El Mando Económico de Canarias

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en el número 600 de Tenerife News el 4 de mayo de 2018. Traducción de Emilio Abad).
 
 
 
          En las montañas de Anaga, en lo alto de la cresta que domina el valle de Igueste de San Andrés existe un  pequeño y arruinado caserío llamado Las Casillas y compuesto por unas seis o siete viviendas. Obviamente se construyeron hace mucho tiempo y luego fueron abandonadas, excepto al menos una de ellas que fue reconstruida y ocupada de nuevo.  Al observar los modernos azulejos de la cocina y la forma de colocarlos puede uno deducir que la casa ha estado habitada en tiempos que la memoria puede recordar o poco antes. Mientras contemplaba la casa, que ya no tiene techo, me preguntaba a mí mismo “¿Por qué?” ¿Por qué correría alguien con el trabajo de transportar hasta allí todos los materiales necesarios para la construcción, incluyendo tejas, ventanas, puertas, mobiliario y otros objetos que hicieran más confortable el hogar, incluso el agua para mezclar el cemento y el yeso, a lomos de un mulo o un burro, por un sendero de montaña para levantar en aquel lugar una casa, cuando existen ciudades y pueblos que ofrecen una forma de vida mas cómoda? Bien, una respuesta posible se me ocurrió cuando tuve conocimiento de la existencia del Mando Económico de Canarias.
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Una casa en Las Casillas
 
 
          Los años de la Segunda Guerra Mundial y también los restantes de la década de los 1940, fueron tiempos de una gran dureza económica para España, que apenas empezaba a recuperarse de la devastación de la Guerra Civil que finalizó unos meses antes del estallido del conflicto. Durante la duración de la guerra mundial, España se mantuvo en una curiosa situación de neutralidad, mientras que, internamente, bajo el régimen de Franco “estaba pacificada social y políticamente y en un estancamiento económico.” Fueron años de carencias de alimentos, de racionamientos, de estrictas medidas y de decadencia general en los estándares de vida.
 
          Las Islas Canarias estaban aisladas de la Península por la guerra en el mar. Como el resto de España estaban regidas por un estricto régimen militar y aquí el mando también estaba aislado. En consecuencia, al Comandante General de Canarias básicamente se le dijo: “actúa por tu cuenta, haz lo que puedas”. Ello condujo a la estimulante recuperación de las Canarias en el período que se conoció como el Mando Económico.
 
          El Mando Económico fue una institución establecida en 1941 por el general Serrador, a la sazón Comandante General de Canarias, cuya misión consistió en supervisar y controlar toda la actividad económica, interviniendo si era necesario. El general Serrador, fallecido en 1943, y sucedido por el general García Escámez, designó una Junta -no fue elegida debido a la ley marcial a la que estaba sujeta la isla-, de tan solo veintisiete personas, incluidos los secretarios. A la vez que se gestionaba el bienestar económico y social de las islas (y se vigilaba cualquier rebrote de republicanismo), la Junta se propuso modernizar la infraestructura del Archipiélago con un plan muy ambicioso de obras públicas, cuyo fondos totales, que al acabar su función (1946) totalizaba 32.856.455,74 pesetas, se recaudaron, asombrosamente en vista de las penurias económicas, mediante impuestos locales, incluyendo uno de 5 céntimos por kilogramo de azúcar.
 
          Colocado sobre un atril en el Museo Militar de Almeyda, en Santa Cruz, hay un enorme libro que ilustra muchos de los trabajos que se realizaron bajo el Mando Económico en Tenerife, Las obras incluían la construcción de conducciones de agua potable en El Rosario, Punta del Hidalgo, La Matanza, La Guancha y el Realejo, de escuelas, incluido un reformatorio, iglesias, hospitales, el edificio principal de la Universidad en La Laguna, puentes, proyectos de carreteras, especialmente la de San Andrés, donde se construyó un nuevo muelle, mercados, edificios administrativos, baños públicos, lavaderos, planos de viviendas para La Orotava y poblados de pescadores en los distritos de Güimar e Icod, y otras realizaciones, como un edificio para Radio Club Tenerife y un taller conjunto para impresores, zapateros y sastres, llegando incluso a los pequeños detalles, como la adquisición de 80 sillas de ruedas para los discapacitados. Y, de modo más que optimista, el Gran Hotel de Turismo también se levantó en aquella época.
 
          Pese a toda esa energía e iniciativa, no se podía obviar el hecho del aislamiento de Canarias de la Península y su casi incapacidad de autoabastecimiento en la producción de alimentos, Barcos de Argentina, trasportando alimentos para la Península o Europa, preferían a menudo, antes que arriesgarse a ser hundidos por los barcos o submarinos beligerantes, vender sus cargas en los relativamente seguros puertos de las Canarias y luego volver a casa. Pero aún así, eso no era suficiente y los isleños tuvieron que adaptarse a una mentalidad de “sitio” y, tal como la gente hizo en Gran Bretaña, cultivaron para la supervivencia. La agricultura de subsistencia se reactivó y oficialmente se animó a ello para compensar la falta de los alimentos que se importaban. Esa podría ser la razón por la que la casita, allá arriba, en Las Casillas, se reconstruyó. Allá es fácil encontrar tierra fértil para huertas de legumbres y jugosos pastos para las cabras. Y más aún, mientras pudieras soportar el aislamiento social, en las cumbres de aquellas montañas sin senderos, estabas bien lejos de sufrir daños en caso de una invasión (cuya amenaza fue bastante real tanto por parte de los aliados como de los países del Eje), por lo que si eras autosuficiente en la alimentación, y te quedaba un poco para guardar, estarías mucho mejor que la gente de las ciudades.
 
          Pero las condiciones artificialmente creadas durante el Mando Económico, incluyendo el alto nivel de ocupación, habían sido posible únicamente por el aislamiento de las Canarias. Las circunstancias fueron temporales y no duraron mucho tras la Segunda Guerra Mundial; tan pronto como la paz se firmó, la gente comenzó a emigrar, ilegalmente al principio y de forma legal más tarde, especialmente a Venezuela. Entre 1946 y 1950 muchos miles de canarios dejaron sus hogares en las islas porque, sencillamente, la vida en ellas era demasiado difícil.
 
          En retrospectiva, muchos proyectistas de la actualidad han criticado el desarrollo de Santa Cruz al no contar con un plan general o una aproximación metódica adecuada al desarrollo de la capital, pero sin embargo, en un increíblemente corto período de tiempo, los años transcurridos entre 1941 y 1946, se completaron una gran cantidad de proyectos.
 
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Mercado de Nuestra Senora de Africa
 
 
          Hoy aún se pueden contemplar los logros del Mando Económico en aspectos arquitectónicos, esculturales y de ingeniería. Los ejemplos más destacados son el Puente General Serrador, sobre el Barranco de Santos, que lleva el nombre del primer Jefe del Mando Económico y que conduce al icónico Mercado de Nuesra Señora de África, en la parte sur del centro de Santa Cruz, y el enorme Monumento a lss Caídos en la Plaza de España.
 
          Con esta evidencia frente a nuestros ojos resulta difícil creer que mientras la guerra asolaba el mundo exterior y las grandes ciudades estaban siendo destruidas, se estaba creando la infraestructura de Tenerife, modificando, al punto de hacerlos irreconocibles, muchos aspectos de la vida de la isla.
 
 (Con mi agradecimiento a don Emilio Abad Ripoll, por la información proporcionada y sus opiniones sobre el tema)
 
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