Don Luis Cola Benítez y Santa Cruz de Tenerife
Por Carlos Hernández Bento (Publicado en el mejicano Diario de Colima el 6 de agosto de 2017).
Palabras por la muerte de don Luis Cola que escribí para leerlas en la Misa "Sabandeña" del Cristo de Paso Alto, 2016, Santa Cruz de Tenerife.
Érase un hombre a su ciudad pegado. La ciudad-jardín de los palacetes y hoteles. La de los parques, la de las ramblas y plazas con laureles. La del puerto que le dio el ser, puente sobre el Atlántico que es. La amable en tiempos de paz y fuerte en tiempos de guerra. La de los guanches primeros; la castellana y la americana; la inglesa y la francesa. Y muy del siglo XIX, muy pujante y capitalina, tolerante y cosmopolita. Custodiada por los gigantes de Anaga que se levantan a su espalda, bajo un cielo limpio que traspasa un sol radiante, esta población fue la que vio nacer a nuestro Luis.
Amigos hay que dicen que escrito y destinado estaba que fuera su brillante cronista. Y lo dicen porque saben bien lo que dicen, porque conocieron de cerca que su Amor por ella, tan lleno de vivencias forjadas en el seno de sus calles, lo supo trasladar a una forma de trabajar a la que se entregó sin límite alguno.
A la curiosidad infantil unió, desde muy pronto, la pasión de la juventud y el tesón y la paciencia del hombre maduro, cualidades que mantuvo en llama toda su vida y que, inevitablemente, acabarían llevándolo, sin prisa pero sin pausa, al territorio que sólo pisan los sabios.
Para nosotros, gentes de su ciudad, quedará por siempre como un cronista extraordinario y señero, brillando como escrupuloso investigador, como divulgador de verbo sugestivo y como indignado defensor de su íntimo patrimonio urbano.
Amó a nuestra querida capital, como se debe de amar, con todo el corazón. Paseante y atento policía de su entorno, lector y oyente infatigable de conferencias, cofundador de la "Tertulia Amigos del 25 de Julio", Cruz del Mérito Militar, con varios premios periodísticos y socio número uno del Club Deportivo Tenerife.
Nuestro Luis fue educado en la humildad. Era servicial y amigo de sus amigos, muy activo -diríase vivísimo-, mesurado en todo, atento y respetuoso oyente de sus interlocutores. Alegre, pícaro, risueño y muy, muy optimista. ¿Cómo no te vamos a echar de menos, don Luis?
Adiós, amigo maestro, te lloraremos un buen tiempo. ¡Cómo se debe de llorar a quién se tiene en alta estima! ¿Olvidarte?... ¡Olvidarte, nunca!
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