180 años de la inauguración del Paseo de La Concordia en Santa Cruz de Tenerife

Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 8 de abril de 2018).

 

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          Las lluvias torrenciales caídas en Santa Cruz de Tenerife durante el aluvión del año 1826 hicieron que el barranco de Santos se volviera a desbordar una vez más en su tramo final, anegando las viviendas próximas a su cauce, sobre todo las de la calle de La Noria, e inundando la parroquia de La Concepción.

          Entonces, el comandante general de Canarias, Juan Manuel Pereyra y Soto-Sánchez, marqués de la Concordia Española del Perú y Vizconde de Casa Abascal, y jefe superior político de Canarias (1828-1836), quiso poner remedio al desastre ocurrido y mandó construir un muro de contención de las aguas, en la margen izquierda del barranco de Santos, que protegiera a las viviendas y al templo.

          Como la citada obra configuró una explanada de 145 metros de largo por 20 de ancho, al Marqués se le ocurrió la idea de hacer allí un paseo para el disfrute de la sociedad santacrucera, con acceso por la calle de La Noria, mandando plantar 160 árboles, sobre todo acacias y moreras. La realización de los trabajos lo financió con los fondos de Fortificaciones y la mano de obra la llevaron a cabo los soldados del Ejército.

          En noviembre de 1838, cuando ya estaba terminada la Alameda, se la cedió al Municipio; entonces, la Corporación acordó colocar una lápida con la inscripción "Paseo de la Concordia", a lo que el Marqués contestó con un atento escrito, agradeciendo el honor que se le dispensaba.

          Con la inauguración de esta segunda alameda, los vecinos ya disponían de otro lugar para el sosiego, pues la de la Marina, también llamada del Muelle o del Marqués de Branciforte, construida medio siglo antes, se hacía pequeña para acoger al vecindario que solía disfrutar de las noches estivales.

          Con ellas, empezaban a configurarse las zonas de esparcimiento de Santa Cruz de Tenerife. Pero este Paseo de la Concordia no nació con buen pie, bien por la antipatía que los habitantes de la capital tinerfeña le tenían al Marqués o porque los santacruceros lo encontraban demasiado extraviado.

          Los inconvenientes comenzaron en 1855, cuando parte del risco que daba al paseo sufrió un desprendimiento, quedando reducidas a escombros nueve viviendas situadas bajo el mismo, no produciendo víctimas de pura casualidad.

          Al año siguiente se derrumbaría el muro que sostenía el terraplén, y que servía de camino al interior del barranco de Santos, desapareciendo también los materiales que formaban la pared. 

           Estos accidentes darían lugar a que, en 1858, la Alameda estuviera en tal estado de abandono y suciedad que la prensa comenzó a publicar denuncias pues afectaba a las mujeres que acudían a lavar la ropa, debido a las condiciones higiénicas de las aguas que bajaban por el barranco de Santos, lo que obligaría a intervenir a la Junta de Sanidad.

          Ante este estado de abandono, el Ayuntamiento procedió a reconstruir los muros caídos, arregló el pavimento, repuso el arbolado perdido, reparó los asientos deteriorados, y la dotó de alumbrado.

          Como para regar los árboles el agua se llevaba desde las atarjeas que había en la calle de las Canales -Ángel Guimerá-, se llegó a dar la picaresca que la mayor parte de la misma era utilizada por los vecinos para regar sus huertas y llenar los aljibes.

          A los pocos años de haberse reparado, la Alameda volvió a estar destrozada y de nuevo fueron necesarias obras para su reparación; ante ello, la Corporación, debido al excesivo coste que le producía su mantenimiento, y debido a que el lugar no era muy frecuentado por la población, propuso eliminarlo por considerarla inútil. Los terrenos salieron a subasta y, el 23 de septiembre del año 1867, fueron adjudicados al único licitador, la casa comercial de José C. Lleonart y Juan Cumella, quienes lo adquirieron con la intención de instalar un almacén de abonos químicos (guano).

          Debido a la iniciativa que pretendían los nuevos propietarios, los vecinos volvieron a denunciar su instalación en la prensa, pidiendo que los citados almacenes no se construyeran en el centro de la población sino que estuvieran situados en el extrarradio.

          De esta lamentable manera terminó el primer intento serio de embellecer el entorno del barranco de Santos, yéndose al traste las buenas intenciones del marqués de la Concordia.

          Sin embargo, si ha tenido éxito el segundo intento de adecentamiento de este lugar, llevado a cabo por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, entre los años 2003 y 2010, al construir la Vía que discurre en paralelo al cauce del barranco de Santos, uniendo la zona baja de la ciudad con el barrio de La Salud.

          Esta vía, que en un principio fue ideada para descongestionar el tráfico de la ciudad, ha logrado crear nuevos espacios de ocio y esparcimiento para los ciudadanos, de manera que desde entonces es un orgullo vivir, pasear, hacer deporte, transitar, o simplemente asomarnos al curso del barranco.

          El día 26 de noviembre de 2014, y por iniciativa de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, el alcalde del Ayuntamiento capitalino, José Manuel Bermúdez Esparza, procedió al descubrimiento oficial de la placa que recordaba la existencia en este lugar del Paseo de la Concordia, recuperando de esta manera el olvido de su pasado histórico.

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