Por José Alberto Ruiz de Oña Domínguez  (Publicado en agosto de 2017 en el número 30 de la revista Cuadernos del Bicentenario)
 
 
 
INTRODUCCION
 
          Los españoles debemos estar orgullosos de nuestra historia porque, no en vano, llegamos a dominar el mundo conocido en una época. Es esa historia la que nos ha proporcionado la identidad que tenemos ahora y que nos permite mirar al futuro como una nación heredera de unos valores en los que debemos perseverar. Para forjar esa historia muchos hombres de bien han dado su vida por España, pero solo a muy pocos de ellos se les ha reconocido su valía. Esa minoría, reconocida como héroes, se lo ha merecido por méritos propios, pero existen cientos de personajes en nuestra historia común que han sido postergados e ignorados, después de dar sus vidas por España. En otros países de nuestro entorno, con mucha menos historia que la nuestra, se les recuerda y se les agradece en la memoria, estudiando y enalteciendo sus méritos para que sirva de ejemplo, mientras que aquí en nuestra España parece que queremos enterrar este recuerdo porque, según algunos, tenemos demasiados héroes, lo cual parece indicar que solo nos preocupa el futuro y que muchas veces nos avergonzamos de nuestra historia.
 
          Para dar a conocer a estos héroes olvidados me entristece que tengan que ser los propios ciudadanos, por iniciativa propia o a través de Asociaciones, los que llamen a las puertas de los organismos oficiales para recordarles a nuestros políticos aniversarios y efemérides sobre las gestas y el buen hacer de tantísimos españoles en todos los ámbitos de las artes, del saber, de las letras y de las ciencias, y para rogarles que tengan a bien colocar una placa, erigir un monumento por suscripción popular o dedicar una simple calle a nuestros héroes y a otros ciudadanos que hayan destacado por su ejemplo.
 
          Por ello, quiero hacer este trabajo para recordar a uno de esos héroes olvidados, para evitar que se pase página de esta historia y se le eche tierra encima, y para contribuir a que se aprenda de ella y, sobre todo, para reconocer el buen hacer de nuestros ejércitos y rendirles el homenaje que se merecen.
 
          Aprovecho este año de 2017, en que se cumple el tercer centenario de su nacimiento, para intentar recordar y ensalzar a un ilustre malagueño que ha pasado casi olvidado para la mayoría de los ciudadanos: Don Matías de Gálvez y Gallardo. Nuestro héroe fue un personaje extraordinario en una época de la historia de España, el siglo XVIII, plena de personajes relevantes. Sus hechos y gestas son merecedores de varias novelas y películas.
 
          Don Matías no era de la nobleza española aunque su familia había conseguido la hidalguía por méritos propios en sus muchos servicios a la corona durante siglos. Su ascendencia era humilde pero honrada y fiel servidora de su rey, de esa índole donde se forjan los verdaderos héroes que nutren y engrandecen nuestra Historia. 
 
          Durante su existencia conoció a seis reyes: Felipe V, Luis I, Felipe V, Fernando VI y Carlos III hasta su fallecimiento. Tuvo una carrera militar envidiable, desde cadete de artillería a Teniente General y ocupó numerosos cargos de responsabilidad, culminando éstos con el de Virrey de Nueva España hasta su muerte en 1784, a los 67 años de edad.
 
          Por todo ello, hoy, 300 años más tarde, en este estudio pretendo demostrar que Don Matías de Gálvez fue uno de aquellos hombres que honraron el reino de España, bajo Carlos III, con hechos de los avatares de su vida, analizando lo que hizo, y deduciendo fácilmente que fue un verdadero héroe por lo que merece figurar en un lugar destacado de los anales de la historia española.
 
MACHARAVIAYA
 
          El origen de Macharaviaya es una antigua alquería árabe y su nombre, según algunos autores, proviene de la transcripción fonética de Machar Ibn Yahya, que significa el prado o la alquería de Abu Yahya. Otros autores dicen que tomó el nombre de Machar Ibn Yahha (cortijo del hijo de Yahha) ya que conserva prácticamente esa fonética. No obstante, Macharaviaya fue designada como municipio en 1572 aunque su iglesia es de 1505.
 
          Su ciudad natal, enclavada en la comarca malagueña de la Axarquia, situada a diecisiete kilómetros de la capital, está sobre una colina espaciosa circundada de montañas en forma de anfiteatro y al margen izquierdo del arroyo de Íberos. Por aquel entonces, Macharaviaya contaba con una pequeña iglesia y apenas cincuenta viviendas, sus calles eran angostas y tortuosas, en declive y no muy bien empedradas.
 
          Don Matías de Gálvez pasó su juventud en esa zona montañosa de pizarra que permitía tener pequeños huertos situados en las faldas de las colinas, donde se daban bien los viñedos, aunque también se producía aceite y se conseguían higos, almendras, algarrobas y algunas hortalizas, a la vez que se pastoreaba el ganado cabrío y algún porcino. Otro medio de vida era la caza de liebres, conejos y perdices. Para el comercio de sus productos solo tenían caminos de herradura que les comunicaban con Málaga, Granada y demás pueblos de la comarca.
 
          Los Gálvez llevaban ya varios siglos establecidos en Macharaviaya. En 1572, el rey Felipe II había otorgado a Alonso de Gálvez, llamado el Rubio o el Bermejo, “unas casas en la villa de Benaque, y varias suertes de viñas, árboles frutales, y toda clase de haciendas en el término de dicha villa, y la de Macharaviaya por sus señalados servicios en la guerra por rebelión de los moriscos de la Alpujarra.” El mismo Alonso de Gálvez fue nombrado regidor de Macharaviaya y varios de sus sucesores ostentaron cargos en la administración municipal durante el siglo XVII. De su posición social dan testimonio los privilegios de tumba y de asiento fijo y privativo para su persona en la iglesia parroquial de su municipio que los Reyes Católicos otorgaron a Alonso el Bermejo tras la conquista de Granada en 1492.
 
ENTRE MALAGA Y MADRID
 
          Don Matías de Gálvez y Gallardo nació en Macharaviaya el 24 de julio de 1717, siendo bautizado cinco días más tarde en la iglesia parroquial. Era hijo de Antonio de Gálvez Carbajal y de Ana Gallardo Jurado que contrajeron matrimonio en 1716 en ese precioso pueblo malagueño. Fruto de ese enlace, Don Matías fue el mayor de seis hermanos: José (1720), Francisco Antonio (1722), Antonio (1724), Miguel (1725) y Antonio Miguel (1728), de los cuales Francisco Antonio y Antonio fallecieron a muy corta edad y el ultimo, Antonio Miguel, fue póstumo al nacer después del fallecimiento de su padre. 
 
          Está documentado que sus antepasados fueron unos hidalgos de origen vasco, que arribaron a Andalucía acompañando a las huestes de Fernando III el Santo y que en 1240 se asentaron en la localidad cordobesa de Santaella. Años más tarde, Antón de Gálvez, tomó parte en la conquista de Granada en 1492 y por ello recibe de los Reyes Católicos el privilegio de poseer un asiento y un banco en la iglesia parroquial en la que estableciera su residencia donde años más tarde nacerían los famosos hermanos Gálvez y Gallardo.
 
          Su infancia y adolescencia transcurrió en su pequeño pueblo natal, entre el cultivo de las tierras y el cuidado del ganado que poseía su padre en Macharaviaya y la asistencia a la escuela del vecino pueblo de Benaque, pues Macharaviaya no contaría con una propia hasta 1783.
 
          Don Matías, siendo el mayor, debió sacrificar su juventud para sacar adelante a sus hermanos ya que, con apenas 11 años, su padre, Antonio de Gálvez, murió en 1728, a los 37 años, dejando tres hijos varones y otro en camino, pues, como se ha dicho, Antonio fue hijo póstumo. La situación de la viuda, de apenas treinta años cumplidos, con cuatro niños de 11, 8, 3 y un recién nacido, no debió ser fácil aun cuando contase con la ayuda que le pudieran prestar los demás miembros de la familia Gálvez. 
 
          Así pasaron los años en los que el futuro de los cuatro hermanos no se perfilaba como muy distinto al de sus padres y ascendientes. Sin embargo, la oportunidad se presentó en 1733, cuando el obispo de Málaga, Diego González de Toro y Villalobos, realizando una visita pastoral, quedó impresionado con la inteligencia de José, y decidió tomarlo bajo su protección. Esta valiosa ayuda le sirvió para ingresar en 1733 en el Seminario de Málaga con apenas 13 años. Pero al no demostrar vocación sacerdotal, el nuevo, Obispo Gaspar de Molina y Oviedo, le envió en 1737 a estudiar Derecho en Salamanca.
 
          Los contactos de José permitieron a Don Matías de Gálvez ir a Madrid a estudiar e ingresó en el Real Cuerpo de Artillería, donde destacó "por su gran carácter y no vulgar inteligencia" (Vázquez de Acuña), aunque pronto lo dejó para volver a su pueblo natal para hacerse cargo de su patrimonio familiar, donde se casó a los 28 años con Josefa Gallardo Ramírez, que tenía 21 años y era su prima segunda, en octubre de 1745, fruto del cual nacieron sus hijos Bernardo en 1746 y José en 1748 cuando, a consecuencia de ese parto, falleció Josefa pocos días más tarde, después de hacer testamento en septiembre de ese año, quedándose Don Matías, a sus 31 años, viudo con un niño de dos años y otro recién nacido.
 
          Don Matías de Gálvez era una persona inquieta y a la vez afable que le gustaba el estudio y la innovación en sus trabajos. Por ello nuestro personaje no se desanimó y, contando con la ayuda de sus familiares, se dedicó a estudiar y mantener su patrimonio adquiriendo una gran experiencia en el cultivo de sus viñedos y en el curtido de pieles, cuestiones que le sirvieron de mucho en sus posteriores estancias en Canarias y en América.
 
          En 1749 falleció su madre Josefa Gallardo y Jurado, cuando contaba con solo 50 años, por lo que Don Matías dejó de tener grandes ataduras en Macharaviaya, ya que todos sus hermanos estaban ya emancipados, y deseaba ir a la metrópoli para seguir su carrera castrense. También influyó que había conocido a una pariente en tercer grado, llamada Ana de Zayas y Ramos, con la que, en agosto de 1750, contrajo su segundo matrimonio. La ceremonia se celebró en la villa de Iznate, situada a escasa distancia de Macharaviaya. La pareja se fue ese mismo año a Madrid con los dos niños del anterior enlace, Bernardo y José, De este segundo matrimonio tuvieron tres hijos que fallecieron todos muy pequeños en Madrid, por lo que Ana de Zayas se convirtió en una verdadera madre para Bernardo.
 
          No obstante, ambos seguían viajando a Macharaviaya con frecuencia para atender su patrimonio y asistir a actos familiares. Así en octubre de 1751 asistieron a la boda de su hermano Antonio con Mariana Ramírez de Velasco. Igualmente, en octubre de 1752 fueron testigos del matrimonio de Dorotea de Zayas, hermana de Ana, con don José Fernández de Córdova y Ortega, familia a la que estaban muy ligados, por lo que acogieron posteriormente a sus descendientes cuando se quedaron huérfanos. También Don Matías y Ana fueron a Málaga en 1754 para ser testigos del enlace de Clemente Fernando de Cabrera, su primo segundo por parte materna, y Ana Ramírez del Pino, prima hermana por parte paterna, que serían posteriormente futuros consuegros de su hermano Antonio de Gálvez.
 
          Pero en 1756 durante su estancia en Madrid le sobrevino otra gran desgracia con el fallecimiento de su segundo hijo José, que apenas tenía ocho años. Tras este triste suceso, Don Matías de Gálvez, junto a Ana de Zayas y su hijo Bernardo de diez años, decidieron irse de Madrid hacia otras tierras donde pudieran prosperar y olvidar sus desdichas. Para ello contaron con la ayuda de su hermano José de Gálvez que les puso en contacto con los marqueses de Guadalcazar que poseían tierras en Canarias y buscaban a alguien responsable para su administración.
 
EN LAS ISLAS CANARIAS
 
          En 1757, junto a su mujer y su hijo Bernardo de 10 años, Don Matías de Gálvez llegó a la isla de Tenerife a sus 40 años para hacerse cargo de la administración de la Hacienda Gorvorana y de las Aguas del Burgado, situados en el valle de la Orotava. Esta hacienda era una de las mayores de la isla, ubicada en el sitio de Realejo Alto, actual municipio de Los Realejos, donde encontraron un clima sano, cielo puro, aguas abundantes y buenas, grandes viñas, haciendas, en definitiva, sitios deliciosos ya que tenían fama de ser las tierras más fértiles de Tenerife, no en vano el Adelantado Fernandez de Lugo eligió allí su hacienda en 1499.
 
1 Tenerife Los Realejos Hacienda La Gorvorana-2 Custom
 
Los Realejos, Tenerife. Hacienda La Gorvorana
 
          En esa maravillosa isla Don Matías pudo desarrollar sus conocimientos agrícolas y ganaderos ya que se daban muy bien todo tipo de frutales, así como la caña de azúcar, los viñedos y el gusano de seda, por lo que la hacienda Gorvorana se convirtió en un referente del archipiélago y, gracias a su buen hacer y prestigio, obtuvo al año siguiente el puesto de Administrador de la Real Aduana y el de la Renta de Tabaco del Puerto de la Orotava, actual Puerto de la Cruz, por donde pasaban la mayoría de las mercancías de la isla, debido a la ruina del pueblo y puerto de Garachico por a la erupción del Teide en 1706. Durante su cargo tuvo un gran trabajo para imponer la rigurosa cuarentena a los barcos que venían del Mediterráneo y de los estados otomanos, para evitar la propagación de la peste.
 
          Pero Don Matías no olvidaba su espíritu castrense que transmitió a su hijo Bernardo mandándolo en 1762 a la península para ingresar como cadete con apenas 16 años. 
 
          El prestigio y ascendencia que iba teniendo Don Matías de Gálvez se vio reflejado en diversos cargos que obtuvo; así en 1767 le nombraron Personero de la Junta Local del Puerto de la Orotava, hoy Puerto de la Cruz, y continuó en 1768. Este puesto, también llamado “Síndico Personero del Común” era un cargo remozado del oficio de “Procurador Síndico” en el Antiguo Régimen, por la reforma de Carlos III en 1766. Su duración era bianual; se elegía por el voto activo de todos los vecinos y contribuyentes y servía como defensor de los intereses de la comunidad ante instancias administrativas superiores. De la misma manera durante 1769 y 1771 fue nombrado “Alcalde de Agua”, cargo que se elegía anualmente entre los propietarios y en el que se depositaba el poder de decisión tanto en las funciones administrativas, como en las estrictamente sancionadoras y tenía a su cargo un repartidor asalariado e incluso un alguacil, quien según su interpretación estaba autorizado a llevar vara de justicia.
 
          Don Matías recibió una visita muy agradable en 1769 cuando su hijo Bernardo recaló en Tenerife en su viaje hacia el virreinato de Nueva España, como parte de la fuerza de Juan de Villalba. Allí Bernardo de Gálvez iniciaba su gloriosa gesta que le haría ser uno de los héroes españoles más importantes de nuestra historia. Estas visitas se repetirían en 1772, cuando regresó de América, y en 1776, cuando volvía a esas tierras lejanas para mandar el Regimiento Fijo de Luisiana.
 
          Al ser compatible con otros puestos, Don Matías obtuvo en 1771 el Real Despacho de Capitán de Artillería en el Regimiento de Milicias de Garachico y posteriormente en 1774 el de Capitán de la Compañía de Artilleros Milicianos del Puerto de la Orotava.
 
          En 1771 hizo un viaje a la península, y consta que estuvo en Madrid, Málaga y Granada. Así el 18 de septiembre consiguió una Real Provisión por la que la Chancillería de Granada le confirmaba, a él y a sus hermanos, “el recibimiento de hijosdalgo de sangre.” Además ese mismo año ingresaba en la Real Congregación del Dulce Nombre de Jesús de Vélez-Málaga, una de las asociaciones aristocráticas de la ciudad que tenía un sistema muy restringido de acceso, cuyas constituciones recogían expresamente que la pertenencia a ella constituía per se un acto distintivo de nobleza.
 
          Los cargos citados afianzaron sus lazos de amistad con las mejores familias de la isla, especialmente del Valle de la Orotava, como los Franchi, Cologan, Lynch, Viera y Clavijo, Cullen, Betancourt, .…. Pero también en San Cristóbal de la Laguna, donde asistía con regularidad por asuntos oficiales, pero que también le atrajo mucho por su ambiente cultural. Así desde su llegada a la isla conoció a varias personas “amantes de la buena instrucción, y unidos por los vínculos de la amistad, procuraban acercarse a los conocimientos de la Europa sabia” que formaban parte de la tertulia de don Tomás de Nava Grimón, marqués de Villanueva del Prado. A dichas reuniones también le acompañó en varias ocasiones su hijo Bernardo.
 
          En esa Tertulia de Nava, embrión de la futura Real Sociedad Económica de Amigos del País, se concentraba la actividad cultural de Tenerife y allí entabló amistad con José de Viera y Clavijo y con la familia Betancourt. Su relación con ellos le permitió detectar la gran inteligencia del joven Agustín de Betancourt por lo que se convirtió en su mentor y posteriormente financió su traslado a Madrid en 1778 con 20 años, donde su hermano José le apoyó, sin saber que no regresaría jamás a Tenerife.
 
          Consciente de la importancia del Puerto de la Orotava como tránsito de mercancías, fundamentalmente vino malvasía, Don Matías contribuyó a fortalecer su defensa y en 1767 sustituyó la pobre empalizada de piedras y riscos que existía, desde la Calle Santo Domingo hasta la Batería de San Telmo, por una buena muralla de mampostería. Asimismo mandó construir el Castillo o Fuerte de San Carlos en la desembocadura del barranco de Martiánez y un fondeadero enfrente del mismo, que entró en servicio en 1770, para defender la ensenada del llano de Martiánez, construido al nordeste de la desembocadura del barranco del mismo nombre. Este fuerte era totalmente rectangular y estaba artillado con dos cañones de hierro de doce libras montados sobre sus cureñas. Pero desapareció la noche del 7 de noviembre de 1826 por el gran aluvión que desbordó el barranco de Martiánez, arrastrando también a las aguas a tres de los cinco artilleros que componían su guarnición.
 
          Don Matías efectuaba viajes periódicos a la península por razones oficiales o familiares. Uno de ellos lo hizo en 1774 atestiguado por Álvarez Rixo en sus Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava
 
                    “... Este señor se ausentó ahora para la Península, de donde era natural, y con el tiempo llegó a servir grandes cargos de la monarquía, según queda ya indicado, siendo lástima que en Tenerife no se hubiesen sabido aprovechar del buen afecto que conservó a la Isla, principalmente a este Puerto de la Cruz donde tantos años vivió en pública estimación.”
 
          En 1775 tuvo que hacer otro viaje con su mujer, debido al matrimonio en terceras nupcias de su hermano José, esta vez con María de la Concepción Valenzuela de Fuentes, y también debido a la enfermedad de su cuñada Dorotea de Zayas. Pero la situación política estaba empeorando con Inglaterra y, antes de partir el 26 de marzo, hace testamento en Santa Cruz el 18 de dicho mes, testando a favor de su mujer e hijo Bernardo. En este viaje está en Madrid, donde consigue el nombramiento en mano del Rey como castellano del Fuerte del Cristo de Paso Alto en Santa Cruz de Tenerife. Pero tiene que volver con urgencia a Macharaviaya ya que fallece su cuñada en octubre de ese año, dejando a sus tres hijos huérfanos, pues el padre, José Fernández de Córdova y Ortega, falleció dos años antes. Esta situación le decidió a hacerse cargo de los dos sobrinos menores, Francisco de 18 años y Ana María de 16, aunque años más tarde también se incorporaría la mayor Maria Josefa y todos ellos irían con el matrimonio a América en 1778.
 
          Según Antonio Lope de Guerra, a la vuelta de este viaje en diciembre de 1775:
 
                    “Trajo consigo dicho Gálvez a su mujer y a un sobrino y sobrina. Era persona que estaba bien querida en la Isla, y que después de su venida a ella se comenzó a su imitación a plantar las parras de barra, lo que antes se hacía con mucho trabajo y costo, el primer lagar que se fabricó de piedra fue por su dirección en dicha hacienda de la Gorvorana, y en esta ocasión ha traído sarmientos de buena calidad de uvas para que se produzcan en estas Islas, y también un telar de medias, que es el primero que entra en ellas.”
 
          Esas cuatro cosas: la plantación de parras de barra, el lagar de piedra, el telar de medias y los sarmientos malagueños, contribuyeron de una manera muy significativa a mejorar el rendimiento de la viticultura en Tenerife.
 
          En 1776, como administrador de la Real Aduana, tuvo que imponer la rigurosa cuarentena impuesta a los navíos que vinieran del Mediterráneo y de los estados otomanos, para evitar la propagación de la peste.
 
          Pero Don Matías aspiraba a más y quería retomar su carrera militar, por lo que, gracias a su buen hacer, fue ascendido a Teniente Coronel y, al conseguir en 1776 el nombramiento oficial de gobernador del Castillo del Cristo de Paso Alto, tuvo que dejar su residencia en su  querido Valle de la Orotava, aunque seguía llevando la administración de la hacienda Gorvorana. Dicho Castillo era uno de los más importantes de la isla y defendía el flanco septentrional de la capital.
 
          Ese mismo año se estaba reorganizando el ejército de las islas y se creó un cargo nuevo denominado Teniente de Rey, llamado luego “Segundo Cabo”, que era el segundo Comandante de las Islas Canarias, con el sueldo de 50 escudos al mes, y Don Matías fue designado para el mismo, pero el Rey autorizó que continuase desempeñando el gobierno de Paso Alto. La toma de posesión de tan importante cargo se realizó el  21 de noviembre de 1776, con la asistencia de las máximas autoridades y presidida por Don Eugenio Fernández de Alvarado, marqués de Tabaloso, por ser el Comandante General del archipiélago. Además ese cargo incluía el de Subinspector de las Milicias de la Comandancia General de Canarias.
 
          El propio Viera y Clavijo lo refleja en sus Noticias de la Historia General de las Islas Canarias
 
                    “… la corte acaba de conferir la tenencia de rey de nuestras Canarias al teniente coronel don Matías Gálvez, gobernador del Castillo de Paso Alto, caballero amante y vecino benemérito de las islas ….”
 
          Ese mismo año 1776 también seria memorable para otros miembros de su familia, ya que su hermano José es nombrado Ministro de Indias y su hijo Bernardo, Coronel del Regimiento Fijo de Luisiana. 
 
         Al dejar los cargos de Administrador de la Real Aduana y de la Renta de Tabaco, para esta última fue nombrado su hermano Antonio de Gálvez que llegaría a la isla al año siguiente con su mujer, Mariana Ramírez de Velasco, y su hija María Rosa de Gálvez de 9 años, que luego sería una de las poetisas más importantes de la época. Su estancia fue corta ya que en un viaje a la península fue cogido prisionero y, aunque fue liberado, ya no volvería más a la isla.
 
          Con el nuevo cargo, el espíritu inquieto de Don Matías no dejó de hacer cosas. Por una parte, desde que se hizo cargo del castillo de Paso Alto, se dedicó a su reforma, ya que estaba bastante deteriorado a causa de una tremenda tormenta acaecida en 1774, obra que se hizo en un tiempo record. Asimismo dirige  las reformas de la canalización de agua de Santa Cruz y repara el Puente del Cabo, con lo que se granjeó el aprecio de los ciudadanos. Además, su nuevo cargo de Subinspector le permitía viajar por todas las islas para inspeccionar a los batallones de Milicias, gracias a ello hizo al Comandante General varias propuestas sobre la operatividad de las mismas y sobre la mejora de sus infraestructuras.
 
          Pero su actividad cultural continuaba y no dejaba de ir a La Laguna a las reuniones de la Tertulia de Nava, donde Don Matías fue uno de los promotores de la creación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, por ello firmó una carta de 6 de septiembre de 1776 para alentar a los vecinos de la isla a inscribirse en esa sociedad que se iba a establecer en esta capital a imitación de la establecida en la corte. Dicha sociedad se fundó el 15 de enero de 1777 aunque sus estatutos no fueron aprobados hasta el siguiente año por Carlos III. Don Matías fue admitido como socio en 1777.
 
          Tras su ascenso a Coronel por Real Orden de 29 de marzo de 1777, se le encarga personalmente reclutar personal para formar un nuevo batallón del Regimiento Fijo de Luisiana:
 
                    “… para cuidar y levantar un Batallón para La Luisiana... Notició esto al comandante, el que se opuso, diciendo que si los Gálvez querían hacer su fortuna a cuenta del Rey no lo permitiría, ni libraría dinero de la Tesorería a este fin. Presentose dicha orden al Cabildo y éste atendiendo circunstancias no tuvo por perjudicial se levantase dicho Batallón para La Luisiana, en donde se repartirían terrenos a los que vayan y se podrá formar una colonia de canarios que puedan ser útiles a la labranza y manufacturas.”(Memorias de Lope Antonio de La Guerra).
 
          Se le autorizó a reclutar un Batallón de 700 hombres para servir en La Luisiana, donde su hijo Bernardo mandaba el Regimiento. Con dichos soldados embarcaron para América sus familias, totalizando más de 3.000 personas que se asentaron en aquellas tierras y, aún hoy en día, sus descendientes mantienen las costumbres, el folklore y el idioma español.
 
         Pero, muy a pesar suyo, pronto llegó a su fin su estancia en tierras canarias ya que, por Real Orden de 21 de enero de 1778 se le confirió el empleo de Segundo Comandante General e Inspector de las tropas y Milicias del Reino de Guatemala y en abril de 1778 con 61 años partió para Guatemala con su mujer Ana de Zayas y sus sobrinos Mª Josefa, Francisco y Ana María, llamada esta familiarmente Anica.
 
          Antes de irse dejó bien consensuado con su hermano José el fortalecimiento del comercio de las islas gracias al Reglamento de Libre Comercio, promulgado el 12 de octubre de 1778, que permitía, a 12 puertos peninsulares y 24 americanos, comerciar libremente entre sí, sin la supervisión de la Casa de Contratación y sustituía una larga lista de gravámenes sobre las mercancías por un impuesto único. Esta medida rompió el monopolio comercial de la Casa de Contratación vigente durante 275 años. Por supuesto, entre los puertos privilegiados estaban Málaga y Tenerife.
 
          Atrás dejó muchos amigos y leales compañeros y, aunque no regresó más a las islas, sus repetidas cartas a la familia Cologan reflejan su cariño por esas tierras. Prueba de ello es la carta del 23 de abril de 1778 por la que se despedía del Cabildo, que estaba dirigida a los regidores Lope de Guerra y Juan Antonio García Cocho:
 
                    “… siempre he estado reconocido a la estimación con que los naturales de esta Isla me han distinguido por su propia bondad; de que me da una nueva prueba el noble cuerpo que le representa; he procurado manifestar mi afecto a su Patria, por todos aquellos medios a que han podido extenderse mis facultades, con el disgusto solamente de que éstas no hayan sido capaces de poder producir cuantas felicidades le desean los más verdaderos Patricios. De este íntimo dolor me hallo bien penetrado; y jamás podré olvidar a la isla de Tenerife …”
 
CAPITANÍA GENERAL DE GUATEMALA
 
          Su primera misión fue la de consolidar la ubicación de la nueva capital de Guatemala al haberse destruido la Antigua por un terremoto en 1773. Le correspondió entonces la construcción de la Nueva Guatemala de la Asunción, sobre unos nuevos terrenos en el valle de La Ermita. Instaló una Casa de la Moneda y su nombre va unido a la magnífica iglesia catedral de Guatemala, porque Don Matías fue el que ordenó al arquitecto Marcos Ibáñez, por auto de 20 de octubre de 1781, que procediera a delinear el edificio y emprender su construcción de conformidad con sus planos presentados y así, el 25 de julio de 1782, colocó la primera piedra y la dejó ya con las paredes elevadas cuando terminó su gestión. Fue tal su labor realizada en la construcción de la nueva ciudad, que el Ayuntamiento criollo lo nombró El primer padre de la Patria  y pidió al rey que le conservara por algún tiempo más en el gobierno de esas provincias.
 
