Loco de Amor
Por Carlos Hernández Bento (Publicado en el mejicano Diario de Colima el 7 de mayo de 2017.
Querida Clarisa:
Te escribo para expresarte lo mucho que has significado para mí. Quisiera hacerte ver con esta carta, que pretendo sea intensa, lo mucho que te quiero y te deseo, con un amor con mayúsculas. Quizá sobrehumano. Más allá incluso de la fría muerte. Un amor como jamás hubo ni creo que vuelva a haber.
No sabes cuantas veces oculto tras mi fealdad y el silencio contemplé tu cimbreante cuerpo pasar tan cerca de mí… pero a la vez tan lejos. Tan inalcanzable. Has sido para mí como un lucero del cielo. Un reflejo que se eleva y que se pierde. Un intangible.
Cómo desearía ser la tierra que te sostiene, la ropa que te envuelve, el aire que te mantiene viva llenándote los pulmones. Cómo me gustaría fundirme contigo, que fuéramos parte de un todo, de una misma cosa… como las dos caras de este papel.
Tu risa, querida mía, me enloquece y me perturba… ¡No sabes cuánto! No puedes imaginar las noches de insomnio pasadas con el recuerdo de tu alegría limpia, de tu voz y de tu cara enterradas en mi memoria.
Yo soy pura lástima, pena, dolor, enfermedad, carencia, frialdad y oscuridad… Así desde que te hallé a ti… A ti que eres la alegría y la fiesta, el color y el calor, la salud… ¡La risa en grado sumo!
¡Sí! Demasiada alegría contra mi inmenso lamento. Demasiada luz contra la oscuridad que me tiene sumido en un insoportable tormento que va mucho más allá de lo razonable.
¡Clarisa, yo no merezco esto! ¡Es una rotunda injusticia! ¿Cómo es posible que tanta devoción se haya visto brutalmente frenada por un muro y un foso de indiferencia y silencio? ¿Cómo es posible, si la justicia existe, que tanto amor se haya derrumbado siempre en el camino que lleva a tu casa, antes incluso de llamar a tu puerta?
Te quiero en lo imposible. Te quiero y te requiero, y me he muerto literalmente de amor sin que tú llegaras siquiera a sospechar el calvario por el que he pasado. Sin que supieras de la agonía sobrehumana que me ha llevado hasta las puertas de la muerte… de la batalla que se ha librado entre mis sienes y dentro de mi pecho al ver que ni siquiera me mirabas o sonreías.
¡Demasiado injusto! ¡Demasiado cruel! Todo por culpa de esta fealdad repugnante y esta timidez extrema, que han acabado conmigo, que me han mantenido alejado de ti, como un cristal impenetrable a través del cual te vi durante toda mi vida y… ¡te sigo viendo aún!
Amada mía, ¿cómo explicarte que desde hace unos meses ya no me cuento entre los vivos y que desde entonces he hecho de guardián tuyo? ¡Sí, querida! Yo soy la explicación de todas esas cosas tan extrañas que te han sucedido últimamente y que nunca pudiste explicar bajo la luz de la razón.
¡No! No estás loca. Claro que no, ¿verdad?... ¡Aquí el loco soy yo!... La puerta que jurarías que estaba cerrada, las cosas que estaban donde estaban con completa seguridad, la presencia que sentiste en la oscuridad antes justo de encender la luz…¡Todo era cierto! Tan cierto como mi eterno amor más allá de la muerte.
A estas alturas deberías sospechar quién soy… ¿o tal vez sería mejor decir quién era? ¡Pues sí! Soy aquél chico deformado y horrible que tu novio mató de un disparo en la cabeza aquella oscura noche, hace ahora ocho meses y medio, cuando lo sorprendisteis observándoos pegado al cristal trasero de vuestro coche. ¿Qué acto tan cobarde, no? Dispara y corre. ¿Sabías que mi muerte no fue inmediata?
¿Cómo explicarte que estoy completamente loco de amor, que he perdido la cabeza y la vida por ti? Quiero que comprendas que es imprescindible que apresures el paso entre la vida y la muerte que yo di en su momento. Que es justo y necesario que te reúnas conmigo para siempre y que fundas tu alma con la mía.
Desde esta nueva dimensión, más allá de lo mundano, puedo percibirlo todo: el sudor que está resbalando por tu frente y tus axilas, el grado de sequedad de tu garganta, el rechinar de tus dientes, el olor de tu orina, el sonido cada vez más acelerado de tu torrente sanguíneo, tu corazón a punto de estallar… y hasta puedo ver, bajo tu erizado cabello y cráneo, el más íntimo de tus pensamientos y la reacción a estas líneas.
¿Cómo explicarte, querida mía, que el batir de la ventana que tienes a tu espalda no fue provocado por el viento, sino por mi anhelante alma, que ha venido a buscarte? ¿O es que acaso has visto moverse ni una brizna de hierba en todo el día?
Cómo decirte, mi amada eterna, que aunque hayas pasado la llave, como sueles, y atrancado esa ventana… estoy aquí contigo… ahora… justo detrás de ti. Esperando que te mueras literalmente de miedo, para que podamos reunirnos en un abrazo eterno. Esperando un colapso cardíaco, que me permita atrapar tu alma en el momento justo en que se separe de tu cuerpo; y hacer mía tanta alegría que me robaste y en justicia me pertenece desde siempre… y para siempre.
(Primerísimos años del siglo XXI)
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