Si esas piedras pudieran hablar...
Por Alastair F. Robertson (Publicado en el número 580 de Tenerife News -21 de julio a 3 de agosto de 2017-. Traducción de Emilio Abad)
En Inglaterra, cuando uno visita lugares históricos como antiguas viviendas o castillos en ruina, siempre piensa para sí: “Si esas piedras pudieran hablar…”. Pues bien, aquí, en Tenerife, existan unas cuantas piedras que aunque no puedan hablar, sí tienen una historia que contarnos.
Hay cinco lápidas con inscripciones y grabados en Santa Cruz, tres en el Museo Militar de Almeyda y dos en los restos del Castillo de San Cristóbal, bajo la Plaza de España, lo que nos retrotrae unos 540 años, a cuando se construyó la fortaleza de San Cristóbal, que sería demolida entre 1928 y 1930.
De las tres lápidas de Almeyda, la primera es un bajo relieve del siglo XVII representando a San Cristóbal, el patrón de los viajeros, que originalmente estuvo colocada sobre la entrada principal a la fortaleza. Aparece en su postura clásica, de pie sobre una roca, llevando un bastón y ayudando al Niño Jesús a cruzar un río, para lo que lo transporta, desnudo, sobre su hombro derecho. Quizás lo eligieron como patrón por acoger las oraciones de los primeros navegantes españoles que le suplicaban un viaje seguro desde la Península a las Islas Canarias.
San Cristóbal, el santo sirio, ayudando al Niño Jesús a cruzar un río.
La segunda es el antiguo escudo heráldico de Tenerife. Este escudo de armas fue concedido en Madrid el 23 de marzo de 1510, tan solo quince años después de la conquista de la isla, la última de las Canarias que tomaron los españoles. La concesión se hizo a Pedro de Vergara, mensajero de la Corte Real, por el rey Fernando el Católico en nombre de su hija Juana la Loca. Fernando había designado a Juana Reina de Castilla tras la muerte de su madre, su esposa la Reina Isabel de Castilla en 1504, y dado el estado mental de Juana, Fernando se había autonombrado Regente, con lo que dirigía los dos reinos.
Pedro de Vergara fue uno de los conquistadores de Tenerife que, como recompensa, había recibido tierras y derechos sobre el agua. También fue designado alcalde, corregidor e intendente en nombre del Rey, y ocupó otros cargos hasta su muerte en Las Palmas en 1535
El antiguo escudo de armas de Tenerife
Volviendo al escudo, en la parte inferior aparecen unas ondas marinas desde las que se levanta una alta montaña representando al Teide, de cuyo cono surge fuego. Dominándolo todo está San Miguel, con una bandera en su mano derecha y un escudo en el brazo izquierdo. Los símbolos nacionales del doble reino de Castilla-León del norte de España están representados por el castillo de Castilla, a la derecha del santo, y el león de León a su izquierda.
El escudo de armas estaba primitivamente ubicado sobre la puerta de entrada a la “Fortaleza Vieja”, el primer recinto defensivo de Santa Cruz, construido por el Cabildo de Tenerife en los inicios del siglo XVI. Luego se trasladó al nuevo Castillo de San Cristóbal, levantado en 1557 a instancias de don Juan Álvarez Fonseca.
Y luego, en tercer lugar, tenemos el escudo de armas de don Juan Álvarez de Fonseca, también del siglo XVI. Asimismo estuvo colocado sobre la puerta principal de entrada al Castillo de San Cristóbal.
Su escudo está dividido en cuatro cuarteles en los que aparecen cinco estrellas, una antorcha, dos perros (los canes de Canarias) y la cruz de Santiago. En la parte inferior hay un águila bicéfala y en la superior un casco empenachado mirando hacia la izquierda del espectador.
El escudo de armas de Juan Álvarez de Fonseca, primer gobernador de Tenerife
La disposición de los escudos sobre la puerta del Castillo de San Miguel en Garachico nos hacen presumir una situación similar en los de San Cristóbal.
Y ahora surge la pregunta:”¿Quién fue Juan Álvarez de Fonseca?” Natural de Granada, fue designado primer gobernador y capitán general de Tenerife y La Palma, ejerciendo los cargos en dos ocasiones: la primera entre 1573 y 1577 y la segunda de 1579 a 1582. Álvarez fue el impulsor de un tremendo esfuerzo en la reconstrucción y mejora de las fortificaciones de Tenerife, lo que se consideraba muy necesario para la defensa frente a ataques piráticos. Francis Drake, nuestro propio héroe inglés, se estaba convirtiendo en una pesadilla en la Península por aquellos años, al punto que era el “coco” con que los padres españoles asustaban a sus hijos cuando no se comportaban como era debido.
Álvarez fue famoso no sólo por las obras militares, sino que también a él se deben el abastecimiento de aguas a Santa Cruz y la reconstrucción de la Torre del Conde, en La Gomera, de la que existe una réplica en la Punta del Hidalgo. Falleció en 1585, poco tiempo después de su regreso a la Península.
Durante su estancia en Tenerife, Álvarez fue un hombre importante, y en sintonía con personajes similares en puestos públicos, quiso asegurarse de que todo el mundo lo supiese. Las dos inscripciones expuestas en los restos del Castillo de San Cristóbal, son placas conmemorativas dedicadas por igual a Álvarez y a la fortaleza. En la cuarta lápida de piedra se puede leer:
“Esta obra se realizó bajo el mando del gobernador e ilustre señor Juan Álvarez de Fonseca.”
Y la quinta de nuestras piedras también estuvo situada, junto al escudo de armas de Álvarez, sobre la puerta de entrada al patio principal del Castillo de San Cristóbal. En ella se lee:
“Esta obra fue encomendada por Su Majestad (el rey Felipe II de España) al ilustre señor Juan Álvarez de Fonseca, gobernador de estas islas, y se levantó a expensas de la isla el año 1576”
De modo que a Álvarez se le encargó el trabajo y los tinerfeños tuvieron que costearlo, aunque, al fin y al cabo, era su isla lo que la fortaleza defendía.
Este artículo no cuenta una gran historia, pero estas pequeñas muestras de evidencias de primera mano, unidas a un poco de investigación, forman parte de un puzzle histórico, un cuento corto de piedra, de hace 540 años, sobre uno de los edificios más antiguos de Tenerife y dos de los hombres que lo construyeron.
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