Un paseo por las defensas de Santa Cruz
Por Miguel Ángel Autero (Publicado en La Opinión el 24 de marzo de 2019).
Una treintena de personas disfruta de una ruta guiada por los castillos, baterías y fortalezas que jalonan el antiguo litoral de la capital para conocer su historia, su conservación y la transformación de la ciudad con el paso del tiempo
Los castillos, las baterías artilladas y las fortalezas fueron durante siglos piezas clave para la seguridad de una villa, que luego se convertiría en capital a comienzos del siglo XIX, que fue atacada desde el mar -fundamentalmente por los británicos- en diversas ocasiones desde el siglo XVI. En pie quedan hoy muy pocas de esas fortificaciones, muros defensivos o instalaciones militares como los polvorines o casas de la pólvora. Otras edificaciones, simplemente desaparecieron, se reutilizaron sus sillares o acabaron sepultados bajo las tierras ganadas al mar; otras apenas conservan unos pocos vestigios pero, todas esas piezas en su conjunto, enseñan a las generaciones de hoy la importancia estratégica que tuvieron las Islas Canarias, y Tenerife en concreto, a lo largo de los siglos, ya fuera para dominar las rutas comerciales entre África, América y Europa o, como en el siglo XX durante la Segunda Guerra Mundial abrigo y punta de lanza para la guerra naval del Atlántico.
De esta manera, y dada esa importancia, el área de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha organizado una serie de rutas con un guía profesional y experto en este tipo de construcciones, aprovechando el congreso que se celebra además este mes sobre las fortificaciones de la ciudad. Ayer, una treintena de personas disfrutaron de este viaje al pasado durante una jornada en la que reinó el buen tiempo.
Miguel Ángel Noriega hablando del Castillo Negro
A las 10:30 horas, el grupo iniciaba la ruta de la mano del guía Miguel Ángel Noriega Agüero, miembro de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, en el Castillo de San Juan, también conocido como Castillo Negro, una construcción circular de dos plantas construida entre 1641 y 1644, con un puente levadiza ya que se aprovechó una caleta para crear un foso natural, al menos durante la pleamar. Dos torres de vigilancia y aperturas para la artillería se encontraban en la parte superior de la fortificación, al igual que los retretes, cuyo desagüe se canalizaba a través del muro con vía libre hacia el mar a media altura de la defensa.
El castillo más alejado
Este era el castillo más alejado del núcleo poblacional de Santa Cruz y por ello no entró en batalla durante el intento de asalto comandado por las fuerzas del contraalmirante Horacio Nelson el 25 de julio de 1797; la Casa de la Pólvora (1756), que se encuentra a unos 50 metros tierra adentro era el lugar en el se guardaba la pólvora y para evitar explosiones por un posible ataque de los cañones de un navío siempre se construía fuera del castillo. Ambas construcciones se encuentran en muy buenas condiciones de conservación, si bien es cierto que han sido objeto de rehabilitación.
El guía explicó que "al estar tan alejadas del centro de la ciudad, con la expansión de esta a lo largo de los años, no molestaban a la hora de levantar otras edificaciones, y por eso se han conservado hasta hoy en día".
La batería de San Francisco, de 1775, estuvo operativa en el siglo XVIII y el siglo XIX, siendo ampliada en 1882 con otro muro -hoy desaparecido bajo la Avenida Marítima; así como sufrió obras para colocar cañones de más dimensiones que precisaban estar anclados a una base. En total cuatro cañones de gran potencia y calibre. Hoy la batería está cubierta de tierra, una acción que se realizó para evitar que se cayeran los muros. Una de las palmeras del paseo marítimo, la que se encuentra más cercana a la batería tiene cerca de tres metros de su tronco hundido en la tierra porque la entrada de la batería estaba a ese nivel entonces, hoy sepultada.
De la batería de San Telmo (1775), junto a la ermita del mismo nombre, no se conserva más que un dibujo en un hito sustentado sobre piedras del antiguo muelle. A pie de calle se vislumbra lo que fue la antigua muralla de la ciudad. Si la gente se fija en el suelo del paseo, se observan piedras de mayor tamaño que conformaron la parte superior de ese murete defensivo. Se trata de una construcción defensiva que conectaba los castillos y las baterías y que solo se abrían hacia el mar en los lugares en los que hay un barrando, y Santa Cruz está construida sobre once barrancos. En el Barranco de Santos, se situaban a cada lado dos baterías artilladas con su guarnición. Era de vital importancia estas medidas defensivas pues la costumbre de las fuerzas atacantes era entrar siempre por la capital, aprovechando la salida de los barrancos. A pesar de que hoy se pudiera pensar que era una estrategia suicida pues la ciudad siempre estaría mejor defendida que si se entraba por otra zona en el sur de la Isla, lo cierto es que los caminos no estaban preparados para el transporte de tropas y piezas de artillería de las fuerzas invasoras.
Más adelante se sitúa la batería de la Concepción (1673), en un lateral entre el edificio del actual Cabildo Insular y el de Correos, donde entonces estaba la Casa de la Aduana. Esta batería estaba justo al lado del castillo de San Cristóbal, el más grande y mejor fortificado y armado de toda la capital. Del castillo de San Cristóbal, junto a la caleta de Blas Díaz -que se había convertido en fondeadero de barcos y por eso estaba allí la Casa de la Aduana, apenas quedan unos vestigios bajo tierra descubiertos con la ampliación de la obra Puerto-Ciudad en 2006. No obstante, del castillo, con torreones en forma de diamante, podemos imaginar su envergadura, pues en el fondo de la fuente está dibujada en negro el contorno de uno de esos prismas. La visita continúa por el cuartel y museo militar de Almeyda, el castillo y batería de Paso Alto y concluye en la torre de San Andrés, caída en el siglo XIX tras una riada.
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