Cuartel de San Carlos: Ahora ¿por qué?

 
Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en La Opinión el 18 de marzo 2018).
 
 
 
          Mi relación periodística con el cuartel de San Carlos viene de muy lejos, tanto como los años que el edificio que queda de él lleva pendiente de su rehabilitación. Este 2018 se cumplen los primeros 40 años desde que el viejo cuartel pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Fue el 8 de diciembre de 1978 y ese mismo día publiqué un largo artículo titulado “Pequeña historia del cuartel de San Carlos”.
 
          En principio el cuartel iba a ser demolido en su totalidad pero gracias a una campaña promovida por el Colegio de Arquitectos se respetó su edificio principal. Pero empezó a pasar el tiempo sin que se hiciera nada en absoluto y en 1986 escribí otro artículo al que puse un título muy sonoro: “Vale más morir con honra que vivir con vilipendio”. Abogaba en él que para mantenerlo en ese estado de abandono era preferible proceder a su demolición y quizás dejar algún recuerdo como por ejemplo su pórtico de entrada.
 
          Pasaron los años y en mayo de 2003 al fin comenzaron las obras. Todo iba muy bien pero en esas estábamos y apareció el tranvía. Todo el dinero se empleó en reforzar la cimentación y sin financiación en 2005 se pararon los trabajos. El cuartel volvió a su estado natural de total desidia. Y en enero de 2009, 23 años después, volví a la carga y, puesto que la situación era la misma, repetí título con esa frase tan redonda de Santo Domingo de Silos: “Vale más morir con honra que vivir con vilipendio”.
 
          Seguía pasando el tiempo y casi cinco años más tarde, el 8 de diciembre de 2013, justo cuando se cumplían, publiqué “Han pasado 35 años”. Y decía: “El cuartel de San Carlos se comenzó a construir en 1850. El ritmo de la obra fue desesperadamente lento, tanto que se llegó a temer que no se acabaría nunca, pero al fin se logró terminar en 1875. Es decir, se tardaron 25 años, una barbaridad. Ahora llevamos 35 en rehabilitar sólo una parte. Vamos mejorando”.
 
          A principios de 2015 las cosas parecían ir a mejor y eso me llevó a escribir, en febrero, el artículo “El cuartel de San Carlos. Ahora sí”. Y comentaba: “Al fin al Gobierno de Canarias se le encendió la bombilla y cayó en la cuenta de que mantener el edificio de San Carlos sin uso, después del gasto efectuado, era antieconómico y, ahora sí, se va a terminar la tan esperada rehabilitación. Han pasado 37 años pero pronto podremos ver que San Carlos ha recobrado su dignidad”.
 
          Mi gozo en un pozo. Tan sólo siete meses después me veía obligado a publicar otro artículo parafraseando el anterior título: “El Cuartel de San Carlos ¿Ahora tampoco?” La contrata, en el mes de mayo, había solicitado concurso de acreedores y abandonó la obra.
 
          En octubre de 2016, bajo el título “San Carlos y el mal fario”, publicaba un nuevo artículo en el que comenzaba diciendo: “El cuartel de San Carlos ya tiene colocado su escudo, nuevo, porque el original desapareció hace años. Eso quiere decir que la obra marcha. Una gran noticia. La fecha de terminación prevista es el día 30 del próximo mes de noviembre”. Así era: el proceso de liquidación, nuevo proyecto y nueva adjudicación duró relativamente poco, sólo un año. Pero añadía: “Deberíamos alegrarnos, pero no me fío, porque creo que al viejo cuartel le persigue un mal fario”.
 
          Me molesta reconocerlo, una expresión con jota sería más contundente, pero he resultado un buen profeta. Apareció el mal fario. De 30 de noviembre, nada, la obra se retrasó, aunque quizás eso era disculpable, porque la terminación de una rehabilitación de este tipo lleva consigo muchos detalles que son difíciles de prever. Sé de buena tinta que en el mes de mayo siguiente la obra ya estaba terminada y después del papeleo de Industria, Ayuntamiento, etc., se calculaba que a finales de junio o principios de julio se haría la entrega oficial. No fue así y el Cuartel de San Carlos lleva nueve meses en uno sus habituales períodos de letargo. Con los trabajos concluidos y todo dispuesto: Ahora ¿por qué?
 
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