          Pero también, después de llegar Guatemala en junio de 1778, procedió a instituir una completa reorganización de la estructura de las Milicias, institución con la cual esperaba jugar un papel clave en la defensa del reino. En una carta de 6 de enero de 1779, Don Matías de Gálvez informó a su hermano acerca del estado en que encontró a las milicias a su llegada en el reino:
 
                    “… desde mi arribo en esta capital e ingreso en el mando de la inspección no me ha quedado diligencia por hacer con el fin de tomar seguras noticias del estado en que existían las milicias, su instrucción y que armamento usaban. Nada me ha sido posible averiguar a fondo ni puede decirse que ha habido tal milicia sino una porción excesiva de gente alistadas sin método, ni arreglo en nada,  por cuya razón la formación que estoy practicando es en el todo nueva creación. “
 
          El resultado más notable de la reforma militar instituida por nuestro personaje en Guatemala fue la formación de un batallón de infantería de milicias disciplinadas compuesto de una plana mayor de oficiales, una compañía de granaderos y once de infantería, de 87 soldados cada una, con un total de 1.134 hombres.
 
          En noviembre de 1778, Don Matías y su esposa Ana de Zayas fueron padrinos del enlace en Nueva Guatemala de su sobrina Ana María con Don Ramón de Posada y Soto, que era el oidor de la Audiencia de Guatemala, y llegaría a ser una de las personas más influyentes de América. La joven pareja se conocieron en Tenerife y el contrayente llegó a ocupar importantes cargos hasta alcanzar el de presidente del Tribunal Supremo en Madrid. 
 
          En 1779, Don Matías de Gálvez, adoptó enérgicas medidas para que los pobladores y artesanos de Santiago de Guatemala se trasladaran a la nueva ciudad, en el Valle de la Ermita, consiguiendo el levantamiento de una Guatemala moderna, dotada de los servicios mínimos necesarios, que la población demandaba. De ahí que se le considere artífice de la nueva Guatemala y se le recuerde con verdadera veneración e históricamente se le reconoce como un gran hombre que realizó una meritoria labor cultural, social y económica en beneficio de los países de ultramar y España. Debido a su experiencia agrícola, mejoró el comercio y los cultivos de la región, estableció el Montepío de Cosecheros de Añil, y reguló el comercio y las ferias de ganado, tratando de eliminar el control ilegal de esas actividades.
 
          Siendo Coronel fue nombrado Capitán General de Guatemala y Presidente de su Real Audiencia, aunque a principios de 1780 obtuvo el grado de Brigadier, y pocos meses después ascendió a Mariscal de Campo.
 
          Como Capitán General de Guatemala, tenía un control nominal de un inmenso territorio que incluía las actuales zonas de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, además del estado mexicano de Chiapas y las actuales provincias panameñas de Chiriquí y Bocas del Toro, pero los españoles se concentraron en la costa del Pacífico, en la del Atlántico y en los valles de las tierras altas. Las tribus indígenas de estas áreas en gran parte habían llegado a ser católicos e hispanos; pero los de las selvas del norte y los de las tierras bajas (zambos, misquitos y caribes), permanecían leales a los comerciantes británicos. Don Matías de Gálvez estaba preparado con más de 30.000 hombres armados, siendo su bastión principal el Fuerte de San Fernando de Omoa, uno de los más importantes de toda América, situado en la costa hondureña.
 
          Fue el primero en ostentar el título de Superintendente General de la Real Hacienda, que lo acreditaba como el principal responsable en materia tributaria del reino, específicamente en lo que era el cobro y distribución de los impuestos, a la vez se le asignaban los títulos de: Inspector General de la Tropa Veterana y de Milicias, Juez Conservador de la Renta de Tabaco y Subdelegado de Correos y del Ramo de Azogues; por otro lado Don Matías de Gálvez fundó el ejército permanente del reino.
 
          En abril de 1779, la posibilidad de guerra con Gran Bretaña había aumentado enormemente, por lo que ya había recibido órdenes en marzo de ese año que advertían: prepararse para la inminente guerra con Inglaterra. Don Matías de Gálvez lo hizo y pasó varios meses planeando operaciones contra los puestos británicos en la región, aumentando sus fuerzas y suministros y potenciando la formación de sus oficiales y hombres. 
 
          Cuando España declaró la guerra a Inglaterra en junio de 1779, gran parte de la costa del Caribe y América Central estaba bajo control o influencia del gobernador inglés de Jamaica.  Uno de los objetivos enunciados por el rey Carlos III en su declaración de la guerra fue reducir o eliminar esta presencia inglesa. Para ello fue enviado Don Matías de Gálvez a esa zona, donde demostró ser un excelente organizador. El principal plan militar para la guerra fue dividir y debilitar a las fuerzas británicas a través de combates simultáneos en Europa y las Américas. 
 
          A mediados del mes de julio de ese año de 1779 llegó un correo de la Corte, en el que Don José de Gálvez, Secretario del Despacho Universal de Indias, expresaba:
 
                    “… que después de haber empleado el Rey Ntro. Señor todos los prudentes medios de su amor a la paz y el bien de la humanidad para terminar la guerra entre Francia e Inglaterra, había visto que esta potencia dilataba la mala fe y aun rehusaba en términos impropios, aceptar las justas proposiciones que S. M. le hacía en calidad de poderoso mediador. Y que no pudiendo su Soberana tolerancia disimular más los capciosos fines de la Corte de Londres, dirigidos manifiestamente a ganar tiempo, y procurar indemnizarse de la pérdida de sus colonias sobre los dominios españoles en estas Indias, según los preparativos e insultos experimentados en ellos, había determinado S. M. declarar la guerra al Rey de la Gran Bretaña y que al recibo de esta orden se promulgase en toda la América para la defensa propia y ofensa de sus enemigos, haciendo gracia a los corsarios del todo de las presas y ofrecimiento de premios a los que se distinguiesen en ella.”
 
          Ante las agresiones y la proliferación de establecimientos ingleses en el Caribe, cuya amenaza estaba en toda su pujanza a mediados del siglo XVIII, las autoridades del Reino de Guatemala levantaron defensas fortificadas en los puertos del Mar del Norte o Atlántico. Para los del Mar del Sur o Pacífico solo existía en el puerto Realejo una empalizada construida en 1747 por el gobernador Alonso Fernández de Heredia.
 
          En la costa atlántica se estableció una cadena de fortificaciones: los castillos de San Felipe, en el golfo Dulce; el de San Fernando de Omoa, en Honduras; el de la Inmaculada Concepción, en el Río San Juan de Nicaragua, y el de San Fernando de Matina, en la provincia de Costa Rica. En el interior de la provincia de Guatemala se encontraba el fuerte de Petén-Itzá, inicialmente concebido para defenderse de los indios, que se mantenía para impedir cualquier avance de los ingleses de Belice.
 
13 1779 fuerte Inmaculada en rio s juan Custom
 
El Fuerte de la Inmaculada Concepción en el río San Juan (1779)
 
           Inglaterra siempre había querido dominar el Caribe por lo que todas las fortificaciones de esa zona estaban amenazadas de posibles ataques ya que eran objetivos estratégicos ingleses. Esos objetivos eran las “llaves” de la Corona española en el Caribe, y en los dominios de la Capitanía General de Guatemala se encontraban:
 
               - Bacalar: llave contra el contrabando inglés
 
               - Omoa: llave del comercio y prosperidad de la Audiencia de Guatemala
 
               - Rio San Juan: llave de la seguridad de Centroamérica
 
          Los ingleses pretendían ocupar una zona de América Central que les permitiese unir el Pacífico con el Caribe y así dividir el virreinato de Nueva España. La misión de Don Matías de Gálvez era evitarlo con las escasas fuerzas que tenía y a pesar de la gran extensión de territorio a defender.
 
          A la vez que la Real Orden de la declaración de guerra contra los ingleses, llegó otra para que se arrojase a los ingleses de la costa oriental de Campeche, en la península de Yucatán, y se destruyesen todos sus establecimientos. Por ello, Don Matías mandó un destacamento al fuerte de San Felipe de Bacalar, en dicha península, que le sirvió de base para conquistar el fuerte inglés de San Jorge en Belice el 15 de septiembre de 1779, con lo que se aseguró una zona importante de esa costa caribeña. Además, con la ayuda del gobernador de Yucatán, Roberto de Rivas Betancourt, se desalojó a los ingleses del río Nuevo, de Cayo Cocina y del río Hondo, destruyendo todas sus haciendas, no sin esfuerzo ya que la orografía de esa costa oriental era muy dura y dada la superioridad numérica de las fuerzas inglesas, pero la sorpresa y el coraje de los españoles lograron una victoria total. Por los méritos contraídos el Rey Carlos III  ascendió a brigadier a Roberto de Rivas, a Coronel a Jose Rosado, comandante del castillo de Bacalar, y a Francisco Piñeiro, asimismo ascendió a teniente coronel a José de Urrutia.
 
HONDURAS: FUERTE SAN FERNANDO DE OMOA
 
          En octubre de 1779, los ingleses sitiaron el fuerte de San Fernando de Omoa. Pero Don Matías de Gálvez se había adelantado, reuniendo un ejército de más de mil hombres que condujo, en lo que fue una de las marchas más duras de esa guerra, a través de un difícil terreno de selvas y montañoso de más de 500 kilómetros, hasta la costa de Omoa. Pero, poco antes de llegar, el fuerte cayó en manos inglesas. 
 
10 foto s fdo omoa  Custom
 
Fuerte de San Fernando de Omoa
 
          Omoa era la entrada natural a Guatemala a través del camino real, pero era una trampa mortal para el que no la conociese, debido a que se trataba de un terreno abundante en ciénagas, cubierto por manglares que infestan el aire y a cuya humedad se achacan muchas enfermedades, como la fiebre amarilla, que provocaba en sus víctimas súbitos vómitos de sangre y la pronta o dilatada muerte. Además se debe tener en cuenta que la Corona de España tenía el monopolio de la valiosa quinina, procedente del Perú, por lo que los ingleses no disponían de ella y, por lo tanto, eran fácil blanco de las enfermedades.
 
          Por Omoa, reza un texto del momento que indica su importancia: “… se hace todo el comercio de España y del Mar del Norte con Guatemala, ciudad de un comercio muy considerable y particularmente de cacao, vainilla, de añil que es muy estimado y de cueros ….”
 
          No sentaron muy bien a los ingleses las acciones mencionadas sobre Belice y pasaron a la ofensiva inmediatamente. Por ello, el 23 del mismo mes de septiembre de 1779 anclaron en el Golfo Dulce, cerca del Fuerte San Felipe de Castilla, un navío inglés de 50 cañones con dos fragatas de a 36 y una goleta de 18 cañones. Enviaron lanchas armadas por el río, que reconociesen los almacenes de sus orillas, donde se depositan los efectos del comercio; pero los hallaron vacíos, porque Don Matías de Gálvez los había hecho retirar tierra adentro desde que se declaró la guerra, cuyo valor pasaba de millón y medio de pesos. Tampoco encontraron las dos fragatas del comercio con Cádiz, que se habían enviado preventivamente a Omoa para que quedasen bajo la protección del fuerte de San Fernando.
 
          Al no encontrar nada de valor, los ingleses se fueron. No fue posible dar aviso de estos hechos a Omoa para que estuviesen prevenidos, debido a que entre Omoa y San Felipe de Castilla había un cordón montañoso casi inaccesible y las comunicaciones por mar estaban en manos inglesas. Por ello, el 25 de septiembre de 1779 se presentaron los ingleses delante de dicho fuerte de San Fernando con la estratagema de llevar bandera española (cuestión muy común empleada por los ingleses para conseguir ventaja en sus incursiones). La primera embarcación que se puso a tiro fue la balandra que, enarbolando ahora el pabellón inglés, disparó varios cañonazos, siendo respondido desde el castillo, obligándole a retirarse en bastante mal estado. Lo mismo le ocurrió al navío de 50 cañones, por lo que los ingleses se retiraron ese mismo día a Río Tinto, llamado por los ingleses río Negro, sin lograr ningún resultado.
 
          Desde el día de la declaración de la guerra, había mandado Don Matías de Gálvez juntar las pocas fuerzas veteranas que tenía esparcidas por su vasto territorio, armando algunos cuerpos de Milicias que acababa de formar, y solicitando apoyo de dinero, tropas, naves y pertrechos al virrey de Nueva España y a La Habana. Entretanto, aprovechando los pocos recursos que disponía, debido a los terremotos que asolaron la capital y a las múltiples enfermedades que acaecían, Don Matías tomó sus medidas para que, si los ingleses intentaran cualquier tipo de invasión, se les pudiera rechazar; y si lograran apoderarse de algún puerto de la costa, se les cerrara el paso al interior de la capitanía general.
 
          Esta parecía ser la solución más lógica, ya que reforzar la guarnición del fuerte de San Fernando de Omoa con un gran número de tropas, suponía sacrificar la mayor parte de sus fuerzas general en aquel insano clima, y privarse de los pocos medios que tenía para impedir que los ingleses penetrasen en ella y, con la ayuda de los indios zambos y mosquitos que les acompañaban, la desolasen o redujeran a su dominio.
 
          Para impedir esa posible penetración inglesa al interior, Don Matías colocó a sus hombres en los desfiladeros y sendas casi inaccesibles situadas entre la costa y el interior; y aún en el caso de que los ingleses lograsen tomar Omoa, permaneciendo en ese reducido terreno (según cronistas de la época era acaso el más malsano que se conoce en toda la tierra), estarían obligados a llevar los víveres por mar, y las enfermedades les obligarían a abandonar la fortaleza o a entregarla a las primeras tropas que se presentasen para recobrarlas. 
 
          Este plan de acción era similar al que propuso un año antes, para la defensa de la capitanía general, el brigadier de ingenieros Agustín Crame, cuando reconoció todas las plazas que había entre el rio Orinoco y la península de Yucatán.
 
          Estaba claro que los ingleses iban a intentar conquistar la fortaleza de San Fernando de Omoa con mayores fuerzas que en el intento anterior. Su comandante era en esos momentos el teniente coronel Simón Dexnaux, que lo ejercía interinamente ya que el titular, Ignacio Maestre, había sido designado para inspeccionar las defensas del fuerte de la Inmaculada Concepción en el río San Juan y la navegación por ese río, al objeto de contener las correrías de los indios mosquitos e impedir que los ingleses penetrasen por el río hacia el lago Nicaragua.
 
          Desnaux se preparó para la defensa, revisando su artillería y pertrechos, ultimó las obras interiores y exteriores del castillo y dispuso su guarnición, que sólo constaba de 200 hombres útiles y 73 agregados, debido a los muchos enfermos que había por las condiciones malsanas del terreno.
 
12 omoa-desde-el-aire Custom
 
Omoa desde el aire
 
          Como se esperaba, el 16 de octubre los ingleses fondearon en Puerto Cabello, fuera del alcance del fuerte de San Fernando, con dos navíos de 94 cañones, una fragata de 32, dos paquebotes de a 20, dos bergantines de a 14, tres balandras de a 16 y 20 y dos piraguas. Desembarcaron en el mismo Puerto Cabello unos 800 ingleses más 200 indios zambos y mosquitos. Para contenerlos Desnaux hizo salir 50 negros armados, pero mientras éstos atacaban con resolución a los indios, los ingleses desembarcaron en otro lugar y les obligaron a retirarse.
 
          Al día siguiente temprano, 17 de octubre, mientras las embarcaciones hacían nutrido fuego, los ingleses se apoderaron de una loma que dominaba el fuerte a medio tiro de cañón, donde colocaron dos baterías que comenzaron un ventajoso cañoneo, apoyadas por el fuego de los navíos, consiguiendo hacer bastante daño al fuerte, aunque sus cañones habían conseguido varar una fragata y lastimar tres embarcaciones más.
 
          El 18 requirió el comandante inglés Darymple a Desnaux que se rindiese, pero éste le respondió que el fuerte resistiría mientras tuviesen vida sus defensores. La defensa continuó y parecía que iba a durar un tiempo, hasta que la noche del 20 de octubre de 1779, aprovechando un descuido de algunos mulatos que estaban de centinela, varios indios mosquitos escalaron por el baluarte de poniente donde había un horno de cal que les facilitó la subida. Al grito que dio un oficial de "a las armas que el enemigo nos asalta", las compañías de mulatos y negros, en vez de acudir a rechazar la incursión, rompieron las puertas del fuerte con sus hachas y escaparon dejando solos a la tropa española, junto a algunos vecinos del fuerte y varios marineros que, después del desembarco de los ingleses, se habían refugiado en el fuerte; todos ellos resistieron durante más de dos horas pero no tuvieron más remedio que rendirse ante la superioridad manifiesta del enemigo.
 
          Los ingleses no hallaron en el fuerte dinero ni enseres ya que Don Matías de Gálvez había ordenado que se llevasen al interior. No obstante, consiguieron un escaso botín de los barcos mercantes fondeados en las inmediaciones del castillo, que habían desobedecido la orden de retirarlos.
 
          Los indios zambos y mosquitos hicieron varias tentativas de incursión en el interior, pero encontraron todos los pasos tomados por las tropas que oportunamente había distribuido Don Matías, por lo que los ingleses se quedaron en el pequeño espacio que rodeaba el fuerte y los prisioneros fueron conducidos a Jamaica, donde fueron canjeados por otros ingleses que estaban en La Habana.
 
          La rendición del fuerte no sorprendió a Don Matías de Gálvez, ya que en ese momento se encontraba marchando en grandes jornadas desde la capital al fuerte, distante más de 400 kilómetros sobre un terreno muy montañoso. Don Matías hizo un alto en San Pedro de Sula, considerado ese punto como "la llave del Reino de Guatemala”, situada a unos 70 kilómetros del fuerte, donde reunió a su gente y dio instrucciones para contener a los ingleses en caso de que recibiesen refuerzos desde Jamaica. Además solicitó refuerzos a Nueva España y a La Habana.
 
          Una vez incorporadas algunas compañías de milicias que estaban retrasadas de la larga marcha, el 23 de noviembre, sabiendo que los ingleses no habían recibido los refuerzos esperados y que en las inmediaciones del fuerte podía encontrar abundantes frutales y reses vacunas para alimentar a su tropa, Don Matías se puso en marcha hacia Omoa sin tiendas, bagajes ni artillería, ya que era imposible llevarlos por esas escabrosas montañas y estaba determinado a tomar el fuerte a cualquier precio. 
 
          Después de dos jornadas muy fatigosas, con privaciones de toda clase pero que aguantaban las tropas por su disciplina militar y el ejemplo del comandante en jefe, que compartía con ellos las penalidades de la campaña, no hubo ninguna queja. Favorecidos por la luna llena, siguieron caminando desde la madrugada del 24, por lugares tan angostos y quebrados que los caballos, cansados y hambrientos, se detenían a cada instante, quedándose muchos en la montaña. Buena parte del camino tuvo que hacerla a pie Don Matías de Gálvez, y a la una y media de la tarde llegó con dos asistentes, pues ni los batidores pudieron seguirle, al rancho llamado Ojo de Agua, distante dos leguas de Ornea, y sólo al anochecer fue llegando alguna tropa, abrumada por el cansancio. Así el 25 de noviembre, llegaron a las inmediaciones de Omoa y lograron apoderarse de su loma dominante, donde sufrieron el cañoneo desde el fuerte a pecho descubierto hasta que construyeron una trinchera gracias al empuje del teniente coronel Manuel Francisco Panigo, segundo jefe de la expedición. Gracias a ese resguardo, Don Matías pudo distribuir gente para evitar que los ingleses saliesen a buscar agua o coger reses vacunas, indispensables para su subsistencia.
 
          Al día siguiente, el 26 de noviembre, los ingleses hicieron un fuerte cañoneo contra la loma fingiendo que habían recibido refuerzos de un bergantín inglés que había fondeado cerca del fuerte. Pero Don Matías no se dejó engañar y, esa misma mañana, mandó una carta al comandante inglés inquiriéndole que se rindiera o tomaría el fuerte al asalto, a lo cual respondió el inglés que se mantendría hasta el último esfuerzo.
 
          Para aligerar la toma del fuerte, se tuvo la oportunidad de coger a tres prisioneros que iban a buscar agua en una piragua. Dos de ellos fueron torturados y matados por los indios negros, pero la tropa española no admitió tal horror y logró que el tercero fuera llevado a presencia de Don Matías, quien le agasajó y envió el día 27 al fuerte, con una nueva carta para su rendición insistiéndole que, en caso de efectuarse el asalto, no podría contener a los negros ni a los indios dada su barbarie. Una vez en el fuerte, el prisionero contó lo que había visto y sufrido, relatando el terror que tenía y la tortura que había padecido, la cual aumentó y diciendo que los sitiadores componían un numeroso grupo de tropas. Esto contribuyó a crear pánico entre los sitiados del fuerte y a su pronta recuperación.
 
          Además Don Matías se había valido de varias estratagemas para persuadir a los ingleses de que tenía un numeroso grupo de hombres. Una de ellas era que, durante los toques de oración y retreta, distribuía los tambores en largas distancias para que pareciese un campamento muy grande. Otra consistía en colocar muchos soldados con diferentes uniformes en las zonas visibles desde el fuerte, para simular que disponía de varios regimientos.
 
          El comandante inglés contestó a la carta ratificándose en su defensa hasta último extremo, sin intimidarse de las amenazas recibidas, por lo que Don Matías decidió iniciar el asalto al día siguiente 29 de noviembre, a primera hora de la mañana, para lo cual estaban dadas las órdenes, preparadas las escalas y dispuestas varias estratagemas para que los ingleses empleasen en vano sus primeras descargas y así suplir la falta de artillería. Los españoles estaban ansiosos por iniciar el asalto para demostrar su valor.
 
          Pero esa tarde se dieron cuenta que los ingleses hacían muchos viajes con las lanchas y que por la noche levaron anclas un paquebote y varias naves más. Temiendo que los ingleses hubieran abandonado el fuerte, Don Matías mandó unos soldados a explorar por fuera del fuerte pero sin entrar en él, pero algunos negros lograron entrar, encontrando todo abandonado. Al amanecer del día 29 se ratificaron las sospechas al comprobar que solo quedaban en el fuerte muchos negros esclavos. Visto el éxito de la empresa, Don Matías ordenó cantar un Te Deum en acción de gracias.
 
          En el castillo encontraron gran cantidad de armamento, cañones y municiones que los ingleses no habían tenido tiempo de destruir, con lo que el día 30 ya estaba el fuerte en situación de defensa.
 
          Las fuerzas que empleó Don Matías de Gálvez en esta operación fueron:
 
               • Batallón de Infantería de Campeche: 54
 
               • Batallón de Milicias de la Real Corona: 159
 
               • Batallón de Milicias de Comayagua: 159
 
               • Escuadrón de Dragones de Guatemala: 90
 
               • Desterrados del Presidio de la capital: 80
 
               • Negros esclavos: 60
 
               •Total: 602
 
          Por suerte el fuego enemigo no causó ninguna baja entre los españoles. No obstante, casi una cuarta parte de esas fuerzas murieron de enfermedad o fatiga, entre ellos el teniente coronel Manuel Francisco Panigo, que tanto valor y arrojo demostró en la campaña, y más de la mitad restante estaban enfermos, entre ellos el propio Don Matías que padecía unas fuertes calenturas, de las cuales no se recuperaría hasta su muerte en 1784. Algunos autores atribuyen a Don Matías una frase significativa después de tomar el Fuerte de San Fernando: "Yo, caballeros, no vine a rescatar Omoa, sino a morir en el campo de batalla."
 
          Al objeto de poder recuperarse, la mayoría de la fuerza se retiró hacia San Pedro de Sula, donde pudieron restablecerse en breve, gracias a los víveres y municiones que trajo un bergantín de La Habana en enero de 1780.
Por los méritos contraídos, el Rey concedió a Don Matías el grado de Brigadier de sus ejércitos por Real Orden de 27 de abril de 1780:
 
                    “Por quanto atendiendo al mérito y servicios de vos, el Coronel don Matías de Gálvez, Presidente, Gobernador y Capitán General de la provincia de Guatemala, y a lo satisfecho que me hallo de vuestro notorio desempeño, he venido en elegiros y nombraros, como en virtud del presente os elijo y nombro, por Brigadier de Infantería de mis Ejércitos …”
 
          Asimismo ascendió a varios oficiales y suboficiales, ente ellos al grado de Coronel a Francisco de Porras, teniente coronel de las Milicias de la Real Corona. 
 
          En muy poco tiempo, Don Matías había logrado el control de esa difícil zona y recuperado personalmente el fuerte el 28 de noviembre de 1779, tras duros combates en apenas cinco días. Pero aún quedaba mucho por hacer para cumplir las directrices de su Rey.
 
11 omoa actual museo fortificaciones en iberoamerica Custom
 
San Fernando de Omoa actualmente. Museo de fortificaciones en Iberoamérica
 
EN LA COSTA DE LOS MOSQUITOS
 
          La Costa de los Mosquitos era de la mayor importancia para los ingleses por su riqueza ya que anualmente se exportaban “casi un millón de pies cúbicos de caoba, además de otras maderas finas, doscientas mil libras de zarzaparrilla, gran cantidad del llamado palo tinte, fuera del algodón, cacao, vainilla, añil, azúcar, etc., etc.,” por lo que era esencial evitar ese comercio ilegal.
 
          Recuperados en San Pedro de Sula de las grandes fatigas sufridas en la conquista del fuerte de San Fernando de Omoa, Don Matías de Gálvez planificó sus siguientes operaciones para:
 
               • impedir la vuelta sobre el fuerte de Omoa
 
               • expulsar a los ingleses de todos sus establecimientos en la costa de Honduras
 
               • debilitar la alianza inglesa con los indios zambos y mosquitos
 
               • impedir realizar nuevas invasiones inglesas en la zona
 
          Ante la falta de los refuerzos solicitados, las fuerzas veteranas de Don Matías eran muy escasas y no disponía de buques armados. Por ello, se trasladó a Comayagua el 13 de enero de 1780, donde pudo conseguir más fuerzas de milicias y con ellas formó dos agrupaciones: una para expulsar a los ingleses de la costa y la otra para luchar contra los indios zambos y mosquitos que se habían asentado en las montañas. 
 
          La primera la subdividió en dos trozos, de los cuales el primero con 450 hombres y 4 cañones de campaña, al mando del sargento mayor del batallón de infantería de Guatemala don Cayetano Ansoátegui, después de 23 días de difícil marcha por montañas y pantanos casi inaccesibles para los cañones, llegaron el 4 de abril a la costa en la boca del Limón en el río Aguam, a solo 100 kilómetros del primer establecimiento inglés de Ciriboya, donde llegaron el 7 de abril de 1780 a media noche, consiguiendo sorprender a los ingleses, que huyeron a los montes, y destruyendo sus casas y defensas. Hubo una escaramuza en la costa el 8 de abril con 200 ingleses, que, como es costumbre inglesa, estaban con bandera blanca al principio y luego empezaron a disparar al acercarse los españoles; pero al reaccionar éstos el enemigo huyó en piraguas. Esto no impidió la marcha a la segunda población llamada Quepriva, donde había un baluarte con 4 cañones y seis pedreros.
 
          Los ingleses resistieron un tiempo por su fuerte cañoneo inicial pero, gracias a la pericia del sargento mayor Cayetano Ansoátegui, que realizó una maniobra de envolvimiento, se logró rendir el baluarte, huyendo la mayoría de los ingleses. Como otras veces, se destruyeron todas las edificaciones existentes y se dirigió la columna hacia la tercera población prevista, llamada Mistereric, que fue destruido de igual forma.
 
          El 10 de abril Ansoátegui se dirigió hacia la población de La Criba en Puerto Mosquito pero, fruto de sus reconocimientos, descubrió que su guarnición era muy superior en tropa y artillería, además de que disponían de varios buques armados, uno de ellos de dos puentes, Por ello, decidió no atacar ya que además su gente estaba muy cansada y con pocos víveres y municiones.
 
         El otro trozo de la agrupación, con 350 hombres al mando del capitán don Vicente de Arizavalaga, después de apresar 100 indios enemigos cerca de Guamprú, se puso en marcha el 5 de abril, llegando el 6 al río Pacín y por sus orillas escarpadas casi intransitables, llegó el día 16 a un lugar llamado El Embarcadero, donde construyó canoas y balsas para su transporte fluvial. Durante esa navegación tuvieron varios encuentros con lanchas inglesas pero siempre les vencieron gracias al arrojo y valentía de las tropas españolas. El día 20 de abril asaltaron el establecimiento inglés de Champ Pich y el 21 los de Mistertance, Mister Lartellan y Mister Laure, todos en las orillas del río Pacín. Como era habitual, en todos ellos cogieron prisioneros, armamento y víveres para continuar, a la vez que destruían todas las edificaciones y barcos que tenían.
 
          Por las mismas razones que la partida de Ansoátegui, el capitán Arizavalaga no pudo atacar el establecimiento inglés de La Criba y, acercándose las lluvias que impedirían la navegación por el río, se retiró glorioso con la satisfacción de haber cumplido su misión felizmente.
 
          La segunda agrupación, que dirigió Don Matías hacia las montañas contra los indios, estaba al mando del teniente coronel José Estachería. Su actuación fue eficaz pero penosa debido a la dificultad del terreno. Primero apresó a más de 50 indios en las zonas del Jícaro y Danlí, y persiguió a muchos más que tuvieron que huir a la costa, refugiándose en unos islotes donde no podían ser apresados al no disponer de barcos. Luego se dirigió a las montañas de la provincia de Nicaragua donde se hizo con el control de toda la zona, cogiendo bastantes prisioneros.
 
NICARAGUA: FUERTE INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA
 
          La construcción del Fuerte de la Inmaculada Concepción marca una segunda etapa en el desarrollo de la arquitectura militar del Reino de Guatemala en Nicaragua. Erigido de 1673 a 1675, en la margen derecha del Río San Juan a unos 100 kilómetros de su desembocadura, se concibió como un punto defensivo ante los ataques de piratas, de indios zambos-mosquitos o de tropas regulares del ejército inglés. Los ingleses pretendían tomar la ciudad de Granada que constituía el corazón de la provincia, al asumir el papel de puerto de salida de la plata del Reino hacia la Metrópoli y de los productos de la provincia hacia los puertos del Caribe: Portobelo y Cartagena de Indias.
 
14 fuerte Inmaculada en rio San juan Custom
 
Fuerte de la Inamculada Concepción en el río San Juan
 
          Desde el momento que fue inaugurada, la fortaleza tuvo una vida activa dentro del programa defensivo de las fortificaciones españolas de ultramar. Así, en 1761 el Castillo poseía “123 plazas de gente de toda graduación y de servicio, entre ellas 10 artilleros, 20 mosqueteros y 64 arcabuceros”. De acuerdo con el reconocimiento de José Antonio Lacayo y Briones, realizado pocos años atrás, su armamento consistía en: “64 arcabuces, 61 fusiles, 26 mosquetes, 2 trabucos naranjeros, 103 granadas cargadas y cebadas, 99 chafarotes, 80 lanzas, 23 chuzos, 6 picas y 4 ballonestas, además de 671 balas de artillería, 500 saquitos de metralla, 18 quintales de pólvora y 700 balas de arcabuces y mosquetes”. Se mantenía en el castillo una guarnición de 89 personas con estos sueldos: “el castellano con 900 pesos al año, el capellán con 360 pesos, el alférez con 276, un condestable de la artillería con 260, el cirujano con 240, un sargento con 156, cuatro cabos de escuadra con 11 pesos al mes libres de ración, 20 mosqueteros con el mismo sueldo, 48 arcabuceros con 7 pesos al mes cada uno,11 artilleros con 15 pesos al mes libres de ración, de los cuales 2 vivían enfermos más o menos según los tiempos. Además, servían en la fortaleza 11 hombres o milicianos remeros con el mismo sueldo de los arcabuceros, sirviendo en las canoas del Fuerte para traer leña y cocinar, aparte de 8 molenderas de maíz con el sueldo de 20 reales al mes.”
 
          En la medida en que el comercio de España con América se consolidaba, la protección de las rutas comerciales se volvió un imperativo estratégico para frenar el contrabando, la piratería y garantizar la defensa de las colonias asediadas por los imperios emergentes.
 
          En el caso particular de Nicaragua, el comercio hacia España se hacía casi exclusivamente por el Río San Juan, que también era la entrada hacia las más importantes ciudades de la Nicaragua colonial como eran Granada y León. Por el río entraban barcos con aceite, vino, vinagre, botijas, aceitunas, y desde Granada salían cargados de alquitrán, brea, copal, achiote, carne, tintas, y otras materias primas importantes para el comercio europeo.
 
          Para favorecer el comercio se comenzó a fortificar y defender el río y se instalaron en los raudales sistemas de defensa para evitar el paso de piratas o de grupos indígenas sublevados. En el raudal conocido como el Diablo se instala la estructura militar más grande, que se bautizó con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de María. La ubicación del Fuerte obedece a una estrategia militar bien planificada, ya que se encuentra a medio camino de dos plazas muy relevantes: por una parte, San Juan del Norte, puerto más importante de la Ruta del Tránsito; y por otro lado Granada, donde se embarcan y desembarcan las mercancías del comercio colonial. El raudal dificultaba el paso de las embarcaciones y la elevación donde se situó el Fuerte permitía una defensa y un avistamiento importante sobre cualquier intento por remontar el río y llegar hasta el Lago de Nicaragua.
 
          La Expedición al río San Juan, en 1780, fue un episodio bélico llevado a cabo por Gran Bretaña contra España por el control de la Indias Occidentales, en el contexto de la Revolución americana. Su objetivo era reunir un ejército en Jamaica, conseguir milicias en la Costa de los Mosquitos, llegar al Lago Nicaragua y capturar la ciudad de Granada con dos objetivos: cortar la América española en dos y proporcionar a los ingleses un acceso al Océano Pacífico.
 
          Pero vayamos a la acción sobre el Fuerte en 1780. Antes de finalizar la campaña en la Costa de los Mosquitos, Don Matías tuvo conocimiento de que más de 700 ingleses con 500 indios zambos y mosquitos habían subido por el río San Juan con muchas piraguas al objeto de atacar el Fuerte de la Inmaculada Concepción, habiendo dejado en la desembocadura del río 4 fragatas, 2 bergantines, 2 balandras y un paquebote armado. Por ello, se dirigió rápidamente desde Comayagua a Nicaragua, por Nueva Segovia, hasta la ciudad de Granada, a las orillas del lago Nicaragua, distante más de 600 kilómetros, donde fijó su cuartel general en febrero de 1780. 
 
15 fuerte Inmaculada en rio San Juan Custom
 
Otro plano del Fuerte de la Inmaculada en el río San Juan
 
          En 15 de marzo escribió al Rey dando cuenta de sus actos, llamándole particularmente la atención hacia la falta de fortificaciones que se notaba en la isla de Roatán y sobre la circunstancia de estar perdiendo, por carecer de socorros, la ocasión más favorable y oportuna para arrojar de la costa  los ingleses. También hablaba acerca de la conveniencia de obligarlos a desocupar la isla de Jamaica, centro de sus operaciones y de donde les venían continuos auxilios para hostilizar a los españoles. 
 
          En otra carta de fecha 16 de marzo decía a la Corte: 
 
                    “Cada día se verifica más la necesidad en que se hallan estos parajes de Honduras, de arrojar a los ingleses de la isla de Jamaica, para libertarse de sus piraterías y del desmedido auxilio que dan a los indios bárbaros contra nosotros.”
 
          Cuatro meses permaneció Don Matías de Gálvez en Granada y tres en Masaya, reorganizando las milicias y esperando los auxilios marítimos que había pedido para dar impulso a las operaciones que pretendía realizar. Allí animó a la población que estaba temerosa por la proximidad de los ingleses y logró formar más de 600 milicianos que empezaron a hacer un camino transitable para llevar socorros al Fuerte del río San Juan, pero cuando se terminó, el 21 de mayo de 1780, ya se habían apoderado de él los ingleses.
 
          En mayo, antes de saber lo ocurrido en el fuerte del río San Juan, dirigió a la Corte una carta, que se transcribe íntegramente, porque en ella se pone de manifiesto su estado de ánimo y se da clara idea del patriótico interés que inspiraban a Don Matías los asuntos de su Capitanía General:
 
                    “Con fecha 10 del mes próximo pasado informé a VV. SS. de mi situación y del estado en que se hallaba el Castillo de la Concepción en el río de San Juan, y que esperaba poderle socorrer y rechazar los enemigos, siempre que se concluyese en tiempo el camino interceptado por el monte; y habiéndose concluido el día 21 del mismo por el Coronel don José Joaquín de Nava, me escribió al siguiente, diciéndome que al divisarlo por la parte opuesta del río halló haberse apoderado los enemigos de él y que según sus maniobras de composición de piraguas, se podía presumir intentaban subirse a la laguna para el completo de sus ideas; pero como a esta noticia faltaba la de saber el día en que se perdió y la suerte (que hasta ahora se ignora) me tiene con el mayor desasosiego. Últimamente mandé que se apostasen los mil y -más hombres de tropa que iban de socorro, en la boca que forma el río en la laguna, con los dos barcos construidos que allí estaban y algunas piraguas medianamente armadas, por no haber más posibles; y aun no tengo razón si se colocó ya la tropa, porque la distancia, lluvias y ríos, todo lo impide.
 
                    Como tengo ordenado de pedir cuantos auxilios necesite, a los gobernadores inmediatos a este Reino, al instante despaché correo de tierra por Costa-Rica, Panamá y Portobelo, al señor Virrey de Santa Fe, y por Omoa hice lo mismo a los señores Gobernadores de la Habana, Mérida, Yucatán, al primero en la goleta de don Antonio Bosque, que acababa de llegar de aquel puerto, y al segundo por el Teniente don Baltasar Rodríguez Trujillo, segundo Ayudante de la expedición de Bacalar, en una de las piraguas; dando cuenta a todos de hallarse el Castillo ya en poder de los enemigos, las fuerzas con que se halla, no haber aparecido la escuadra, y la imposibilidad de echarlos de lo que tienen tomado y costas del Norte, sin fuerzas de mar. El repetir a Mérida ha sido por haberme informado dicho oficial Trujillo que en el puerto de Campeche, a su salida, quedaron veinticinco embarcaciones de todas partes armadas en guerra, y que el Gobernador estuvo determinado a mandarlas, lo que yo ahora le suplico, y que todas se dirijan a la boca del río San Juan.
 
                     Desde antes de llegar a esta ciudad venía con el proyecto de abrir camino por tierra para socorrer por él en todo evento el Castillo; y al tratarlo aquí fueron tantos los imposibles que me figuraron, que aun llegó a término de alguna desazón por cerrarse los más principales en que era imposible, sin haberlos tocado, y últimamente han visto se hizo el camino con la mayor facilidad y han conocido que no haberlo emprendido con tiempo ha sido la causa de perder aquella alhaja y su pobre guarnición, la que es probable haya sido pasada a cuchillo por la grande resistencia que hacía, pues se oía el fuego desde los contornos el día de la Ascensión. Aseguran todos que fue más continuado que nunca y aun es de temer que se abatiese el Castillo porque estaban sus terraplenes sobre madera vieja y está apuntada. Consideren VV. SS., con su gran talento el estado en que me hallo, sin tener en la hora más remedio que el de ver si se puede evitar que los ingleses entren en el lago. Conforme sean los sucesos los iré refiriendo a VV. SS. para su inteligencia, y aun ahora añado que, según las noticias que ha dado últimamente un desertor de los enemigos, parece que observó cómo bajaban a la guarnición del Castillo prisionera en seis piraguas hacia los buques ingleses.”
 
          En efecto, la expedición inglesa salió por orden del gobernador de Jamaica John Dalling a principios de enero de ese año de 1780, al mando del Brigadier General Stephen Kemble, con los coroneles John Polson, el mismo William Dalrymple que atacó la de Omoa, Alexander Leigh y el capitán Horacio Nelson, que era la primera vez que éste mandaba una embarcación de guerra y tenía 22 años. La escuadra estaba compuesta por más de 7.000 hombres de tropas veteranas, con el navío Ulises de 50 cañones, las fragatas Resource, Horatio, Pilgrim, Hinchinbrake y Minona de 36, 32, 28, 24 y 20 cañones respectivamente y varios barcos de transporte.
 
          La escuadra inglesa llegó al cabo de Gracias a Dios, en la frontera entre Honduras y Nicaragua, donde estuvo cerca de dos meses recogiendo unos 400 indios mosquitos y a los contrabandistas de aquellas costas, quienes la proveyeron de más de ochenta canoas. Con todo ello (300 soldados del 80º regimiento, 400 del 39º regimiento de voluntarios de Liverpool, más de 2.000 hombres de los Cuerpos Realistas Irlandeses, así como varios cientos de reclutas locales, incluyendo zambos mosquitos y negros que vivían libremente en la zona) salieron el 4 de marzo de 1780, y veinte días después llegaron a San Juan de Nicaragua. internándose en el río 800 soldados con 500 indios zambos, artillería y municiones, al mando del coronel Polson, para atacar el fuerte río arriba. 
 
          Debido al clima (naturaleza del suelo, lluvias, ..) se estimaba que solo se podía atacar el Fuerte de noviembre a marzo, pero los ingleses llegaron a la desembocadura el 24 marzo. El Brigadier Kemble quedó con el resto de tropas y buques en la desembocadura para reforzar el asalto en caso necesario; mientras, el 9 de abril, la expedición llegó a la isla Bartola, a 10 kilómetros del Fuerte, donde había una batería de cinco cañones con un destacamento de 1 sargento y 16 hombres, quienes dieron aviso al fuerte. Allí el joven Horacio Nelson, en su primer combate mano a mano de su carrera, mandó el asalto, comenzando a hacer y recibir fuego de la batería, desembarcando por varias partes con más de 60 piraguas y, aunque duró este cañoneo más de tres horas y fueron hundidos dos botes con 60 hombres, que intentaron asaltar la trinchera, debido a la superioridad inglesa, se retiró el sargento al anochecer del 9 de abril con tres hombres al fuerte, quedando los demás prisioneros.
 
17 1781 nelson 23 anos con fuerte s juan al fondo Museo de Grenwich Custom
 
Horacio Nelson a los 23 años. Al fondo el Fuerte de San Juan
 
          El Fuerte de la Inmaculada Concepción lo guarnecían 266 personas: “su castellano capitán Juan de Aysa, teniente don Pedro Briceo, dos subtenientes, capellán, cirujano, 57 tropa veterana, 10 reclutas, 66 soldados pardos, 19 artilleros, 5 mecánicos, 30 sobrestantes y peones, 30 presidiarios, 6 hombres sin plaza, 7 milicianos, 16 mujeres, 17 niños, 6 esclavos del Rey, 3 correos y 20 remeros.” Estaban preparados para su defensa, quemando un pequeño fuerte exterior, así como los almacenes de fuera y se proveyeron de agua del río por carecer de cisternas.
 
          El 11 de abril los ingleses aparecieron frente al Fuerte, en una loma llamada Padrastro de las Cruces, desde donde abrieron fuego con una batería de 4 cañones que se prolongó durante ocho días. Los defensores lograron inutilizar la batería dos veces pero los ingleses la reponían rápido para continuar el fuego e ir destruyendo las murallas y parapetos del fuerte poco a poco. Como los daños y las bajas eran similares en ambos bandos, el 18 de abril cesaron los cañoneos, limitándose ambos bandos a disparar sus fusiles hasta que el 19, a las cuatro de la tarde, intentaron los ingleses tomar el Fuerte, pero un intenso cañoneo español lo impidió.
 
          Debido a la pésima planificación y la pérdida de suministros, los ingleses pronto comenzaron a ver escasear la munición para los cañones, así como las raciones de comida para sus hombres. Tras las lluvias tropicales que comenzaron el 20 de abril, los hombres empezaron a enfermar y morir, probablemente de malaria y disentería, y quizás tifus.
 
          La lucha entre ambos bandos fue encarnizada con continuos cañoneos e intentos de asalto que eran sucesivamente rechazados por los valientes defensores. Los ingleses recibieron 2.500 hombres de refuerzo y artillería, de la que tenía el general Kemble en la desembocadura, con lo que se iba debilitando la defensa. Los ataques nocturnos impidieron a los defensores del Fuerte abastecerse de agua, las municiones se iban agotando, pero los mayores problemas eran la falta de agua y las enfermedades y esto fue determinante ya que al final, exhaustas las fuerzas por la constante fatiga y sed, sin agua y casi sin poder hablar, se vieron obligados a capitular con garantía de vida, no por haberse acabado su valor sino para salvar su vida. La tarde del 28 de abril se hizo señal de capitular y el 29 de abril se firmaron unas capitulaciones honrosas, ya que fue reconocida la heroica defensa de la fortaleza que mantuvo Juan de Aysa, razón por la cual Polson permitió a la guarnición salir marchando “con todos los honores militares; o sea, con banderas desplegadas, tambor batiente, mecha encendida y bala en boca: bien ganado tenían ese homenaje aquellos valientes y abnegados paisanos nuestros, que supieron hacerse admirar de propios y extraños por proezas cuyo recuerdo perdurará en los anales patrios para enseñanza de las sucesivas generaciones.” También permitió que llevaran consigo los ornamentos y efectos necesarios para su culto religioso, aceptó tratarlos como prisioneros de guerra, con humanidad y decencia y prometió “mantener a los zambo-mosquitos dentro de los límites de la moderación.” Diecinueve días había durado la heroica defensa.
 
          En esa campaña Horacio Nelson casi pierde la vida ya que se puso gravemente enfermo, y estaba en cama el 28 de abril cuando los españoles rindieron finalmente el fuerte, por no estar acostumbrado a esos climas tan extremos, lo que obligó a evacuarle a Jamaica y luego a Inglaterra, donde estuvo de baja casi un año. Debido a la imprevisión británica, los problemas logísticos militares y las enfermedades, la expedición resultó un costosísimo fracaso.
 
          Los ingleses cogieron prisioneros a toda la guarnición y los embarcaron para su traslado a Jamaica pero el viaje estuvo lleno de incidencias. Las mujeres y niños que había en él fueron remitidos libremente al interior. Los demás pasaron en piraguas al puerto de San Juan, de donde salieron para Jamaica en el navío Monarch; pero las calmas, vientos y peste los obligaron a volver allí, después de más de un mes de navegación. Al llegar se encontraron a la mayoría de los ingleses enfermos de la misma peste, por lo que no había personal para relevar la guarnición del Fuerte. Volvieron a navegar y llegaron el 7 de septiembre al puerto de Sabana de la Mar en la isla de Jamaica con sólo 81 españoles enfermos, de 202 que se embarcaron, habiendo muertos los demás. De allí mandó el Gobernador que pasasen a Kingston pero a la siguiente noche sobrevino un temporal tan fuerte, que no sólo naufragó el navío con todos los que llevaba, sino que destruyó la población de Sabana de la Mar, hundiéndola en el mar con sus edificios y habitantes. Todos los prisioneros se ahogaron, salvo 6 hombres: Don Juan de Ayssa, el teniente Pedro Brizzio, los subtenientes Antonio de Antoniotti, Gabino Martínez y Joaquín de Isasi y el soldado Carlos Aguirre que se canjearon en La Habana a finales de diciembre de ese año de 1780. En esos 7 meses de cautiverio y pesadilla fallecieron casi 200 españoles, una verdadera y heroica Odisea.
 
          Mientras tanto, como Don Matías de Gálvez sabía que las intenciones de los ingleses eran internarse y establecerse sobre las costas del lago Nicaragua y penetrar posteriormente hasta el “Mar del Sur” (Océano Pacífico), todos sus esfuerzos se dirigieron a impedírselo. Para ello movió su cuartel general a Masaya, sobre la orilla del lago, y colocó en la boca, donde nace el río San Juan, diversas embarcaciones construidas para ello, con las cuales, además de poner varias piraguas y algunos cayucos armados de cañones y pedreros, estaría en condiciones de repeler cualquier intento de penetración inglesa. Para completar ese obstáculo construyó una batería con buenos cañones, llamada de San Carlos, “de doble muralla, de más de 90 metros de diámetro, con un foso, 16 cañones y lo guarnece con 500 hombres y, en la parte que daba al lago, por una línea de goletas ancladas con cañones ligeros” en una loma que dominaba la entrada al lago y por donde era necesario viniesen los ingleses a causa de que los terrenos colaterales cenagosos imposibilitaban toda operación por tierra. Además hizo atravesar dos cadenas a través del río y puso otros obstáculos de madera que imposibilitaban absolutamente la entrada al lago.
 
          Los ingleses intentaron forzar ese paso en julio de 1780, con unas 60 piraguas y más de 400 hombres, pero fueron rechazados después de una corta lucha, volviendo escarmentados al Fuerte de la Inmaculada Concepción. El 24 de agosto Don Matías de Gálvez dio por finalizadas las obras defensivas, asegurando la entrada al lago, guarnecida con suficientes hombres y, cuando disminuyeran las copiosas lluvias de esa época del año, estaría dispuesto a pasar personalmente a ofensiva, al objeto de recuperar el fuerte de la Inmaculada Concepción sobre el río San Juan.
 
          El 31 de diciembre inició la marcha fluvial la vanguardia de la expedición, al mando del capitán don Tomás de Juliá, “con 60 veteranos, otros tantos indios, 17 milicianos tiradores, 12 artilleros, 64 hombres de machete, el capitán don Francisco Salablanca, el teniente don Tadeo Muniera y el subteniente don Manuel Dambrini.” Desembarcaron la noche del 2 de enero de 1781 en el paraje llamado el Desayuno, manteniéndose ocultos al objeto de sorprender a los defensores del fuerte cuando abriesen las puertas al amanecer. Pero los ingleses les habían detectado, por lo que las puertas se mantuvieron cerradas. Entonces Tomás de Julia decidió ocupar una loma que dominaba el castillo y le permitiese hacer fuego con su artillería; durante todo el día hubo un fuerte cañoneo desde ambos bandos que no permitía dilucidar la situación y se capturaron varios ingleses al intentar salir del fuerte. Se esperaba al día siguiente, 4 de enero, seguir atacando el fuerte pero un silencio en el castillo comenzó a intuir su abandono.
 
          Efectivamente, al capturar a un desertor inglés, éste informó que el fuerte había sido evacuado la noche anterior, bajando con escalas la guarnición de 200 hombres y que embarcaron rápidamente en sus piraguas, dirigiéndose el río abajo. El desertor advirtió que quedaban en el castillo dos minas con mechas encendidas, gracias  a lo cual pudieron ser extraídas esas mechas casi a punto de estallar.
 
          Cuando Don Matías llego al fuerte con el grueso de las tropas, Tomás de Julia ya había tomado el fuerte por lo que siguió hacia el puerto de San Juan en la desembocadura del río, pero los ingleses ya se habían ido hacia Jamaica. Solo encontró cadáveres y restos de barcos destrozados.
 
          Tomás de Juliá tomó posesión del castillo, reinstaurando la bandera española, el día 4 de enero de 1781. La expedición solo costó dos milicianos muertos y herido de gravedad en un brazo el subteniente Manuel Dambrini. La artillería, pertrechos y municiones que se hallaron en el fuerte fueron numerosos, pero lo más importante fue la gloria de haber recuperado lo perdido, arrojando a los ingleses de sus costas y confesar éstos que su proyecto sobre el río San Juan y sobre el lago Nicaragua les había costado 5.000 hombres y más de un millón de libras esterlinas. Todo el éxito de la operación se debió a las sabías directrices y determinación de Don Matías de Gálvez y a la constancia, prudencia, intrepidez y valor de sus oficiales y tropa en su ejecución.
 
          Cuando Bernardo de Gálvez se enteró que su padre había recuperado el fuerte, mientras tenía sitiada la plaza de Pensacola, ordenó hacer en La Luisiana “una salva triple con toda la artillera gruesa de tierra y marina.”
 
          ¿Qué le había pasado a los ingleses?, pues que las lluvias, la insalubridad y la mala alimentación, hasta tuvieron que probar carne de mono que les pareció sabrosa, acabaron con la expedición. Además los indios zambos y mosquitos les abandonaron cuando todos los oficiales cayeron enfermos de disentería. Los soldados estaban desnudos, sin camisa, ni pantalones, ni zapatos. Las tiendas se hallaban en tan mal estado que no detenían el agua de lluvia. Tuvieron la intención de construir chozas, pero no hubo hombres para hacerlas. En resumen, solo una cuarta parte de los invasores ingleses salió con vida. Los demás fueron obligados a huir, enfermos de muerte en su mayoría. Sólo se quedaron en el fuerte 200 hombres que se retiraron antes de su recuperación.
 
          La toma y recuperación del fuerte de la Inmaculada Concepción sobre el río San Juan merecería un libro aparte, pues con apenas 250 soldados resistieron épicamente contra más 5.000 ingleses, debido a que los españoles se quedaron sin agua, sin municiones y sin capacidad para atender a los heridos, después de 19 días de asedio ante una fuerza considerablemente muy superior. La recuperación fue planeada por Don Matías muy concienzudamente y los ingleses no aguantaron la climatología de la zona, cundiendo el desorden, como les ocurrió en Omoa.
 
          Como dice Miguel Angel Noriega:
 
                    “La defensa del lago Nicaragua y la recuperación del fuerte de la Inmaculada a principios de 1781 fueron una de las hazañas más importantes de la guerra contra Inglaterra, donde los ingleses perdieron cerca de 3.000 hombres, gracias a la iniciativa, el valor y las argucias de Don Matías de Gálvez ya que consiguieron victorias épicas y superaron dificultades que otros, en distintos momentos, suponían imposibles.”
 
           Francisco Saavedra, envió una carta al Rey diciendo: "deberíamos contar la defensa del lago Nicaragua como una de las grandes victorias de esta guerra”.
 
           En total, casi 3.500 ingleses murieron, lo que hizo de esta expedición de San Juan “el desastre británico más costoso de toda la guerra.” Otros autores estiman las bajas inglesas de ese año en casi 5.000 hombres, cifra difícil de comprobar.
 
          Por sus méritos Don Matías fue ascendido a Mariscal de Campo, por Real Orden de 17 julio, casi a la vez que su hijo Bernardo asciende a Teniente General
 
COSTA RICA: VALLE DE MATINA
 
          La fuerza considerable que permanecía en la desembocadura del río San Juan hizo temer a Don Matías una posible invasión inglesa de la zona del valle de Matina, en la costa de Costa Rica, por lo que en abril de 1780 mandó a aquella zona una expedición de 400 hombres al mando de don Felipe Gallegos, que había participado valientemente en la conquista del Fuerte de Omoa, y de don Tomás López del Corral, que conocía muy bien esa zona al tener intereses familiares en ella, para arrojar a los ingleses que se habían establecido allí, aprovechándose de las dificultades que se presentaban para socorrer tan lejano lugar.
 
          Gallegos y López del Corral cumplieron eficazmente su misión. Una vez que llegaron a Cartago,  el gobernador les entregó todos los víveres, armas y pertrechos que necesitaban así como doscientos milicianos de la meseta central. A mediados de abril de 1780 salió la expedición y llegaron a Matina, situándose en una hacienda de cacao que pertenecía a la familia de López del Corral, llamada San Miguel. Desde allí fueron ochenta hombres a Talquivó, en el río Tortuguero, donde destruyeron muchas edificaciones utilizadas por los ingleses. No lejos de Talquivó había otro caserío donde estaban algunos ingleses e indios Mosquitos, que huyeron ante la presencia española. Otro grupo se dirigió a las márgenes del río Colorado, atacando por sorpresa la guarnición que mantenían los ingleses, apresándolos a todos, así como a varios indios mosquitos y zambos, y les cogieron más de quince canoas. 
 
          Luego se mandó otra expedición a la desembocadura del río Matina, donde construyó una trinchera en el sitio en que estuvo el fuerte de San Fernando, destruido en agosto de 1747 por los ingleses, desde donde se controló y limpió la zona de ingleses, llegando hasta el paraje llamado la Boca del Toro, situado en la provincia de Panamá. La expedición fue un éxito pero a costa de muchas bajas debido al clima tan insano que había en esa zona, pero el objetivo estaba cumplido: se había expulsado a los ingleses de ella.
 
          Después de esta hazaña, Don Matías se retiró a la capital de Guatemala para atender los asuntos de su gobierno, no sin antes dar directrices claras para reparar el fuerte y dejar guarnecidos todos los puntos estratégicos de la capitanía para evitar las incursiones inglesas.
 
HONDURAS: LA CONQUISTA DE ROATÁN
 
          Los británicos llevaban ya tiempo establecidos de manera extraoficial en la costa sur de la península del Yucatán, hoy Belice, y en la Costa de los Mosquitos, en las actuales Honduras y Nicaragua, dedicados a la explotación forestal, a pesar de que la mayor parte de ese territorio formaba parte de la Capitanía General de Guatemala. Para Don Matías de Gálvez, la guerra era una oportunidad única para expulsarlos de manera definitiva.
 
          Después de expulsar a los ingleses de Nicaragua y Costa Rica, éstos perdieron su capacidad ofensiva por lo que Don Matías de Gálvez aprovechó la situación y continuó sus campañas en la costa norte de Honduras durante 1782, donde los ingleses tenían varios enclaves, siendo el principal el de Port Royal en la isla de Roatán. La isla, a unos 64 kilómetros de la costa de Honduras, estaba controlada en su totalidad por los británicos que la utilizaban como base para operaciones de guerrillas que permitieran mantener o ampliar la influencia británica en la Costa de los Mosquitos y para el corso contra buques españoles.
 
1783 plano isla roatan Custom
 
Plano de la isla de Roatán  (1783)
 
          La isla de Roatán está situada en la costa hondureña a unas 40 millas, y con una extensión similar a la de Ibiza. Su gobernador en aquella época era Edward Marcus Despard y la isla estaba guarnecida por unos 100 soldados ingleses, una cantidad similar de colonos y más de 600 indios y esclavos negros. Debido a la dificultad del terreno, solo estaba habitada la parte del puerto de Port Royal, donde estaba el pueblo con unas 250 casas. Para su defensa contaban con el Fuerte George, situado al lado de la entrada al puerto, más las baterías Dalling y Despards, con 20 cañones cada una, situadas al otro extremo; además disponía del Fuerte Frederick y la batería Gales situados en unas alturas detrás del puerto y, en otras alturas estaban las pequeñas baterías Houson y Dabrie.
 
          Para poder conducir personalmente las operaciones, Don Matías de Gálvez, que se encontraba en la capital de la Capitanía General, Nueva Guatemala, el 17 de diciembre de 1781 inició una marcha de casi 1000 kilómetros, a través de grandes montañas y caminos difíciles, hasta el puerto de Trujillo en la costa de Honduras, donde llegó el 8 de marzo.
 
         Durante esos más de tres meses de marcha Don Matías tomó multitud de medidas tácticas y logísticas para la conducción de las operaciones. El objetivo era claro: la ocupación de la isla de Roatán y la expulsión de los ingleses de los reductos que les quedaban en la Costa de los Mosquitos.
 
          Para ello Don Matías dispuso que cada provincia del reino le proporcionase 200  hombres de sus milicias con abastecimientos para una campaña de cuatro meses y que se reuniesen con él en la ciudad de San Jorge de Olanchito.
 
          Se reunió el 25 de enero de 1782 en el pueblo de Petoa con el teniente coronel Don Vicente de Arizavalaga, que se encontraba en las montañas persiguiendo a los indios zambos y mosquitos, donde le indicó que le iba a proporcionar 1400 hombres de milicias y 100 de tropa veterana, que se le debían reunir en el pueblo de Manto, cabecera del partido de Olancho, para formar dos columnas. Una bajo el mando del teniente coronel Nicolás de Urrutia, para que fuese bajando desde el nacimiento del río Agalta hasta su desembocadura, expulsando a todos los ingleses e indios que pudiese encontrar. La otra columna iría al mando del propio Arizavalaga con la misma misión pero a través de los ríos Tinto y Paun. Las dos columnas debían reunirse en el lugar llamado El Embarcadero, donde se unen los tres ríos y, a partir de ahí, debían seguir juntas sus operaciones por la costa destruyendo los establecimientos ingleses que encontrasen hasta llegar al fuerte de La Criva o Pitch que lo atacarían a finales de marzo, momento esperado en que una escuadra española de apoyo, que venía de La Habana, bloquease el puerto.
 
          Don Matías continuó su penosa marcha, por las abundantes lluvias que hacían los ríos muy caudalosos y los caminos fangosos casi intransitables, hasta que montó su cuartel general en San Jorge de Olanchito, donde llegó el 12 de febrero. Como estaba previsto, allí se le reunieron 1600 hombres de milicias y 200 de tropa veterana, procedentes de las distintas provincias del reino. Para reconocer la marcha hasta Trujillo, distante unos 100 kilómetros, destacó 600 hombres al pueblo de Sonaguera, al mando del Capitán Don Juan de Orca, que debía proteger los accesos del camino y el propio puerto de Trujillo y avisarle cuando llegara la escuadra, de la cual ya se tenían noticias que estaba en Omoa desde el 18 de febrero.
 
          La escuadra española llegó a Trujillo el 2 de marzo por lo que Don Matías se dirigió allí con el grueso de sus fuerzas, llegando el 8 de marzo de 1782. Enseguida se entrevistó con el comandante de la escuadra, Don Miguel Alfonso de Sousa, para informarle de las operaciones que tenía en curso con Arizavalaga y de su plan para apoderarse de la isla de Roatán; también le solicitó que apoyase al teniente coronel Tomas de Julia (que recordamos fue el primero que entró en el fuerte de la Inmaculada Concepción), con una fragata y varias embarcaciones menores, ya que se tenía que desplazar por el río San Juan con 600 hombres para para atacar el puesto ingles de Buflis en la costa.
 
          Para el ataque a la isla Don Matías organizó cuatro divisiones de 400 hombres cada una, al mando de los tenientes coroneles Joseph de Casasola, Pablo de Pedro, Ildefonso Ignacio Domezain y Pedro César. Asimismo nombró segundo jefe al coronel Joseph Estachería.
 
          La escuadra, al mando de Miguel Alfonso de Sousa estaba formada por 22 embarcaciones:
 
               - 3 fragatas: Santa Matilde al mando del propio Sousa, Santa Cecilia al mando del capitán Matías Andrés Tacón y Antíope con 40 cañones
 
               - 1 Corbeta: la Europa con 16 cañones
 
               - 2 balandras: Paula y Santa Ana
 
               - 4 goletas: San Antonio, La Pureza, Dolores y Carmen
 
               - 4 lanchas cañoneras: San Pedro, Santo Tomás, San Andrés y San Pablo, con un cañón cada una
 
               - y 8 piraguas
 
          Las tropas finalizaron el embarque el 14 de marzo, llevando víveres y municiones para 20 días, y esa medianoche emprendieron la navegación, dejando de reserva en el campamento 100 veteranos y 1.100 de milicias al mando de Pedro Cesar. Después de recorrer las 44 millas, unos 70 kilómetros, que les separaban de la isla, llegaron a las 8 de la mañana a tiro de cañón de Roatán. Antes de iniciar el ataque, Don Matías mando al capitán Enrique Reinaldo Macdonell para que parlamentase con el gobernador la rendición de la isla quien solicitó seis horas para considerar sus opciones. Transcurrido ese tiempo, los defensores rehusaron rendirse y hundieron dos barcos en la entrada del puerto para dificultar el ataque. Debido a los fuertes vientos, no se pudo iniciar el ataque hasta el amanecer del 16 de marzo, no sin antes tener que firmar un documento, ante los oficiales de la Armada, debido a que la costa tenía poco fondo, en el que “se comprometió a ser responsable al rey de todo aquello que resultase en perjuicio de sus bajeles, respecto a ser el puerto malo y ser preciso forzarlo despreciando los riesgos”, curioso caso similar al que tuvo su hijo Bernardo en la toma de Pensacola.
 
          Este curioso hecho lo confirmó el coronel José de Estachería (AHN Consejo de Indias, legajo 20978), segundo jefe de la expedición:
 
                    “Tenían los Generales de Marina por imposible el fondeo de Roatán por el paraje que escogió Don Matías de Gálvez, por estar inutilizado el puerto por un paquebote que el gobernador de la isla mandó echar a pique. No había otro puerto que el elegido para bloquear los fuertes. Forman los marinos su Consejo de Guerra, sale la resolución de la imposibilidad, pero como era más superior el espíritu del General, mandaron sin embargo de las protestas de los marinos, que se diese fondo, haciéndose responsable con su cabeza.”
 
          Una vez colocadas en posición de disparo las fragatas Santa Matilde y Santa Cecilia, iniciaron el cañoneo a las 10:15 de ese día 16 de marzo contra las baterías que protegían la boca del puerto Royal. El cañoneo fue muy intenso por ambos lados, causando ligeros daños a las fragatas españolas, pero a las 13 horas se observó que las baterías del puerto se silenciaron por lo que Don Matías optó por desembarcar dos compañías al mando de los capitanes  Joseph Casasola y Pablo de Pedro que, en menos de media hora, izaron la bandera española en el fuerte George. Pero aún continuaba activo con fuerte cañoneo el fuerte Frederick y la batería Gales del otro lado del puerto, por lo que Don Matías de Gálvez ordenó dirigir los fuegos sobre ellos. El intercambio de disparos continúo hasta la puesta del sol, causando daños en ambas partes, pero las defensas inglesas se debilitaron mucho, debido al intenso fuego de las tropas desembarcadas y de las embarcaciones, por lo que los ingleses se rindieron al anochecer. La capitulación se formalizó la mañana siguiente del 17 de marzo de 1782, “con la humanidad y liberalidad propias de la nación española” y hasta les concedió “llevar todos sus equipajes y ropas de uso, un esclavo a cada oficial y sujetos de distinción, y una esclava a toda mujer principal.”
 
          Ese mismo día Don Matías ordenó desembarcar el resto de la tropa y tomar todos los fuertes y baterías inglesas, donde se hicieron cargo de una cantidad muy importante de cañones, municiones y pertrechos, además de seis banderas. Asimismo se desplegaron por la isla 1000 hombres para buscar a los más de 600 negros esclavos que habían huido a los montes cercanos aunque solo lograron coger hasta el día 20 de marzo a unos 200 ya que los montes eran muy escabrosos, el resto decidieron cogerlos poco a poco según se dejasen ver.
 
          Para desembarazarse de los prisioneros, Don Matías mandó el 21 de marzo la fragata Antíope con 300 esclavos y la corbeta Europa con 220 prisioneros ingleses a La Habana. Y ese mismo día mandó a la balandra Santísima Trinidad a España con la noticia de la victoria: un éxito más para España.
 
HONDURAS: RIO TINTO Y LA CRIVA
 
          Don Matías tenía prisa por volver a Trujillo pata continuar con sus planes, por lo que dejó una guarnición en el fuerte principal y ordenó embarcar al resto, no sin antes destruir los edificios y plantaciones de la isla y quemar todos los barcos del puerto para evitar que fueran utilizados para el contrabando. No pudo llegar a Trujillo hasta el amanecer del 23 de marzo debido a la falta de vientos favorables y, nada más llegar, solo desembarcaron 300 milicianos que fueron repuestos por otros tantos veteranos de la reserva que estaba en Trujillo. Una vez repuesto de víveres y municiones, Don Matías estaba en disposición de iniciar la navegación, con las dos fragatas, las cuatro lanchas cañoneras y 18 embarcaciones menores, hacía la desembocadura del río Tinto y así lo hizo el 27 de marzo.
 
          El plan de operaciones de Don Matías era muy audaz y su objetivo era conquistar por tierra y por mar los cuatro fuertes ingleses de río Tinto: Criba, Quepriva, Mr. Cric y Ciriboya, aprovechando la potencia de fuego de las lanchas cañoneras ya que las fragatas no podían acercarse a la costa por el poco fondo y las rocas de la costa. La fuerza terrestre se organizaría en tres columnas al mando de los tenientes coroneles Joseph Casasola, Pablo de Pedro e Ildefonso Domezain y la artillería estaría a cargo del capitán Tomas Butler. Para facilitar la marcha, y hacer el desmonte de caminos, se destacarían 100 milicianos al mando del teniente Juan Joseph de Fierros. Con todo ello, las columnas debían marchar con rapidez para conquistar el fuerte de Quepriva y posteriormente caer sobre el establecimiento principal inglés de La Criva.
 
          Pero todo resultó más fácil de lo esperado debido a la fuerte disuasión que creó la presencia en la zona de la  fuerza española. El día 30 de marzo llegó la escuadra frente a la costa donde estaba el fuerte de Quepriva y solo recibió unos tímidos cañonazos que permitieron un  rápido desembarco para comprobar que el establecimiento estaba casi abandonado y su artillería clavada. Visto lo cual, Don Matías ordenó dirigirse a Mistecric, donde había 200 casas de los ingleses, pero también lo encontraron abandonado y procedieron a su destrucción total. 
 
          Cuando se acercaba a la Criva la vanguardia de la fuerza, al mando de Don Gabriel Herbias, observaron que sus habitantes huían embarcados en piraguas, dejando los cañones y sus 250 viviendas en perfecto estado, por lo que el día 2 de abril se ocupó la fortaleza y el pueblo sin oposición.
 
          Mientras tanto los 1.500 hombres de las columnas de Vicente de Arizavalaga y de su segundo Nicolas de Urrutia estaban cumpliendo su misión en las montañas pero, al llegar al punto previsto de encuentro de ambas en el Embarcadero se encontraron con una emboscada de los ingleses que fue repelida, pero los españoles tuvieron 9 muertos y 110 heridos. Tras la persecución de esos ingleses hasta el lugar donde se unen los ríos Agalta y Paun, se encontraron con una fuerte resistencia de unos 500 ingleses que, tras una muy dura batalla, se les logró derrotar e infringirles bastantes bajas y por la parte española solo hubo cuatro muertos. Con ello se logró el control total de la zona.
 
          El 16 de abril de 1782 se dieron por concluidas las operaciones en la zona de río Tinto o Negro, ocupando en pocos días las cuatro fortalezas levantadas por los ingleses en la región: Quepriva, Black River, Mistercric y Ciriboya, lo que constituyó una importantísima victoria ya que quedaban liberadas del yugo inglés tanto el interior montañoso como la costa caribeña.
 
          En la zona nicaragüense del río San Juan Tomás de Julia consiguió conquistar Bluefields, último bastión que restaba a los ingleses en la costa de los Mosquitos; pero dejemos que resuma la historia el propio Don Matías de Gálvez, mediante una carta que remitió a su hermano, ministro de Indias, el 20 de abril de 1782, desde Trujillo:
 
                    “Excelentísimo Sr. Muy Señor Mío: Me hallo con la incomparable complacencia de poder participar a S. M. por medio de V. E. el feliz éxito y conclusión de mi campaña, habiéndose apoderado nuestras armas el día 3o del pasado, 1º y 2º del corriente, del fuerte de la Que-priva, la Criva, Mestecric, Siriboya y todos los demás frondosos establecimientos que poseían los ingleses en aquellos territorios, desamparándolos precipitadamente, dejando clavada la artillería de cinco fuertes, y retirándose a lo interior del país en busca de los indios Moscos y Zambos sus aliados, con quienes sucesivamente fueron batidos y derrotados en dos acciones por las tropas que bajaron por el rio Paun, en la forma que se refiere en el Diario que remito a V. E. con esta, y como podrán informar a viva voz los dos Oficiales que van de expreso, a prevención, para que si enferma el uno siga el otro.
 
                    También va el duplicado que corresponde a la rendición de la Isla y Puerto de Roatán, y en vista de todo reconocerá V. E. haber yo desempeñado lo que ofrecí al Rey, de que siempre que me vinieran los auxilios de mar que tenía pedidos, desalojaría a los Ingleses de toda la costa y Golfo de Honduras.
 
