La influencia mudéjar
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en el número 576 de Tenerife News -19 de mayo de 2017). Traducción de Emilio Abad.
Le oigo decir: "¿La influencia qué?" "¿Se trata de un anagrama o algo similar?" La verdad es que no. Mudéjar era el nombre que se daba a los árabes o moros que vivían en territorio controlado por los cristianos en la España peninsular de la Edad Media.
La siguiente pregunta se refiere a cómo pronunciar la palabra. Para los ingleses, nuestro primer intento probablemente resultará en algo así como “muddy jar”, que naturalmente no es correcto.*
Para encontrar el origen del nombre debemos retroceder bastantes siglos en la Historia de España. Tras el auge del Islam en el siglo VII después de Cristo, los moros, que era el nombre que se le daba entonces a los árabes, invadieron España a partir del año 711 y conquistaron buena parte de la Península, trayendo con ellos una civilización foránea con un elevado grado de cultura que incluía, entre otros aspectos, los jardines ornamentales, estanques y fuentes y, desde un punto de vista más práctico, un sistema revolucionario de la agricultura con innovaciones tales como nuevos productos alimenticios y las norias para facilitar los regadíos.
Pero nada dura eternamente; los árabes fueron derrotados y expulsados de España en 1492, pero, aunque fueran vencidos y sojuzgados, la influencia de los moros, o mudéjares, se siguió haciendo presente, siendo la arquitectura la más obvia muestra de la herencia oriental. El gusto por lo mudéjar se había impuesto mucho antes, durante el siglo XIV, bajo el reinado de Pedro I de España, también conocido como Pedro el Cruel, quién reinó entre 1350 y 1369 y desde luego no sobre todo el territorio peninsular. Reconstruyó el Alcázar de Sevilla con el estilo arquitectónico de un palacio árabe.
Se puede decir que el Renacimiento español comenzó en aquel importantísimo 1492, el año en que los moros fueron vencidos y Colón descubrió el Nuevo Mundo (Es interesante constatar que la última parte que Colón divisó del “Viejo Mundo” fue La Gomera). Tras la conquista de las Islas Canarias, en el siglo XV, cuando los guanches de Tenerife fueron vencidos, la arquitectura mudéjar, con muchas otras cosas españolas, llegó al Archipiélago.
En mi colección de libros sobre Tenerife hay uno titulado Canarias, Una Enciclopedia temática, publicado por el periódico El Día en 1995, y que, si puede usted hacerse con un ejemplar, merece la pena leer. En la sección dedicada al Arte, y bajo el epígrafe “Mudéjar”, se relacionan cuatro características que se pueden observar hoy en día.
Esgrafiado
Esta curiosa palabra es el nombre que recibe un técnica artística en la que dos capas de escayola y arena, de diferentes colores, se aplican a las paredes de un edificio. A continuación, y siguiendo una pauta, se raya la capa exterior lo que permitirá mostrar el color de la capa que hay debajo. Existe un ejemplo bajo los aleros de la iglesia de San Agustín en La Orotava. Me pregunto por qué no se trabajaría también en Inglaterra, por ejemplo en East Anglia, donde los edificios con tejados de madera están recubiertos de enlucidos coloreados.
Ventanas con arcos gemelos
Es éste un nombre que conduce a equivocaciones, por que puede significar la existencia de dos ventanas, una junto a la otra, cada una de ellas con un dintel arqueado, o bien una sola ventana con dos dinteles en forma de arco; en realidad el término se refiere a ventanas altas, con postigos y un enrejado saliente, sobre antepechos o bases apoyados en ménsulas o repisas de madera, a dos alturas (de ahí la denominación de arcos gemelos). El propósito de estas ventanas en la comunidades moras, en las que las mujeres se ocultaban de la vista de las gentes, era el de permitirlas observar la calle que discurría por debajo sin ser vistas.
El ejemplo más destacado y quizás el mejor conservado en Tenerife está en La Laguna, en un rincón de los muros que encierran el Convento de Santa Catalina, en lo alto de la confluencia de las calles Viana y Obispo Rey Redondo (antiguamente La Carrera), desde donde las monjas pueden contemplar su única visión del mundo exterior.
Empalizada de madera de la Batería de San Fernando (Foto del autor)
Muros
De nuevo no es el nombre más adecuado para esta organización defensiva. Las verticales empalizadas de maderos terminados en punta que rodean la capilla de San Telmo en el Puerto de la Cruz y la batería de cañoncitos de San Fernando en La Rambla de Castro son otros legados de los mudéjares. Podrían haber sido efectivos contra ataques con espadas, lanzas y flechas en las luchas de la Edad Media, pero no supondrían una gran protección contra las armas de fuego ni, en absoluto, contra cañonazos. Al final las empalizadas seguramente serían un símbolo del "estatus", quizás el equivalente a una verja en un jardín delimitando una propiedad privada.
Techos artesonados
Los techos artesonados son intrincados, con muchos ángulos y muchos paneles de madera. A menudo son admirables en las iglesias, tallados con muchos adornos y algunas veces sobredorados, mientras que en las grandes casas del XVII y comienzos del XVIII, aunque se mantiene la misma estructura, no están tan decorados. Edificios como la Casa de los Balcones y el inmediato Museo del Alfombrista, que es la fascinante Casa de las Alfombras, en La Orotava (las alfombras de tierra y de flores que se pueden ver en sus calles en determinadas épocas del año) son buenos ejemplos.
Techo artesonado en la capilla de San Antonio, iglesia de la Concepción, La Laguna. (Con agradecimiento a El Día por facilitar esta fotografía)
La influencia mudéjar en la arquitectura española es tan solo uno de los muchos beneficios artísticos y científicos que llegaron a Occidente. Como pequeño ejemplo valdría preguntarse que ¿cuanta gente sabe que los números que utilizamos en nuestra vida diaria son en realidad arábigos? Pero lo que realmente me impresiona de todo esto es que la apertura de las mentes y la armoniosa mezcla de ideas entre culturas radicalmente distintas, especialmente la presencia de sentimientos islámicos en las iglesias cristianas, podría enseñarnos una lección y merecería la pena extenderse en este convulso mundo en que vivimos.
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*A continuación, el autor explica como se deben pronunciar en inglés las tres sílabas de la palabra “mudéjar” para que se parezca a su vocalización española. No se traduce pues no tiene sentido hacerlo.