que en cuanto supo que había un cadete que sabía música y era pianista le requirió para componer un himno y le concedió  una semana de permiso para que, en el Casino de Toledo, que disponía de un piano, pudiera componer la partitura. Lo malo fue que en el Casino, además de piano había también mesa de billar, por lo que el joven cadete olvidó por completo la música y se dedicó por entero a practicar  carambolas, aparte de  acompañar a las señoritas toledanas en sus paseos por la plaza de Zocodover. Al regreso a la Academia sin nada en las manos, el coronel, puesto que se trataba de un asunto que dependía de la inspiración, no tomó ninguna medida contra él. Pero poco después, a la primera falta cometida, Fernando Díaz Giles acabó con sus huesos en la corrección. Y allí cuenta; "Al segundo día de arresto en aquel cuchitril, donde no había más que un camastro, un pupitre, una vela y una silla, se me ocurrió trabajar en lo del himno y como no tenía a mano papel pautado, tracé los pentagramas a lápiz en los respaldos en blanco de unos apuntes de trigonometría. Al salir del calabozo redondeé aquello y tras unos retoques oportunos surgió completo el himno que desde entonces se canta. Por cierto que el coronel Villalba, al conocer por mi mismo la noticia, exclamó: Si llego a saber esto, en vez de  una semana de asueto te meto un mes de corrección'”.
 
          La letra de su compañero Fernández de Arellano no acabó de convencer a Díaz Giles y casi dos años después recurrió a dos amigos suyos del mundo de la zarzuela, los hermanos José y Jorge de la Cueva, que hacía poco habían  estrenado  en el teatro Apolo de Madrid, una zarzuela titulada ”Aquí hase farta un hombre” con música de Ruperto Chapí. La letra que ambos escriben, a pesar de  ser autores de zarzuela, no militares, está saturada de amor a España, de promesas solemnes y de anhelos de grandeza. El himno de Infantería es una muestra más de la perfecta simbiosis entre la zarzuela y  la música militar española.
 
 
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 Arturo Saco del Valle
 
       
           Otro Músico Mayor, esta vez de Ingenieros, fue Arturo Saco del Valle, autor de numerosas zarzuelas, más de veinte, muchas con tema militar, entre ellas “El trompeta minuto”. Dirigió durante siete años, entre 1897 y 1904, la banda del 2º Regimiento de Zapadores y Minadores alcanzando con ella la primacía de las bandas españolas que se disputaba con la de Alabarderos. Pero su aportación fundamental a la música militar fue el encargo que le hizo el rey Alfonso XIII, en 1924, cuando ya estaba fuera del Ejército, de una marcha que uniera a legionarios y regulares. Recabando la colaboración de los directores de las bandas de la Legión, de las nubas de Regulares, y de los autores de “El Novio de la muerte”, compuso un pasodoble que se estrenó en el palacio real en presencia de Alfonso XIII  por la banda del que fue su regimiento dirigida por Pascual Marquina, del que ahora hablaremos.
 
 
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José María Martín Domingo
    
         
          Hacia finales de la segunda década del siglo XX, aparece un pasodoble muy ingenioso y pícaro que pronto se hace muy popular ,conocido como “La Cirila”; fue la canción más cantada en los años 20, también durante la guerra civil, después en la División Azul y posteriormente  se cantó en los cuarteles, especialmente en la Armada y en las Milicias Universitarias. En 1918 hizo su aparición en todo el mundo una pandemia de gripe, que se conoció en Europa, injustamente, como la gripe española. En España a esta gripe se le llamaba “La Cirila” porque coincidió   su aparición con la de esta canción.
 
          Hay que  apresurarse a decir que “La Cirila” es natural de Santa Cruz, chicharrera de pura cepa, del barrio de El Cabo por más señas, puesto que nació en el cuartel de San Carlos; su creador, el Músico Mayor José María Martín Domingo, fue el director de la banda del Regimiento de Infantería Tenerife núm. 64, de guarnición en Santa Cruz. El pasodoble pertenece a la zarzuela “Ven, Cirila, Ven”,  con letra  de Aureliano Martínez, capitán de Infantería del mismo regimiento. El patio del cuartel de San Carlos fue, seguramente, el primer lugar, donde se escucharon las alegres notas de ”La Cirila” inspiradas en el toque de llamada a oficiales. Compuso también en Tenerife  el bello  pasodoble “Icod”, con aires canarios que recuerdan  a los Cantos Canarios de Teobaldo Power, en los que, probablemente se inspiró. Incansable creador de marchas y pasodobles, compuso durante su estancia en las islas “Coronel Mayorga” y ”El desfile español”, un verdadero ejercicio de virtuosismo, en que una banda pasa y se aleja delante del espectador, utilizando los efectos expresivos de cornetas y tambores. No hay que olvidar que Martín Domingo es también el autor del himno del Regimiento de Infantería de Tenerife núm. 64, hoy núm. 49, que se había o perdido, pero,  felizmente recuperado, hoy lo canta la Unidad en sus celebraciones. 
 
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Pascual Marquina
 
         
          Martín Domingo realizó sus prácticas como músico mayor en el Regimiento de Zapadores núm. 2, de guarnición en Madrid, donde estuvo a las órdenes de otro gran músico militar español, Pascual Marquin; más tarde llegarían a ser consuegros. A Pascual Marquina se le conoce como el músico de Ingenieros porque su vida profesional discurrió casi toda en ese regimiento de Madrid. Fue muy prolífico, sus zarzuelas son innumerables, casi todas de inspiración militar por supuesto, ”La Bandera Legionaria”, “El soldado de cuota”, “La primera centinela” etc. etc... Aparte de su relación familiar hay algo más que les une, ambos fueron reyes del pasodoble. Ya hemos conocido algunos de los que firmó Martín Domingo, aunque son muchos más los que tiene  en su haber: “La kermés de las Vistillas” o “Los dos Adolfos”, pero, sin duda, el que más fama le ha dado es “Marcial, eres el más grande”. En cuanto a Pascual Marquina suyos son “Cielo andaluz”, “Gitana del Albaicín”, “Solera fina” y el definitivo, el que le convirtió en un músico de fama mundial: ”España cañí” 
 
          Marquina compuso “España cañí” en 1925, y, según él mismo comenta, lo hizo en un viaje, inspirado por el traqueteo del tren. Aunque no sea música específicamente castrense, la obra no puede ser más militar, porque, escrita por un músico militar, se estrenó en Almansa, interpretada por una banda militar, la Banda del Regimiento de Zapadores núm. 2, que como sabemos dirigía el autor y, además, la primera grabación del pasodoble  para el sello Odeón, también la realizó la misma banda. Se asegura que después del “Concierto de Aranjuez“ de Rodrigo, “España cañí” es la composición musical española mas oída en el mundo.
 
          A finales del siglo XIX y principios del XX, se  hace popular un género conocido como  el cuplé, heredero de la vieja tonadilla del XVIII, que se interpreta en los cafés cantantes o en los teatros  de variedades. Son pequeñas obras musicales, pero siempre su letra desarrolla un argumento, a veces picante o descaradamente erótico otras, y en ocasiones,  dramático.
 
          Una de estas compañías de variedades, de varietés  se decía entonces, presentó su espectáculo en el mes de julio de 1921, en el teatro Vital Aza de Málaga; uno de los números, con letra de Fidel Prado y música de Juan Costa, lo interpretaba una joven cupletista, Mercedes Fernández González, de nombre artístico, Lola Montes; ese sonoro nombre estaba tomado de la famosa bailarina que hizo perder la cabeza a Luis Carlos Augusto I de Baviera. Lola Montes tuvo un gran éxito en su actuación. Entre los espectadores se encontraba la directora de los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos, la duquesa de la Victoria, que consiguió que la cupletista se incorporara a la compañía de Valeriano León  que días más tarde iba a debutar en Melilla. Pretendía que cantara como fin de fiesta el cuplé que acababa de escuchar, porque pensaba que elevaría la moral de la población, en aquellos días difíciles que estaban discurriendo y no se equivocó. Su actuación en ese fin de fiesta fue el delirio: "el público puesto en pie estuvo aplaudiéndome largo rato", contaba la cantante. Después del  desastre de Annual, que ocurrió a los pocos días, ese cuplé sirvió para mantener el ánimo de la población que esperaba ansiosa el auxilio a la plaza, que debía llegar por mar desde Ceuta. El cuplé tenía por título ”El novio de la muerte”.
 
          Millán-Astray, conocedor como nadie de la especial forma de ser de sus legionarios, se dio cuenta enseguida que aquella canción por el brío y belleza de su música y por lo emotivo de su letra, iba a ser adoptada como propia por sus hombres, y así ocurrió. 
 
          “El novio de la muerte” se convirtió, de esta forma, en un himno legionario  muy especial, con ese emocionante paso lento, que introdujo en su arreglo, Ángel García Ruiz, director de la banda del Tercio “Duque de Alba en 1952. Todo el que haya tenido ocasión de estar presente en cualquier acto del Tercio, especialmente en un Sábado Legionario, sabe que hay que ser muy frío y muy duro, para que el corazón no se  encoja y no se  haga un nudo en la garganta, cuando entonan esta bella canción.
 
          "Un, dos, tres, ¡Ahora va bien! Un, dos, tres, ¡Ahora va bien!" Esta es la letra  de una divertida parodia de la instrucción en orden cerrado. La cantaba en 1915, una figura legendaria del género del cuplé ,”La Goyita”, Pepita Ramos, y tenía encantados  a los madrileños, entre ellos al conde de Romanones que decía que era su cuplé preferido. El cuplé se titulaba “Batallón de modistillas”, con   música de Gaspar de Aquino. Había también, como se ve, cuplés cómico- festivos de inspiración militar.
 
          De las bandas sonoras de las películas también se han nutrido las músicas militares , a finales de los cincuenta se hizo muy popular la marcha de la película El puente sobre el rio Kwai: “Coronel Bogey”, de K.J. Alford que la había compuesto durante la primera guerra mundial.  Lo mismo ocurrió con músicas de revista aunque el tema fuera  ajeno a lo militar, como es el caso de “Los Nardos” de “Las Leandras”. Los pasodobles populares también han sido, con frecuencia, adaptados como marchas militares. En las islas, aquí en Hoya Fría, en aquellas épocas en que las juras de bandera eran multitudinarias, cuando  se retiraban los jurandos desfilando ante sus familiares, normalmente lo hacían con la versión para desfile del famosísimo pasodoble, “Islas Canarias”, del maestro Tarridas. Las gradas se venían abajo.
 
          Aquí acaba el recorrido que hemos hecho por las músicas militares, relacionadas  con el género español por excelencia, la zarzuela, con algún añadido de  músicas por encargo, cuplés, cine, etc. Seguramente, muchas se me habrán escapado, pero la intención de este trabajo ha sido buena;  por eso  habrá que decir aquello tan manido: "No están todas las que son, pero sí son todas las que están". 
 
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