El nacimiento de un ilustrado (Relatos del ayer - 19)

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en la Revista NT de Binter, en su número de diciembre de 2017).
 
 
          Asomado a la ventana del saloncito de su casa, don Gabriel ve oscurecerse la fría tarde de aquel 28 de diciembre de 1731. En la localidad tinerfeña de Realejo de Arriba se nota más el invierno que en Realejo de Abajo. Mala es aquella humedad para la débil salud de Antonia María, su amada esposa. Tanto, que don Gabriel ha decidido trasladarse a la costa con su familia, al puerto de La Orotava, donde la brisa marina le vendrá mejor a Antonia, según le ha aconsejado don Matías, médico y amigo de la familia.
 
          Ahora es un manojo de nervios el padre primerizo, a la espera de escuchar al fin el llanto agudo de la criatura que se resiste a abandonar tan cálida morada, el vientre de su madre. Desde la mañana temprano lleva apretando Antonia, alentada por Ildefonsa, la vieja y sabia matrona, que ha visto nacer a más de la mitad de los niños del lugar en los últimos treinta años. Su buen oficio en estos menesteres tranquiliza en algo a don Gabriel, no así las salidas y entradas a la alcoba de Maruja, la amable vecina que asiste a Ildefonsa, en busca de paños o agua caliente. Piensa el hombre, tratando de distraerse, en si será varón o hembra su primer retoño, cuando el desgarrador grito de su esposa rasga la atmósfera de la estancia. Siente parársele el corazón. Apenas le entra el aire a los pulmones de la angustia súbita que le atenaza el pecho. Entonces, ¡gracias a Dios Nuestro Señor!, escucha, nítido y enérgico, el incomparable llanto del recién nacido. “Un niño, don Gabriel, ha sido vuestra merced padre de un niño. Ha nacido sano, enterito todo, y muy despiertito él, que ya mira con los ojillos entreabiertos, y no ha hecho más que asomar la carita al mundo… Antonia está bien… Muy cansadita, mi niña, de tanto esfuerzo que ha tenido que hacer la pobrecita… En un ratito ya podrá vuestra merced pasar a ver a la esposa y al hijo…”, le dice de un tirón la vieja matrona.
 
          Qué gran alivio siente don Gabriel del Álamo Viera al saber que tanto su esposa como su hijo están sanos. Al fin, con el beneplácito de la partera, entra a la alcoba y besa en la frente a la mujer, que sostiene al pequeño junto al pecho. Antonia alarga la mano temblorosa y estrecha la de su esposo, que la recibe con una sonrisa de hombre enamorado. Ambos sueñan con un futuro prometedor para su hijo José Antonio, como será bautizado el niño a los dos días, en la misma casa, dada la debilidad la madre. Sueñan sin imaginar que su primogénito, José de Viera y Clavijo, llegará tan alto; ni que se ordenará sacerdote, ni que será un gran historiador, un reconocido biólogo y un notabilísimo escritor, considerado el máximo exponente de la Ilustración canaria, cuya Noticias de la historia general de las Islas de Canaria será considerada una obra fundamental de la historiografía del Archipiélago. Pero eso será más tarde, ahora duerme el recién nacido, a los ojos de los padres ilusionados.
 
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