                  Hago ánimo de emprender mi viaje a Guatemala dentro de seis u ocho días, dejando competentes guarniciones en este puerto y en los fuertes y parajes más precisos de rio Tinto, en donde para agotar los negros prófugos los he cedido en nombre de S. M. al que los coja, con el premio de diez pesos por cada indio mosco o zambo vivo que aprisionen y entreguen en este campamento, y mil pesos al que prendiere al reyezuelo Mosco, y otros tantos por Kempis, general de los zambos: todo ello con conocimiento de que es menos costoso pagar por piezas la aprehensión de estos bárbaros que costear expediciones sobre ellos; y más estando metidos en malezas donde la hambre y la necesidad les podrán obligar a entregarse. Entre ellos dicen que hay también ingleses tan cargados de delitos y maldades en los dominios de su nación, que temen ser entregados a ella. Ya les llegó su exterminio y ruina a todos, y así se servirá V. E. hacerlo presente a S. M., esperando que reciba con su soberana clemencia este corto servicio que ofrezco a sus reales pies. N. Sr. guarde a V. E. muchos años. Puerto Trujillo 20 de Abril de 1782.
 
                    Excmo. Sr. B. L. M. de V. E. su más afecto servidor -- Matías de Gálvez. = Excmo. Sr. D. Joseph de Gálvez.
 
                    Posdata. = Llevan tres banderas de las 5 que se tomaron en Roatán, y no van todas por estar las otras rotas y deshechas.”
 
          Don Matías de Gálvez consiguió el grado de Teniente General el 7 de junio de 1782, caso único en la historia española: padre e hijo con la máxima categoría militar.
 
                    “En premio de la infatigable actividad, valor y acierto con que el Mariscal de Campo Don Matías de Gálvez ha dispuesto y concluido rápidamente las importantes y felices operaciones de su campaña, se ha dignado el Rey manifestar su soberana gratitud y ascenderle a Teniente General de sus Reales Ejércitos.”
 
          Las vastas extensiones de terreno conquistadas necesitaban hombres para su defensa por lo que Don Matías propuso que “esta parte de Centroamérica fuese poblada con gente pobre y necesitada de España” y, cuatro años después, llegaron dos naves con colonos de Asturias y de la isla de Tenerife. Este proyecto prueba no solamente el esfuerzo de la corona española por mantener su sistema colonial transatlántico en vigor, trasladando mano de obra según las necesidades regionales, sino que también revela la posición estratégica de la Costa de los Mosquitos para los intereses españoles.  
 
          Antes de irse hacia México, Don Matías de Gálvez, recomendó erigir dos Baterías para proteger la ciudad de Granada: una, acasamatada, en las isletas, el llamado Castillo de San Pablo restaurado en 1974, y otra en la costa del Gran Lago, El Fuertecito. Pues bien, a mediados de 1783 el ingeniero Ordinario José María Alexander, ejecutaba los planos de ambas, comenzando a construir El Fuertecito, cuyo terraplén y parte de sus murallas se conservan hoy día y luego la segunda. De manera que, ya para 1790, ambas baterías estaban concluidas, cruzando sus fuegos y auxiliados por cuatro lanchas cañoneras que recorrían el Gran Lago.
 
          En marzo de 1783 Don Matías escribe al Rey asegurándole ser los españoles "dueños absolutos de todo el seno de Honduras”. Había terminado su “gloriosa conquista contra los ingleses". 
 
MEXICO
 
          Gracias a esos éxitos, Carlos III nombró a Don Matías Virrey de Nueva España, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1784, abandonando Guatemala el 10 de marzo de 1783. Don Matías de Gálvez recibió el bastón de virrey en el pueblo de San Cristóbal Ecatepec, como cuadragésimo octavo virrey de aquel territorio y, el 28 de abril de 1783, fue solemnemente recibido en la ciudad de México como ningún otro virrey lo había sido hasta la fecha. Su estancia fue corta pero intensa ya que, entre otras cosas...
 
               - contribuyó al establecimiento de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, interesándose con el rey para que la acogiese bajo su protección y se fomentase el estudio de la escultura, de la arquitectura y de la pintura, sirviendo de noble estímulo para la educación de muchos, que hasta entonces no habían encontrado apoyo para demostrar su talento.
 
                - dividió a la ciudad de México en cuatro cuarteles con la intención de mejorar la administración pública y la seguridad en las calles, embelleció la plaza mayor y se terminaron las torres de la catedral
 
               - inició la construcción del castillo de Chapultepec, que luego su hijo Bernardo proseguiría, pero sin llegar a concluirla
 
               - mandó limpiar las acequias, empedrar las calles y ordenó el primer censo de vehículos
 
               - creó las cajas de comunidad para indios, con el objeto de que se ayudaran económicamente e interesarles en los negocios
 
               - ordenó la reedición de La Gaceta de México, que era el periódico del virreinato.
 
               - fundó en México el Banco Nacional de San Carlos
 
             - publicó un bando  para mejorar las condiciones de vida de los indios gañanes porque “Ellos deben ser privilegiados y mirados con consideración por las leyes y por otros muchos motivos justos que les asisten y les califican acreedores a la protección y el favor…”
 
               - implantó el Monte de Oficinas para proteger a las viudas de los funcionarios públicos
 
              - ordenó que se siguieran reuniendo todos los documentos dispersos relacionados con la historia de la Nueva España, con el objeto de dar una información más completa para ayudar en la restauración de una Historia General de las Indias, sobre la que se estaba trabajando en Madrid y Sevilla.
 
               - impulsó las medidas defensivas de las costas y de la frontera norte del virreinato
 
               - inspeccionó la fábrica de pólvora de Chapultepec y alentó la creación de otra en Santa Fe.
 
               - fomentó en gran escala el cultivo del lino y el cáñamo
 
          Por todo ello, como dice el historiador Enrique Romeu Palazuelos:
 
                    “Don Matías demostró en Nueva España sus condiciones administrativas. Desarrolló en el virreinato el auténtico espíritu de la Ilustración, que le hacía ser en menor grado que un rey, un pequeño gobernante déspota ilustrado, siendo un poco el padre del pueblo. Siguiendo esas directrices, procuró poner en práctica sus deseos de que se cultivasen las artes y las ciencias y al mismo tiempo que sus subordinados mantuvieran cierto nivel de bienestar. Desarrollo sus actividades entre el boato y el lujo casi obligatorio en el protocolo virreinal y la modestia de su sencilla condición humana.”
 
          Don Matías de Gálvez fue recordado por la rectitud y prudencia de su gestión y murió a la edad de 67 años el 3 de noviembre de 1784, siendo enterrado en la iglesia de San Fernando de la ciudad de México. El rey apreció tanto su labor que otorgó la dispensa del juicio de residencia al que estaban obligados todos los virreyes en América.
 
          Su mujer Ana de Zayas volvió a Málaga para pasar los últimos años de su vida y, aunque había testado anteriormente en México el 22 de noviembre de 1785, ya en Málaga modificó en parte el testamento el 30 de mayo de 1787, sin anular el anterior, y nombró como únicos herederos a sus sobrinos Josefa, Francisco y Ana María Fernández de Córdoba y Zayas, los tres hermanos, que eran hijos legítimos de su cuñado José Fernández de Córdoba y de su difunta hermana Dorotea de Zayas.
 
EL CANAL TRANSOCEÁNICO
 
          Un ejemplo del genio de Don Matías de Gálvez lo tenemos en el encargo que realizó al arquitecto D. Miguel Galisteo de la Nivelación del lago de Nicaragua con el Océano Pacífico y aunque el informe de éste fue desfavorable, por la enorme diferencia de altitud entre ambos, este estudio fue posteriormente usado para la construcción del actual Canal de Panamá. 
 
          En una carta a la Corte del 21 de noviembre de 1781, Don Matías expresó sus ideas relativas al asunto del canal inter-oceánico. Es interesante conocer de su propia mano las opiniones que a este respecto se había formado:
 
                    “Desde que supe que uno de los adelantamientos más interesantes en su proyecto, con que contaban los ingleses en las empresas de adquisición de la Provincia de Granada, su gran lago y adyacentes, giraba sobre el designio de franquear la navegación y comercio desde la mar del Norte a la del Sur, abriendo el istmo que la separa del lago, no han tenido intermisión mis desvelos, hasta ver demostrada esta imposibilidad, que siempre fundé en lo mismo que ahora ha resultado.
 
                    La nivelación que por menor manifiesta el plano que acompaño á VE. concluye sin duda de inasequible semejante idea, pues la altura excedente de la superficie de la laguna, respecto de la del mar del Sur es 134 pies castellanos, 7 pulgadas y una línea: hecho canal de comunicación en menos de cuatro leguas que median, habría por necesidad de secarse el río de San Juan, que se forma de sus aguas; respecto que éstas se dirigirían entonces por el nuevo canal, que les daba mayor declivio, y lo que es más, extinguirse también el mismo lago, según lo persuade la notable circunstancia de que su fondo o asiento consiste en la parte profunda en 88 pies y 6 pulgadas; pues los 46 pies y una pulgada que todavía restan y tiene de más altura el asiento que la superficie de la mar, dan suficiente declinación al curso de las aguas en la distancia que abrazaría el canal.
 
                    Esta operación, como el plano explica, se ha ejecutado en el modo más sencillo, natural y probable, cual es el nivel de agua, y con muy poco gasto, por don Manuel Galisteo, agrimensor aprobado y sujeto de pericia no sólo en el uso de este instrumento, sino en el de los demás de su naturaleza, mediante que no ha podido practicarse por ninguno de los tres ingenieros que tiene este Reino... para inferir la imposibilidad de los proyectos enemigos y error con que ellos y los geógrafos que describen aquella Provincia han procedido, allanando siniestramente esta inaccesible empresa.”
 
          Asimismo, en otra comunicación dirigida al Ministerio de Indias, con fecha 17 de abril de 1782 decía Don Matías:
 
                    “Vuelvo a asegurar a V.E. que el río de San Juan no ha sido navegable, ni  lo puede ser, y de presente tengo la evidencia de que una goletilla y una balandra que bajaban del gran lago con la expedición que mandé venir por el río, estando éste en lo más lleno de las aguas, por falta de fondo encallaron por el raudal llamado de Machuca y la Bartola, y no se han podido sacar.”
 
          Pues actualmente este asunto se ha retomado, usando el proyecto de Don Matías, por una empresa china que rivalizará con dicho Canal de Panamá.
 
EPÍLOGO
 
          Toda su vida Don Matías de Gálvez desplegó una impresionante capacidad de trabajo y durante sus años en América su labor fue ingente por lo que es recordado por la rectitud y prudencia de su gestión.
 
          Los ingleses pretendían ocupar una zona de América Central que les permitiese unir el Pacífico con el Caribe y así dividir el virreinato de Nueva España. La misión de Don Matías de Gálvez era evitarlo con las escasas fuerzas que tenía y la gran extensión de territorio a defender y lo consiguió de una manera encomiable.
 
          Durante su virreinato, fue muy querido del pueblo por su personalidad amable y por las obras públicas llevadas a cabo bajo su mandato. Entre éstas se destacan el desarrollo de instituciones culturales, el inicio del primer periódico en la capital mexicana, la Gaceta de México, una academia de diseño, el Banco de San Carlos y el comienzo de la construcción del castillo de Chapultepec.
 
          Como decía el historiador Carlos María de Bustamante:
 
                    “Don Matías de Gálvez era naturalmente bondadoso, amigo de hacer el bien, divertido en sus conversaciones que sazonaba como todo andaluz, y sobre todo agradecido al favor de los que le habían servido fielmente y acompañado en Guatemala… Puede decirse que no dejó un hombre quejoso, ni por su causa se derramó una lágrima dolorida, si no fue por su muerte…”
 
          Considero necesario mencionar aquí la inmensa tarea realizada en la difusión de la figura de la familia Gálvez por la Asociación Bernardo de Gálvez de Málaga. Asimismo quiero resaltar el esfuerzo y dedicación del historiador Don Carlos Cologan Soriano por estudiar y difundir el impresionante archivo familiar que tiene en Tenerife.
 
          Casi nadie sabe quién fue Don Matías de Gálvez, y la enciclopedia española apenas dedica cinco líneas a quien defendió millones de kilómetros cuadrados para España, con un puñado de hombres, humillando el orgullo inglés. En la oración fúnebre que pronunció el orador D. José Patricio Uribe, dijo con justicia, que “el virrey había sido honrado, sincero, bondadoso, y por lo mismo digno de que la humanidad guardase memoria agradable de él, recordando siempre el candor que mostró en todos sus hechos.”
 
          Don Matías de Gálvez fue uno de los grandes y buenos hijos de España que al pasar por las tierras americanas lograron dejar su nombre unido al recuerdo de empresas que ennoblecen a quien las realiza, porque tienen su raíz en el amor de la patria y se dirigen al bien común, estrechamente ligado con la honra nacional
 
          Por todo ello, Matías de Gálvez se merece por méritos propios estar entre los más grandes héroes del ejército español, en un lugar al menos similar al de su hijo Bernardo.
 
- - - - - - - - - - - 
 
REFERENCIAS
-Vázquez de Acuña, “El capitán General D Matías de Gálvez”, revista de Historia Militar, núm. 21, 1966
-Alvarez Rixo, José Agustín Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava 1701-1872, Tenerife, Gobierno de Canarias
-Viera y Clavijo, Joseph, Noticias de la Historia de Canarias, Madrid, 1978
-Rumeu de Armas, Antonio, Piratería y ataques navales contra las islas Canarias, 1947, Madrid
-Mercurio Histórico y Político, Madrid, volúmenes de abril 1780, junio 1781, junio 1782, julio 1782, enero 1783, septiembre 1783 y septiembre 1786
-Archivo General Militar de Madrid. Colección Clonard, legajo 31
-Pastor Fasquelle, Roberto. Historia de Omoa, 2008, Instituto Hondureño de Antropología e Historia
-Zazo,  Ramón Blasón y genealogía de la casa de los Gálvez de Macharaviaya, 1771
-Chavez, Thomas E. Spain and the Independence of the United States, 2002, Albuquerque, Universidad de Nuevo México
-Morote Chapa, Francisco: “Notas y noticias sobre don Matías de Gálvez, virrey de Nueva España”, Anales del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Valencia,  Tip. De Vives Mora, Valencia 1930
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -