Hernán Cortés (I)

 
A cargo de Emilio Abad Ripoll (Pronunciada en la sala de conferencias del CHCM de Canarias en Almeyda, Santa Cruz de Tenerife, el 25 de abril de 2019)
 
 Nota: En la presentación en vivo, se acompañaba el texto de unas 70  diapositivas, que por razón de espacio se han suprimido en esta página.
 
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Introducción
 
          Buenas tardes, gracias por su asistencia y, para empezar, permítanme que hoy les dé unas gracias muy especiales a los Codirectores de la Cátedra General Gutiérrez porque me hayan conferido el honor y la responsabilidad de hablar de Hernán Cortés. 
 
          Honor, porque de verdad lo es, el que me hacen al encomendarme glosar la figura de uno de los grandes personajes de la Historia Universal, aunque sus restos duerman el sueño eterno olvidados, por culpa de la mentira hecha ley y la desidia de gobiernos de uno y otro lado del Atlántico, tras una sencilla lápida en una humilde y casi abandonada iglesia mejicana. ¡¡Ay, si hubiese sido inglés o francés!! 
 
          Y responsabilidad, porque su figura y su herencia son tan gigantescas y su memoria merece tanto respeto, que me preocupa que mis palabras no sean capaces de hacerles llegar lo que siente mi corazón.
 
          Gracias pues, Fernando y Pedro, y con la mejor buena voluntad, allá vamos.
    
          Antes de entrar en materia, quiero también anunciar que serán tres las charlas que dedicaremos a nuestro personaje. En la de hoy hablaremos del Cortés hombre y de la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, pues estos días se stán cumpliendo los 500 años del nacimiento de la primera ciudad española y europea en el continente americano; en la segunda trataremos del Cortés conquistador y su campaña para dominar el imperio mexica. Y en la tercera nos centraremos en el Cortés fundador de una nación, el actual México.
 
Niñez y juventud
 
En España
 
          Fernando Cortés y Pizarro (¡menudos apellidos!) nació en Medellín una villa extremeña de poco más de 2.500 habitantes, que se levanta entre Cáceres y Badajoz, a los pies de un castillo y en la ribera izquierda del Guadiana.
 
          Hay divergencias sobre la fecha de su nacimiento, aunque la mayoría se inclina por el  1485, frente a unos pocos que lo retrasan uno o dos años. Era hijo de Martín Cortés Monroy, que llego a ser regidor de la villa, lo que parece denotar un cierto ascendiente entre los vecinos, y Catalina Pizarro Altamirano, ambos hijosdalgo, pero, aunque aquí también hay divergencias, en no muy boyante situación económica.
 
          Parece ser que se le bautizó en la iglesia de San Martín, del siglo XIII, a cuya vera se han encontrado los restos de una anfiteatro romano, pues la villa tuvo cierta importancia durante la dominación romana en Hispania. Prácticamente no hay información sobre él en su villa natal. Únicamente existe una plaza, con un solar ajardinado en el que aparece una reproducción en piedra de su escudo y una placa que asegura que allí se levantaba la casa que le vio nacer. Y, justo enfrente se encuentra la estatua más conocida de un Hernán Cortés, altivo, a pie, preparado para la guerra y con una bandera en su mano izquierda. También en Cáceres se levanta una estatua ecuestre de Cortés.
 
          Las noticias sobre su juventud hay que buscarlas en otras fuentes distintas de las locales. En 1552, cuando ya hacía 5 años que había fallecido Cortés, un clérigo llamado Francisco López de Gómara, que había sido capellán de don Hernán, tras su último regreso de América, y durante los que fueron los últimos 5 ó 6 últimos años de su vida,  publicó una obra titulada Historia General de las Indias, en cuyo 2º tomo se trata la conquista de Méjico y se habla un poco de la juventud de Cortés. Según dicen los entendidos en la vida del caudillo y en los años de la conquista, el libro tiene muchas inexactitudes, pero dos circunstancias han hecho que sea mucho más valorado de lo que, al parecer, se merece. La primera es que fuera prohibido y retirado de la circulación apenas un año después de su aparición, sin que se sepan bien las causas; y bien conocemos todos la atracción de lo prohibido…. La segunda es que fray Bartolomé de las Casas acusó a Gómara de no ser un escritor, sino un simple copista de lo que Cortés le dictó y le dio por escrito cuando vivieron juntos. Entonces, claro, si se lo dijo Cortés, razón de más para considerar como verdadero lo que de él escribiera Gómara. Aunque la mayoría de los que tratan del tema dicen que Gómara se pasa un par de manzanas alabando a Cortés, y quien merece más crédito es aquel soldado que se llamó Bernal Díaz del Castillo.
 
          No sólo de Gómara he estado sacando datos. Por no venir cargado de libros, he preferido fotografiarlos para que vean ustedes, como dicen los cursis “las fuentes de que he bebido” para preparar esta charla y las siguientes.(Ver Bibliografía al final)
 
           Bien, pues según Gómara, Cortés fue un niño debilucho y enfermizo que estuvo incluso a punto de morir. Cuando cumplió 14 años sus padres, que querían que estudiase leyes, lo enviaron a Salamanca, residiendo en casa de una tía, pero a los dos años volvió a Medellín. ¿Razones? Las normales: o falta de dinero o falta de interés en los estudios. Sin embargo, cuando escriban de él sus capitanes, el soldado Bernal Díaz del Castillo o el fraile Bartolomé de las Casas, asegurarán que era bachiller en leyes y que dominaba el latín. Y, en esto también coinciden todos, desde muy joven era un buen jinete y muy diestro en el manejo de la espada.
 
          Y entonces decide dedicarse a la carrera de las armas. Tiene dos opciones: Italia, a las órdenes del Gran Capitán, o las Indias, para las que es inminente la salida de una gran flota (lo hará en febrero de 1502) mandada por Nicolás de Ovando, también extremeño y recién nombrado gobernador de las Islas y Tierra Firme. Se decide por esta última opción, pero una mala caída, cuando escalaba una tapia para entrar a visitar -subrepticiamente, claro está, - a una recién casada, complicada con unas fiebres palúdicas le impidieron viajar. Luego, tras otro año sabático yendo de de un lado para otro y sin que faltasen problemas y necesidades, cuando ha cumplido los 19 de vida y con la bendición de sus padres -dice Gómara- embarca para América. Corría el añ0 1504.
 
En América 
 
          Ese año llega Hernán Cortés a Santo Domingo y empieza para él una época de extrema pobreza, en la que comparte casa y capa con tres amigos. Su primera acción bélica es una cabalgada en Haití contra unos caciques y, en recompensa por su comportamiento, Ovando le concede algunas tierras y la escribanía de la villa de Compostela de Azúa, que hoy se llama Azúa de Compostela (al sur de la actual República de Santo Domingo), recién fundada por el Adelantado Diego Velázquez. 
 
          En ese puesto van a transcurrir seis oscuros años de la vida de nuestro personaje de los que se desconoce prácticamente todo, “se dedicaba a granjerías y sirviendo su oficio a contento de todo el pueblo” y alguno añade tan sólo que era aficionado “al juego, la lectura y las aventuras galantes.”
 
          Pero la cosa va a cambiar cuando a finales de 1511 Velázquez comience la ocupación de la isla de Cuba, lo consiga y sea nombrado también Adelantado de esta isla. Y Cortés, ya en Santiago de Cuba, será el tesorero del organismo. En 1518 contrae matrimonio, en un enlace que resultará bastante desgraciado, con Catalina Suárez Marcaida.
 
          Se acabaron las penurias económicas. Hacia 1518, con 33 ó 34 años, Cortés, bajo el prisma actual, se podría considerar un triunfador. Hábil financiero, se mueve a sus anchas en el mundo del dinero, aunque puertas adentro de su casa las cosas no sean tan lisonjeras, pues no hay entendimiento con doña Catalina.
 
          Vive ahora una verdadera novela de capa y espada en la que no faltan lances amorosos, duelos, conspiraciones para derrocar al ambicioso Velázquez, encarcelamientos de Cortés, huida a nado en un mar infestado de tiburones, … etc., pero sobre todo hay que destacar que la influencia de Hernán en el ambiente político y social de la isla empieza a ser muy grande, y el astuto Velázquez piensa que más vale tenerlo como amigo que como adversario. Y por ello… 
 
Se inicia la aventura
          Velázquez le ofrece dirigir la mayor expedición militar organizada en las Antillas. Han fracasado otras cuatro anteriores, pero se han descubierto nuevas tierras, franjas costeras mejor dicho, en la península del Yucatán y el Adelantado ambiciona ser nombrado Virrey de lo que se va descubriendo. La designación constituye una tremenda sorpresa para muchos, pues allí está -en aquellos momentos en una expedición de reconocimiento- Juan de Grijalba, magnífico soldado, mientras que, en sus casi 35 años, Cortés no tiene prácticamente ninguna experiencia de mando militar. Pero acepta de inmediato, animado por lo que parece una tardía vocación de conquistador.
 
          ¿Qué razones tendría Velázquez para poner la empresa en manos de Cortés? La fundamental fue la económica, pues Hernán era un hombre muy rico, con una gran hacienda, y que, por tanto, podía aportar mucho a los gastos de la aventura. 
 
          ¿Cómo era Cortés, aquel hombre que va a dar un giro muy importante a partir de estos momentos en el rumbo de su vida? Un autor mejicano, Juan Miralles, autor de un magnífico libro titulado Hernán Cortés. Inventor de Méjico, lo describe así:
 
                    “Su personalidad resulta compleja y contradictoria. Por un lado el individuo que ama la violencia y gusta de emociones fuertes, pero que, como contrapartida, habla en voz baja y da ordenes en tono reposado, siendo verdaderamente excepcional que en algún momento pierda la compostura. A diferencia de cualquier rudo soldado, nunca blasfema ni profiere palabras altisonantes. Un bienhablado. Tenía vena de poeta y versificaba con facilidad. Poseía un fino sentido del humor y resultaba un conversador ameno…; aunque no tuviera un título universitario que exhibir, se echa de ver que era un hombre de gran cultura y que había pasado muchas horas ejercitándose en el manejo de las armas. Sus batallas las libró lo mismo con la espada que con la pluma. Y como cualquier banquero del Renacimiento, muy emprendedor en materias de negocios y realización de obras públicas…. Tenía aires de príncipe, solía vestir con elegancia sobria… Era un elegante natural que, como un príncipe sin estados, partía en busca de tierras donde reinar.”
 
