El "London Eye" es ligeramente más rápido que una tortuga

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 31 de enero de 2016).
 
 
Desde las alturas, el Tamesis es el glamour de Londres
 
 
          Sin el Támesis como columna vertebral, el paisaje de Londres, y desde el London Eye sería, hasta cierto punto, monótono, con ínfulas neoyorquinas, donde algunos rascacielos proporcionan, incluso, determinada asimetría a la urbe, como sucede con “The Shard” “El faro de Londres” con sus 310 metros de altura y 95 pisos, visible desde decenas de kilómetros de distancia. Londres es, junto con París, la ciudad europea con más rascacielos (18 edificios con más de 150 metros). Como la urbe británica no puede crecer a lo largo, la única alternativa que queda parece que es ir hacia arriba. Pero no todo el mundo cree que se trate de una buena idea.
 
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          El “ London Eye” (El Ojo de Londres), también conocido como “Millenium Wheel" (Noria del Milenio) fue inaugurado el 31 de diciembre de 1999 para conmemorar la llegada del nuevo milenio, pero una serie de problemas técnicos demoraron su apertura al público hasta el mes de marzo del 2000. Según los técnicos consultados, no es tal noria sino “una rueda de observación en voladizo”, que es casi un trabalenguas. Ello se debe a que toda su estructura está anclada de un solo lado mediante un armazón en forma de A, lo que  le otorga ese aspecto de “rueda de bicicleta”. En su conjunto, el “London Eye”  tiene una altura de 135 metros y un diámetro de 120; y la circunferencia de la rueda son 424 metros.
 
          Posiblemente, el “London Eye” es una de las nuevas atracciones turísticas más queridas de Londres. Desde su apertura en marzo de 2000, y hasta mayo de 2006 fue la mayor noria-mirador del mundo, momento en que fue superada por  la “Star of Nanchang”, en China; y tras la inauguración de la “Singapore Flyer”( 165 metros de altura), en 2008, pasó a ocupar la tercera posición.
 
          Quienes hemos tenido la oportunidad de viajar en una de las 32 cabinas, y desde el punto más elevado, y si el cielo está despejado, se puede ver hasta una distancia de cuarenta kilómetros. Para aquellos que también gozan de buena vista se puede incluso llegar a apreciar el castillo de Windsor.
 
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          Las citadas cabinas, selladas, climatizadas y totalmente transparentes, tienen una dimensión de ocho metros de longitud y cuatro de diámetro. Están numeradas del 1 al 33, dado que por pura superstición se omitió la cápsula número 13. Cada una de estas 32 cápsulas-que representan a los 32 distritos de Londres- tiene un peso de diez toneladas; y evitan el balanceo y la obstaculización de la vista mediante un sistema  de fijación a la parte superior de la rueda mediante anillos. Este sistema evita el problema del balanceo propio de las norias y permite una mayor visibilidad desde el interior de la cabina.
 
          Si desea evitar aglomeraciones y colas de anaconda es aconsejable- y lo decimos por experiencia- visitar el “London Eye” los lunes a primera hora. En la taquilla, con la mayor tranquilidad, abona las veinte libras esterlinas -precio sénior- y en apenas cinco minutos ya estamos dentro de la cabina, que tiene capacidad  para veinticinco personas, pero que ahora, para mayor comodidad, somos solamente ocho que, con toda la facilidad del mundo nos desplazamos de un sitio para otro, desde todos los ángulos. Y las cámaras fotográficas no dejan pasar la oportunidad de perpetuar imágenes que luego veremos y analizaremos una y otra vez. Ver Londres desde esta altura tiene una experiencia muy especial. Por ejemplo, los alrededores del Big Ben y las casas del Parlamento parecen habitadas por pequeñas hormigas.
 
          Este tranquilo “London Eye”, que según los londinenses es “ligeramente más rápido que una tortuga”, se desplaza a 0,9 kilómetros por hora y tarda treinta minutos en completar una vuelta. A esta velocidad, la rueda avanza veintiséis centímetros por segundo y ni siquiera tiene que pararse para que los pasajeros entren o salgan. No obstante, la rueda hace una pausa para permitir que las personas con discapacidad y de edad avanzada entren y salgan de la cápsula con la mayor seguridad.
 
          La construcción de esta noria gigante del  Támesis se convirtió en todo un ejemplo de cooperación europea: las cabinas, fabricadas en cristal, acero y aluminio, se hicieron en Francia; los paneles de cristal, en Italia; el pivote central, en la República Checa; los cojinetes, en Alemania; las patas en forma de A, de un peso de 310 toneladas, que soportan toda la estructura y la rueda de acero, se hicieron en Holanda con acero de Gran Bretaña. Conocida también como la “Rueda del Milenio”, esta estructura se ha convertido en uno de los iconos más emblemáticos de la ciudad y de toda Gran Bretaña. Es todo un logro del diseño y la ingeniería construido a lo largo de siete años por cientos de trabajadores provenientes de cinco países diferentes.
 
          El “London Eye “ ya se ha convertido en el lugar privilegiado para el comienzo de una visita a  Londres. Y para algunos, la visión de observar desde estas cómodas cabinas los tejados londinenses les ha evocado los cuentos de Dickens, la gesta de Peter Pan y hasta los recorridos de Mary Poppins.
 
          Con orgullo, los británicos, hasta que surgió el ya mencionado “Singapore Flyer", recalcaban que el ”London Eye” no era una vulgar noria  sino “la noria observatorio más alta del mundo”. Y ahora siguen ufanándose de que el promedio de número de visitas anuales, supera al Taj Mahal y a las pirámides de Giza. La supermodelo Kate Moss ha estado en el “London Eye” 25 veces, el récord de una celebridad del Reino Unido.
 
          El “Ojo de Londres” tuvo un predecesor, “The Geart Wheel”, que funcionó entre los años 1895-1906, y que fue visitado por más de dos millones de personas y, por supuesto, resultó mucho más barato que el aludido “London Eye” cuya construcción tuvo un coste  aproximado de 75 millones de libras esterlinas, la misma cantidad -dicen los amantes del balón- que se pagó por el traspaso de Luis Suárez desde el Liverpool al Barcelona.
 
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