Presentación del libro de Juan Carlos Cardell "El Lugar de Santa Cruz de Tenerife"

 
A cargo de Emilio Abad Ripoll  (Real Casino de Tenerife, 17 de mayo de 2017).
 
 
         
          No es la primera vez que Juan Carlos Cardell me honra ofreciéndome ser presentador de uno de sus libros, pues con ésta son cuatro las ocasiones en que nos sentamos juntos para hablar de una obra nacida de su inquietud intelectual, su afán investigador y su amor por Santa Cruz. Y hoy al agradecimiento se une la firme convicción de que el único ser de la Creación capaz de tropezar cuatro veces en la misma piedra se llama Juan Carlos Cardell. Desde septiembre de 2004 en que juntos presentamos sus dos primeros libros, sigue sin aprender ni percatarse de que hay muchas personas, buena parte de las cuales están en este mismo salón, que harían mucho mejor que yo el trabajo. Pero en fin, a lo hecho, pecho, y que arrostre él con las consecuencias.
 
          “¿Y quién es él?”, como diría un conocido cantautor. Quizás sea obvio hablar de Juan Carlos, pero lo protocolario en estas situaciones conlleva comentar algo sobre el autor. Estoy seguro de que la mayoría de ustedes, a diferencia de Perales, sí saben quién es él. Conocen que tiene a orgullo (dicho sea de paso, como yo) ser antiguo alumno de La Salle, y que ostenta el título de Ingeniero Superior Industrial, que ha ejercido a lo largo de su dilatada vida profesional, de la que se jubiló hace unos pocos años. Y también puede que no muchos sepan que algunos de esos enormes depósitos de carburantes de la Refinería se debieron a sus proyectos y trabajos. 
 
          Y quien le haya tratado medianamente de cerca sabe de sobra que siente veneración por su familia. Permítanme que demuestre esta aseveración con una simple muestra. Su primer libro lleva la siguiente dedicatoria: “A mi esposa e hijos por el tiempo que no les he dedicado” . El segundo, “A Kokocho, con cariño”.  El tercero, “A Evaristo, mi hermano”.  El cuarto, ,Y el quinto, éste, “A mis nietos”
 
          Pero dejando aparte estas facetas profesional y familiar, y entrando en el terreno que nos ocupa esta noche, el de la investigación histórica, el ingreso de Juan Carlos Cardell en la Tertulia Amigos del 25 de Julio en la tarde de un ya lejano 25 de septiembre de 1999, cuando aún no se habían cerrado las conmemoraciones del Bicentenario de la Gesta, supuso para él el pistoletazo de salida en la apasionante carrera de poner por escrito lo que su afán coleccionista e investigador había ido recolectando. Pocos años después comenzaban a aparecer sus libros: Héroes y testigos de la derrota de Nelson en Tenerife, Los desertores en la Gesta del 25 de Julio, Cronología de los prolegómenos de la Gesta,  La Palma francesa, y el que hoy nos reúne en el sin par Real Casino de Tenerife: El lugar de Santa Cruz de Tenerife. Finales de los siglos XV al XVIII y su población en 1797, todos ellos publicados por Ediciones Idea, a cuyo director, don Francisco Pomares, tanto debemos quienes, de una u otra manera, nos hemos enfrentado al difícil trance, comparable a un parto, de ver nuestro esfuerzo en forma de libro.
 
          Tampoco se puede olvidar su faceta periodística. En la página web de nuestra Tertulia se recoge una veintena de artículos que llevaron su firma y de los que al menos tres han merecido un reconocimiento oficial. Así lo avalan los dos que han sido Premio de Periodismo General Gutiérrez, otorgados por el Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, y el que recibió el Premio de Investigación Histórica Ruméu de Armas. Y Juan Carlos no para en su labor de búsqueda de documentos o datos inéditos o perdidos y con frecuencia nos sorprende mostrándonos un antiguo documento, libro u objeto localizado a través de Internet en Dios sabe qué lugar remoto.
 
          Como se puede observar por los títulos, tres de los cuatro primeros tienen como telón de fondo la Gesta del 25 de Julio, y también el de La Palma guarda relación con aquella victoria. En el quinto, en éste, la Gesta sirve como límite final al trabajo investigador. Juan Carlos -al unísono con la Tertulia-  está sintiendo cada vez con mayor fuerza (ahora que ya queda relativamente poco inédito con respecto a aquel hecho trascendental) el acicate de contribuir a la mejora de esta ciudad en que vivimos, en la que él nació y a la que adora. Parafraseando a un político del pasado siglo, él ama a Santa Cruz, pero no le gusta del todo, la quisiera mejor, y a ello dedica buena parte de sus esfuerzos. Está convencido de que algo falla en el alma de los santacruceros y que ese algo proviene de la falta de conocimientos, cuando no del absoluto desconocimiento, sobre la historia de Santa Cruz. Y como también defiende que no se puede querer a algo o a alguien si no se le conoce, está decidido a difundir, en la medida de sus posibilidades, la historia de aquella Santa Cruz olvidada y desconocida para la mayoría de sus habitantes actuales. Por ello ha nacido el libro que hoy tenemos en las manos.
 
          Como es mi costumbre, yo no voy a diseccionar la obra. Ya hablará de ella, si quiere, el autor. Me parece que este punto es el único en que disentí de mi admirado Luis Cola, pues en una ocasión dijo que el autor es el menos indicado para hablar de su libro. Creo que aquellas palabras vinieron dictadas por su innata modestia, al verse en la tesitura de comentar una obra que acababa de publicar. Yo creo que nadie mejor que el autor puede conocer la intención que le movió un día a sentarse ante unos folios en blanco y empezar a garrapatear palabras, frases y conceptos; nadie como el autor sabe de los momentos de entusiasmo y desaliento; nadie como el autor para sentir el sano orgullo de tener por primera vez entre las manos, oliendo aún a tinta, a su bebé literario. Por ello, insisto, que Juan Carlos diga luego lo que quiera sobre su obra. Mi labor consiste, creo, en presentarles un aséptico esquema del libro que tenemos aquí, en ser, como el padrino en el bautizo, testigo de excepción del hecho.
 
          Y en el libro, con tan solo leer la primera parte del título, ya sabemos que el autor nos va a contar cosas de una Santa Cruz muy antigua, de cuando era solamente un sencillo y humilde poblachón (ni siquiera aún villa, aunque parece que tuvo esa consideración al principio de su fundación, pero luego se olvidó), del puerto de La Laguna. Y leyendo la segunda parte del título deducimos que nos detendremos justo en el umbral de la puerta de entrada al momento en que el gusano se va a convertir en mariposa, cuando se está abriendo el futuro de la que va a ser la capital de Canarias.
 
            Y luego, leyendo el prólogo, sabremos lo que llevó a Juan Carlos -su curiosidad, confiesa- a escribir el libro. Después, con tan solo repasar el Índice comprendemos que nos encontramos ante el trabajo de un hombre de formación científica y mente cartesiana. Se sigue un esquema lógico y completo: orígenes -  asentamiento - trazado urbano - viviendas - defensas - movilidad (puerto, caminos, puentes) - salud y alimentación - sociedad - … En definitiva la conclusión de un puzzle, pues ya hay mucho escrito sobre el sujeto del asunto, Santa Cruz, pero gran parte está desperdigado y Juan Carlos nos lo junta para tener una visión completa del rompecabezas ya montado.
  
          Este libro, como en otra ocasión comenté, no es solo para leer “de corrido”, sino, una vez percatados de su contenido, “cogerlo” y “dejarlo”, para husmear en circunstancias, benignas o adversas, y para meditar lo leído. La obra nos ayudará a valorar en su justa medida lo que es la Santa Cruz de hoy: sus barrios, sus calles, sus fuentes, su puerto y, lo que es muy importante, sus gentes.
 
          La última parte se dedica precisamente a eso, a sus gentes de finales del XVIII, presentando un Estudio de la población según los tres Cuadernos de empadronamiento de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción en aquel famoso año de 1797. Es un capítulo interesantísimo pues nos lleva a conocer profesiones, nacimientos y fallecimientos, nombres y apodos, cotejo de la denominación actual de las calles con el nombre de entonces y de otras épocas, etc.
 
          Y en el fondo subyace el desinteresado, constante, callado y tesonero trabajo de Juan Carlos. Pero también el de muchos otros, el de quienes dejaron constancia de lo que pasaba y en cuyas fuentes ha bebido Cardell, de aquellos humildes y anónimos secretarios, archiveros, bibliotecarios, escribanos y copistas; y como no, de escritores tan conocidos como Martínez Viera, Tarquis, Cioranescu, o nuestro querido Luis Cola Benítez. Gracias a todos ellos, y a ti, Juan Carlos, va calando en la mentalidad del santacrucero -aunque aún queda muchísimo camino por recorrer- la justificación del orgullo de haber nacido en Santa Cruz o de vivir en ella (pues algunos chicharreros no nacimos aquí). De darse cuenta de que la Santa Cruz de hoy es el compendio de una obra de más de cinco siglos, la herencia que recibimos de miles y miles de seres humanos. A esa herencia le faltan muchos “trozos” que las catástrofes y calamidades, las necesidades urbanas y, por desgracia también, la desidia o el desinterés por lo antiguo, han ido arrancando del paisaje urbano y, lo que es mucho peor, del alma de sus gentes.
 
          En definitiva este nuevo libro es como un recordatorio a todos los santacruceros, y en especial a nuestros dirigentes municipales, de que tenemos una sagrada obligación con quienes nos precedieron; la de conservar el patrimonio -tangible e intangible- que nos legaron y acrecentarlo con nuestro esfuerzo.
 
          Muchas gracias, Juan Carlos, por ello, por recordárnoslo. Espero y deseo que tu esfuerzo se vea recompensado, no económicamente, pues sé que ello es imposible en el marco cultural y social en que nos movemos, pero sí llegando a muchas personas, a través del libro. Gentes que, al conocer más de Santa Cruz, como dije antes que es tu idea, la quieran más y se enorgullezcan de ser chicharreros, no sólo de corazón, que está muy bien, sino también de cerebro, por convencimiento.
 
          Muchas gracias a todos por su atención.
 
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