                  “Era un gran jugador, tanto de naipes como de dados…En cambio, con respecto a la bebida era sumamente parco, al grado de que diluía el vino en agua. Podría hablase de una extraordinaria capacidad para sufrir el dolor, el hambre, la sed y la falta de sueño… En ningún escrito, así sean de su más acérrimos enemigos, se hace la menor alusión a que en algún momento le hubiese flaqueado el valor… En los momentos que preceden al combate lo planea todo cuidadosamente, y cuando el dispositivo está a punto, deja el puesto de mando y no deja pasar la oportunidad de participar en la lucha… siempre en el punto donde se combatía con mayor intensidad…”
 
          Se firma entre los dos personajes, y ante notario, la escritura de acuerdo. La situación no está clara. Velázquez es consciente de que se está extralimitando en sus funciones, pues él no puede mandar expediciones fuera de su área, lo que compete a la Corona. Pero inquieto porque ya hay quien (Garay) está explorando desde la Florida hacia el Oeste, envía una solicitud a la Corte y, sin esperar respuesta, encarga a Cortés montar la expedición. 
 
          Pero subyace el gran problema, el meollo de la cuestión que tantos quebraderos de cabeza va a dar a Cortés y a Velázquez a largo de sus vidas. 
 
          Recapitulemos. En el mandato de Velázquez a Cortés, la escritura citada, se recoge que la flota que éste va a mandar tiene como objetivos: a) encontrar a Grijalba y Olid; b) liberar a 6 cristianos prisioneros en un viaje anterior; c) explorar la tierra y obtener noticias sobre habitantes -incluyendo tipo de religión, sacerdotes…- , animales, plantas y riquezas minerales; d)  “rescatar” oro y plata y conocer la localización de sus minas; recordemos que el Diccionario de la RAE nos dice que la palabra rescatar significa (2ª acepción) “Cambiar oro u otros objetos preciosos por mercaderías ordinarias” e) no mezclarse con los indios, pero hacer que acepten la fe cristiana y rindan vasallaje a Castilla. 
 
          Como vemos, siguiendo a Madariaga, no se dice expresamente “ni poblar, ni no poblar”, aunque hay una cláusula general en el documento que autoriza a “tomar cualquier decisión que crea conveniente al servicio de Dios y de su Alteza”, lo que para Cortés va a ser suficiente para justificar que puede “poblar” y no limitar la aventura a una simple acción de “rescate”. Además, y aunque no esté por escrito, en las proclamas que Cortés ha ido haciendo en Cuba siempre ha prometido a los que se enrolaran que se iban a poblar las nuevas tierras que se descubrieran.
 
          Y por si fuera poco, al regreso de Grijalba (anterior a la partida de Cortés, por lo que el primer punto quedaba sin valor) Velázquez reprochó a aquél “que no hubiera quebrantado su mandamiento” y le insinúa “que debían haber poblado”. Para un audaz como Cortés, aquello estaba clarísimo. Dentro de unos minutos veremos las consecuencias.
 
          Velázquez pronto se va a ver desbordado por el talento empresarial de Cortés, quien, por su cuenta, empieza a rediseñar el proyecto. En vez de una expedición de refuerzo y apoyo a otras anteriores, en su mente se va forjando la idea de montar una fuerza de conquista y poblamiento, y, respetado como es en los medios financieros, sin dificultad consigue empréstitos que cubren los gastos que él no puede solventar.  El Teniente de Gobernador Velázquez no se atreve a echar marcha atrás. Cortés es muy respetado y la contraorden daría lugar a más de un incidente serio; por ello, disimula, pero obstaculiza cuanto puede la organización de la expedición. Por su parte, Cortés finge lealtad y sigue adelante.
 
          Y con un recelo mutuo que alcanza alto grado, el 10 de febrero de 1519 se hacen a la mar 10 navíos (7 aportados por Cortés y sus amigos y 3 por Velázquez), a los que se unirá otro cuando ya estén en la Villa Rica. Hay discrepancias en el número de los que viajan. Un biógrafo dice que eran 518, sin contar pilotos ni marinería; otro que el total es de 560, y Bernal Díaz del Castillo escribe que eran 400 hombres de armas, de los que 16 lo eran a caballo, 32 eran ballesteros, 13 escopeteros y 3 artilleros.
 
          A partir de aquí seré muy escueto en el relato del viaje y la conquista, pues como dije lo dejaremos para la siguiente charla. Empiezan la aventura tocando primero en la isla de Cozumel, donde sucede algo notable por la importancia que tenía el contar con “lenguas”, es decir, intérpretes, En esa función lleva Cortés dos indios capturados en una expedición anterior, pero uno muere a los pocos días y el otro se escapa apenas puesto pie en la isla. Pero, afortunadamente, se les va a acercar un español que lleva viviendo entre los indios 8 años y que les va a acompañar durante toda la epopeya, Jerónimo de Aguilar, ecijano.
 
          Sigue la navegación, y tras unas escaramuzas y un combate serio, todos victoriosos, en tierras de Tabasco, en Centla (hoy se llama Frontera) en concreto, los caciques trajeron a Cortés algunos valiosos presentes, pero, en pluma de Bernal Díaz del Castillo,”eso no fue nada en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer. Que se dijo doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana.” 
 
          Acaba de aparecer en escena una de las figuras más importantes de la epopeya. Se trata de Malintzin, la que va a ser primero Marina y después doña Marina y que se va a constituir en pieza fundamental para la hazaña de Cortés.  Hay que resaltar, nos dice Madariaga, el título de “doña” que entonces no era, ni mucho menos, corriente, al punto de que ni Cortés ni ninguno de sus compañeros ostentaba el de “don”. Doña Marina “verdaderamente era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos”, y una señora, aunque fuese india, no dejaba de ser una señora. 
 
          No es éste un detalle baladí, incluido aquí para rellenar medio minuto de la charla.. El hecho demuestra hasta qué punto estaban los españoles de la época impregnados de una actitud, o de un espíritu, de igualdad racial, y sin que ni ellos mismos se dieran cuenta.
 
Veracruz
 
          Una vez recorrida toda la costa norte del Yucatán, y convencido el  piloto que no se trataba de una isla, siguieron navegando cerca de la costa y dejando sin explorar desembocaduras de ríos, que suponían entradas hacia el interior del continente, pues parece ser que Cortés tenía ya fija la idea de dirigirse a aquel islote descubierto por Grijalba un año antes: San Juan de Ulúa, o mejor dicho, al arenal de Chalchicuecan que se encontraba frente a él. A últimas horas de la tarde del Jueves Santo, que aquel 1519 correspondía al 21 de abril, la armada llegaba a la zona y fondeaba al socaire del islote.
 
          Al día siguiente, 22 de abril, Viernes Santo, prácticamente todos desembarcaron. Los indios los han ido siguiendo desde la costa y aparecen dos representantes de Moctezuma y más indígenas con los que no pueden entenderse pese a los esfuerzos de Aguilar, hasta que se percatan que una de las esclavas que les habían regalado en Centla charla animadamente con los naturales. Era doña Marina.
 
          A partir de entonces, el sistema de traducción en los primeros meses fue el siguiente: Don Hernán hablaba en castellano a Aguilar; éste traducía al dialecto tabasqués o maya lo recibido y lo pasaba a Marina, quien hacía lo propio traduciendo al idioma mexica y lo comunicaba a los enviados de Moctezuma. Y al revés, claro. Se solicitó permiso para ir a visitar al gran Moctezuma y los enviados partieron hacia Tenochtitlan o Méjico, más o menos a 400 kilómetros hacia el interior.
 
          Y está llegando el momento de la gran decisión: la ruptura con Velázquez, la posibilidad de convertirse en un rebelde. Porque, pese a lo dicho antes cuando hablamos de la escritura, “lo escrito, escrito está” y si un día las cosas vinieran mal dadas, lo podrían acusar de haber poblado sin permiso. ¿Cómo podría poblar sin salirse de la legalidad? Pues buscando la forma de que la iniciativa no partiese de él, sino que le fuera ordenado por quien podía hacerlo democráticamente, según las leyes y usos de España en aquel siglo XVI.
 
          La solución consistió en: 
 
               a) Crear una ciudad, aunque fuera sobre el papel. Y nació -virtualmente la llamaríamos hoy en día- la Villa Rica de la Vera Cruz (una esperanza y una creencia juntas en el nombre), a la que le cabe el honor de ser la primera ciudad de toda la América continental.
 
                b) Y sus habitantes -los soldados de la expedición- eligieron democráticamente a sus Regidores y Cabildo, también el primer Ayuntamiento de la América continental.
 
            c) Ante la situación (hábilmente planeada por él y sus más allegados), Cortés dimitió de los cargos de Capitán General y Justicia Mayor, que le había conferido el Teniente de Gobernador Velázquez. Ahora era, simplemente, un ciudadano más de la Villa Rica de la Vera Cruz.
 
              d) Pero una ciudad necesita justicia y seguridad, de modo que los recién nombrados componentes del Cabildo y regidores se reunieron al día siguiente y acordaron democráticamente que don Hernán Cortés, fuese investido de los mismos cargos que tenía antes de la fundación. Y le ordenaron poblar el territorio que se fuera descubriendo.
 
          De esta manera, ahora el nombramiento no procedía de un Teniente de Gobernador, sino de las autoridades civiles, de acuerdo a las normas y usos de España, por lo que ya no tenía que dar cuenta a aquél de sus actos.
 
          Naturalmente, entre los componentes de la expedición hay una facción velazqueña importante (capitanes y soldados), con la que tendrá que lidiar Cortés con habilidad, astucia y dotes de mando, durante los meses de combates e incluso después de que Méjico sea español. Ya lo veremos en la próxima charla.
 
          Con cañas y hojas de palma se empiezan a levantar sencillos alojamientos a la que vez que, con ello, se intenta matar la inactividad de la tropa, en una costa infestada de mosquitos y con mucho calor, aunque, de momento, el problema de la alimentación está solucionado por los propios indígenas mientras se espera el regreso de los enviados de Moctezuma. La situación se complica porque la ensenada no ofrece refugio seguro contra vientos del Sur. Cortés envía un barco con un piloto experto y uno de sus capitanes a buscar un fondeadero más seguro.
 
          Vuelven los enviados de Moctezuma con la noticia de que el Gran Señor de los mexicas, la nación más poderosa, no quiere recibirlos, por lo que sus vasallos ya no tiene que suministrar alimentos a los españoles.  
 
          Pero, casi simultáneamente, se producen dos hechos favorables: la llegada amistosa  de unos indios totonacas, sojuzgados a los mexicas, que les ofrecen amistad y alimentos y les invitan ir a su capital, Cempoala, situada al Norte, y el regreso de la nao exploradora informando que se ha localizado un buen fondeadero unas 12 leguas, también hacia el Norte. Cortés no lo duda: hay que cambiar de asentamiento, pues sus hombres están hartos de mosquitos y arenales, y, además,  hambrientos.
 
           Mientras las tropas caminan por la costa, la impedimenta viaja por mar hasta llegar a las cercanías de un lugar habitado llamado Quiahuiztlan. Allí hay agua, frutas, caza y piedras para emplearlas en la construcción. Y en lo alto de una elevación se empieza a levantar, de piedra, la nueva Villa Rica de la Vera Cruz, que enseguida se fortificó y pronto llegó a contar con parroquia, dos conventos y un hospital.  
 
          Pero el fondeadero tampoco es bueno. El dichoso viento Sur y las tierras que arrastra un río cercano obligan a que los barcos, años después los pesados galeones de la Flota de Indias, tengan que descargar y cargar en San Juan de Ulúa, mientras la mayoría de la gente vive alejada del puerto. Por fin, transcurridos más de 70 años, en 1599, el virrey ordena que la Villa se traslade a su primitivo asentamiento. En 1607 recibe el título de Ciudad. Y en 1608 cuenta con una hermosa Casa del Cabildo (hoy Palacio Municipal), el Convento de Nuestra Señora de la Merced, se está construyendo un hospital, luego Las Atarazanas…. En fin, como ocurrió en toda la América hispana, nació una hermosa ciudad, Veracruz.
 
          ¿Y qué pasó con la villa abandonada? Pues que allí quedó, invadida por el bosque y hoy constituye un sitio muy visitado por los turistas y llamado “La Antigua”.
 
          Veracruz se convirtió desde casi su fundación en un sitio también muy deseado por otro tipo de visitantes: los corsarios y piratas, por lo que pronto se fortificó y apoyó su defensa en la formidable fortaleza construida en San Juan de Ulúa, la isla que tiene enfrente. 
 
          No hace falta que les recuerde la importancia que Veracruz tuvo durante los siglos que también se consideraba España a aquellas tierras del otro lado del Atlántico, pues fue un nudo clave en lo que se llamó la Carrera de Indias, la ruta española que nació en 1492, con la ida y la vuelta de Colón, y que fue creciendo con el paso de los años y los siglos. A modo de cordón umbilical, la Carrera de Indias fue transmitiendo vida, material y espiritual, entre los puertos españoles del sudoeste peninsular (Sevilla, Sanlúcar y Cádiz) y los canarios con los americanos de Santo Domingo, La Habana, Cartagena de Indias, Portobelo o Nombre de Dios, Veracruz y Puerto Caballos, 
 
          Además, como valor añadido, la Carrera de Indias era un poderoso motor de activación económica, pues los puertos que tocaba o que unía, se vieron beneficiados con la creación de astilleros para construir y reparar buques, el establecimiento en ellos de empresas comerciales, la mejora de las carreteras que los unían con otros centros de España o de los Virreinatos, etc. Y tampoco se puede olvidar la enorme influencia cultural que suponía ser la puerta de entrada de tendencias artísticas, literarias o políticas.
 
          La Carrera se organizó en dos viajes anuales, que salían de España normalmente en abril y en agosto. El primero lo hacía la Flota de Nueva España, cuyo destino final era Veracruz (entrada a Méjico), con un ramal a  Puerto Caballos, hoy Puerto Cortés, (entrada a Guatemala). La de agosto era la Flota de Tierra Firme, cuyo destino final era el Virreinato de Perú. Para el tornaviaje las dos flotas se reunían en La Habana y juntas partían hacia España. Por si alguien tuviese interés por saber cuántos barcos constituían las Flotas quiero decirles que en 1504 fueron tan sólo 3, para subir rápidamente a varias decenas, superar el medio centenar a partir de 1520 y llegar a 97 (1545), 104 (1548 y 49), 133 (1550), 148 (1586) o 202 (1608).
 
          Cuando el Pacífico se convierta en un “lago español”, como consecuencia de que Urdaneta descubra los vientos que favorecen la tornavuelta desde Filipinas a Nueva España, será Acapulco el puerto mejicano por el que desembarcará mercancías y pasajeros otra flota, la del Galeón de Manila. Por tierra se trasladará la carga hasta Veracruz y de allí partirá hacia España.
 
          Es fácil comprender lo que ese ingente caudal de riqueza material y espiritual tuvo que significar para Veracruz, que, ahora sí, vería hecha realidad la casi profecía de su nombre “Villa Rica”. Y también cómo decayó cuando la Carrera de Indias dejó de existir.
 
