En busca de la arqueta escondida
Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en La Opinión el 9 de diciembre de 2017).
Tal día como hoy festividad de la Inmaculada, Patrona de la Infantería española, hace 39 años, se hizo entrega del cuartel de San Carlos que durante tantos años lo fue de este arma, al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Quizás fuera bueno esperar a esa misma fecha del año próximo para ponerlo en servicio por aquello de conseguir los 40 años y así se podrían celebrar las bodas de rubí con la incuria. Ese mismo día de la entrega se publicó mi primer artículo en prensa que titulé: Pequeña Historia del Cuartel de San Carlos. Todo lo que allí decía procedía de la información obtenida de la arqueta que en su día depositó en ese cuartel el ingeniero militar Luis Muñoz.
He prometido varias veces que contaría mi pequeña aventura de la busca de esa arqueta. Hora es ya de hacerlo. Aunque parafraseo en el título el de la película que tiene como protagonista a Indiana Jones, mi búsqueda poco tuvo que ver con la del famoso aventurero. Porque antes de buscar la arqueta lo que realmente descubrí, fue un libro, no editado, colocado y olvidado en un estante de una biblioteca lagunera desde el año 1953 y ese libro me llevó a la arqueta.
El autor en el viejo Cuartel de San Carlos
En el año 1977 pertenecía yo a la Asociación pro monumentos a la Hispanidad y a la Gesta del 25 de julio, que había sido creada por el doctor Llabrés Delgado, don Lorenzo incluso para sus amigos más íntimos. Teníamos reuniones de trabajo que realmente eran agradables comidas rematadas por unas instructivas e inolvidables tertulias . Uno de los vocales y admirable tertuliano era el gran historiador Enrique Romeu Palazuelos. En una de esas tertulias me comentó: "En el Patronato de Osuna en La Laguna, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, hay un libro que te puede interesar, está sin editar, mecanografiado, es de un militar, no recuerdo su nombre, trata de los castillos y fortificaciones de aquí de Canarias". Cuando lo tuve en mis manos no podía creer lo que estaba viendo, aquello para mí, ingeniero militar, era una joya, una descripción completa de todos los castillos, fortificaciones y edificios militares del archipiélago, acompañada de planos y fotografías. Se trataba, quizás lo hayan adivinado, del libro del general José María Pinto de la Rosa: Apuntes para la Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias.
Años después, en 1996, el coronel de Artillería Juan Tous Meliá, con un tesón digno de elogio, consiguió editarlo con una calidad que mereció ese año el segundo premio de libro mejor impreso de España en la modalidad de libro técnico, de investigación y erudición. Para eso necesitó poner de acuerdo a los siete cabildos isleños, al Gobierno de Canarias, al Ministerio de Defensa y a la Zona Militar de Canarias. Increíble pero lo logró. En la presentación con la que comienza el libro tuvo la amabilidad de agradecerme el descubrimiento, la divulgación de la obra y su puesta a disposición del Museo Militar.
Pude acceder al libro en la última semana de enero del año 1978. Después del primer vistazo curioso a los magníficos planos y fotografías antiguas que contenía, me fui directamente al apartado en que trataba del cuartel de San Carlos Ese cuartel fue mi primer destino a la salida de la Academia, por lo que tenía un gran interés en conocer cuándo y cómo había sido construido. En principio quedé un tanto decepcionado porque la extensión que le dedicaba era más bien poca, pero al leer el contenido me encontré con una sorpresa que me levantó del asiento, decía y aún dice en la versión ya editada:
"Sobre la puerta de la derecha de la segunda cuadra de Artillería, quedó depositado en un cajón de madera de tea fuerte y bien acondicionado, un frasco de cristal lacrado que contiene copia de la Memoria de construcción con expresión de los Jefes Militares que en aquel año mandaban las islas, y otros detalles sobre la obra del cuartel; un estado general del Cuerpo de Ingenieros del mismo año; lista de los empleados y operarios que han tomado parte en la obra con expresión de los pueblos de su naturaleza. Varios periódicos con noticias, estadísticas de administración relativas a las islas, monedas de plata y cobre de la Reina Dª Isabel II acuñadas el mismo año y algunas semillas."
De dónde obtuvo esa información Pinto de la Rosa no he podido saberlo, está claro que el ingeniero militar Luis Muñoz tuvo buen cuidado de dejar un rastro suficiente para que alguien pudiera encontrar su arqueta y leer su memoria que para él venía a ser como un pliego de descargo.
En aquellas fechas se sabía que el cuartel iba a ser entregado al ayuntamiento de Santa Cruz en cualquier momento. Había que darse prisa. Por lo que en la tarde del miércoles 8 de febrero, previos los permisos correspondientes, se organizó la expedición en busca de la arqueta escondida. La expedición la componían un capitán, el que estas líneas escribe, un teniente José Luis Suarez Colorado, un maestro albañil y un peón. Ya había aprendido que cuadra en el lenguaje de aquella época significaba dormitorio de tropa. El libro decía, sobre la puerta de la derecha de la 2ª cuadra de Artillería. No entendía lo de Artillería, más tarde supe que en principio el cuartel iba a ser mixto, para Infantería y Artillería. El dato en el que había que apoyarse era lo de 2ª cuadra ¿Contando desde la derecha o desde la izquierda? Decidimos hacerlo desde la izquierda. Los dormitorios tenían dos puertas una de ellas cegada. Elegimos la puerta cegada, la de la derecha de la fachada. Utilizando una burra de andamio el maestro albañil pudo llegar a la altura del dintel de la puerta y con una maza comenzó a dar pequeños golpes sobre el mismo y al llegar justo al centro gritó ¡aquí está hueco!
La flecha señala el hueco en que se escondía la arqueta
Casi frenéticamente comenzó a golpear con una picareta y el pequeño tabiquillo que tapaba el hueco se deshizo rápidamente. Metió la mano y sacó algo que no esperábamos, algo que Pinto de la Rosa no relacionaba, una botella de vino tinto con una etiqueta que decía 1850, después apareció la ansiada arqueta, 35x25x25 cm, de madera de pino tea canario con aspecto de nueva como si la hubiesen colocado el día anterior, ya se sabe que esa madera es prácticamente imputrescible; pero había algo más, otra botella de vino, esta vez blanco con la misma etiqueta, sólo que éste ya no existía, había cristalizado y formado una figura parecida a las del anís escarchado. Me fui con todo a mi despacho lo guardé cuidadosamente bajo llave y esa noche me costó una enormidad conciliar el sueño.
Abriendo la arqueta.
(De izquierda a derecha, Teniente Coronel Echarte, Capitán Ezquerro y Capitán Padilla)
Al martes siguiente, 14 de febrero, acudí con mi descubrimiento al Palacio de Capitanía General, porque esa mañana en el antedespacho del Capitán General se celebraba, con una cierta solemnidad, el acto oficial de la apertura de la arqueta. Los clavos que se habían utilizado para cerrar la arqueta no eran muy grandes por lo que la apertura resultó fácil. Fui el encargado de ir sacando todo lo que contenía. Aunque ya sabía lo que iba a encontrar por la descripción de Pinto de la Rosa, aquel fue para mí un momento muy especial. Al retirar la tapa lo que se veía a simple vista era un rollo de periódicos. Pero dentro de ese rollo se ocultaba un frasco de cristal de boca ancha de los que se utilizan en farmacia con su tapa del mismo material perfectamente lacrada; en su interior estaba un cilindro formado por los documentos que ya sabemos. La memoria era un cuadernillo formado por folios doblados a tamaño cuartilla cosidos por un cordel de color amarillento y trataba de todas las obras realizadas por la Comandancia de Ingenieros de Santa Cruz de Tenerife, durante ese año, con un especial capítulo dedicado al cuartel de San Carlos. El Capitán General, teniente general Prada Canillas, presentó a continuación en rueda de prensa la arqueta y su contenido.
Portada de la Memoria redactada por el Coronel D. Luis Muñoz
Al día siguiente el descubrimiento se publicó en prensa, radio y televisión, pero la noticia importante que abría todas las portadas era el Pleno del Congreso que esa mañana iba a tratar del grave problema de la pesca en Canarias. Curiosa coincidencia porque el Avisador de Canarias del día 11 de enero de 1851, que era el periódico que cubría externamente el rollo que envolvía al frasco de cristal llevaba en su portada un artículo a toda plana sobre el mismo tema. El desaparecido vespertino La Tarde publicaba un artículo de Eliseo Izquierdo que entre otras cosas decía:
"Esa botella aventurera que cruzara el océano del tiempo, 127 años navegando en silencio sobre el dintel de una vieja puerta de tea, esa botella que el certero olfato investigador del capitán Padilla acaba de descubrir viene a ser como un símbolo de la realidad canaria. Siglo y cuarto y el tema de la pesca en Canarias sigue siendo una cuestión que parece no tener solución."
A los pocos días se llamó al historiador Alejandro Cioranescu para que diera su opinión sobre los documentos encontrados y para mi sorpresa su dictamen fue que carecían de valor histórico. Sin embargo, en su conocido libro que se publicó al año siguiente: Historia de Santa Cruz de Tenerife, en la nota 48 del capítulo XII, Santa Cruz Militar, deja constancia del hallazgo, con algún error, porque no fue un descubrimiento casual durante los trabajos de derribo, como dice, ni tampoco fue en el año 1977.
Ese criterio negativo de Cioranescu fue nefasto para el futuro de los documentos, nadie se preocupó de conservarlos y quedaron abandonados a su suerte; afortunadamente pude fotocopiarlos y sobre ellos versará el próximo artículo, que más que mío será de mi antecesor Luis Muñoz como protagonista absoluto, en compensación de éste, en el que he abusado de expresarme en primera persona; pido disculpas por ello pero me ha sido imposible evitarlo.
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