Relevo en Capitanía

 
Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en La Opinión el 3 de febrero de 2018).
 
 
Pedro-Galán-1 Custom
 
 Teniente General don Pedro Galán García
 
          El próximo día 15 el teniente general Pedro Agustín Galán García cesará en el cargo de General Jefe del Mando de Canarias y pronto será relevado; no lo hace por edad, sino por la paradójica ley según la cual alcanzar muy joven el generalato lleva consigo el acortar la vida militar activa, más de dos años en su caso. No se  puede estar más de 10 años en los tres escalones de general, de brigada, de división y de teniente general. Durante cuatro años ha residido en  el edificio de mayor presencia y prestancia de la geografía urbana de la capital tinerfeña, el Palacio de Capitanía General.
 
          Ese edificio alberga la institución que ha sido, posiblemente, la que mayor influencia ha tenido en el devenir histórico del archipiélago, la Capitanía General de Canarias.  “Habéis de tener entendido que la principal causa que me ha movido a instituir y establecer el   cargo que lleváis, ha sido la defensa y seguridad de las islas, por ser de la importancia que son.” Este es el primer párrafo de las instrucciones que Felipe II, en el año 1559,  dio  a un hombre de su confianza, don Luis de la Cueva y Benavides, al que nombraba Capitán General de Canarias. Son palabras que dejan bien a las claras el interés de la corona por la institución que se creaba, a la que se encargaba de la defensa de la soberanía e integridad de las Islas Canarias.
 
          Don Luis de la Cueva, que era  al mismo tiempo Presidente de la Audiencia fijó su residencia en Las Palmas de Gran Canaria. En 1656 Alonso Dávila, decidió trasladar, aún sin autorización expresa, la Capitanía General a Tenerife, no así la Audiencia que mantuvo su sede en Las Palmas y así  se inició lo que se ha dado en llamar Pleito Insular.
 
          El primer Capitán General que residió en La Laguna con autorización real fue Jerónimo de Benavente, que recibió licencia para vivir en la isla que creyera más conveniente. La erupción volcánica de  1706, que cegó por completo el entonces floreciente puerto de Garachico, hizo que la actividad comercial sobre todo la de exportación de vinos se desviara hacia el  puerto de Santa Cruz, hasta entonces un pequeño refugio de  pescadores, de pescadores chicharreros, de ahí el gentilicio, y esto trajo consigo que empezara a crecer de forma espectacular, por lo que, en 1723, nada más llegar a las islas, don Lorenzo Fernández de Villavicencio, marqués de Vallehermoso, decidió instalar su residencia en el Castillo de San Cristóbal de Santa Cruz. Esta decisión no gustó en absoluto en La Laguna, y convirtió lo que era un pleito entre Tenerife y Las Palmas, en un pleito triangular, Santa Cruz, Las Palmas y La Laguna, las tres en lucha por la supremacía en las islas.
 
          Una de las grandes ventajas que supuso el que  los capitanes generales residieran en Santa Cruz fue que trajeron consigo a los ingenieros militares y esto hizo que se mejorara de forma muy importante su desarrollo urbano.  El historiador Antonio Rumeu de Armas lo expresa claramente: “Santa Cruz tiene contraída una deuda con la Capitanía General, pues no hay en la geografía española un núcleo urbano, tan entrañablemente vinculado con la Alta Magistratura Castrense.”
 
          Por el plano levantado por el ingeniero militar Antonio Riviere en 1740,  podemos saber que José Emparán se estableció en la casa nº 13 de la calle de la Marina, justo delante de donde en 1787, por iniciativa del marqués de Branciforte, el ingeniero militar Amat Tortosa construiría, intentando imitar al Salón del Prado de Madrid, la que hoy se conoce como Alameda del duque de Santa Elena. También se tiene constancia de que Andrés Bonito Pignateli residió en ese lugar. La siguiente sede que se conoce  es la que en 1791  utilizó el general Gutiérrez que se instaló en la calle San José, esquina a San Francisco, que después fue el hotel Camacho y hoy ocupa su lugar un conocido banco. En  1808, Carlos O´Donnell, nombrado Capitán General de Canarias por la Junta Suprema  residió en la llamada casa Foronda, en  la Plaza de la Pila esquina a Castillo, que  después fue el hotel Panasco. Hoy  su solar lo ocupa un banco ubicado en una gran mole, que cierra por el oeste, yo diría que aplasta, la bella Plaza de Candelaria. Se volvió después al antiguo caserón de la calle de la Marina y en el año de 1852 se consiguió la autorización para formar un proyecto para la construcción de un nuevo edificio para Capitanía General. Hubo dos proyectos,  pero ninguno  fue aprobado, por lo que el Capitán General José María de la Viña determinó que se alquilara  el Palacio de Carta, en la plaza de la Pila, hoy de Candelaria, donde  a partir de enero de 1853 se estableció la Capitanía General de Canarias. Dieciséis capitanes generales pasaron por el Palacio de Carta, el último el Teniente General Valeriano Weyler Nicolau, que llegó a Canarias recién ascendido cuando aún no había cumplido los 40 años  el 5 de abril  de 1878. Aquí se encuentra con un edificio de Capitanía General que, en su opinión , dejaba mucho que desear, por  lo que el 31 de agosto de ese mismo año ordenó al General Subinspector de Ingenieros la formación de un proyecto de un nuevo edificio para Capitanía General, en parte del solar que ocupaba el Hospital Militar de San Carlos.
 
Edificio de Capitanía General Custom
 
 Palacio de Capitanía General  (Santa Cruz de Tenerife)
 
                “Por iniciativa del Exmo Sor Tent Gral D Valeriano Weyler  Cap  Gral del Distrito y con dirección del Cmte de Ing D Tomás Clavijo se construyó este edificio sin costo del Estado. Se principió en 1º de Mayo de 1879. Se terminó en 31 Dbre de 1880”
 
          No se puede contar con menos palabras la historia de la construcción  del Palacio de Capitanía General en Santa Cruz de Tenerife. Se trata de la leyenda que figura en la placa conmemorativa que en su día el general Weyler ordenó colocar sobre el arco dintel de la puerta del lado oeste del patio del edificio.
 
          Para ser el número 72 de los  ocupantes de este palacio llega, el 17 de febrero de 2014, el teniente general  Pedro Agustín Galán García, también recién ascendido. Ahora al terminar su mandato se da la circunstancia de que sólo le aventaja en el tiempo de estancia en la histórica casa el general García Escámez que lo hizo durante ocho años. Viene  a ocupar el cargo de General Jefe del Mando de Canarias, que no es otro sino el de Capitán General de Canarias, que es como aquí se le sigue llamando.  Le avala una, iba a escribir excepcional, pero la defino como brillante hoja de servicios, porque  en estas últimas generaciones de altos mandos de la milicia sus expedientes parecen clonados, todos tienen infinidad de cursos nacionales y extranjeros, todos dominan varios idiomas, todos han participado en misiones en el exterior y todos tienen multitud de condecoraciones, es difícil encontrar excepciones. En este caso que nos ocupa el general Galán posee los idiomas inglés, francés e italiano; en el lenguaje militar posee quiere decir que habla y escribe correctamente estos idiomas, y para alcanzar ese nivel ha tenido que acreditarlo ante los tribunales de la Escuela Militar de Idiomas.
 
          No puedo ni debo opinar sobre la actuación profesional del general Galán aunque las referencias que me dan sus subordinados son, y esta vez sí que utilizo el adjetivo, excepcionales. Me interesa sobre todo destacar cómo desde un principio se integró en la sociedad de las islas y en esta labor no hay que olvidar a su esposa María Antonia Gil de Sola; una muestra de ello es comprobar, como yo he podido hacer, que en  muchos guachinches don Pedro y doña María Antonia son conocidos y apreciados, y es porque han tenido la costumbre de, en los fines de semana, coger su coche particular y lanzarse carretera adelante descubriendo por su cuenta  los  sitios más típicos.
 
          Otra buena muestra de esa integración es  la Medalla al Mérito de la Policía Local categoría de plata del Excmo Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, que se codea en su currículo con muchas  condecoraciones españolas y otras extranjeras, de Estados Unidos, de Francia,  de Brasil de Italia y cinco de Naciones Unidas y la Otan.
 
          Cumpliendo con la máxima de que la pluma no embota la espada, durante su estancia entre nosotros ha escrito varios artículos en la revista Ejército, que se han visto reproducidos en ABC de Madrid dándoles así la difusión que de otra manera quedaba reducida al entorno militar. Dos de ellos son importantes para las islas porque han servido para dar a conocer al estamento militar la derrota de Nelson en Tenerife y la batalla de Las Palmas contra el holandés Van der Does, que, desgraciadamente, son casi desconocidas  en la península. Otro de sus trabajos trata  la figura de Fernando II de Aragón, una verdadera tesis doctoral resumida en tres mil palabras.
 
          No puedo pasar por alto la consideración, el respeto  y el cariño que  ha dispensado a ese grupo de militares retirados, al que pertenezco, que se conoce con la peculiar denominación de Club de los Usados.
 
          Dentro de pocos días el matrimonio Galán abandonará la que ha sido su casa durante cuatro años para trasladarse a la suya propia en Madrid. Pero son tantos los amigos que dejan en todos los ámbitos, militares por descontado, políticos,  periodistas,  sociedades como Casino, Círculo de Amistad, Gabinete Literario, restauradores como antes comentaba y hasta equipos de fútbol, que, a buen seguro, no tardarán mucho en volver. Por  eso no hay que despedirles, sólo decirles: Hasta pronto.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -