Vida y obra de Bernabé Rodríguez Pastrana, alcalde de Santa Cruz en tres ocasiones.
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en La Opinión el 30 de septiembre de 2018).
Don Bernabé Rodríguez Pastrana
Bernabé Rodríguez Pastrana, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1825, fue nombrado alcalde constitucional presidente del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife el 4 de abril de 1857, cargo que volvería a ocupar en dos ocasiones más, en 1868 y 1870.
Como alcalde inició el expediente de solicitud del Título de Ciudad, cuya concesión llegaría en tiempos de su sucesor José Luis de Miranda; instituyó la Guardia Municipal; sacó a subasta pública el servicio de limpieza en la capital; pidió la cesión definitiva del convento de San Francisco para construir nuevas Casas Consistoriales, escuelas y cárcel; aprobó el reglamento de funcionamiento de la Recova Vieja, acondicionando los locales a los que iban a trasladarse los despachos de carne, mientras que el matadero seguiría en el viejo edificio; etc.
Fue uno de los miembros destacados del Gabinete Instructivo (1869-1901); presidente del Casino de Tenerife, del Círculo de Amistad XII de Enero; vicepresidente de la Junta Suprema del Gobierno de Canarias, presidente del Partido Republicano Tinerfeño, Diputado Provincial, y representante en Madrid del Comité republicano federal de Canarias.
Sorprendentemente, los últimos veinte años de su vida transcurrieron alejados de la política activa. Al fallecer. el 15 de mayo de 1892, su sepelio constituyó un impresionante y doloroso acontecimiento en el que participó la mayor parte de la población. Desde su domicilio, en la calle de la Luz -Imeldo Serís- el féretro fue trasladado hasta la plaza de la Constructora -Ireneo González-, en la que recibió un primer homenaje, luego transcurrió por la calle del Pilar y la del Adelantado y, al llegar a la plaza del Príncipe se le rindieron honores ciudadanos, por segunda vez, lo que también se le hizo al llegar a la plaza de la Iglesia, por parte del Círculo de Amistad.
Tres días después, el Ayuntamiento, presidido accidentalmente por José Calzadilla y Quevedo, acordó poner su nombre a la antigua calle de la Unión, lateral al edificio de la Asociación de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita, su gran obra social en favor de la comunidad a la que dedicó todos sus desvelos y en la que se dejó sus caudales y su vida; pues, según su pensamiento, “es un deber de todo pueblo civilizado desterrar la ignorancia y arbitrar medios para hacer menos dura la suerte del pobre”.
La finalidad de la Asociación de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita era la de disponer de un fondo para conceder subsidios a los trabajadores enfermos o en paro, al tiempo de crear centros de enseñanza para ellos y sus hijos; aunque comenzó a formarse en 1869, el proyecto quedó paralizado cuando el gobernador civil deportó a don Bernabé, en unión de otros republicanos. Destierro que no cumpliría al no haber sido posible encontrarle.
Los estatutos fueron aprobados en 1872, y en ellos se estipulaba que el inmueble siempre debía estar dedicado a la enseñanza y que, en caso de disolución de la Asociación, la administración del centro debía pasar a cargo del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
Su gran obra social: La Asociación de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita
El edificio comenzó a levantarse en 1882, en la actual plaza de Ireneo González, según el proyecto de Manuel de Oráa. En 1885 toma la dirección de la obra el arquitecto Manuel de Cámara, con la ventaja que era socio de la Institución por lo que renunció a los honorarios. La última etapa constructiva estuvo a cargo del arquitecto Antonio Pintor.
Don Bernabé sufragó el solar y el importe de los trabajos de preparación del terreno y, debido a su espíritu altruista, se granjeó el apoyo de los ciudadanos, de manera que ochenta y cuatro firmas comerciales gravaron sus mercancías para ayudarle, recibió aportaciones del comercio local, donativos de indianos de Mexico, Cuba, Puerto Rioco, etc. así como suscripciones de particulares, entre los que se encontraba el General Weyler.
El edificio tardó cerca de treinta años en poder terminarse, pues las obras sufrieron varias interrupciones por razones políticas o agotamiento de los recursos. Se aprovechó la piedra resultante del allanamiento del solar, los bloques se trajeron de la cantera de Jagua, las vigas de madera de Riga y la de tea fueron obtenidas de varios edificios demolidos en Santa Cruz, La Orotava y La Palma, la cal se trajo de Fuerteventura, etc.
La fachada, de claro signo romántico, presenta tres alturas, aunque interiormente sólo dispone de dos, ya que la superior es un espléndido salón de actos de 27 metros de largo por 10 de ancho, al que dan luz las dos series de vanos.
El conjunto escultórico que sirve de remate a la fachada, dedicado a alegorías del Comercio y la Industria, es obra de Gumersindo Robayna. Con el fin de que tuviera un reloj, Eduardo Domínguez, presidente de la extinguida Sociedad la Patriótica, le encargó a Monsieur Alexandre que lo trajese de Francia, haciéndose cargo de todos los gastos. Las campanas del reloj sonaron por primera vez, a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1900, por lo que Santa Cruz recibió el siglo XX desde la plaza Ireneo González.
En su interior destaca el amplio vestíbulo y la escalera de sillería, cuyo primer tramo se bifurca a la manera imperial. Anchas galerías con elevadas columnas de fundición parten del vestíbulo rodean el patio principal, desde las que se accede a las seis aulas para las clases con los alumnos. Un gran salón, a doble altura con cubrimiento de hierro remitido desde Londres en 1887.
Estaba prevista que delante del inmueble hubiese una gran plaza, pero la Sociedad Constructora -empresa privada que urbanizó aquel barrio- incumplió su promesa quedando reducida a la mitad; por ello, el espacio que iba a recibir su nombre está dedicado al sacerdote y profesor del antiguo Instituto Ireneo González.
En 1915, la Asociación pasó a denominarse Institución de Enseñanza, cediendo el edificio al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para que estableciera el Instituto de 2ª Enseñanza y la Escuela de Artes y Oficios. Aunque desde 1876 ya existía un Establecimiento de Segunda Enseñanza en una casa alquilada de la Plaza de Constitución en el que se impartían todas las asignaturas que se daban en el Instituto Provincial de Canarias, en La Laguna, este centro sería el precursor del primer Instituto Nacional de Segunda Enseñanza que tendría la Ciudad, previo acuerdo con el Estado, con la condición de que si se suprimía, el edificio revertiría al Ayuntamiento.
Este edificio, además de Instituto y Escuela de Artes aplicadas y Oficios artísticos, actualmente alberga diversas actividades de formación y empleo, y en él tienen su sede la Real Academia de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, y próximamente las Académicas de Lengua, Medicina y Ciencias.
Otra gran obra personal de don Bernabé Rodríguez Pastrana fue la construcción de la Plaza del Príncipe de Asturias, la romántica alameda de Santa Cruz.
Como la huerta de 8.570 metros cuadrados, en la que los monjes franciscanos cultivaban hortalizas y legumbres para su alimentación, reunía estas características, en 1856, el alcalde Bernabé Rodríguez, llegó a un acuerdo con el propietario para que se la vendiera por 90.000 reales de vellón, la mitad al contado y la otra mitad a plazos. Para la primera entrega, el Ayuntamiento aportó 36.764 Reales de Vellón y para el resto abrió una suscripción popular, encabezada por el citado alcalde, con 4.000 Reales de Vellón –que nunca reclamó-, seguida por los concejales y destacadas personalidades de la ciudad. Como siempre, hubo comentarios sobre las obras, a lo que don Bernabé, susceptible y celoso de su buen nombre, publicó unos exhaustivos estados de cuentas en los que quedaba totalmente claro el uso y destino del dinero empleado.
La compra del solar se formalizó el 7 de diciembre de 1857 y, al día siguiente, comenzaron las obras para formar la explanada. Acto en el que la compañía de bomberos, después de asistir a la función religiosa de su Patrona, celebrada en la parroquia de la Concepción, procedieron a derribar el muro que daba a la calle del Norte (Valentín Sanz) por donde accedieron el alcalde, gobernador civil, capitán general, autoridades civiles y militares, y numeroso público. En este sencillo y emotivo acto, el gobernador civil, después de pronunciar unas breves palabras, expuso a la concurrencia que los oficiales de la fragata de guerra española Berenguela, que acababa de llegar al muelle, le habían comunicado el nacimiento del príncipe de Asturias -Alfonso XII-, por lo que consideraba que a la incipiente plaza se le debía dar su nombre. La propuesta fue aceptada por unanimidad y, en uno de los árboles, el gobernador colocó una tablilla que decía “Plaza del Príncipe de Asturias, Diciembre de 1857”.
Su gran obra urbanística: La plaza del Príncipe de Asturias
Los planos de la plaza, sus alineaciones y rasantes de las calles colindantes, fueron confeccionados por el arquitecto municipal Manuel Oráa. Las obras comenzaron a realizarlas los reclusos confinados en el penal y las continuaron los soldados, gracias a la colaboración del capitán general Narciso Atmeller y Cabrera. La plaza se abrió al público el 29 de octubre de 1860, aunque para poder terminar las obras hubo que celebrar verbenas en las que instalaban bazares para vender chucherías, rifas, etc.
El ornato de la misma se fue ejecutando muy lentamente, gracias a la colaboración de las autoridades, y donaciones de los vecinos. En 1864 llegaron de Cuba los laureles de India, que aún continúan dándole sombra, traídos y regalados por el capitán Domingo Serís Granier. En 1866, Manuel García Calveras, años más tarde alcalde de Santa Cruz, donó las dos estatuas de mármol de Carrara, que representan la Primavera y el Verano, que se colocaron sobre columna de granito basáltico en la entrada principal a la Plaza, por la calle del Norte (Valentín Sanz).
Los cuatro frentes de la plaza fueron encuadrados con asiento de sillería de las canteras de El Sauzal, colocando sobre estos muros una verja de hierro fundido. Para adornar todo su perímetro, el Ayuntamiento adquirió en Génova (Italia) 14 jarrones de mármol de Carrara.
En 1871 se trajo de Londres una fuente de hierro fundido, que permanecería hasta 1929, año en que fue sustituida por el quiosco de música actual. Una taza de la citada fuente se conserva en un extremo de la Plaza.
El alumbrado se completó en 1903, con la llegada de los faroles de hierro fundido que se añadirían a los que ya habían venido de Marsella.
Los primeros bancos para el descanso de los viandantes llegaron de París en 1873, estrenándose con paseo y música, amenizada por la banda La Bienhechora desde el templete de madera. En 1930, al derribarse el elegante templete de la música, daría paso al actual kiosco de cemento. Desde su inauguración, este gratísimo rincón de tranquilidad tuvo la predilección de los chicharreros pues era el punto de reunión y esparcimiento de los vecinos de la capital, de los paseos con música, de las verbenas con derroche de luz y alegría, de las grandes concentraciones conmemorativas del 25 de julio, y lugar de encuentro y tertulia de las damas santacruceras; las cuales, a las nueve de la noche, al tocar ánimas el reloj de San Francisco, encendían sus pequeños faroles y regresaban a sus domicilios.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -