La Chivata

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 13 de enero de 2018).
 
 
          En la sesión municipal del 10 de marzo de 1952, el concejal inspector de la Guardia  Municipal, Fernández del Castillo, con el fin de contribuir a la campaña contra el gamberrismo, emprendida por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, propuso que un furgón celular recorriera la ciudad durante las 24 horas, patrullado por un conductor, un auxiliar del chofer y un vigilante. Con el objetivo de que tuviera mayor eficacia, contaba con el apoyo logístico de cuatro motocicletas, que se utilizaban como enlace, y otra pareja de guardias  que actuaba cuando la ocasión lo requería.
 
           Según las palabras del Concejal, “con esta medida se intentaba depurar el ambiente de chabacanería, grosería y repugnantes modales que con demasiada frecuencia empañaban el aire de la ciudad produciendo feos espectáculos y, de paso, se acababa con el triste cuadro de ver al guindilla arrastrando un borracho hacia el Cuartelillo”.
 
          Aquel furgón gris, marca Citroën, matrícula TF-7040, fue popularizado rápidamente por el pueblo con el apodo de "María la Chivata".  
 
          La Chivata salía cada sesenta minutos desde su estacionamiento en la calle Méndez Núñez, frente al Cuartelillo que se encontraba en los sótanos del Ayuntamiento, para llevar a cabo su recorrido por los distintos bares, parques y plazas, recogiendo a los alborotadores, borrachos, sarasas, etc. Sus mayores intervenciones tenían lugar durante las fiestas de Carnaval. Como la Chivata era un elemento disuasorio, la mayoría de las veces solía estar aparcada en el chorro de la calle de Miraflores, dado lo conflictiva que era aquella zona. 
 
          Algunos personajes de esta capital se convirtieron en asiduos pasajeros de este servicio de transporte policial. En el caso de los borrachos callejeros que solían encontrar durmiendo en los bancos de la Alameda, frente a la tasca La Viña del Loro, les llevaban al Cuartelillo y, al día siguiente, después de haber dormido la borrachera, salían sin cargos camino de su casa.
 
          A lo largo de su existencia, la Chivata llegó a prestar otros servicios especiales, tanto  de carácter benéfico como sanitario, pues más de una vez se utilizó para trasladar a personas necesitadas.
 
          Las estadísticas de 1955 reflejan que condujo a las dependencias municipales a 400 hombres y 60 mujeres, los cuales, después de pasar la noche en el cuartelillo y una vez tranquilizados, se les liberaba previo pago de 10 pesetas de multa. Las chicas jóvenes tenían que ser recogidas por sus padres.
 
          Cuando estaba de patrulla y los compañeros reclamaban su intervención, tenía que  localizarla a través de un servicio de llamada entre los distintos puestos de la guardia municipal; por ello, para evitar los problemas que ocasionaba este arcaico sistema, se le dotó de un radio-teléfono que funcionaba a través de una centralita con el número 4000.
 
          Entre su anecdotario destaca la conducción a comisaría de dos equipos de fútbol callejero, incluido el árbitro, por haber roto los cristales de una vivienda; la de un extranjero embriagado que se empecinaba en abonar el precio del billete, creyendo que era transportado en una guagua del servicio urbano; la recogida de una señora que caminaba desnuda por el camino Oliver, donde unos gamberros le habían quitado toda la ropa; etc. etc. 
 
          Como hemos visto,  los Guardias solían impedir que los niños pudieran jugar al futbol en la calle; por ello, cada 60 minutos había que interrumpir el partido, ante el grito "¡que viene la Chivata!"
 
          Nijota, que no dejaba escapar ningún tipismo que ocurriese en nuestra ciudad, la inmortalizó con estos versos: "Pasa por los barrios / cruza por el centro / pero nadie sabe / lo que lleva dentro."
 
          La histórica Chivata fue sustituida, a principios de 1970, por un furgón Morris M.G. TF-5384 C, dotado de puertas de seguridad y aire acondicionado a través de ventiladores y rejillas, lo que hizo que se le conociese como "La Nevera".
 
La Chivata en 1974 Custom
 
La Nevera en 1974
 
          Al final de su existencia, la Chivata sólo inspiraba miedo a los niños, a quienes sus madres amenazaban con ella, tal y como lo hacían antes con el ogro, y terminaría pagando sus culpas, transportando bidones de pintura para los pasos de peatones (pasos de cebra) que comenzaban a ser obligatorios en las ciudades.
 
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