          Y para terminar este apartado sólo dos notas más. La primera recordar que entre junio de 1733 y febrero de 1742 ocupó los cargos de gobernador de Veracruz y de San Juan de Ulúa un tinerfeño ilustre, el general don Antonio Benavides, dejando en esos nueve años, como ya había hecho en La Florida los 15 anteriores y haría en el Yucatán los 8 siguientes, una fértil huella de su paso. Jesús Villanueva, en su La Cruz de Plata, recoge las andanzas de don Antonio desde su residencia en la Casa de los Cabildos.
 
          Y la segunda, resulta sorprendente, ante las muchas amenazas que sufría por parte de piratas, corsarios, flotas y temporales, la tremenda eficacia del sistema de la Carrera de Indias. Más de una vez se lo he oído al CN García Rebollo, pero la mejor muestra de la valía de nuestros marinos mercantes y nuestros marinos de guerra de aquellos siglos XVI a XVIII es la estadística que recoge que entre 1504 y 1776 (último año en que funcionó el sistema), es decir, en 273 años, tan sólo no llegaron a su destino peninsular 6 flotas: 3 deshechas por temporales, 2 apresadas por los ingleses y 1 por los holandeses. La eficacia supone, pues, casi el 98 %. ¡Ahí queda el dato!
 
Un esquema de la campaña
 
          Pues bien, retomemos el hilo del relato y volvamos al momento en que, con la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, Cortés ha roto amarras con Velázquez. A partir de ahora, y por lo que a la campaña bélica se refiere, pasaremos rapidísimamente, tan solo para esbozar el telón de fondo y dejar los primeros planos para la segunda charla, por aquellos frenéticos meses de 1519 y 1520. 
 
          En ellos se van a producir los siguientes acontecimientos: la quema, que no fue tal, de los naves; la victoria sobre el reino Tlaxcala y la importante alianza con ese pueblo; la matanza de Cholula; la primera entrada en Tenochtitlan o Méjico; la rendición moral de Moctezuma tras ser hecho prisionero por Cortés; la llegada de Narváez, enviado por Velázquez para apresar a Cortés; la victoria de éste sobre aquél; la matanza de Méjico y la Noche Triste; la increíble victoria de Otumba y el sitio y la caída de Méjico o la segunda conquista. 
 
          Y como dije al principio, en una tercera entrega, hablaremos del Cortés estadista, del hombre que, de un mosaico de tribus o naciones dispersas va a crear un gran país. Un país que nunca fue una colonia en el sentido que se le da modernamente. Nueva España, como Perú, como Río de la Plata, etc. fueron territorios que formaban parte del Imperio, perfectamente integradas en él, como Castilla, Aragón, Nápoles o Sicilia, gobernados por Virreyes delegados del Rey de España y que en su organización, administración y relaciones humanas eran otros más de nuestros Reinos. De hecho, el primer obispo que llegó a Méjico, en una carta a Carlos V le decía que estaban allí mejor los indios que los propios castellanos en muchas tierras de su Castilla. 
 
          Cuando llegaron los españoles, Tenochtitlan, cuyo cacique era el famoso Moctezuma, se había impuesto al resto de naciones que ocupaban un territorio superior a lo que hoy es el Méjico central. El poder de los mexicas o aztecas era despótico, cruel y opresor, por lo que Cortés, estratega máximo, se decide a aprovechar los odios y resquemores de los pueblos oprimidos por Tenochtitlan para ganárselos constituyéndose en su libertador, lo que va a suponer la adhesión a sus filas de todos quienes desean vengarse de los déspotas que los dominan.
 
          Hablaremos el próximo día las que considero las causas de una victoria imposible, por la desproporción de efectivos. Sólo como bosquejo estos factores: Por un lado, la derrota moral de Moctezuma, su creencia en que finalizaba un ciclo histórico para su pueblo con la llegada de los españoles y, por otra parte, la fe de Cortés en sus hombres, en el triunfo y en el apoyo divino.
 
Familia 
 
          Cortés tuvo 12 hijos, ninguno de ellos con Catalina Suárez, su primera mujer. En Cuba, en 1514 y con Leonor Pizarro, a Catalina. Con doña Marina a Martín en 1522. Con Flor de Algodón, una hija de Moctezuma, a Leonor. Con otra princesa azteca, a María, que nació contrahecha. Con una mujer anónima a Amadorcico. Tras fallecer su primera esposa, con Elvira Hermosillo a Luis Altamirano, en 1529. Y ya con su segunda mujer, con la que casó en España  y llevó a Méjico, Juana de Zúñiga, tuvo 6 hijos, Martín, María, Catalina, Juan y otros dos que murieron al nacer. Estos niños nacieron y vivieron en  Cuernavaca (Méjico).
 
El final
 
          Cortés hizo dos viajes a España. El primero se inició en marzo de 1528, para regresar a Veracruz en julio de 1530. El motivo era hablar personalmente con Carlos I y tratar de deshacer la red de calumnias e infamias que sus enemigos en la Corte, la mayoría amigos de Diego Velázquez y encabezados por el obispo Fonseca, que se encargaba de todo lo referente a las Indias, habían tejido alrededor de su persona. Carlos, que inmerso en sus luchas europeas no se había enterado “de la misa la media” en lo que se refiere a Cortés -aunque en 1525 le haya concedido escudo nobiliario- entre otras cosas porque, por ejemplo, no le entregaban las Cartas de Relación, o no le hacían llegar, a veces, los ricos presentes que enviaba desde Méjico, lo recibe en varias ocasiones, le hace Marqués del Valle de Oaxaca y le concede tierras y dominio sobre 20.000 vasallos, además de nombrarle Capitán General de la Nueva España.  Pero no lo hace Virrey, por lo que cuando regrese a Méjico, donde, por su ausencia,  empieza a reinar la anarquía, tendrá que estar supeditado al Virrey de turno. 
 
          Muy importante: firma unas capitulaciones con el Emperador para descubrir nuevas tierras e islas en el Mar del Sur y echar una mano a quienes tratan de comerciar con las islas de Especiería. Pero de ello hablaremos el próximo día, lo mismo que de su expedición a la Baja California y su desengaño al no ser reconocido como debiera, lo que ha hecho en Méjico, ni por las autoridades locales, ni por la Corte, ni, otra vez, por el propio Carlos I. Ello le impulsó a emprender, a principios de la primavera de 1540, un nuevo viaje a España, con el objeto de reclamar en la Corte sus derechos. Tras años de frustraciones y aburrimiento, como parece expresarse en una una carta que escribió a Carlos I en febrero de 1544, siente que la muerte se acerca,  y no podrá volver a su Méjico del alma. Y el 2 de diciembre de 1547 fallece en su casa de Castilleja de la Cuesta, una localidad sevillana apenas a unos 7 kilómetros de la capital hispalense.
 
          En su testamento, otorgado menos de dos meses antes de su muerte,  don Hernán pidió que sus restos se enterrasen en Coyoacán, en su añorado Méjico y en un monasterio para cuyo levantamiento él había entregado a sus descendientes una importante cantidad de dinero. Pero, posiblemente por dificultades de transporte, se enterró por primera vez en el mausoleo del Monasterio de San Isidoro del Campo, muy cercano a Sevilla. Tres años después, por el fallecimiento del Duque de Medinaceli propietario del sepulcro, fue exhumado y trasladado (2ª sepultura) al altar de Santa Catalina de la misma iglesia.
 
          Sin embargo, 15 años más tarde, hacia 1565 y aunque el dinero no se supo adonde había ido a parar, y, en consecuencia, el monasterio no se había levantado, los restos se trasladaron a Méjico, y fueron enterrados, (por tercera vez) ahora en la iglesia de San Francisco de Texcoco (donde estaban también los de su madre y una hija). Allí estuvieron unos 63 años, hasta que, en 1629, al fallecer el 4º Marqués del Valle, descendiente directo de Hernán Cortés, se volvieron a exhumar, y trasladar a la Iglesia del convento de los Franciscanos en Coyoacán,  donde, tras ser velados durante 8 días, se colocaron en una urna de hierro y cristal y se enterraron por cuarta vez. Más un buen día de 1716, 87 años más tarde, parece ser que por obras en el convento, los restos se exhumaron por cuarta vez y se enterraron por quinta en el altar mayor de la misma iglesia.
 
          Allí permanecieron descansando durante 78 años, hasta que a alguien, corría el año 1803 y aún no soplaban los vientos de independencia, se le ocurrió rendir a Cortés el gran homenaje que se merecía. De nuevo fueron exhumados sus restos (la quinta vez) y trasladados al Hospital de Jesús, que había sido fundado por el propio Cortés en 1524. Si entran en Internet, verán con qué orgullo celebran los mejicanos que ese hospital, que sigue en funcionamiento, se levantó en el mismo sitio en que Moctezuma recibió a Cortés por vez primera, es el más antiguo de América y, como digo, dentro de 5 años cumplirá los 500 de existencia. Puede que su Presidente, el de Méjico me refiero, lo desconozca. Allí tras unas suntuosas ceremonias, fue enterrado (y van seis veces) en un mausoleo propio que contaba con el escudo que le concedió el Emperador y un busto de mármol.
 
          Pero 20 años después, en 1823, cuando se ha producido la independencia mejicana, llega a conocimiento de las autoridades que se estaba preparando un plan para profanar la tumba y quemar los huesos de Cortés en una plaza pública. El ministro mejicano de AA.EE. don Lucas Alamán, y el capellán del hospital se adelantan a los acontecimientos, extraen los restos (sexta vez) y los ocultan (séptima vez) en una tarima de la propia iglesia. Engañan a los revolucionarios diciéndoles que los restos de Cortés, se han enviado a Palermo, donde residían los descendientes más directos de don Hernán, junto al busto (que tampoco salió del hospital) y parte del mausoleo, A la vez, el ministro mejicano dirigió una carta a la Embajada de España y otra a la familia en Italia explicando la situación.
 
          Allí van a permanecer 13 años, hasta que, en 1836 y por temor que a esa revolución endémica mejicana que asoló a ese país tanto tiempo le dé por profanar los restos, son de nuevo exhumados (séptima vez) y metidos en un nicho en el muro de la pared, en el lado del Evangelio, sin referencia alguna, en la que va a ser su octava sepultura. 
 
