La Inquisición española en las las Islas Canarias

 
Por Alastair F. Robertson.  (Publicado en inglés en Tenerife News el 23 de febrero de 2018). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Al mencionar la Inquisición española, a mucha gente le viene a la mente la ridícula  escena de “El circo volante de Monty Python” cuando irrumpe en un salón gritando “¡Nadie espera a la Inquisición española!” a fin de romper el hielo de la reunión, o las canciones y el baile de la Inquisición española en la película de Mel Brook titulada “Historia del Mundo. Primera Parte”, con monjas y natación sincronizada.
 
          Pero, naturalmente, la Inquisición española fue de todo, menos una fuente de alegría. La consideramos como una organización sádica y tremendamente cruel, pero así y todo tiene sus defensores. El historiador R. Trevor Davies escribió:
 
                    “La tradición popular está tan enraizada que aún es necesario resaltar que la Inquisición española, si se juzga por los estándares de su época, no fue ni cruel ni injusta en sus procesos y sentencias. En muchas facetas fue más justa y humanitaria que casi todos los demás tribunales europeos.”
 
          Y en este tema, nosotros, los británicos, no fuimos precisamente unos inocentes corderitos; el embajador español en la Corte de Isabel I criticaba a la Inquisición inglesa por su crueldad en la utilización de “un surtido de terribles torturas” sobre cualquier sacerdote católico que cayera en sus garras.
 
Inquis Custom
Procesión de herejes sentenciados por la Inquisición. En este caso, los reos, que se distinguen por los altos sombreros que se les obligaba a llevar,
eran objeto de maltratos, pero al menos habían escapado de la muerte en la hoguera y sólo debían hacer penitencias.
 
 
          Henry Charles Lea publicó en 1907 un libro titulado Una historia de la Inquisición española, en cuatro gruesos volúmenes que contienen muchas referencias a las Islas Canarias.
 
          El primer tribunal “oficial” de la Inquisición en Canarias se estableció en La Palma en 1505, aunque ya se le había adelantado el Obispo de Canarias que fundó la Inquisición Episcopal en 1499, tan sólo cuatro años después de la conquista de Tenerife.
 
          Surgieron controversias entre la Inquisición y la Monarquía española relacionadas con el (provechoso) patronazgo de las iglesias canarias, dado que la Inquisición lo reclamaba para su propio beneficio. La disputa se alargó más de 50 años, desde 1559 hasta, aproximadamente, 1611, cuando el rey Felipe III decidió hacer personalmente las designaciones, pero dado que el monarca era bastante perezoso y amante de la buena vida, pronto rectificó ante las protestas de la Inquisición.
 
          Las divergencias renacieron cuando los Inquisidores en Canarias fueron acusados de cometer “excesos” en la recaudación entre el pueblo de lo que se describía como “sus frutos”, y también se cuestionó la limpieza de sus cuentas financieras. La Inquisición aplicaba sus propias leyes, con independencia de lo que decidieran la Monarquía y el gobierno, de modo que, como venganza, prohibió la salida de cualquier barco desde la Península con destino a Tenerife, que era el punto principal de conexión de las comunicaciones entre Canarias y la metrópolis.
 
          Por lo que se refiere al trato que recibían las víctimas cuando caían en manos de la Inquisición, las condiciones de la prisión podían ser horribles, como escribió Henry Charles Lea:
 
                    “La prisión del Tribunal de Canarias parecía a veces estar igualmente mal administrada. Un inglés llamado John Hill fue trasladado a ella desde El Hierro el 23 de febrero de 1574, sin dinero y únicamente con la ropa que llevaba puesta. Durante nueve meses se produjeron sus continuos quejas; la ración diaria tan solo daba para una sola comida; pidió más pan y agua y también una estera sobre la que echarse, pues tenía que dormir en el suelo, sin poder descansar por los piojos y las moscas; durante más de dos meses suplicó que le dieran una camisa para cubrir su desnudez, y aunque el 22 de enero se dio la orden de que se le suministrase una tuvo que reiterarse el 18 de febrero.”
 
