Las angustias de Agatha (Relatos del ayer - 8)

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en el número de enero de 2017 de la Revista NT de Binter)  
 
 
 
          Amanecía una soleada mañana de la primavera de 1927. Agatha y su hija Rosalyn paseaban por la avenida marítima de la tinerfeña localidad del Puerto de la Cruz. Rosalyn, a sus casi ocho años, reconocía la expresión facial de su atormentada madre. Desde hacía dos años, Agatha y su esposo, Archibald Christie -piloto militar de gran prestigio-, atravesaban una seria crisis matrimonial, que la hija venía sufriendo en silencio. Particularmente triste y amarga fue la desaparición de su madre el año pasado, en extrañas circunstancias. A media tarde de principios de diciembre de 1926, Agatha salió con su coche de su casa, en la ciudad británica de Sunningdale, en Berkshire, siendo vista más tarde en Newlands Corner, en Surrey, a una hora de camino, desapareciendo después. A la mañana siguiente, su automóvil se encontró en un descampado, y en su interior su abrigo de pieles. Durante días la policía rastreó la zona sin éxito, mientras los periódicos anunciaban su desaparición mostrando su foto. Bien conocían familiares y amigos íntimos la depresión que sufría Agatha por las infidelidades de su esposo, y, en consecuencia, su frágil estado emocional.
 
          Al fin, luego de once días, un camarero del Harrogate Spa Hotel -que había visto su foto en la prensa- la reconoció y avisó a la policía. Más tarde se supo que llegó allí en tren desde la estación de Kings Cross y de ésta en taxi hasta el hotel. Lo más curioso del caso fue que se había registrado como Teresa Neale, el nombre de la conocida amante de su marido. Cuando Archibald fue a recogerla, Agatha no reconoció al padre de su hija, ni recordaba cómo llegó ni qué hacía en aquel lugar.
 
          Aquel viaje a las luminosas y cálidas Islas Canarias se lo había recomendado su médico. Como le había sugerido la visita a los jardines del Sitio Litre* del Puerto de la Cruz, que albergaba, además de una espléndida muestra de especies típicas de la flora canaria y tropical, la más extraordinaria colección de orquídeas de Europa. "Y pajaritos de colores; seguro que también hay pajaritos de colores", le había dicho la madre a su hija, que estaba entusiasmada con la visita a tan exótico lugar. 
 
          Al rato, ya en la terraza de la cafetería del Sitio Litre, Agatha y su adorada Rosalyn disfrutaban de un rico refrigerio, a la sombra de la tupida vegetación. La niña, después de contemplar los bonitos jardines, emprendía la lectura de la última novela escrita por su madre. 
 
          —Pues, ¿sabes mami?... Me cae mejor la señorita Marple que Hércules Poirot —le decía la niña que, como la madre, sabía leer desde los cuatro años.
 
          —No sé si hago bien dejándote leer mis novelas, Rosalyn; están escritas pensando en lectores adultos —reflexionaba en voz alta la ya afamada escritora.
 
         Rosalyn volvía a su lectura, cuando el joven camarero, que hablaba bien inglés, reposaba sobre la mesa un plato con dulces típicos de la tierra, y con el rabillo del ojo leía el título del libro que la niña sostenía en las manos: El asesinato de Roger Ackroyd, Agatha Christie.
 
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* El Sitio Litre, hoy propiedad del empresario británico John Lucas, sigue abierto al público y se conserva tal como lo vieron nuestras protagonistas. Una placa recuerda aquella visita. 
 
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