          Transcurren otros 110 años, y en 1946 una filtración de uno de los componentes del autodenominado gobierno en el exilio de la República española, que ha leído la carta del señor Alamán existente en la Embajada, permite la localización del nicho en cuyo interior hay una urna con restos humanos. Dentro de la misma se encuentran también unos certificados de autenticidad. Exhumados de nuevo (octava vez), los estudios forenses certifican también que aquellos huesos y una calavera fueron Hernán Cortés. Se vuelve a preparar el nicho  en el mismo lugar y de nuevo se colocaron en su interior (novena vez) los restos de don Hernán Cortés Pizarro. Fue tapado con una sencilla lápida en la que sólo figuraban su nombre y los años de nacimiento y fallecimiento. Hace pocos años la lápida se pintó de rojo y hoy su situación en la iglesia es la que ven en esta fotografía. Algo distinta de la forma en que duermen eternamente los restos de otros personajes nacionales e internacionales de muy inferior talla histórica que Cortés
 
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          Bien, los restos de Cortés descansan en una iglesia a la que, según palabras de su párroco, recogidas por el periodista Javier Brandoli, “nadie ayuda ni quiere hacer nada por ella en este país”. Y es de destacar que ni en el recinto sacro, ni en el exterior o sus cercanías se hace la menor referencia a que allí se encuentran los huesos de quien fuese el creador de la nación mejicana, por lo que los muchos miles de personas que pasan frente a su fachada desconocen quien descansa en aquella iglesia.
 
          Y yo me pregunto: Visto que la postura oficial de Méjico, expresada tan claramente por su Presidente hace muy poco, es de absoluto rechazo a la figura de Cortés, ¿cabría la posibilidad de que por parte de España se reclamasen sus restos para que se les diese una más que digna sepultura en nuestra tierra? En contra está el deseo que expresó el propio Cortés de ser enterrado en Méjico. Pero, y para mí es peor, a esa ingenua pregunta mía se opone la trayectoria histórica de ignorancia de nuestra Historia, cuando no de desprecio hacia ella, que siguen, desde hace muchas generaciones nuestros representantes políticos. Si vemos lo ocurrido recientemente al ceder desde las más altas instancias del gobierno a las pretensiones portuguesas de considerar la primera circunnavegación una empresa conjunta luso hispana, cuando los más destacados investigadores e historiadores certifican que fue una empresa netamente española, no abrigo muchas esperanzas de que, en el caso de Cortés, la respuesta fuese positiva.
 
          El mismo periodista escribe que “tampoco muchos responsables de los organismos españoles aquí en México tienen ningún conocimiento sobre su tumba. Cortés sigue siendo un tabú entre España y México que parece mejor no agitar.” Y añade que López Medellín, un estudioso mejicano de la vida de Cortés afirma que: “Mover la tumba de Cortés sin generar controversia es imposible. En las familias mexicanas es un problema tocar el tema. Se ha pretendido hacer un olvido forzado, obviar la parte española. Venimos de una madre traidora (Moctezuma) y un padre olvidado (Cortés). Pero Cortés tiene un papel histórico y fue un personaje formidable”
 
          Un historiador mejicano actual, Bernardo García, cree que el tema de mover los restos para darles un tratamiento adecuado al personaje, “en manos de un demagogo puede ser un problema”.
 
          Pero gracias a Dios, en ese movimiento renacentista que se va notando en España en pro de combatir sin descanso, con la simple exposición de la verdad, la ominosa Leyenda Negra y hacer que nos sintamos orgullosos de nuestra Historia, con sus luces y sus sombras, como añaden los políticamente correctos, sí, pero con infinitamente más luces que sombras, hay escritores como nuestro compatriota Ricardo Coarasa, que en su libro Hernán Cortés, los pasos borrados, tras destacar la necesidad de acabar con la leyenda negra en el capítulo que afecta al gran extremeño y reivindicar su lugar en la Historia, escribe que: “México debe asumir tarde o temprano que la conquista de México fue una empresa mexicana liderada por un español”.
 
          Y añade que. “Cortés tiene claros y sombras, pero protagonizó una de las grandes epopeyas de la historia y no se puede negar que es el padre del México actual, país al que amó como ningún otro conquistador y donde quiso ser enterrado. No es lógico que su tumba, por el valor histórico del personaje, esté escondida. Es una vergüenza para España y México”. Dicho queda. 
 
          Y también queda hecha la promesa de hablar, cuando los codirectores de la Cátedra General Gutiérrez lo crean conveniente, del Cortés conquistador.
 
          Muchas gracias, y hasta pronto. 
 
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Bibliografía
 
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Cortés H. Cartas de Relación a Carlos V. Ed. Historia 15. 1985
Díaz del Castillo, B. Historia verdadera de la conquista de Nueva España. Alianza Editorial.
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García Serrano R. Cuando los dioses nacían en Extremadura.
López de Gómara, F. La Historía General de las Indias. 1554
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Miralles, J. Hernán Cortés, inventor de Méjico. Ed. Tusquets. 2001
Passuth, L. El dios de la lluvia llora sobre Méjico. Ed. Giralt.1984.
Paz, O. El laberinto de la soledad, Fondo de cultura económica, México. 1975