          Mucho después, ya en 1792, a un preso español solo se le permitía cambiar su ropa interior una vez cada dos semanas. Se quejaba de que el carcelero o el gobernador de la prisión lo mantenían con una dieta basada en pescado salado y, en consecuencia, sufría una tremenda sed. Pero también hay otras notas en los registros canarios que denotan un comportamiento suave hacia los presos, lo que parece indicar que el tratamiento que se daba a los encarcelados dependía del carácter de los funcionarios de la prisión.
 
          Los marineros, si eran herejes, o dicho de otra manera, protestantes, judíos, musulmanes o paganos, estaban a merced de la Inquisición si desembarcaban en un puerto español. En determinados momentos, las frecuentes visitas de buques mercantes a Canarias suponían la mayor carga de trabajo para la Inquisición. Así sucedió, por ejemplo, cuando 17 marineros ingleses, procedentes de un pesquero capturado por un barco francés, fueron abandonados en Fuerteventura: 
 
                    “… fueron juzgados y se salvaron de la hoguera convirtiéndose (al catolicismo), tras lo cual, cuatro de ellos… se las ingeniaron para escapar. Como el hecho demostraba que su conversión había sido falsa, fueron juzgados en ausencia por perjurio y sus efigies quemadas solemnemente en un auto de fe en julio de 1587.” 
 
          El Tribunal de la Inquisición contaba con su propia prisión secreta, por donde, en un período de seis meses en 1593, pasaron casi 60 ingleses, franceses y flamencos. Pero el encarcelamiento parecía estar motivado frecuentemente por fraudes en las cargas de sus barcos en lugar de por la persecución y conversión forzosa de los propios herejes.
 
          De vez en cuando la Inquisición efectuaba purgas para erradicar libros prohibidos. En 1645, el Tribunal de La Orotava, aunque sin base legal alguna, ordenó la búsqueda de esos libros en las viviendas de los comerciantes ingleses. No se encontró nada digno de objeción, pero Henry Charles Lea piensa que, quizás, los investigadores habían sido sobornados para que así sucediese -una red de protección, dicho de otra manera.
 
          El castigo más horrendo de la Inquisición era el denominado “auto de fe”, cuando se ejecutaban en público las sentencias dictadas, especialmente la quema de herejes. Las víctimas en Canarias en realidad fueron muy pocas, porque durante los más de 300 años de la existencia del Tribunal en el Archipiélago, tan sólo 11 reos fueron quemados en persona y 107 en efigie (muñecos que los representaban). Este último número incluye esclavos moros y negros que, después de haber sido forzados a aceptar el bautismo cristiano, habían huido y por tanto se suponía que habían vuelto a su antigua religión. Hoy este comportamiento nos parece ridículo, pero ser quemado en efigie era un tema serio, hasta que, en los años finales de la Inquisición, la quema de las efigies de los herejes condenados se hacía especialmente para añadir interés y aliciente a los autos de fe.
 
          Las investigaciones de los Tribunales de la Inquisición solían ser frecuentes al principio, pero más tarde era normal que se llevasen a cabo tan solo cuando eran realmente necesarias -especialmente como consecuencia de delaciones.  Una investigación desarrollada entre 1595 y 1597 terminó en un enorme informe de 1.124 folios. Fue un caso extraordinario, pues los informes de 300 a 500 páginas ya se consideraban demasiado largos y no eran muy comunes. 
 
          En 1713 la Inquisición canaria recibió su merecido cuando todo lo que había hecho en el Archipiélago fue revocado, los Inquisidores cesados y la Iglesia no les dio nuevos destinos, dada la gravedad de sus comportamientos. A escala nacional, el conflicto, cada vez más importante, entre el rey y la Inquisición continuó hasta que finalmente, la Inquisición española, por siempre asociada a la dura represión de la libertad de pensamiento y expresión, fue abolida en 1833, tras la muerte de Fernando VII.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - -